Día 13. Lunes 02 de septiembre
Es el segundo día de septiembre, y en el día de hoy vamos a realizar una de las excursiones obligatorias que pueden hacerse en un día desde la capital nipona: toca visitar la ciudad de Nikkō, la cual alberga un conjunto de templos y santuarios que son Patrimonio de la Humanidad desde el año 1999.
Para llegar hasta esta ciudad, haremos uso del JR Pass, siendo además hoy el último día en el que será válido. Desde la estación del hotel, Hamamatsuchō, debemos coger un tren de las líneas Keihin-Tōhoku o Yamanote hasta la estación central, lo que nos llevará pocos minutos. Allí nos encaminamos hacia el andén del shinkansen donde tomaremos el servicio Yamabiko de las 07:32, el cual en unos 50 minutos nos dejará en la estación de Utsunomiya, donde es necesario realizar un cambio de tren a la línea Nikko. Con una frecuencia de unos 50-60 minutos, los trenes de estas línea circulan entre esta estación y la de Nikko realizando servicios locales, con una duración de viaje de unos 40-45 minutos.
Las estaciones de tren, tanto de JR como de la compañía privada Tōbu (distan 200 metros), quedan un poco alejadas de la zona de los templos y santuarios. Los autobuses locales comunican ambas zonas, aunque se recomienda dar un paseo (20 min) para estirar las piernas y admirar las construcciones locales, así como los negocios que se hallan en la avenida principal.
Una vez recorrida una distancia de kilómetro y medio (con una ligera pendiente ascendente), llegaremos al río Daiya y la bella estampa que ofrece el puente Shinkyo sobre el mismo, el cual pertenece a uno de los templos de la ciudad. Aunque es posible atravesarlo pagando una cantidad nada desdeñable de dinero, es preferible sacar las fotos desde el puente de vehículos, con las montañas de fondo.
Para llegar hasta esta ciudad, haremos uso del JR Pass, siendo además hoy el último día en el que será válido. Desde la estación del hotel, Hamamatsuchō, debemos coger un tren de las líneas Keihin-Tōhoku o Yamanote hasta la estación central, lo que nos llevará pocos minutos. Allí nos encaminamos hacia el andén del shinkansen donde tomaremos el servicio Yamabiko de las 07:32, el cual en unos 50 minutos nos dejará en la estación de Utsunomiya, donde es necesario realizar un cambio de tren a la línea Nikko. Con una frecuencia de unos 50-60 minutos, los trenes de estas línea circulan entre esta estación y la de Nikko realizando servicios locales, con una duración de viaje de unos 40-45 minutos.
Las estaciones de tren, tanto de JR como de la compañía privada Tōbu (distan 200 metros), quedan un poco alejadas de la zona de los templos y santuarios. Los autobuses locales comunican ambas zonas, aunque se recomienda dar un paseo (20 min) para estirar las piernas y admirar las construcciones locales, así como los negocios que se hallan en la avenida principal.
Una vez recorrida una distancia de kilómetro y medio (con una ligera pendiente ascendente), llegaremos al río Daiya y la bella estampa que ofrece el puente Shinkyo sobre el mismo, el cual pertenece a uno de los templos de la ciudad. Aunque es posible atravesarlo pagando una cantidad nada desdeñable de dinero, es preferible sacar las fotos desde el puente de vehículos, con las montañas de fondo.
Atravesando el río, nos daremos de bruces contra unas escaleras y una gran placa de piedra que marcará el inicio del recinto considerado Patrimonio de la Humanidad, en el cual se localizan los principales templos y santuarios de la ciudad. Eran las 10 e iniciábamos nuestra ruta por la zona. Subiendo las escaleras y avanzando durante unos 5 minutos, llegaremos a los terrenos del templo Rinnoji, el principal de la ciudad.
El principal edificio resulta ser su gran pabellón Sanbutsudo, siendo su visita bastante interesante. Se debe tener en cuenta que este templo permite comprar un billete combinado en el que entran tanto este pabellón principal como uno de los dos mausoleos que alberga este conjunto de templos y santuarios, el cual compramos nosotros para disponer de un descuento respecto al precio individual de cada atracción.
El principal edificio resulta ser su gran pabellón Sanbutsudo, siendo su visita bastante interesante. Se debe tener en cuenta que este templo permite comprar un billete combinado en el que entran tanto este pabellón principal como uno de los dos mausoleos que alberga este conjunto de templos y santuarios, el cual compramos nosotros para disponer de un descuento respecto al precio individual de cada atracción.
