Sábado 19 de agosto de 2017
Puntualísimo llega George a la recepción del hotel a buscarnos.

Saliendo de Nairobi la impresión que nos da la ciudad es de abandono, desorden y suciedad. De hecho todas las carreteras por las que pasamos están llenas de basura alrededor. Nos cuenta George que es una costumbre habitual de los keniatas tirar las botellas, latas o bolsas vacías por la ventanilla del coche. Me escandalizo pero no se lo digo.
Nos dirigimos al norte, son 320 kilómetros en una furgoneta con un limitador de velocidad incorporado que no permite superar los 80 km/h.

Pasamos por poblados de chabolas y casas de una sola planta muy rudimentarias. Hay pobreza, pero no miseria. Los recursos son limitados para los habitantes de la Kenia rural. Hay gente caminando por el lateral de las carreteras. Muchas ovejas, cabras y vacas pastando. La mayoría de la población se dedica a la ganadería. Es época de vacaciones escolares y se ven niños correteando por todas partes, jugando entre ellos o acompañando a sus padres a llevar el rebaño al campo.
Llegamos al parque de Samburu alrededor de las dos de la tarde. Una vez en el parque y pagada la entrada al mismo (va incluída en el precio del safari) hay media hora de caminucho para llegar al hotel Samburu Sopa Lodge. Tenemos hambre porque sólo hemos hecho una breve pausa hace horas en una tienda de souvenirs para ir al baño y comprar un snack.
En la recepción del hotel otra toallita calentita húmeda y otro zumito. ¡Vaya hotel!

Pasamos directamente al comedor. Una sala circular sin paredes que da directamente al parque. Hay una pequeña charca artificial con agua que para deleite de los huéspedes sirve de abrevadero a babuinos, dicdics y facóqueros. Mientras comemos todos vamos haciendo fotos. Pájaros de brillantes colores se acercan a las mesas para intentar conseguir alguna miga. Hay ardillas correteando nerviosas entre los árboles.
Tanto el desayuno como la comida y la cena son un amplio buffet de comida occidental con algunas especialidades hindúes. En todos los hoteles la bebida no está incluída. Una botella de agua son 300 Ksh (2’5€).
Por la tarde hemos quedado con el guía para hacer un “game drive” de un par de horitas. El sol se pone a las 18:30 en agosto así que no hay mucho más tiempo disponible.
La Reserva Nacional de Samburu es de un tamaño poco más grande que la comarca del Barcelonés (para quien le sirva la referencia) o 165km2.
La vegetación propia de la sabana combina árboles espinosos con acacias y matorrales. Nos dice el guía que este año la temporada de lluvia no ha sido suficiente para hacer brotar todos estos árboles secos. No están muertos, con sólo un poco de lluvia veríamos verdear este paisaje ahora mayormente polvoriento.
En Samburu hay especies de animales que no encontraremos en Maasai Mara, como la jirafa reticulada, la cebra de Grevy, el gerenuk o el avestruz somalí.
El game drive consiste en que con el techo del coche levantado y nosotros de pie asomando la cabeza, vamos circulando aparentemente sin rumbo por el parque para ver animales. Cuando pasamos cerca de alguno el conductor se para y nos dice su nombre. Tomamos varias fotos, interrogamos al experto sobre el animal en cuestión y proseguimos la marcha.
En el trayecto entre la entrada del parque y el hotel nos hemos cruzado con un avestruz somalí al trote. Lo primero que vemos al salir del resort son varios antílopes. Con la práctica y la ayuda de George aprendemos a identificarlos: impalas, gerenuks, gacelas de Grant… Nos cruzamos con grupitos de cebras que pasean y pastan…
Cuando el sol ya está bastante bajo observamos un grupito de furgonetas y jeeps parados en un determinado lugar. El conductor entonces va directo y nosotros abrimos los ojos como platos, nos puede la curiosidad.


Oscurece y volvemos al hotel muy satisfechos. La cena es pronto, empieza a las 19:30, pero ya va bien, porque el día siguiente tocará madrugar. Para el trayecto del restaurante a la cabaña dormitorio unas discretas farolitas bajas marcan el camino pero alrededor, todo oscuridad. ¿Qué animales podría haber a pocos metros? Hoy no hay luna y el cielo está despejado, así que vemos una cantidad desorbitada de estrellas e incluso se aprecia a simple vista la vía láctea.
