Empezamos nuestro segundo día de viaje con un ring de teléfono, era el chico de la recepción: "Buenos días son las 5.30", teníamos una hora para prepararnos y desayunar.
Cuando llegué al comedor me agradó mucho lo que vi, tenía un hambre de lobo y frente a mis ojos se presentaban de forma muy atractiva muchos dulces, frutas, zumos, un poco de todo y todo buenísimo. Nos indicaron donde debíamos de sentarnos y poco después llegó un pareja del País Vasco, que serían nuestros acompañantes de mesa durante todo el crucero y complices en bromas y vivencias.
A las 6.30 estabamos los cuatro en la recepción, junto a un grupo muy reducido de personas y el guía, que se llamaba Guili. Nos llevaron a un bus, hicimos un par de paradas para recojer a gente de otros barcos y una vez que estabamos todos, el guía comenzó a explicarnos lo que ibamos a hacer durante la mañana.
La primera parada fue en la Gran Presa de Assuan, la verdad es que es muy grande, inmensa, pero no me hubiera pasado nada si nos la hubieramos saltado. Ya picaba el sol y yo no dejaba de pensar la calor que ibamos a pasar cuando fueran las 10 o las 11 de la mañana. Pero me equivocaba, caló, caló, lo que se dice caló, en Sevilla. Se que soy andaluza y que tenemos fama de exagerar las cosas, pero es cierto. Fernando y yo temíamos mucho este aspecto, pues soy de tensión baja y lo suelo pasar mal, pero os aseguro que durante en viaje el calor no ha sido el protagonista. Amanece antes, y el sol pica a horas más tempranas que en España, pero las temperaturas son más o menos las mismas, sin ser tan pegajosa, incluyo en esto también las zonas de desierto, como Sakkara, de la que hablarmos en otra etapa.
La siguiente parada, un embarcadero donde estaban todas las lanchitas amontonadas junto al muelle, como formando un racimo de uvas. Había algunos vendedores, pero no fueron demasiado pesados. Cuando nos subimos la barquita no sabía cómo demonios ibamos a salir de allí, no veía el agua, todo eran barquitas, pero en un plis plas, ya estabamos en marcha. El agua estaba negra por los residuos de los motores y de la gasolina, pero el paseo resultaba muy agradable. Al poco tiempo se mostró ante nosotros, sobre una colina, el Templo de Philae, no me parecía nada especial.
Bajamos del barco y pasamos el control, subimos unas escaleras y ... ufff, que cosa más bonita, que grande, que bien conservado. Guili, nos reunió en una sombra y nos explicó como fue movido desde su posición original, el culto, etc., pero yo no podía cerrar la boca y Fernando estaba igual, alucinado. Después vimos cosas también muy impactantes, pero hasta el momento era lo primero que observabamos. Había pocos turistas y el tiempo libre que nos dieron lo disfrutamos haciendo mil fotos e investigando el terreno.
Quedamos un rato después en el bar, donde nos resfrescamos con una Fanta de manzana, que me pareció algo riquísimo, jajajaja, demasiadas experiencias para una mañana y aún no habíamos terminado.
Salimos del embarcadero y nos montamos de nuevo en el bus, ahora si nos acosarón los vendedores, pero me resultaba gracioso.
El bus nos llevó de vuelta a los barcos, teníamos 5 minutos y nos llevaron a otra barca, muy cerquita de la Moondance. Ésta era mucho más mona, en ella había una nevera cargada de refresco y botellines de agua, para que durante la excursión opcional al poblado nubio pudieramos hidratarnos. Lo primero un paseo recorriendo las islas, como Elephantina. Me encantó, la brisa fresquita, las vistas preciosas, el contraste del agua del Nilo y las dunas en algunos tramos, los niños bañándose en la orilla, las mujeres lavando a ropa, idílico. Cuando más abstraidos estábamos vimos unos niños que en una barquita de madera casera se acercaban a la lancha. Nos preguntadon de dónde eramos y al escuchar España, comenzaron a cantar un popurrí con las canciones más conocidas, como la macarena, aserejé, poropopó, la española cuando besa, y alguna más. Parecían muñequitos a los que se les había dado cuerda, algunos le dieron unas monedas y se retiraron muy contentos.
