Salimos a las 7:00 de la mañana desde Barcelona. Por delante tenemos alrededor de 630 km hasta nuestro primer destino.
Tras unas paradas técnicas en La Junquera y en un área cerca de Carcassonne, llegamos a nuestro primer destino: el Campanile Bordeaux Nord-Le Lac. Está situado a las afueras de Burdeos, junto a un Centro Comercial. Como todos los Campanile, es muy básico, pero está muy limpio y eso es lo que nosotros buscamos.
Tras el check in llega el momento de ir al centro comercial para comer. Son las 15:00 y tenemos pocas esperanzas de encontrar algo, pero cuando ya nos encaminábamos hacia el Auchan a comprar algo, descubrimos un restaurante italiano que tiene la cocina abierta todo el día: y la verdad es que el plato del día, a base de pollo estofado con verduras y patatas fritas, no está nada mal.

Aunque hacemos noche en Burdeos, no tenemos planeado visitar la ciudad: ya lo haremos en otro viaje por la zona. Nuestro objetivo es la Duna de Pilat, a unos 77 km de Burdeos, cercana a la localidad de Teste-de-Buch.
Esta duna es un lugar protegido. Está considerada como la duna más grande de Europa y es el segundo sitio natural más visitado de Francia, tras Mont Saint-Michel: la verdad es que promete.
Visitar la duna es gratuito, pero hay que dejar el vehículo en un aparcamiento de pago y, como no hay otra posibilidad de estacionamiento, no queda más remedio que hacerlo… Pero la verdad es que por 4,00€ no nos vamos a escandalizar. Desde el aparcamiento se va paseando por un camino bajo los pinos. Pronto el camino desemboca en la duna y, la verdad, es que te quedas boquiabierto al ser consciente de lo que tienes ante los ojos.
Cuando preparaba el viaje leí que tiene 110 metros de altura, 2,7 kilómetros de largo por 500 metros de ancho. Ocupa una superficie total de 87 hectáreas y acumula unos 60 millones de metros cúbicos de arena: una maravilla de la naturaleza.
Como subir no es fácil, aunque no imposible, algún alma caritativa pensó en poner una escalera con pasamanos de cuerda que nos facilite el ascenso.

Una vez arriba, las vistas de la bahía de Arcachon son preciosas. Desde aquí se ve el Banc d’Arguin, un gran banco de arena, reserva natural nacional y santuario de aves. A lo lejos se ve la punta del Cap Ferret y la Île aux Oiseaux o isla de los Pájaros. La verdad es que dan ganas de abrir los brazos y gritar “Soy la reina del mundo”, como un Leonardo di Caprio cualquiera, pero me reprimo.


Como toda duna que se precie, está en continua evolución y desplazamiento. Al parecer cada año la arena penetra entre 4 y 5 metros hacia el interior, avanzando hacia bosque de pinos del Parque Natural de las Landas de Gascuña que hay a sus pies, que, algún día, acabará "engullido" por ella.

Pero por mucho que digan los científicos, nosotros sabemos que los causantes de este avance de la duna no son otros que sus visitantes: como todos se lleven la misma arena que nosotros, en un plis el aparcamiento estará cubierto.

Y ya nos vamos: tenemos que pasar por el supermercado del centro comercial para comprar la cena. Después del madrugón, lo mejor es cenar en el hotel.