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El Roque, Venezuela | 14 de enero de 2012. No todos los nombres de los cayos, fueron dados por súbdito neerlandeses del Nuevo Mundo. Hay otros nombres curiosos, como Sebastopol y otras más, que no me acuerdo, pero por los lados de la entrada a La...![]() Diario: Viaje a Los Roques para el año nuevo.⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas: 5 Localización:![]() El Roque, Venezuela | 14 de enero de 2012 No todos los nombres de los cayos, fueron dados por súbdito neerlandeses del Nuevo Mundo. Hay otros nombres curiosos, como Sebastopol y otras más, que no me acuerdo, pero por los lados de la entrada a La Boca de Sebastopol, hay un cayo, con un nombre dado por una curiosa historia. Llamase Sebastopol, a un canal de navegación, más bien imaginario que surca las aguas entre dos divisiones del Parque Nacional. De un lado está un área de libre acceso turístico, y al otro reservas bioambientales, en formación, de acceso no permitido. Pero el caso que nos ocupa, no es ese sino el del islote Buchyago, que está justo a la entrada de esta boca. Hay un árbol llamado manzanillo (Ojo: No es la manzanilla común que conocemos) y da unos frutos muy pequeños que van a dar al mar. En Los Roques, no hay estos árboles y sus frutos vienen a dar aquí aun cuando parten del continente. Luego hay una sardina llamada manzanillera, muy fácil de detectar pues tiene tres franjas amarillas a los lados y una alrededor de cada ojo. Estos animalitos son devotos de los frutos del manzanillero, pero las vuelve toxicas para consumo humano, mas no siempre, sino a veces. Curiosas sardinitas. Pero el caso que hace muchos años, iban dos holandeses en su barca y fueron a dar al islote que a que nos referimos. Traían en su barca un perro y un gato (curiosa composición) y desembarcaron. Luego de un tiempo, alguien pasó y los vio muertos a los dos. El misterio cubrió con su manto esas muertes por un tiempo, pero la curiosidad pudo más y algunos fueron a ver. Encontraron al perro y al gato, muertos también, al lado del fogón donde se habían asado sardinas. Lamentablemente, estos marinos de cabotaje de origen holandés, no sabían lo de las sardinas toxica y se la comieron, junto con sus mascotas. El nombre de los finados era: Buchí y Yago (o al menos así eran conocidos). Y por eso el cayo, tiene el nombre de los dos: Buchyago Ahora si les cuento lo que les prometí: Había pasado una noche a todo dar en la posada de Aerotuy que además de tener una arquitectura preciosa y muy acorde con la isla es limpia y aseada. Tiene su baño interno, es grande y caben dos camas individuales. Yo que había subido y recorrido el par de cerros que tiene la isla y en cual, en uno de ellos está el faro, a demás que esa tarde fue el primer viaje que hice a Madrisquí, estaba rendido y ¡Pacapufete!, caí en la cama y a dormir como un leño. Pero como lo bueno se acaba rápido, tenía que buscar albergue para esa noche. Salí a recorrer el pueblo y todas la posadas estaban ocupadas, había una o dos, pero si las pagaba no iba a tener ni para la papa (comida) del día siguiente. Total que me fui por la calle principal. A un lado está la panadería de los merideños y diagonal la escuela pública. Seguí y vi al lado izquierdo, un parquecito de columpios y cosas de esas para los niños. Luego, al ratico, acabo la calle. Esta es de arena y es cortica, pero muy tupida de casas. Me entere que no se permiten casas con un alto mayor a 6 metros, o mejor dicho 5,80 metros. Por eso todas son bajitas. Al final, a mi mano derecha estaba la laguna interna de la isla y apenas unos metros más allá y del lado izquierdo está la sede de IMPARQUES del archipiélago. Me sorprendió verla abierta, y más aun que, no solo que había atención, sino que esta era dada por una simpática joven de nombre Ingrid, empleada de Imparques. Ella me orientó y me conto muchas historias y relatos de los que hay incluidos en este diario. Otra cosa que me dijo es que, ahí había espacio para camping y se podía poner carpa, pero yo no tenía ninguna. Tenía mi chinchorro, pero no dejan colgarlos, porque el que no sabe, va a usar las ramas del mangle u otras plantas de la familia. Estos tienen un tronco muy débil, a parte que lo usan para suplir las funciones de la raíz que solo hacen función de anclaje (muy bien, por cierto) en las arenas de la playa. Además en la isla, esos son todos los árboles que hay. Pero por aquello de que hablando se entiende la gente, conseguí una carpa y ahí pase tres de las noches de los días que pase en El Roque. Deje mis peroles, es decir, los pocos bártulos que cargaba y me fui al muelle a ver salir las lanchas y a ver llegar a los