12 de diciembre. Este día me pude levantar más tarde y desayunar con más calma. A las 8:45 me esperaba el conductor, Ángel Cacho, y pusimos rumbo hacia la hacienda. El trayecto fue de algo más de 45 minutos. Al llegar no estaba muy claro el lugar por donde entrar y hubo que llamar, porque la entrada principal estaba cerrada. Cosas del Covid 19.
Esta hacienda, como muchas otras en la península del Yucatán, se dedicó al cultivo del henequén (tipo autóctono de agave de Yucatán) y al procesamiento de la fibra que contiene (sosquil en lengua maya) para la fabricación de productos como las cuerdas para el amarre de embarcaciones.
El henequén era conocido igualmente como sisal, porque durante mucho tiempo fue desde el puerto de Sisal, en el norte de Yucatán, desde donde se realizaba la comercialización. Otro término con el que se le conoce es como “oro verde”, como metáfora de la gran riqueza que supuso.
A mediados del siglo XX, cuando se empezaron a fabricar las fibras sintéticas, la industria del henequén decayó. Muchas haciendas desaparecieron. Otras, tras un tiempo de abandono se reconvirtieron en hoteles de lujo.
En el caso de Sotuta de Peón, se considera la única hacienda viva, porque sigue manteniendo la actividad henequera, aunque sea a pequeña escala y mayormente orientada al turismo.
La página web de la hacienda es la siguiente: www.haciendaviva.com/
En el momento en el que me informé de este lugar, a finales de noviembre, la página web estaba en construcción e indicaba próxima reapertura. Fue escribiendo un mensaje privado en el Facebook de la hacienda, www.facebook.com/sotutadepeon/, como logré averiguar que se estaban haciendo tours de 3 horas los jueves, viernes y sábados a las 10 de la mañana.
Para una comunicación más rápida y obtener la información detallada del tour me escribieron por WhatsApp: +52 999 297 1492.
¿Qué incluye el tour?
- cocktail de frutas de bienvenida (no alcohólico)
- visita de la casa principal
- corchada manual (explicación y proceso)
- raspa (explicación y proceso)
- tendedero
- museo fuerza motriz (evolución de la maquinaria)
- prensa (elaboración de pacas)
- corchería (máquinas en proceso)
- casa maya con explicación de la siembra del henequén
- paseo en truck
- visita del cenote Dzul-Ha donde se puede nadar
A mí llegada a la hacienda, estaba yo solo 5 minutos antes del comienzo del tour y casi estaba feliz de que fuera a ser un tour privado. Entonces llegaron en modo de avanzadilla 3 señoras mayores emperifolladas, de lo que iba a ser un grupo de más de 20 personas. Para empezar, una de ellas, pese a notarse (o al menos aparentar) que tenían un nivel adquisitivo, reclamaba hasta el último peso a la hora de pagar y no paraba de preguntar que por qué tenía que pagar una cantidad y no otra. Una de ellas me contó que su abuelo había emigrado desde Bilbao y por lo que entendí, tenían relación con el negocio de las haciendas de henequén de una manera u otra. Luego llegaron 3 matrimonios jóvenes con 8 niños de menos de 7 años, otros con unas 4 adolescentes, más abuelas, etc...
Al principio no me di cuenta, pero luego observé que el que más, llevaba la mascarilla (o cubrebocas como se llama en México) por debajo de la barbilla, porque el resto ni la llevaban.
En cuanto empezó el guía a explicar el origen de la hacienda, a hablar del henequén y de cuando decayó el negocio en la península de Yucatán, una de las señoras mayores del grupo no paraba de apostillar todo lo que decía (y lo hizo unas cuantas veces) y dar más explicaciones. Se podía haber puesto ella de guía. Me parece de una tremenda mala educación.
Luego cuando íbamos hacia el primero de los edificios, la casa principal, la gente iba a su aire y los niños no paraban de correr y gritar, con lo que tampoco podía escuchar del todo bien. En la casa, pese a que siempre se dice que no se pueden tocar los objetos, fue lo primero que hicieron.
A continuación llegó el turno de ver los diferentes procesos, cómo se extrae la fibra del henequén, cómo se fabrican las cuerdas (vimos alguna demostración manual de ello), el tamizado, desenredar las fibras, etc... Las diferentes fases del procesamiento hasta tener las cuerdas tanto de forma manual como con maquinaria, así como la evolución de esta maquinaria. Por ejemplo, al final vimos máquinas diferentes según quisiesen fabricar cuerdas de mayor o menor grosor.
Me pareció una explicación didáctica de lo más interesante.
En esta parte yo iba un poco “encendido” y me molestaba que hasta para hacer una foto de alguna máquina, tuviese que esperar a que todas las adolescentes “instagrameras” se hiciesen todas las fotos de rigor con los diferentes posados.
La siguiente parte del tour fue el paseo por la hacienda en los trucks, carreta tirada por las mulas sobre unos raíles. En los tiempos en los que las haciendas estaban en auge, este era el sistema para transportar el henequén.