Una vez visitado este templo, salimos a la avenida principal del parque, la cual debemos recorrer en sentido ascendente para atravesar el torii que nos da acceso al santuario Tōshō-gū, el más importante de la ciudad y probablemente el más majestuoso que tuvimos el placer de visitar en todo el viaje. Justo antes de cruzar la puerta Omotemon encontraremos las taquillas para acceder al santuario (caro, pero que merece completamente la pena), así como la pagoda de 5 pisos propiedad del santuario, Gojunoto.
Habiendo comprado la entrada, nos dirigimos hacia el interior del santuario. Los terrenos abarcan bastante, disponiéndose a ambos lados del camino principal multitud de pabellones y construcciones varias. A mano izquierda puede encontrarse el famoso retrato tallado de "los tres monos sabios": el que no oye, el que no habla, el que no ve.
Habiendo comprado la entrada, nos dirigimos hacia el interior del santuario. Los terrenos abarcan bastante, disponiéndose a ambos lados del camino principal multitud de pabellones y construcciones varias. A mano izquierda puede encontrarse el famoso retrato tallado de "los tres monos sabios": el que no oye, el que no habla, el que no ve.
Seguimos avanzando entre la multitud de personas que se agolpan en este santuario. Aunque pensábamos que al ser lunes no encontraríamos demasiada gente (de hecho intercambiamos el día de ayer de Kamakura por el de hoy), lo cierto es que se nota que es una de las principales atracciones de todo el país, no queriendo los grupos de turistas perderse una de las joyas niponas. Aun así, se puede caminar sin problemas, sin realizar a penas cola para visitar en ninguno de los edificios que son accesibles.
Subiendo la escalinata bajo el torii que se observa en la imagen anterior, llegaremos a la zona principal del templo, al que da acceso la opulenta puerta Yomeimon, así como observaremos varios pabellones y pequeñas torres o pagodas a ambos lados. Atravesando la puerta nos encontraremos con el edificio principal del santuario, el cual puede visitarse accediendo por un lateral situado a la derecha.
Sin embargo, nosotros nos encaminamos hacia el lugar donde se halla el mausoleo de Tokugawa Ieyasu, el primer sogún que dirigió Japón en el siglo XVII, y al cual está dedicado el santuario. Para llegar hasta él, deberemos ascender por unos 250 escalones que parten desde el santuario colina arriba entre la vegetación. Cuesta un poco, pero el entorno y la paz que se respira allá arriba, un poco alejada del bullicio del santuario, bien merecen el esfuerzo.
Volviendo al edificio principal y tras visitarlo, procedimos a atravesar de nuevo la puerta Yomeimon y girar a la derecha, donde hallaremos el pabellón del "dragón rugiente", un edificio con una acústica increíble en el que, a grupos de entre 20-30 personas, les muestran cómo si se emite un sonido en un cierto punto de la sala, bajo la pintura del dragón, se produce eco. Resulta bastante interesante observar la escena y cómo los turistas orientales, tanto locales como extranjeros, emiten sonidos de asombro al comprobar el "rugido del dragón".
Habiendo visitado ya el santuario, nos encaminamos nada más salir hacia la derecha por una amplia avenida hacia el otro santuario principal, el Futarasan, el cual data del s. VIII y que dispone de unos pequeños jardines. Nosotros simplemente observamos los terrenos del santuario y el edificio principal desde el exterior, donde empezó a lloviznar un poco.
Sin embargo, nosotros nos encaminamos hacia el lugar donde se halla el mausoleo de Tokugawa Ieyasu, el primer sogún que dirigió Japón en el siglo XVII, y al cual está dedicado el santuario. Para llegar hasta él, deberemos ascender por unos 250 escalones que parten desde el santuario colina arriba entre la vegetación. Cuesta un poco, pero el entorno y la paz que se respira allá arriba, un poco alejada del bullicio del santuario, bien merecen el esfuerzo.
Volviendo al edificio principal y tras visitarlo, procedimos a atravesar de nuevo la puerta Yomeimon y girar a la derecha, donde hallaremos el pabellón del "dragón rugiente", un edificio con una acústica increíble en el que, a grupos de entre 20-30 personas, les muestran cómo si se emite un sonido en un cierto punto de la sala, bajo la pintura del dragón, se produce eco. Resulta bastante interesante observar la escena y cómo los turistas orientales, tanto locales como extranjeros, emiten sonidos de asombro al comprobar el "rugido del dragón".
