KOS - ATENAS ✏️ Diarios de Viajes de Grecia

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Hoy es el último día de facto, ya que mañana aguarda la vuelta a España. Y, de nuevo, experimentamos un despertar marcado por la fatiga. Son las 4.30 de la mañana. Apenas seis horas de profundo sueño para enfilar de nuevo el camino a un aeropuerto.

Al no existir servicio público nocturno en la isla, hay que soltar la guita en lo menos apetecible: un taxi. Desde Tigaki hasta el aeropuerto de Kos abonamos 35 euros por una carrera de unos 25 minutos. No está nada mal... para el taxista, claro. Aunque realmente el precio ya lo teníamos concertado desde el día anterior. Al menos, el conductor se muestra correcto y servicial, mejor entregarle a este buen hombre dinero antes que a cualquier otro maleducado de los que suele aparecer al volante por este país.

El vuelo hasta Atenas despega sobre las 7.00 y al amanecer, desde la ventanilla, se divisa la intrigante y escénica geografía de Kos. Montañas, ensenadas, playas kilométricas hacen de esta pequeña isla uno de los destinos, en mi opinión, más sugestivos de Grecia. El vuelo de la compañía Aegean, en una hora escasa y tras cubrir unos 300 kilómetros, se presenta en Atenas.

Para la última noche, hemos reservado una habitación en piso compartido con Airbnb en un barrio, supuestamente, no muy lejano al aeropuerto. En realidad, me apetecía conocer cómo es la vida de una familia griega de clase media y charlar un poco con ellos. La pareja propietaria del piso es sumamente cordial y ambos están dispuestos a mantener una buena conversación, aunque cuando llegamos ellos aún no estaban en casa.

Damos una vuelta por el barrio residencial de Atenas donde está el piso, llamado Neo Psichiko, el cual me parece bastante agradable. Después vamos a dormir unas horas debido al madrugón que toleramos por la mañana y, cuando nos despertamos, ponemos rumbo al corazón de Atenas: la plaza Sintagma. A priori, pensaba que esta popular plaza, mostrada numerosas veces en los informativos de televisión, sería una zona agradable y con áreas peatonales; la realidad se revolvió contra mí una vez más y me enseñó un lugar congestionado por el tráfico, el edificio austero donde se refugian los irresponsables gobernantes griegos y una plaza desairada y deslucida, a la que le hace falta una buena intervención de desinfección y adecentamiento.

Bajamos por la transitadísima calle comercial Ermou hasta tropezarnos con una bonita iglesia ortodoxa situada ya a unos cientos de metros de Monastiraki. Este templo sirve de excusa para hacer una parada y saborear en una cafetería un riquísimo y refrescante Café Mocca. Continuamos después hasta Monastiraki, cruzamos la abarrotada plaza y nos introducimos en el Flea Market de Atenas, un mercadillo alternativo y subversivo donde se apilan todo tipo de baratijas. Dado que hoy este tipo de mercados proliferan en casi todas las ciudades, tampoco me pareció nada interesante y original, más allá de reunir allí gentes de dudosa honestidad. Salimos hacia la izquierda para dar un pequeño paseo por los alrededores del Ágora y contemplamos el contorno del Templo de Hefesto, el mejor conservado de los edificios que quedan de estos restos arqueológicos. No entramos en el recinto por el cansancio y por las reticencias a volver a pagar entrada. De este modo, procuramos encontrar un camino alternativo para aproximarnos a estas ruinas para contemplarlas mejor. En este intento, vemos un acceso a un parque situado a la espalda del Hefestión. Entramos en esta zona verde y nuevamente la conmoción. Un parque tan céntrico, junto al Ágora y los pies de la Acrópolis, y tanta basura en su interior. Y no solo basura: drogadictos, mendigos campan a sus anchas consumiendo drogas y orinando junto a cualquier árbol. Una maraña de árboles entorpece las vistas del Ágora, pero aun así, el olor repugnante y los excrementos de a saber qué animal o persona nos empujan a salir de allí apresuradamente. Es lamentable que estas cosas puedan verse en el núcleo histórico de una ciudad europea. El descuido y la dejadez de algunos lugares es alarmante y necesita una respuesta rápida.

Tras esta desagradable sorpresa, aunque Grecia ya nos ha enseñado basura para varios años, cambiamos de área y nos dirigimos hacia el distrito de moda: Psiri, un barrio recuperado por artistas y por los hipters atenienses. En algunas de sus calles hay ciertamente tiendas y cafeterías agradables y originales, aunque una vez sobrepasado el perímetro de concentración de bares y comercios, más de lo mismo: maleantes y toxicómanos se asoman y se ocultan por las inhóspitas calles traseras. Aun así, Psiri me resulta un lugar interesante.

A continuación, salimos de estas calles tan poco recomendables y nos dirigimos hacia la zona del mercado transitando por una avenida perpendicular a Monastiraki. Suciedad y más suciedad hasta llegar a la concurrida plaza de Omonia, desde retornamos hasta Sintagma para poner rumbo al piso. Tráfico denso y pocas ganas de seguir caminando por una ciudad tan degradada; víctima de la polución, la desorganización, la incuria, el abandono y la indigencia. ¡Qué pena! Magníficas zonas monumentales rodeadas de tanta basura. Desde luego, la urbe de Atenas, a excepción de sus insuperables monumentos, sus iglesias, sus colinas, el barrio de Plaka y unas cuantas calles turísticas, se trata de un lugar desmoralizador, congestionado y muy poco acogedor.

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