Poco después llegó la decisión que tanto temía, o desembarcabamos y nos montabamos en dromedario para llegar al poblado, o bien seguíamos en la barca hasta allí. Tras muchos tutibeos me decidí, !!ME MONTO EN DROMEDARIO!! a lo cual Fernando soltó un carcajada, sabiendo lo que se iba a reir de mi al verme la cara. Todos los dromedarios muy bien puestos esperando a los guiris, y allí estábamos todos con cara de susto, pues que animalajos más grandes joder y que feos eran. Cuando el dromedarió se incorporó me faltó muy poco para ponerme a llorar, pero luego le pillé el gustillo y hasta puedo decir que disfruté del paseo. Todos en fila, con un paso muy tranquilo, pero seguro, rodeados de dunas bajo el sol, un experiencia que me alegro de haber vivido.
Una vez en el poblado entramos en una casa típica, nos ofreciero agua mineral fresquita, te de menta, riquísimo, queso, miel y turrón, todo muy bueno, menos el queso que estaba demasiado salado para mi gusto. Nos mostraron un cocodrilo pequeño, que sólo los más valiente se atrevieron a tocar y nos hicieron un tatuaje de hennna.
Hasta aquí incluía el precio de la excursión, que como ya duje fue de 28 €, pero el guía nos dijo que nos llevaría a casa de una amigo para tomar un café. Así que bajamos de nuevo de la barca y nos dirijimos a la sombra de una inmensa acacia. Teníamos que descalzarnos, pues el suelo estaba forrado con alfombras y cojines para asentarse. Allí nos ofrecieron un café afrodisíaco, con unos ingredientes que no recuerdo, pero si es cierto que sabía a regalíz, era espeso y negro, fuerte, pero rico. Algunos compraron café.
Poco después volvimos al barco, allí nos recibieron con toallas húmedas y te caliente. Era la hora del almuerzo, pero nos dio tiempo de darnos una ducha rápida para refrescarnos y luego bajamos al comedor, para reponer fuerzas. No fuimos a la habitación para dormir la siesta, pero en verdad no queríamos cerrar los ojos, pues mientras navegabamos rumbo a Kon Ombo nos acompañaban unas vistas impresionantes desde la ventana del camarote, os puedo asegurar que esto es algo que nunca olvidaremos. A las 4.30 nos despertó una campanita, era uno de los trabajadores del barco, que lo recorría campanilla en mano para despertar a todo el mundo. En cubierta servían te y pastas.
El barco estaba atracado a los pies del templo de Kom Ombo, eran las 4.30 y a las 5 estaba programada la visita al templo. El templo estaba abarrotado de gente, supongo que todos los barcos tenían el mismo horario. El grupo de esta vez estaba formado por 3 parejas con el programa philae, una con le programa nubio y el guía, Ahmed, guía que nos acompañaría todo lo que quedaba de crucero.
Estaba muy derruido, pero no por ello dejaba de ser grandioso, disfrutamos mucho de la explicaciones y de el tiempo libre.
A las 7.30 zarpaba el barco, así que decidimos tomarnos un refresco en uno de los bares de éste. Un acierto, pues pudimos ver desde sus ventanales un atardecer que nunca había visto fuera de la tele, una pasada.
Luego la cena de la chilabas, con sus cantos y sus festejos, que se realizaron el la disco, pero nosotros preferimos irnos a la cubierta, para poder apreciar la la navegación de noche. La temperatura era genial y el cielo plagado de estrellas, con una luna como un queso, redonda, redonda. Nos tomamos un coctel charlando con los compañeros y el guia y sobre las 12 nos fuimos a la hbitación, pues el día había sido muy largo, con muchas impresiones nuevas y sólo estabamos empezando el viaje.
Cuando me fui a la cama aún no me creía que estubiera en Egipto y que lo que había vivido durante el día no había sido un sueño, para demostrármelo empecé a ver las fotos, quedándome dormida con la cámara entre las manos.
