Un día después, el 9 de julio, el Costa Pacífica atraca en Tromso para una parada desde las 8 hasta las 17 horas. Aquí hay que andar con mucho tino ya que el barco atraca a unos cuatro kilómetros del centro de la ciudad. ¿Opcioes? Costa ofrece buses lanzadera (son carillos), hay buses urbanos a la salida de la terminal (más económico) y se puede ir andando. Nosotros optamos por esta última vía, así que os contaré un poco cómo lo hicimos.
Unos minutos antes de las ocho de la mañana salimos del barco y fuimos hacia la salida de la terminal siguiendo las señales que había en el suelo. Llegamos hasta el término del límite portuario y cruzamos la autovía por un puente subterráneo. Por este margen hay acera hasta el famoso puente de Tromso, ya en la ciudad. Al poco de iniciar la marcha vemos a mano derecha un jardín botánico, el más septentrional de Europa, pero su visita la dejaremos para la vuelta. Nos llevó 45 minutos llegar hasta el puente de Tromso, que une la isla (en donde estábamos) con el continente (en donde está la famosa Catedral Ártica). El Puente tiene por el margen derecho un espacio reservado para que caminen peatones y por el izquierdo bicicletas. Tiene la peculiaridad de que es curvo (primero subes una cuesta y luego la bajas) y al fondo te aguarda la Catedral Ártica (o Catedral del Ärtico). La iglesia es muy original y es de paso obligado si vas a Tromso. En esta parte del continente también se puede subir en funicular al mirador del monte Storsteinen. Arriba hay unas vistas espectaculares y pueden hacerse rutas de senderismo muy chulas entre neveros. Como el tiempo no era muy bueno, nosotros desistimos y volvimos a cruzar el puente para visitar la ciudad con calma.


Retornamos a la isla y comenzamos a callejar hasta el final de la ciudad. Pasamos por el museo polar (no entramos), la estatua de Amundsen (famoso explorador noruego que nos señala hacia el Polo Norte como invitándonos a participar en una de sus expediciones), la biblioteca, la iglesia (la verdadera Catedral), el puerto... Y finalmente acamos en Polaria, el acuario de Tromso. Justo en ese momento comenzó a llover y optamos por entrar a visitarlo (150 coronas noruegas por cabeza). No es que sea muy grande ni muy importante, pero tiene su encanto. Recomendable quedarse a ver cómo dan de comer a las focas.




En el camino de vuelta paramos en una de las pocas tiendas de souvenirs que nos encontramos (tenía un letrero que ponía "la mejor tiendra de souvenirs de la ciudad" y está situada al lado de la Catedral de Tromso, la ártica no, la verdadera). Y además en el jardín botánico que os contaba al principio, ya llegando al barco. La entrada al jardín es gratuita y es sorprendentemente grande. Tiene multitud de platas de la región ártica, pero no es apta para alérgicos. Y así fue cómo finalizamos nuestra escala en Tromso.

NOTA: Os dejo el track para llevar nuestro recorrido en un GPS
Mi recorrido en Tromso para GPS