Desde casa nos parecía una gran idea adentrarnos en bicicleta en el enorme palmeral que se extiende alrededor de Skoura para ir descubriendo las numerosas kasbas que nos salgan al paso. En esta zona hay tantas de estas construcciones que directamente no planeamos ninguna ruta, la única que tenía claro que quería visitar era la Kasba de Amridil.
Como no encontramos ningún lugar para alquilar bicicletas se lo comentamos al dueño de nuestro alojamiento. Él nos mira un poco extrañado, como si nunca nadie se lo hubiera pedido, pero rápidamente nos alquiló su propia bicicleta y la de su mujer. Dejamos las mochilas en el maletero de nuestro coche y nos lanzamos por los senderos de la zona.
El palmeral se ve espectacular con las montañas nevadas al fondo. Al cabo de media hora aparece a lo lejos la impresionante construcción de Amridil, una auténtica maravilla hecha con barro y paja.
Ha sido una de las visitas que más nos ha gustado. Pagamos 20dh por persona, se puede hacer con guía pero el precio era mucho más elevado. Desde la planta más alta se divisa todo el palmeral, que se hace mucho más denso al otro lado del río. La belleza de las altas torres de Amridil te deja impresionado pese a estar decoradas con motivos geométricos muy sencillos. La visita la hacemos casi en solitario, tan sólo somos un pequeño grupo de 5 españoles y nosotros.
Continuamos la ruta por la parte más espesa del palmeral y atravesamos varias aldeas cercanas a Skoura. La gente se sorprende al vernos pasar por sus aldeas, nos saludan y se giran para vernos marchar. Es curioso que en toda la ruta no hemos visto a nadie en bicicleta o andando que no sea un lugareño, pero a nosotros nos ha parecido una gran idea para descubrir la zona.
La mayoría de las Kasbas que nos vamos encontrando están en ruinas, es una pena que no se puedan conservar y que en unas pocas décadas muchas vayan a desaparecer para siempre.
De vuelta en nuestro alojamiento, antes de marcharnos, nos regalan un perfume de agua de rosas hecho con aceite de argán y nos desean buen viaje.
La carretera que conduce hasta la Garganta de Todra está cargada de lugares en los que parar a hacer fotos. Los pueblos son cada vez más bonitos, algunos parecen estar colgando de las rocas.
Mientras tanto el paisaje a su vez se va volviendo poco a poco más árido. Hacemos una parada para comer en la plaza principal de Kalaat M´Gouna, en la que encontramos bares con precios marroquíes y comida muy rica.
Al pasar a la altura de Tinghir no podemos evitar echar el pie a tierra. La vista desde la carretera es de parada obligatoria. Desde la cercana garganta de Todra, que se encuentra ya a muy pocos kilómetros, brota un precioso palmeral. Las ruinas de un inmenso y antiguo ksar construido en barro contrastan con el verde de las hojas de las palmeras, es tan llamativo que me anoté el lugar en el móvil por si mañana tenemos la oportunidad de visitarlo en más profundidad.
Justo antes de llegar a la Garganta de Todra tenemos nuestro siguiente alojamiento. Está situado en la última aldea antes de la garganta y se trata de una casa muy humilde pero llena de hospitalidad en la que nos reciben con mucho cariño y un té calentito. Ilham nos dice que todavía estamos a tiempo de acercarnos hasta la garganta para ver atardecer, además nos recomienda ir a pie siguiendo el curso del río.
Fue lo mejor que hicimos porque a estas horas los puestos de los vendedores que abarrotan el desfiladero estaban ya cerrados y apenas nos cruzamos con turistas.
De momento nos está encantando el viaje y tenemos la sensación que cada vez va a más. Mañana tenemos por delante uno de los días más esperados, si todo va bien llegaremos a las arenas del desierto de Merzouga.
Como no encontramos ningún lugar para alquilar bicicletas se lo comentamos al dueño de nuestro alojamiento. Él nos mira un poco extrañado, como si nunca nadie se lo hubiera pedido, pero rápidamente nos alquiló su propia bicicleta y la de su mujer. Dejamos las mochilas en el maletero de nuestro coche y nos lanzamos por los senderos de la zona.
El palmeral se ve espectacular con las montañas nevadas al fondo. Al cabo de media hora aparece a lo lejos la impresionante construcción de Amridil, una auténtica maravilla hecha con barro y paja.
Ha sido una de las visitas que más nos ha gustado. Pagamos 20dh por persona, se puede hacer con guía pero el precio era mucho más elevado. Desde la planta más alta se divisa todo el palmeral, que se hace mucho más denso al otro lado del río. La belleza de las altas torres de Amridil te deja impresionado pese a estar decoradas con motivos geométricos muy sencillos. La visita la hacemos casi en solitario, tan sólo somos un pequeño grupo de 5 españoles y nosotros.
Continuamos la ruta por la parte más espesa del palmeral y atravesamos varias aldeas cercanas a Skoura. La gente se sorprende al vernos pasar por sus aldeas, nos saludan y se giran para vernos marchar. Es curioso que en toda la ruta no hemos visto a nadie en bicicleta o andando que no sea un lugareño, pero a nosotros nos ha parecido una gran idea para descubrir la zona.
La mayoría de las Kasbas que nos vamos encontrando están en ruinas, es una pena que no se puedan conservar y que en unas pocas décadas muchas vayan a desaparecer para siempre.
De vuelta en nuestro alojamiento, antes de marcharnos, nos regalan un perfume de agua de rosas hecho con aceite de argán y nos desean buen viaje.
La carretera que conduce hasta la Garganta de Todra está cargada de lugares en los que parar a hacer fotos. Los pueblos son cada vez más bonitos, algunos parecen estar colgando de las rocas.
Mientras tanto el paisaje a su vez se va volviendo poco a poco más árido. Hacemos una parada para comer en la plaza principal de Kalaat M´Gouna, en la que encontramos bares con precios marroquíes y comida muy rica.
Al pasar a la altura de Tinghir no podemos evitar echar el pie a tierra. La vista desde la carretera es de parada obligatoria. Desde la cercana garganta de Todra, que se encuentra ya a muy pocos kilómetros, brota un precioso palmeral. Las ruinas de un inmenso y antiguo ksar construido en barro contrastan con el verde de las hojas de las palmeras, es tan llamativo que me anoté el lugar en el móvil por si mañana tenemos la oportunidad de visitarlo en más profundidad.
Justo antes de llegar a la Garganta de Todra tenemos nuestro siguiente alojamiento. Está situado en la última aldea antes de la garganta y se trata de una casa muy humilde pero llena de hospitalidad en la que nos reciben con mucho cariño y un té calentito. Ilham nos dice que todavía estamos a tiempo de acercarnos hasta la garganta para ver atardecer, además nos recomienda ir a pie siguiendo el curso del río.
Fue lo mejor que hicimos porque a estas horas los puestos de los vendedores que abarrotan el desfiladero estaban ya cerrados y apenas nos cruzamos con turistas.
De momento nos está encantando el viaje y tenemos la sensación que cada vez va a más. Mañana tenemos por delante uno de los días más esperados, si todo va bien llegaremos a las arenas del desierto de Merzouga.