Último día y última noche en este paraíso verde. Siempre me sobra el último día de los viajes, pero como este realmente no lo era, porque nos quedaba Venecia todavía, emprendimos con ganas el camino hacia la aldea de pastores. No nos gustó nada dejar Solčava donde habíamos pasado unos días muy buenos.
El paseo hasta Kamnica Bistrica nos lleva por un entorno rural que de vez en cuando nos sorprende con algo, como la iglesia blanca y con cúpula enorme de Kamnik-Gornji Grad.
En la 923 encontramos la señal del teleférico, que seguimos hasta el Kamp Alpe, a la izquierda de la carretera. El aparcamiento que hay junto a la estación del remonte y pegado al camping ya está lleno, por lo que volvemos a salir a la carretera y dejamos el coche, que parece pasado por harina de conducir por las carreteras sin asfaltar de Solčava, en el parking a la derecha de la carretera, mucho más amplio y gratuito igual que aquel.
Compramos las entradas en la caseta y pedimos un mapa (para mi gusto centrado más en restauración que en los puntos de interés); contrariamente a los que habíamos leído en su web, en el precio (17€ adultos) entra también el telesilla, estupendo Tampoco nos cobran esta vez por el niño. En agosto el teleférico salía cada media hora, hasta las 18.00 de lunes a jueves y hasta las 20.00 fines de semana y festivos. El telesilla hacía la última bajada a las 17.30. Compruébalo en su web: www.velikaplanina.si/Home A la derecha, debajo de los iconos de meteorología, en el apartado “working hours-timetable” puedes descargarte un pdf con los horarios de los remontes en cada temporada.
Desde la estación de Šimnovec a la que llega el teleférico tenemos dos opciones: subir andando o coger el telesilla. Nosotros optamos por esta segunda, ya habíamos subido suficientes cuestas en estos últimos 20 días, así que a disfrutar del recorrido, del sol, de la brisa mientras volábamos a baja velocidad... Puedes bajar en la primera parada, en Zeleni Rob, el poblado turístico que desde los años 60 todavía está levantando chocitas a imitación de las verdaderas que están arriba.
Si teníamos en duda visitarlo a la vuelta (me chirriaban las palabras “resort”, “lodge” en medio de unos pastos de montaña), las vistas mientras pasábamos cerca nos decidieron a no hacerlo, porque nos pareció artificial, cabañas construyéndose, carteles de restaurantes... No queríamos artificios , queríamos la auténtica Velika Planina.
La segunda parada y última nos regaló una visión de los mismos Alpes en lo que estábamos hasta esta mañana, igual de majestuosos, aunque ahora estábamos detrás de Solčava, al otro lado del grupo montañoso. Ahora Raduha y Ojstrica parecían estar casi alineadas, en vez de una frente a la otra.
Tras bajar, a la izquierda hay un pequeño mirador con mesa de orientación que se abre hacia el vacío y deja ver ya parte del asentamiento de pastores más grande de Europa.
Si caminamos un poco de frente, a la derecha podemos subir un poco por la ladera de la montaña para tener unas vistas diferentes, mientras los grandes pastos de montaña y sus cabañitas quedan a nuestra izquierda.
Luego ya por fin empezamos a bajar hacia esa zona. La verdad es que es entrañable, auténtica, curiosa... Podemos pasear sin orden por cualquiera de los senderos establecidos entre las casitas ovales de pastores y las vacas. Hay muchísimas, según la web oficial, son 140 con los característicos techos de tejas de abeto que casi rozan el suelo, propios de la zona.
La época que va desde junio hasta septiembre es la más aconsejable, porque es cuando los pastores están aquí de pastoreo con el ganado.
Al principio, nada más llegar al poblado, encontramos un pequeño bar, Pastirski stan Gradišekovih, donde la gente tomaba la misma comida típica pastoril, las gachas ( žganci) de trigo sarraceno o alforfón y leche agria, o degustaba los quesos de la zona y otras especialidades, como jota (sopa de col fermentada), ričet (un tipo de sopa densa), gulash, salchichas con col fermentada, štruklji con queso (albóndigas de pan). Algunos de esos platos están anunciados en varias de las chozas, sin llegar a ser lugar de restauración.
