Nuestro destino era Bergen. Habíamos mirado el tiempo y daban malísimo, pero no perdíamos la esperanza. La idea era ir hasta Bergen y hacer una ruta por la montaña de Ulriken en los alrededores de la ciudad.
Arrancamos desde Sauda y pronto me doy cuenta de que hicimos muy bien el día anterior parando allí y no llegando hasta Håra porque el trozo de carretera que nos quedaba era tela marinera. En todos los sentidos. En el sentido de que era preciosa, y en sentido de que era dura como para hacerla de noche. En el mapa parecía que estaba muy cerca, pero lo que no sabía es que Rødal es un pueblo de montaña, con grandes estaciones de ski, y la llegada hasta allí es, obviamente, una carretera de montaña. Preciosa y perfecta para hacerla de día.
Pasamos por Latefossen y tomamos nuestra segunda carretera turística, la Hardanger que no la podríamos hacer entera porque tiene un par de ramificaciones, pero con la parte que nos tocó, ya flipamos bastante. Es que al final, este es el resumen de todo el viaje: cogemos la carretera y flipamos. Todo es precioso, y luego están los puntos ultra-preciosos, que son de los que todo el mundo habla. También pasamos por Steinsdalsfossen, la famosa cascada que puedes pasar por detrás de ella, aunque no lo hicimos porque no nos hacía especial ilusión y ya estaba lloviendo.
Según íbamos acercándonos a Bergen, se iba poniendo el día peor, y no había previsión de mejora. Llegamos a la ciudad bajo el diluvio universal. Y volvimos al caos del trafico. Debimos llegar en hora punta o algo porque la entrada a Bergen fue horrible, llena de tráfico (y de peajes otra vez) aunque también estaba llena de coches Tesla y nos entretuvimos un poco con eso. El primero que vimos flipamos un poco, y luego el juego era contar a ver quién veía más, porque Noruega está repleta de ellos. Y es que nos informamos y el gobierno de Noruega es igualito que el de España y parece que da las mismas ayudas a la gente para cambiarse al eléctrico. Además de que allí con tanto salto de agua la hidroeléctrica parece ser que es baratísima y encima con sus sueldos, el precio de un Tesla debe de ser de risa para ellos. Vamos, igualito que aquí. Incluso estuvimos en campings que tenían super-cargador de esos para coches Tesla. En fin… lo que viene siendo el primer mundo.
Y nada, llegamos a Bergen con la máxima bajona por el tiempo, porque nuestros planes de ruta estaban totalmente cancelados, pero aún así decidimos dejar el coche en un parking y conocer la ciudad. No es muy agradable hacer turismo bajo jarros de agua, pero no nos quedaba otra. Atravesamos el centro y llegamos hasta el famoso barrio de Bryggen, que sinceramente, son 4 casitas, las 4 que se ven en las fotos. Son chulas con sus galerías interiores, pero son 4 casitas, no es para tanto. Para colmo, nos podemos a sacar la cámara para hacerles fotos y nos damos cuanta de que nos ha calado la mochila y que la cámara está inutilizada. La buena, la réflex. Tragedia total y cabreo máximo. Sólo de pensar que el resto del viaje tendríamos que hacer fotos de mierda a sitios maravillosos… qué rabia. En fin, que no era nuestro día. Dimos la vuelta por la ciudad y en seguida decidimos que era mejor iros a buscar un camping chulo y hacer una cena calentita y reconfortante.
El camino hasta Bergen, precioso. La ciudad, pues quizás fue por el mal tiempo que no nos permitió buenas vistas, pero para mi, decepcionante. Es una ciudad sin más, y el barrio bonito son 4 casas. Supongo que con buen tiempo, pudiendo ver bien las montañas que la rodean y con mejor humor, mi percepción hubiera sido diferente, pero lo que yo me llevé de Bergen (aparte de una mojadura) fue que es totalmente prescindible en un viaje a Noruega.
Nos fuimos hasta el Lone Camping a pasar la noche, en el que por primera vez nos mandaron a buscar sitio antes de hacer el check-in y me llamó la atención. También está al borde del agua y ya nos dijeron que no fuéramos para esa zona porque estaba inundada con la que había caído, así que nos quedamos en un reconfortante trozo de gravilla, que después de la lluvia y para dormir en el coche, era lo mejor. Si hubiéramos tenido que sacar la tienda ese día hubiéramos terminado mucho más cabreados todavía. Las zonas comunes estaban bastante bien, pudimos cenar tranquilamente a techo, acompañados por decenas de jóvenes cristianos con sus guitarras y sus biblias que estaban de convivencias por allí. Pagamos el precio más caro de todos los campings en los que estuvimos (230kr) pero no nos pareció para nada el mejor en el que estuvimos.
