Habíamos cogido la excursión por el glaciar Styggevatnet con la empresa Ice Troll y ese era el plan para todo el día. Lo de los glaciares fue un poco dilema para nosotros, porque por tiempo no nos iba a dar tiempo a ver dos como hace mucha gente y no sabíamos qué hacer con las excursiones. Nosotros ya habíamos estado en Nueva Zelanda y ya habíamos visto un par de glaciares impresionantes y habíamos hecho la excursión de caminar por el hielo en uno de ellos. Buscando información vi que había la opción de hacer una ruta en kayak hasta un glaciar con paredes verticales gigantes y me cautivó. Era cara, pero es una de esas cosas que sí que creo que no íbamos a tener muchas posibilidades de volver a repetir en otro viaje. Con los glaciares hay que darse prisa. El que visitamos en NZ ya no hace la excursión que nosotros hicimos porque con el retroceso ya es peligroso y aquí en Noruega cualquiera que haya visto fotos del pasado y el presente flipará. Así que para allí fuimos con Ice Troll, fue nuestro capricho del viaje.
Nos reunimos en el punto de visitantes de The Breheimsenter y firmamos nuestros papeles de delegación de responsabilidades. Lo que no sabía es que aún nos quedaba un buen trecho de carretera en nuestros propios coches hasta el punto de partida de la excursión. Llegamos a una presa y allí nos quedamos. Caminamos un rato y ya llegamos al lago, que resultaba estar retenido por una presa. Y mirabas al fondo y veías un glaciar enorme, que a diferencia de los que se visitan normalmente que acaban en “tierra”, acababa en agua con unas paredes verticales de 20 y pico metros de hielo, aunque de lejos no parecían tan grandes. Y el glaciar parecía que estaba relativamente cerca. Nos dijeron que eran 2 horas de remo y nos pareció que estaban exagerando y que ese sería el tiempo para los turistas “domingueros”, pero luego te pones a remar y sí que está lejos la cosa. Pues nada, nos subieron en los típicos kayaks de plástico de dos personas y llevamos 3 monitores que se fueron separando por grupos según las velocidades que íbamos cogiendo al remar. Por supuesto llevábamos chaleco salvavidas y unos guantes de neopreno. El día estaba nublado, rezamos para que no lloviera, aunque nos dijeron que raro era el día que no llovía en esa excursión. Sólo de pensar en la posibilidad de caerse en ese agua me daba escalofríos, aunque es realmente difícil caerse porque el agua es totalmente mansa. Y nada, a remar que nos pusimos. Había pocos icebergs y eran pequeñitos, pero alguno vimos. Y al final sí que eran cerca de 2 horas de remo. Debímos hacer hora y media o así porque el grupo iba a buen ritmo. Llegamos a la orilla del glaciar y nos paramos allí a comer un bocadillo antes de irnos hacia el hielo. Esa vista allí sentados es otra de las que no voy a olvidar en mi vida. Ahí sí que se veían las paredes de metros y metros de hielo, impresionantes al compararlas con la gente que se veía ya encima del glaciar. Una vista increíble. Y después del bocata, crampones, cuerda, piolet por si acaso y al hielo. Como digo, nosotros ya habíamos hecho una excursión de ese tipo, y además nos habíamos metido por cuevas y tal, (este glaciar tiene paredes de hielo enormes pero luego es muy plano así que no hay cuevas ni recovecos) así que no flipamos tanto como si fuera la primera vez, pero aún así es genial estar encima de semejante maravilla de la naturaleza. No sé cuánto estuvimos por el hielo, supongo que sobre una hora o así. Luego la putada fue la vuelta, otras dos horas remando. La putada de la vuelta esta que ya estás de espaldas al glaciar, así que el paisaje no es nada motivante, y encima ya estás cansado, así que sólo quieres llegar de una vez. Para más fastidio se nos puso a llover, aunque por suerte paró al rato y no llegó a ser desagradable.