Nos llamaron mucho la atención las placas solares y es que no hay electricidad ni agua corriente; por eso, verás algunos puntos de agua por el recorrido. En ese bar que te decía tuvimos oportunidad de comprobarlo en el baño, donde para lavarse las manos se abre el taponcillo de una garrafa.
Sobre los pastores no sabíamos si los veríamos o qué pinta tendrían. Muy sencillo: están dentro o alrededor de las casas. En algunas verás carteles que indican que allí puedes comprar queso o probarlo, junto a las gachas. A nosotros nos gustó un señor que estaba fuera de una de las cabañas. Era normal Tendía ropa fuera, un chándal y varias camisetas, creo recordar. Pero lo que nos gustó realmente fueron los quesos, redonditos y blanquitos, que empezaba a sacar afuera en moldes. Intentamos hablar con él, pero fue imposible entendernos, así que con gestos le decíamos que volveríamos luego.
Deambulamos varias horas bajo un sol de agosto, esquivando las caquitas de las vacas, y deleitándonos de todo cuanto veíamos. En algunas cabañas había más gente además de los pastores, a veces niños, incluso una señora tomando el sol. Supongo que la familia aprovechará el verano para subir y estar junto a sus pastores. Desde luego los animales parecían muy felices. Esta vaquita estuvo durmiendo así, sin moverse, todo el rato que estuvimos en los alrededores de la iglesia.
La pequeña iglesia de Nuestra Sra. de las Nieves está en mitad del asentamiento hacia la derecha. Estaba cerrada. No es la capilla original, pues esta tuvo la mala suerte de ser incendiada por soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, sino una reconstrucción hecha a finales de los 80 por iniciativa de los propios pastores. Al parecer los domingos se celebra misa y la fecha especial es el 5 de agosto.
Luego buscamos el pequeño museo, Preskarjev muzej. Está a la izquierda de esta. Nos costó un poco encontrarlo, no hay buena señalización de los distintos puntos que ver. Recuerdo que pasamos una especie de teatrillo al aire libre y tras varios sube y baja dimos con él, caminando hacia la izquierda.
Es la cabaña más pequeña con diferencia. Tiene un cartel en la puerta y reproduce una minúscula casita de pastor, con su cama, calzado, utensilios... incluso un trozo del típico queso (“trnic”). Una joven vestida para la ocasión explica en inglés varios aspectos. Hay fotos antiguas que nos permiten hacernos cierta idea del modo de vida (3€ adultos, 1.5€ niños).
Casi dando ya por finalizada nuestra visita, volvimos a buscar a nuestro pastor y a nuestro queso. Ahora había una señora con él. En las mesas de afuera unos chicos probaban las gachas; tenían un paquete de azúcar inmenso a su lado, me imagino que para poder bajar esa leche agria. Como pudimos nos entendimos con ella para comprar el queso, a ciegas, porque no hubo forma. Muy amable con el dedo en la pared nos dibujó el precio, 12€ me parece; el quesito tenía más de kilo y pico.
Nos lo envolvió y nos invitó a sentarnos, mientras el pastor iba y venía con recipientes de agua, hasta que se sentó en los banquitos de fuera Le echamos cara y le pedimos ver la cabaña. Y con su sonrisa azul nos señaló la puerta. Pequeña, minúscula, con dos “alturas” apenas una cama tipo litera, una mesa, un pequeño fogoncillo en la cocina y abajo, junto a la entrada, los útiles para hacer el queso. Todo muy humilde, pero auténtico.
Para recuperarnos del calor, antes de bajar, tomamos unos refrescos y cervezas en el bar primero que encontramos al llegar al poblado, ya serían de los últimos, y una tablita de quesos con distintos puntos de maduración.
Y fin del idílico asentamiento. Hicimos el camino contrario para bajar y casi a media tarde pusimos rumbo al final de nuestra aventura eslovena. Por más que buscamos gasolineras con zona para lavar el coche, que estaba guarrete y cubierto de tierrilla blanca desde hacía unos días, no encontramos. Finalmente hablamos con los de Europcar y nos indicaron que había una gasolinera OMV cerca del aeropuerto, en la carretera 104, en Potok pri Komendi.
Devolvimos el coche en el aeropuerto de Ljubljana y allí nos recogió el dueño del apartamento Avio, donde dormimos nuestro último sueño esloveno.