Además de tener así la posibilidad de ver el paisaje de la hacienda, llegamos a un punto donde en lo alto de una cuesta hay una típica casa maya, en la que vive el señor Antonio, de más de 80 años, que es un trabajador histórico de la hacienda. Nos explicó cómo se siembra el henequén. Habla sólo maya aunque parece que por la relación con los turistas ha tenido que aprender algunas palabras de español.
Por lo menos saludar en unos cuantos idiomas sí lo sabía hacer.
Un rato después, todavía en el truck, llegamos al cenote Dzul-Ha, donde teníamos la posibilidad de bañarnos. Hay sitio donde cambiarse. Lástima que sea tan despistado. Cuando cogí el bañador por la mañana no me fijé muy bien en lo que estaba haciendo y al ir a ponérmelo, vi que llevaba 2 camisetas y nada más. Como no era cuestión de hacer nudismo, me quedé sin bañar y me dio rabia, porque este cenote es bien bonito, en una cueva (como el cenote Palomitas), espeleotemas y un color azul del agua precioso. Y cristalino.
Una vez que toda la panda hubo salido del cenote, me quedé yo haciendo alguna foto con mayor tranquilidad y sin extras.
Volvimos en el truck hasta la entrada de la hacienda al lado del restaurante. Confiaba en que a lo mejor no todos se quedasen a comer, pero no, acabé sentado cerca del grupo de tres matrimonios con los ocho niños, que se lo pasaban de lo lindo corriendo por allí, atando las sillas con fibras de henequén, etc... Lo normal. Claro, cuando alguno de los padres se cansó de tenerlos como dijo “todo el rato encima”, los mandó a correr fuera. Luego más tarde a gritos para llamarlos.
El almuerzo en el restaurante está fenomenal. Vale la pena. Inicialmente cuando lo reservé me dijeron que era un menú de 3 platos con entrante, plato principal, postre y bebida no alcohólica. Luego días más adelante me dijeron que habían cambiado a un menú de 4 platos que incluía sopa pero en el que la bebida iba aparte. Yo pedí mantener el menú de 3 platos. Aún así, cuando lo dije en el restaurante, me informaron de que en cualquier caso me iban a poner el menú de 4 platos. Y no tenía que pagar nada extra.
De bebida pedí agua de jamaica.
Luego me pusieron un aperitivo que llevaba pico de gallo, betabel y otras cosas. Eran cuatro platillos diferentes. Pensaba que a lo mejor me pondrían tortillas de maíz para eso, pero al final no me pusieron nada. Me quedó la duda de si se les habría olvidado, si se comía así o si era para algún plato posterior. Lo que no tenía pinta de salsa me lo comí.
En cuanto a los platos del menú como tal, fueron los siguientes:
- Papadzul: esto me lo cambiaron por dos platos diferentes porque no tenían papadzules. Me sirvieron una empanadilla de queso y chaya y luego un salbute. Así probé más cosas.
- Sopa de lima (con pollo)
- Pollo a la yucateca
- Crema de coco
Todo estaba riquísimo y en cantidades más que razonables.
Finalmente, una vez que terminé de comer, fui a ver unos minutos la ermita de la hacienda para poner punto y final a la excursión.
Quedé encantado con el pack de la visita guiada y el almuerzo. Lástima que la compañía de los grupos me lo hiciera insoportable a ratos.
Volví al hotel y entonces cuando fui a entrar en la habitación, no encontraba la llave en el bolso por ninguna parte. Las llaves de este hotel son de esas que van enganchadas a unos llaveros enormes, con lo que no se podía esconder. Lo comuniqué en la recepción y me avisaron de que me podrían dar una llave nueva, pero que tendría que pagar $500 en concepto de pérdida de llave. Debería haber dejado siempre la llave en recepción al salir del hotel como hice a partir de ese momento.
Pregunté al conductor y él no la había encontrado en el coche. Por lo tanto se me había perdido en algún punto del recorrido por la hacienda. Avisé por WhatsApp para informar de lo sucedido y me dijeron que lo comunicarían a los trabajadores de la hacienda para ver si la encontraban.
Me acerqué unos minutos a ver la Iglesia de Santiago que está a una cuadra del hotel. Había misa, así que no entré, y como no me llamó la atención nada más a primera vista en la zona, me volví al hotel.
Tras un rato descansando en el hotel, salí a cenar, parando antes a cambiar dinero en alguna de las oficinas existentes en la Plaza Principal, en el lado del Palacio de Gobierno. Un cambio muy bueno, de $23 por cada euro.
El sitio elegido para comer fue en la Chaya Maya. Hay dos locales, con el mismo menú: uno frente al parque de Santa Lucía y el otro en la calle 62 con la 57, siendo este último al que fui. Está en un local normal, mientras que el del parque Santa Lucía está en una casa típica. Pedí lo siguiente:
- Crema de chaya
- Pan de cazón
La cuenta fue de $275. No me quedé muy convencido, pero tampoco tenía mucha hambre después de lo que había almorzado en la hacienda.
lachayamaya.com/