Hemos caminado mucho por el palacio y no recuerdo donde encontramos un nicho con campanas que me llamó mucho la atención.


Vale la pena también ver el Templo de Júpiter, llamado así porque en época de Dioclesiano Júpiter era venerado como un dios, años después cuando entró el culto cristiano el Templo de Júpiter fue convertido en Baptisterio y está dominado por una escultura de San Juan Bautista, cuyo nombre lleva el templo después de la restauración.
En el frente del edificio se encuentra una de las esfinges que Diocleciano trajo de Egipto.


Los apartamentos imperiales fueron destruidos pero dicen que el visitante puede darse una idea de cómo fueron, visitando los sótanos del Palacio que en época romana sostenían los ambientes imperiales para que estos pudieran estar a ese nivel y aparte eran usados para almacenamiento. En la actualidad tienen exposiciones y muchos locales de venta de recuerdos y otros no tan típicos donde poder comprar algo para llevar a casa, a nosotras nos pareció que los precios de las ferias de recuerdos de fuera del Palacio tenían mejores precios, al menos en los tipos de recuerdos pequeños con lavanda (típico de Dalmacia) que queríamos llevar nosotras, Igual la visita a los sótanos a mi criterio es un imperdible de Split.

También recorrimos la mayoría de las torres y puertas que quedan en pie de la antigua muralla. Una es la Puerta de Hierro y Torre del Reloj. La principal característica de esta puerta es que es la única de las cuatro puertas por la que la vida ha fluido sin interrupción durante los últimos diecisiete siglos de la historia de Split. Enclavada entre viviendas y adosada a una pequeña iglesia (s. XI) cuyo campanario sobresale por encima de los edificios contiguos. Su reloj es todo un símbolo de la ciudad, ya que curiosamente marca el tiempo en formato «24 horas» en vez de tener los 12 dígitos habituales.