Mañana nos despediremos de este sueño paseando por Venecia, lo justo para dar un suspiro
El paseo hasta Kamnica Bistrica nos lleva por un entorno rural que de vez en cuando nos sorprende con algo, como la iglesia blanca y con cúpula enorme de Kamnik-Gornji Grad.
En la 923 encontramos la señal del teleférico, que seguimos hasta el Kamp Alpe, a la izquierda de la carretera. El aparcamiento que hay junto a la estación del remonte y pegado al camping ya está lleno, por lo que volvemos a salir a la carretera y dejamos el coche, que parece pasado por harina de conducir por las carreteras sin asfaltar de Solčava, en el parking a la derecha de la carretera, mucho más amplio y gratuito igual que aquel.
Compramos las entradas en la caseta y pedimos un mapa (para mi gusto centrado más en restauración que en los puntos de interés); contrariamente a los que habíamos leído en su web, en el precio (17€ adultos) entra también el telesilla, estupendo Tampoco nos cobran esta vez por el niño. En agosto el teleférico salía cada media hora, hasta las 18.00 de lunes a jueves y hasta las 20.00 fines de semana y festivos. El telesilla hacía la última bajada a las 17.30. Compruébalo en su web: www.velikaplanina.si/Home A la derecha, debajo de los iconos de meteorología, en el apartado “working hours-timetable” puedes descargarte un pdf con los horarios de los remontes en cada temporada.
Desde la estación de Šimnovec a la que llega el teleférico tenemos dos opciones: subir andando o coger el telesilla. Nosotros optamos por esta segunda, ya habíamos subido suficientes cuestas en estos últimos 20 días, así que a disfrutar del recorrido, del sol, de la brisa mientras volábamos a baja velocidad... Puedes bajar en la primera parada, en Zeleni Rob, el poblado turístico que desde los años 60 todavía está levantando chocitas a imitación de las verdaderas que están arriba.
Si teníamos en duda visitarlo a la vuelta (me chirriaban las palabras “resort”, “lodge” en medio de unos pastos de montaña), las vistas mientras pasábamos cerca nos decidieron a no hacerlo, porque nos pareció artificial, cabañas construyéndose, carteles de restaurantes... No queríamos artificios , queríamos la auténtica Velika Planina.
La segunda parada y última nos regaló una visión de los mismos Alpes en lo que estábamos hasta esta mañana, igual de majestuosos, aunque ahora estábamos detrás de Solčava, al otro lado del grupo montañoso. Ahora Raduha y Ojstrica parecían estar casi alineadas, en vez de una frente a la otra.
Tras bajar, a la izquierda hay un pequeño mirador con mesa de orientación que se abre hacia el vacío y deja ver ya parte del asentamiento de pastores más grande de Europa.
Si caminamos un poco de frente, a la derecha podemos subir un poco por la ladera de la montaña para tener unas vistas diferentes, mientras los grandes pastos de montaña y sus cabañitas quedan a nuestra izquierda.
Luego ya por fin empezamos a bajar hacia esa zona. La verdad es que es entrañable, auténtica, curiosa... Podemos pasear sin orden por cualquiera de los senderos establecidos entre las casitas ovales de pastores y las vacas. Hay muchísimas, según la web oficial, son 140 con los característicos techos de tejas de abeto que casi rozan el suelo, propios de la zona.
La época que va desde junio hasta septiembre es la más aconsejable, porque es cuando los pastores están aquí de pastoreo con el ganado.
Al principio, nada más llegar al poblado, encontramos un pequeño bar, Pastirski stan Gradišekovih, donde la gente tomaba la misma comida típica pastoril, las gachas ( žganci) de trigo sarraceno o alforfón y leche agria, o degustaba los quesos de la zona y otras especialidades, como jota (sopa de col fermentada), ričet (un tipo de sopa densa), gulash, salchichas con col fermentada, štruklji con queso (albóndigas de pan). Algunos de esos platos están anunciados en varias de las chozas, sin llegar a ser lugar de restauración.
Nos llamaron mucho la atención las placas solares y es que no hay electricidad ni agua corriente; por eso, verás algunos puntos de agua por el recorrido. En ese bar que te decía tuvimos oportunidad de comprobarlo en el baño, donde para lavarse las manos se abre el taponcillo de una garrafa.