Habiendo visitado ya el santuario, nos encaminamos nada más salir hacia la derecha por una amplia avenida hacia el otro santuario principal, el Futarasan, el cual data del s. VIII y que dispone de unos pequeños jardines. Nosotros simplemente observamos los terrenos del santuario y el edificio principal desde el exterior, donde empezó a lloviznar un poco.
Desde aquí, atravesando la puerta de acceso situada enfrente del santuario, nos dirigimos a mano derecha hacia nuestro siguiente destino, el templo Taiyūin, perteneciente al Rinnoji que visitamos inicialmente y que sirve como mausoleo de Tokugawa Iemitsu, el nieto de Ieyasu y tercero de los sogunes del clan Tokugawa. Como comentaba anteriormente, la entrada conjunta adquirida al inicio de la visita permite la visita a este templo también por un precio módico.
Este templo está algo menos recargado que el santuario Tōshō-gū, debido a que el nieto sentía un gran respeto por el abuelo y no quería hacerle frente. Aun así, al ser menos visitado y estar menos congestionado, es bastante bonito al situarse también en plena naturaleza. Si además añadimos el factor de la lluvia, nos encontramos con bastante menos personal que en el santuario, por lo que pudimos visitar el templo un poco más relajados.
Este templo está algo menos recargado que el santuario Tōshō-gū, debido a que el nieto sentía un gran respeto por el abuelo y no quería hacerle frente. Aun así, al ser menos visitado y estar menos congestionado, es bastante bonito al situarse también en plena naturaleza. Si además añadimos el factor de la lluvia, nos encontramos con bastante menos personal que en el santuario, por lo que pudimos visitar el templo un poco más relajados.
Las puertas Niomon, Nitenmon y Karamon permiten el acceso mediante unas escalinatas al pabellón principal, situado en un pequeño claro del bosque en una colina. El mausoleo se halla también un poco más elevado respecto a este edificio, accesible mediante unas escaleras que surgen del lado derecho, aunque decidimos esta vez no visitarlo, debido a que ya iba haciéndose tarde.
Una vez visitado este templo también, decidimos ponernos en marcha hacia el centro de la localidad, pues eran ya prácticamente las 3 de la tarde. Atravesando y siguiendo las avenidas del parque, acabamos llegando al puente sobre el río Daiya de nuevo. Un poco más adelante, ya en la avenida principal de vehículos y a unos 150 metros del puente, se halla el local Hippari-Dako, un pequeño pero atractivo restaurante especializado en el plato yakitori y que está lleno de pequeñas notas de visitantes de todos los lugares del mundo (bastantes españoles, curiosamente).
Hicimos un alto en el camino para entrar y comer algo, ya que además llevábamos el nombre de este local apuntado como referencia de otros diarios y blogs de viaje en el que la gente lo recomendaba. A contrarreloj, degustamos los platos que habíamos pedido, pues aún teníamos 1 km de camino hasta la estación y el tren hacia Utsunomiya salía a las 16:28. Lo bueno es que el camino ahora era cuesta abajo, lo que nos permitió llegar con un margen de unos 5-10 minutos al tren, que a la hora establecida inició su recorrido.
En unos 40 minutos estábamos de nuevo en la ciudad de Utsunomiya, donde teníamos que cambiar de tren a un shinkansen (Yamabiko) hasta la capital, a la cual llegamos hacia las 18:15. Una vez en la estación central de Tokio, decidimos acudir a la oficina del metro localizada en la propia estación (la cual es gigante y por tanto muy fácil perderse) para comprar los abonos de transporte del metro de 48 horas, que utilizaríamos durante los dos próximos días. Para comprar estos abonos será necesario acreditar que se es turista, ya que está orientado a este tipo de pasajero ocasional.
Una vez comprados los pases, optamos por acudir a una de las tiendas Don Quijote para poder comprar ya algunos artículos y souvenirs. Como estuvimos en la de Akihabara, y dándonos cuenta que una tienda a 3 minutos de la estación de Shimbashi nos venía mejor ya que estaba en dirección al hotel, nos dirigimos a esta última. Estas tiendas pertenecen al grupo de las "tax free", las cuales permiten obtener un jugoso descuento a los turistas extranjeros en los impuestos de varios tipos de productos, siempre que se supere una cierta cantidad de dinero.