aviones. Claro que me quedaban dos noches más. ¿Como le hice?, luego les cuento... Allá me encontré con el perro negro que me había acompañado en mí peregrinar por los cerros donde está el faro. Lo cuida una de las personas en cargada de los pasajeros del avión y me dijo el nombre del perro, pero no me resulto fácil de recordar, por eso yo le puse un nombre a gusto de mí y por lo negro que era, si estuviera en otro lugar le dirían azabache, pero yo por estar aquí le puse caraota. Caraota es muy juguetón a pesar de ser un perro grande. Conocí algunos turistas y a varios de los lancheros. Había una chica de Australia que se iba a pasar cinco días en Los Roques y el resto en algunos lugares del país. Y también estaba Raúl, encargado de una de las lanchas de llevar pasajeros, encomiendas, turistas y demás, a los cayos vecinos Conversaba a ratos con los de la Panadería Bella Mar y les decía paisanos o compatriotas, porque yo viví seis años en Mérida, de aquí de Venezuela. También visitaba para saludar a los de Aerotuy. Y entre salidas en lanchas a los cayos, y pasarlo bien, se me fueron varios días. Había dos carpas donde pernotaban cuatro del Brasil. En una de esas hable con ellos y me contaron que la mayor parte del recorrido desde Santa Elena de Uairén, lo habían hecho en taxi. Imagínate tú, le saldría carísimo. Y lo otro era, que en las posadas vecinas, si le prestaban el baño, pero le cobraban 30 bolívares por cada uno y cada vez que lo iban a usar. Fíjate tú eso. No era nada ilógico que me preguntaran como hacía yo. Y les dije: - Bueno pues, cuando tengo una necesidad fisiológica, así como hay quien adopta una tortuga, yo adopte un mangle y todas las tardes, voy a llevar le su provisión de abono orgánico, el cual cubro con generosas capas de arena. - Y para lavarme, uso garrafas de 5ltrs que la gente tira y las lleno de agua para quitarme lo salado del mar y más ná. Aprenden rápido los brasileros. Al otro día tenían un par de garrafas de cinco litros y una botella más pequeña a la que le abrieron unos huecos y como era plástica, la apretaban y la usaban como regadera. Me ganaron. Luego ellos se fueron Debía regresar la carpa en el día acordado, pues la necesitaban. Ese mismo día me puse a hablar con uno de los lancheros, y en el bla, bla, salió lo de mí hospedaje. Y como tenían un espacio techado, donde se podía colgar el chinchorro, me dijo: - No hay problema- y esa noche lo colgué ahí. Pasee y conocí a muchas simpáticas y bellas persona. Hay una venta de empanadas llamada La Sirena, muy buena y hay otra más en una de las posadas de la plaza, donde yo comía por las mañanas. Y conocí a Mama julia, una dominicana que hace las arepas, más buenas y populares de El Roque. Y otros más, que ahora sin el desespero de conocer los islotes, podía ponerme a hablar largo y tendido. A la hora de dormir fui a colgar mi chinchorro. Le decimos chinchorro y no hamaca, porque aunque cumplen las mismas funciones, el chinchorro es en forma de red, más pequeño, por lo general individual y más fácil de llevar que su contraparte, la hamaca. Pero no conté que era el último día de las fiestas decembrinas y aquellos renuentes a abandonar el guateque, estuvieron toda la noche de pachanga y había música y voces por todo alrededor. Aparte de que la luz estaba prendida y para colgar tuve que hacer maromas, pues estaba alto. Por la madrugada, oí música y cuando pasé había un grupo de fiesteros amanecidos, con una computadora portátil, conectada a algo que hacia subir una barbaridad el sonido de la música. Tal cual pasa en las guerras, ese es un mal uso de la tecnología, pero así también se goza. El día fue un poco pesado por no haber dormido bien, pero se fue rápido. A la siguiente noche, fui a colgar donde mismo, pero no había luz y me iba a ser imposible hacerlo. Así que me metí en un porche (espacio techado), de una casa de deportes extremos acuáticos o algo así. El techo era de lata de zinc y en la madrugada llovió. Por cierto que metieron lanchas, tablas de surf, esquíes, botes de goma, salvavidas, chapaletas y demás ídem. Y yo ni cuenta me di. El sonido de la lluvia sonaba sobre el techo, como una melodía acompañada por el murmullo de las olas, al reventar sobre la playa, la brisa marina acariciaba mi piel y yo durmiendo en mi chinchorro. Pase una noche de maravilla. Pensé; cuantos millonarios en Estados Unidos y Europa estarán sonando pasar una noche como yo la pase. No había pasado una noche tan placentera, seguramente desde que era niño. Quizás fue la última vez, cuando me dormí en los brazos de mi madre. Índice del Diario: Viaje a Los Roques para el año nuevo.
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