![]() ![]() LOS DIAS DE SAN MARTIN EN ROMA ✏️ Diarios de Viajes de Italia
VISITA A PIAZZA NAVONA EN UN DIA DE ACTO POLITICO PREVIO A LA CAIDA DE BERLUSCONI. LOS DIAS DE SAN MARTIN EN ROMA Y JORGE LUIS BOGES. LA CIUDAD Y LOS LIBROS."ROMA: LA ETERNIDAD Y LA CAIDA DEL CAVALLIERE" Nada es para siempre. Una lástima. Berlusconi, tampoco. Aunque parecía que iba a perpetuarse más allá de sí mismo, este fiel representante del paradigma del norte italiano ( sin entrar en detalles acerca del concepto), había resistido acusación tras acusación de parte de un amplio arco de su oposición política. Los escándalos lo abrumaron sin siquiera conmover su estampa. Apenas trastabillaba. Nunca perdía la sonrisa. Despectivo y canchero, nada lo tocaba. Los estallidos vinculados a las licencias en su vida privada tampoco habían aportado demasiado, y aunque la Justicia hacía su trabajo no llegaba a finiquitar el poder de este italiano de ya más de ochenta abriles, de orígen más que humilde, que había construído un imperio, aunque no uno Romano. Pero, como decía en un principio, nada es para siempre.Bueno, algunos sentimientos sí lo son. Llegamos a una Roma otoñal - exquisita por lo tanto - en la que buscamos los recorridos de siempre, los que suelen aislar de la concurrencia masiva y garantizan el encanto de la eternidad que esta ciudad imperial ofrece. Siempre a punto de cruzarnos con gladiadores a la altura del Teatro Marcello cuando ingresamos a Piazza dei Fiori, los senadores en las proximidades de la Columna de Trajano, el mismísimo Garibaldi bajo los soberbios Cástor y Polux, o hasta el Duce ofreciendo "manteca o cañones" desde el balcón del Palazzo Venezia. Y son infinitas las sensaciones de túnel del tiempo que Roma regala a quienes se atreven a bajarse del hop-on/hop-off y se pierden en sus colores arena, sepias, naranjas, con relojes de sol que repiten silenciosamente colgando desde las altas paredes :"Tempus Fugit". Corría el movido 2011, el mismo durante el que asistí a la aparición y estallido en España de los Indignados. Europa estaba conmovida, apenas salida de una crisis y sin grandes satisfacciones políticas. E Italia siguió los pasos que había visto recorrer en Granada o en Madrid. Y en aquella oportunidad nos enredamos con la historia en Piazza Navona, y nos dejamos llevar. Navona de día y de noche. Por el costado de la Via della Pace, atrapando a Santa María del Monte , o la callecita que te lleva hacia el Pantheón de Agripa. Edificado en el año 25 a.C. hasta que en el 125 d.C., fue erigido como templo de todos los dioses por Adriano. Sobre las ocho columnas mirando al norte y que cierran el acceso a la planta circular está la bóveda cuyo centro, allá en lo alto, el osculo, permanece abierto. Y desde el Panteón se ve entonces el cielo de Roma , si es que alguna belleza le faltaba. Pero al misterio que el edificio nos causa se le suma mucho argentinismo, cuando se lee en su frente esculpido "M·AGRIPPA·L·F·COS·TERTIVM·FECIT" (Marcus Agrippa, Luciī fīlius, consul tertium, fēcit 'Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, (lo) hizo') Tertius...Bien borgiano - evocando al "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" ? ( El Jardín de los Senderos que se Bifurcan, 1944) - así nos suena- , y nos invita a sentarnos a paladear una fresca Coca con limón o un exquisito chianti classico y, sencillamente, admirar la vida romana. Porque, frente a esa misma piazza está la placa en la que la ciudad de Roma agradece al gobierno de la ciudad de Buenos Aires los adoquines sobre los que camino como sobre nubes. Y, apenas una manzana hacia Navona, está el hotel en el que el general José de San Martín se alojó en la eterna capital. Vecino de la Fontana di Trevi y del Planteón, el hotel "Minerva" alojó a un San Martín enfermo que buscaba allí mejor clima, en tanto ya en 1844 escribía Florencio Varela que el Padre de la Patria padecía "...con frecuencia violentos ataques de nervios y suele tener arranques de malhumor en que aborrece a toda la sociedad, aun a los suyos". Arribaron San Martín y su mucamo a Nápoles el 25 de diciembre de 1845, coincidiendo con la visita del zar de Rusia Nicolás I. Pero el Libertador no disfrutó de la estadía porque las convulsiones lo tuvieron a maltraer. El 27 de enero de 1846, el viejo soldado abandonó Nápoles y se dirigió a Roma donde decidió alojarse en el "Minerva" . Aquel importante edificio, cuya