Al comprarlos mediante una caja normal, se meterán en bolsas cerradas herméticamente, las cuales no podrán abrirse hasta llegar al país de origen. A continuación, debe uno dirigirse al mostrador de devolución de las tasas, donde se realizará el descuento acorde a los productos comprados y la consiguiente devolución. Es muy importante guardar el ticket hasta el final del viaje, pues será necesario a la hora de acreditar las compras si hay algún problema en el control de aduana en el aeropuerto.
Un rato más tarde, y con productos ya comprados, volvimos al hotel cogiendo el tren de nuevo en Shimbashi y bajando en Hamamatsuchō. Era una parada, pero nos evitaba dar la mitad del camino y además permitía despedirse del JR Pass, pues hoy finalizaba su período de validez. ¡Adiós JR!
Llegados al hotel, procedimos a descansar. Hoy había sido un día de emociones fuertes, habiendo visitado probablemente el mejor santuario de todo el viaje. Sin duda, una visita más que recomendable y que puede realizarse en un día de escapada desde Tokio; mañana nos quedamos ya por fin en la capital.
Una vez visitado este templo también, decidimos ponernos en marcha hacia el centro de la localidad, pues eran ya prácticamente las 3 de la tarde. Atravesando y siguiendo las avenidas del parque, acabamos llegando al puente sobre el río Daiya de nuevo. Un poco más adelante, ya en la avenida principal de vehículos y a unos 150 metros del puente, se halla el local Hippari-Dako, un pequeño pero atractivo restaurante especializado en el plato yakitori y que está lleno de pequeñas notas de visitantes de todos los lugares del mundo (bastantes españoles, curiosamente).
Hicimos un alto en el camino para entrar y comer algo, ya que además llevábamos el nombre de este local apuntado como referencia de otros diarios y blogs de viaje en el que la gente lo recomendaba. A contrarreloj, degustamos los platos que habíamos pedido, pues aún teníamos 1 km de camino hasta la estación y el tren hacia Utsunomiya salía a las 16:28. Lo bueno es que el camino ahora era cuesta abajo, lo que nos permitió llegar con un margen de unos 5-10 minutos al tren, que a la hora establecida inició su recorrido.
En unos 40 minutos estábamos de nuevo en la ciudad de Utsunomiya, donde teníamos que cambiar de tren a un shinkansen (Yamabiko) hasta la capital, a la cual llegamos hacia las 18:15. Una vez en la estación central de Tokio, decidimos acudir a la oficina del metro localizada en la propia estación (la cual es gigante y por tanto muy fácil perderse) para comprar los abonos de transporte del metro de 48 horas, que utilizaríamos durante los dos próximos días. Para comprar estos abonos será necesario acreditar que se es turista, ya que está orientado a este tipo de pasajero ocasional.
Una vez comprados los pases, optamos por acudir a una de las tiendas Don Quijote para poder comprar ya algunos artículos y souvenirs. Como estuvimos en la de Akihabara, y dándonos cuenta que una tienda a 3 minutos de la estación de Shimbashi nos venía mejor ya que estaba en dirección al hotel, nos dirigimos a esta última. Estas tiendas pertenecen al grupo de las "tax free", las cuales permiten obtener un jugoso descuento a los turistas extranjeros en los impuestos de varios tipos de productos, siempre que se supere una cierta cantidad de dinero.
Al comprarlos mediante una caja normal, se meterán en bolsas cerradas herméticamente, las cuales no podrán abrirse hasta llegar al país de origen. A continuación, debe uno dirigirse al mostrador de devolución de las tasas, donde se realizará el descuento acorde a los productos comprados y la consiguiente devolución. Es muy importante guardar el ticket hasta el final del viaje, pues será necesario a la hora de acreditar las compras si hay algún problema en el control de aduana en el aeropuerto.
Un rato más tarde, y con productos ya comprados, volvimos al hotel cogiendo el tren de nuevo en Shimbashi y bajando en Hamamatsuchō. Era una parada, pero nos evitaba dar la mitad del camino y además permitía despedirse del JR Pass, pues hoy finalizaba su período de validez. ¡Adiós JR!
Llegados al hotel, procedimos a descansar. Hoy había sido un día de emociones fuertes, habiendo visitado probablemente el mejor santuario de todo el viaje. Sin duda, una visita más que recomendable y que puede realizarse en un día de escapada desde Tokio; mañana nos quedamos ya por fin en la capital.