Arrancamos desde Sauda y pronto me doy cuenta de que hicimos muy bien el día anterior parando allí y no llegando hasta Håra porque el trozo de carretera que nos quedaba era tela marinera. En todos los sentidos. En el sentido de que era preciosa, y en sentido de que era dura como para hacerla de noche. En el mapa parecía que estaba muy cerca, pero lo que no sabía es que Rødal es un pueblo de montaña, con grandes estaciones de ski, y la llegada hasta allí es, obviamente, una carretera de montaña. Preciosa y perfecta para hacerla de día.
Pasamos por Latefossen y tomamos nuestra segunda carretera turística, la Hardanger que no la podríamos hacer entera porque tiene un par de ramificaciones, pero con la parte que nos tocó, ya flipamos bastante. Es que al final, este es el resumen de todo el viaje: cogemos la carretera y flipamos. Todo es precioso, y luego están los puntos ultra-preciosos, que son de los que todo el mundo habla. También pasamos por Steinsdalsfossen, la famosa cascada que puedes pasar por detrás de ella, aunque no lo hicimos porque no nos hacía especial ilusión y ya estaba lloviendo.
Según íbamos acercándonos a Bergen, se iba poniendo el día peor, y no había previsión de mejora. Llegamos a la ciudad bajo el diluvio universal. Y volvimos al caos del trafico. Debimos llegar en hora punta o algo porque la entrada a Bergen fue horrible, llena de tráfico (y de peajes otra vez) aunque también estaba llena de coches Tesla y nos entretuvimos un poco con eso. El primero que vimos flipamos un poco, y luego el juego era contar a ver quién veía más, porque Noruega está repleta de ellos. Y es que nos informamos y el gobierno de Noruega es igualito que el de España y parece que da las mismas ayudas a la gente para cambiarse al eléctrico. Además de que allí con tanto salto de agua la hidroeléctrica parece ser que es baratísima y encima con sus sueldos, el precio de un Tesla debe de ser de risa para ellos. Vamos, igualito que aquí. Incluso estuvimos en campings que tenían super-cargador de esos para coches Tesla. En fin… lo que viene siendo el primer mundo.
Y nada, llegamos a Bergen con la máxima bajona por el tiempo, porque nuestros planes de ruta estaban totalmente cancelados, pero aún así decidimos dejar el coche en un parking y conocer la ciudad. No es muy agradable hacer turismo bajo jarros de agua, pero no nos quedaba otra. Atravesamos el centro y llegamos hasta el famoso barrio de Bryggen, que sinceramente, son 4 casitas, las 4 que se ven en las fotos. Son chulas con sus galerías interiores, pero son 4 casitas, no es para tanto. Para colmo, nos podemos a sacar la cámara para hacerles fotos y nos damos cuanta de que nos ha calado la mochila y que la cámara está inutilizada. La buena, la réflex. Tragedia total y cabreo máximo. Sólo de pensar que el resto del viaje tendríamos que hacer fotos de mierda a sitios maravillosos… qué rabia. En fin, que no era nuestro día. Dimos la vuelta por la ciudad y en seguida decidimos que era mejor iros a buscar un camping chulo y hacer una cena calentita y reconfortante.
El camino hasta Bergen, precioso. La ciudad, pues quizás fue por el mal tiempo que no nos permitió buenas vistas, pero para mi, decepcionante. Es una ciudad sin más, y el barrio bonito son 4 casas. Supongo que con buen tiempo, pudiendo ver bien las montañas que la rodean y con mejor humor, mi percepción hubiera sido diferente, pero lo que yo me llevé de Bergen (aparte de una mojadura) fue que es totalmente prescindible en un viaje a Noruega.
Nos fuimos hasta el Lone Camping a pasar la noche, en el que por primera vez nos mandaron a buscar sitio antes de hacer el check-in y me llamó la atención. También está al borde del agua y ya nos dijeron que no fuéramos para esa zona porque estaba inundada con la que había caído, así que nos quedamos en un reconfortante trozo de gravilla, que después de la lluvia y para dormir en el coche, era lo mejor. Si hubiéramos tenido que sacar la tienda ese día hubiéramos terminado mucho más cabreados todavía. Las zonas comunes estaban bastante bien, pudimos cenar tranquilamente a techo, acompañados por decenas de jóvenes cristianos con sus guitarras y sus biblias que estaban de convivencias por allí. Pagamos el precio más caro de todos los campings en los que estuvimos (230kr) pero no nos pareció para nada el mejor en el que estuvimos.