construcción data del siglo XVII, y aún se mantiene en pie y bien plantado, es vecino de la iglesia Santa María sopra Minerva (se la llama así porque se supone que fue construida sobre -sopra- un templo de Minerva), donde se encuentra sepultada Santa Catalina de Siena, y de uno de los monumentos más llamativos de la ciudad, el Pulcino della Minerva: un elefante que transporta un obelisco egipcio, el de Bernini. En Roma se sumó al grupo Gervasio Antonio de Posadas, nieto y homónimo del director supremo y pariente de Carlos de Alvear, antiguo camarada de San Martín. Posadas mantenía relación epistolar con Esteban Echeverría y en Europa también se relacionó con Juan Bautista Alberdi. Cuando San Martín cruzó los Andes, él tenía dos años. Ahora, con 30, acompañaba al general, que estaba interesado en comprar un busto de su admirado Napoleón y le dio instrucciones acerca de cómo actuar frente a problemas clínicos que podrían surgir. Pero una noticia muy grave suspendería la recorrida por los negocios de Roma. Una noche de febrero de 1846, Posadas llegó tarde al hotel y fue directo a su cuarto. No había terminado de quitarse el abrigo cuando golpearon la puerta. Era el mucamo de José de San Martín y le anunció con tono informativo y gesto adusto: "El señor general se ha muerto". Posadas corrió al cuarto y lo observó tirado en la cama, inmóvil y tieso. Tomó remedios de la maleta de San Martín y los inyectó en su cuerpo inerte. El general volvió en sí ante la sorpresa de su mucamo personal, quien nunca antes lo había visto tan muerto. San Martín había sufrido convulsiones o un nuevo ataque de epilepsia que lo había dejado tendido, con sus signos vitales muy disminuidos. El viaje continuaría por Florencia y Pisa, sin novedad. Poco más de cuatro años duró aquel renacimiento italiano del Libertador, hasta el sábado 17 de agosto de 1850 a las tres de la tarde, pero fuera de las murallas de la ciudad de Roma. Dejamos atrás la piazza con la fontana del elefante y el obelisco , y el Minerva y - mirando el centro del universo- me siento a quedarme para siempre. De repente, avanza una bulliciosa columna por una de las callecitas que se enroscan en el otrora templo de perfecta geometría en el que hoy descansan los restos de Rafael Sanzio - costudiados por la belleza de dos palomas de bronce que sostienen las cadenas que jamás ataron al maestro de La Escuela de Atenas. Banderas agitándose iban cubriendo el aire, y - en muy buen romano- vivaban la caída de Berlusconi. Silvio debía escucharlos desde il Quririnale, apenas un poco más alto. Fervor envidiable, con helados en las manos; abrazos y gran alegría. Parecía que lo habían logrado. De repente, la plaza se había llenado y, luego de improvisarse un tablado, suben Bersani y Di Pietro - el fiscal del "Mani Pullite" líder de Italia dei Valori. Hombres que a diario veía en Il Corriere, estaban allí, a metros de nuestra mesa, alentando la libertad, el final de una época, la de Berlusconi. Daba envida, y ganas de pararse y sumarse como había pasado en España. Será que, en el fondo, todos los ciudadanos somos iguales cuando nos alcanza el hartazgo? Será que todos los gobernantes que hartan a las mayorías son iguales? O, será que la falta de ética, de límite, de control, de Justicia son universales? Tal vez, somos ciudadanos del mundo? Emocionados, aplaudimos la caída del desagradable, fanfarrón, pelo teñido. La ciudad nos atrapó en sus brazos y regaló la algarabía de su gente, de sus más famosos dirigentes demócratas en mangas de camisa. Me fui cuando la multitud de fue dispersando y sin saber, todavía, que Berlusconi tenía los días contados y yo debía dejar tristemente Roma. Escribía el gran Jorge Luis "... Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía..." lo que que siempre evocaba en nosotros la pertenencia al Oeste del conurbano en el que crecí y vivo. Y el espejo era esa Roma protestona, que nos reflejaba en los pedazos argentinos que allí descubrimos y en el "tertius" de Borges, y en las ruinas circulares que aquí nos enamoran; en el enciclopedismo que el viajar ofrece y en los senderos que se bifurcan dibujando un entramado de calles en el que el más sincero y feliz de los deseos es perderse para no encontrar jamás el camino de regreso. Ci vediamo!!! gabriellainviaggio.blogspot.com Índice del Diario: ROMA: ETERNA E INFINITA
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