Una vez terminada la excursión, no estábamos tan cansados como cabría esperar, así que era ahora o nunca: o íbamos entonces hasta el glaciar Nigardsbreen, o no lo veríamos nunca. Y para ahí que fuimos. Movimos el coche hasta el parking de pago y arrancamos a caminar. Volvimos a pecar pensando que estaba ahí al lado y que no se podía tardar tanto en llegar como decían, pero sí, sí que se tardaba. Nos quedaba poco tiempo de luz y ya no había nadie por allí. Hicimos la caminata prácticamente solos. Tanto que me dio hasta un poco de miedo porque hubo un momento que perdimos las flechas que indican el camino y pensé que tendríamos que quedar a dormir allí
Al final le flecha apareció y llegamos hasta la base del glaciar, aunque no nos acercamos a tocar el hielo. Volvimos ya con el atardecer en el cielo y fue precioso. La vista de la vuelta también es bonita aunque no haya glaciar al que mirar. Al llegar al camping sí que estábamos muertos, pero mereció la pena. Increíbles los glaciares e increíble cómo nos estamos cargando el planeta.
Nos reunimos en el punto de visitantes de The Breheimsenter y firmamos nuestros papeles de delegación de responsabilidades. Lo que no sabía es que aún nos quedaba un buen trecho de carretera en nuestros propios coches hasta el punto de partida de la excursión. Llegamos a una presa y allí nos quedamos. Caminamos un rato y ya llegamos al lago, que resultaba estar retenido por una presa. Y mirabas al fondo y veías un glaciar enorme, que a diferencia de los que se visitan normalmente que acaban en “tierra”, acababa en agua con unas paredes verticales de 20 y pico metros de hielo, aunque de lejos no parecían tan grandes. Y el glaciar parecía que estaba relativamente cerca. Nos dijeron que eran 2 horas de remo y nos pareció que estaban exagerando y que ese sería el tiempo para los turistas “domingueros”, pero luego te pones a remar y sí que está lejos la cosa. Pues nada, nos subieron en los típicos kayaks de plástico de dos personas y llevamos 3 monitores que se fueron separando por grupos según las velocidades que íbamos cogiendo al remar. Por supuesto llevábamos chaleco salvavidas y unos guantes de neopreno. El día estaba nublado, rezamos para que no lloviera, aunque nos dijeron que raro era el día que no llovía en esa excursión. Sólo de pensar en la posibilidad de caerse en ese agua me daba escalofríos, aunque es realmente difícil caerse porque el agua es totalmente mansa. Y nada, a remar que nos pusimos. Había pocos icebergs y eran pequeñitos, pero alguno vimos. Y al final sí que eran cerca de 2 horas de remo. Debímos hacer hora y media o así porque el grupo iba a buen ritmo. Llegamos a la orilla del glaciar y nos paramos allí a comer un bocadillo antes de irnos hacia el hielo. Esa vista allí sentados es otra de las que no voy a olvidar en mi vida. Ahí sí que se veían las paredes de metros y metros de hielo, impresionantes al compararlas con la gente que se veía ya encima del glaciar. Una vista increíble. Y después del bocata, crampones, cuerda, piolet por si acaso y al hielo. Como digo, nosotros ya habíamos hecho una excursión de ese tipo, y además nos habíamos metido por cuevas y tal, (este glaciar tiene paredes de hielo enormes pero luego es muy plano así que no hay cuevas ni recovecos) así que no flipamos tanto como si fuera la primera vez, pero aún así es genial estar encima de semejante maravilla de la naturaleza. No sé cuánto estuvimos por el hielo, supongo que sobre una hora o así. Luego la putada fue la vuelta, otras dos horas remando. La putada de la vuelta esta que ya estás de espaldas al glaciar, así que el paisaje no es nada motivante, y encima ya estás cansado, así que sólo quieres llegar de una vez. Para más fastidio se nos puso a llover, aunque por suerte paró al rato y no llegó a ser desagradable.
Una vez terminada la excursión, no estábamos tan cansados como cabría esperar, así que era ahora o nunca: o íbamos entonces hasta el glaciar Nigardsbreen, o no lo veríamos nunca. Y para ahí que fuimos. Movimos el coche hasta el parking de pago y arrancamos a caminar. Volvimos a pecar pensando que estaba ahí al lado y que no se podía tardar tanto en llegar como decían, pero sí, sí que se tardaba. Nos quedaba poco tiempo de luz y ya no había nadie por allí. Hicimos la caminata prácticamente solos. Tanto que me dio hasta un poco de miedo porque hubo un momento que perdimos las flechas que indican el camino y pensé que tendríamos que quedar a dormir allí
