Otro rico y tranquilo desayuno tras el que nos vamos a la plaza Tahrir. Decidimos que nuestro penúltimo día en la ciudad queríamos volver al viejo museo al de las antigüedades egipcias, nos apetecía volver a ver algunos rincones por los que pasamos un poco rápido.
En un rato llegamos a la puerta del museo, había más gente que el primer día que lo visitamos, muchos grupos organizados se apelotonaban en la entrada con sus guías dándoles las indicaciones y datos correspondientes. Nos alejamos un poco de esta zona y empezamos a ver las distintas salas.
Tras ver la planta baja con calma, con especial dedicación a la sala de Amarna, subimos a la planta de arriba haciendo un lento recorrido, donde sarcófagos que parecen olvidados en estanterías llenas de polvo, pequeñas figuritas, etc. En una de las zonas estaban embalando piezas para su traslado a los nuevos museos, y era realmente curioso todo el delicado y preciso procedimiento.










Los tesoros de Tuya y Yuya también merecieron una segunda visita, junto con los sarcófagos recubiertos de resina negra con sus figuras de oro.
Para acabar nuestra visita yo tenía que volver a “presentar mis respetos” al faraón niño, tenía que pararme nuevamente un rato ante esa impresionante mascara, creo que es uno de los objetos arqueológicos que más me han impresionado.







Tras comer algo rápido, volvimos al hotel a descansar un rato en la piscina para luego preparar las maletas.