Sobre los pastores no sabíamos si los veríamos o qué pinta tendrían. Muy sencillo: están dentro o alrededor de las casas. En algunas verás carteles que indican que allí puedes comprar queso o probarlo, junto a las gachas. A nosotros nos gustó un señor que estaba fuera de una de las cabañas. Era normal Tendía ropa fuera, un chándal y varias camisetas, creo recordar. Pero lo que nos gustó realmente fueron los quesos, redonditos y blanquitos, que empezaba a sacar afuera en moldes. Intentamos hablar con él, pero fue imposible entendernos, así que con gestos le decíamos que volveríamos luego.
Deambulamos varias horas bajo un sol de agosto, esquivando las caquitas de las vacas, y deleitándonos de todo cuanto veíamos. En algunas cabañas había más gente además de los pastores, a veces niños, incluso una señora tomando el sol. Supongo que la familia aprovechará el verano para subir y estar junto a sus pastores. Desde luego los animales parecían muy felices. Esta vaquita estuvo durmiendo así, sin moverse, todo el rato que estuvimos en los alrededores de la iglesia.
La pequeña iglesia de Nuestra Sra. de las Nieves está en mitad del asentamiento hacia la derecha. Estaba cerrada. No es la capilla original, pues esta tuvo la mala suerte de ser incendiada por soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, sino una reconstrucción hecha a finales de los 80 por iniciativa de los propios pastores. Al parecer los domingos se celebra misa y la fecha especial es el 5 de agosto.
Luego buscamos el pequeño museo, Preskarjev muzej. Está a la izquierda de esta. Nos costó un poco encontrarlo, no hay buena señalización de los distintos puntos que ver. Recuerdo que pasamos una especie de teatrillo al aire libre y tras varios sube y baja dimos con él, caminando hacia la izquierda.
Es la cabaña más pequeña con diferencia. Tiene un cartel en la puerta y reproduce una minúscula casita de pastor, con su cama, calzado, utensilios... incluso un trozo del típico queso (“trnic”). Una joven vestida para la ocasión explica en inglés varios aspectos. Hay fotos antiguas que nos permiten hacernos cierta idea del modo de vida (3€ adultos, 1.5€ niños).
Casi dando ya por finalizada nuestra visita, volvimos a buscar a nuestro pastor y a nuestro queso. Ahora había una señora con él. En las mesas de afuera unos chicos probaban las gachas; tenían un paquete de azúcar inmenso a su lado, me imagino que para poder bajar esa leche agria. Como pudimos nos entendimos con ella para comprar el queso, a ciegas, porque no hubo forma. Muy amable con el dedo en la pared nos dibujó el precio, 12€ me parece; el quesito tenía más de kilo y pico.
Nos lo envolvió y nos invitó a sentarnos, mientras el pastor iba y venía con recipientes de agua, hasta que se sentó en los banquitos de fuera Le echamos cara y le pedimos ver la cabaña. Y con su sonrisa azul nos señaló la puerta. Pequeña, minúscula, con dos “alturas” apenas una cama tipo litera, una mesa, un pequeño fogoncillo en la cocina y abajo, junto a la entrada, los útiles para hacer el queso. Todo muy humilde, pero auténtico.
Para recuperarnos del calor, antes de bajar, tomamos unos refrescos y cervezas en el bar primero que encontramos al llegar al poblado, ya serían de los últimos, y una tablita de quesos con distintos puntos de maduración.
Y fin del idílico asentamiento. Hicimos el camino contrario para bajar y casi a media tarde pusimos rumbo al final de nuestra aventura eslovena. Por más que buscamos gasolineras con zona para lavar el coche, que estaba guarrete y cubierto de tierrilla blanca desde hacía unos días, no encontramos. Finalmente hablamos con los de Europcar y nos indicaron que había una gasolinera OMV cerca del aeropuerto, en la carretera 104, en Potok pri Komendi.
Devolvimos el coche en el aeropuerto de Ljubljana y allí nos recogió el dueño del apartamento Avio, donde dormimos nuestro último sueño esloveno.
Mañana nos despediremos de este sueño paseando por Venecia, lo justo para dar un suspiro