Comenzábamos el segundo día con más confianza que el primero. Preparamos las mochilas, pues ese día después de la Catedral de sal, la primera maravilla de Colombia, cogeríamos un vuelo hasta San Andrés.

Nos costó bastante trabajo buscar información para ir a la Catedral de sal por libre y no con excursiones, pues nos salía bastante caro.
Cuando pensamos que ya lo teníamos medio claro, cogimos un uber que nos llevó hasta la estación de buses Transmilenio Norte, tardamos una hora en uber aproximadamente para llegar con el tráfico terrible de Bogotá y más de mañana. Al llegar allí compramos unas empanadas y un café para desayunar y compramos el billete del minibus rumbo a Zipaquirá ubicado a unos 50 km por menos de 3€. No es la forma de llegar más cómoda pues los espacios son muy reducidos pero si la más barata.
El bus nos dejó en la carretera general de Zipaquirá donde a unos pocos metros caminando llegamos al centro donde encontraríamos unas bonitas y animadas calles con su plaza y catedral. Lo único malo de todo esto era ir cargadas con las mochilas, y aunque la distancia no es muy larga pues es 1-2km se hace pesado con el calor y el peso.

Para llegar a la catedral de sal son muchísimos escalones, unos 15 minutos subiendo donde falta el oxígeno.
Cuando compramos las entradas por unos 17€ por persona, también compramos las taquillas por un par de euros más para poder hacer el recorrido tranquilas sin la mochila molestando.

Una vez libres de peso, comenzamos el recorrido. El precio de la entrada incluye guía en español donde de manera clara hace que el recorrido de por si impresionante te deje con la boca abierta durante la hora que dura aproximadamente.

Cuando terminó la visita, y al ser la vuelta por el mismo lugar por donde la ida, aprovechamos para sacar unas fotos a toda prisa pues en unas horas teníamos el vuelo a San Andrés y no teníamos muy claro desde dónde coger el bus de vuelta a Bogotá.

Al volver al centro de Zipaquirá dimos bastantes vueltas hasta encontrar el bus de vuelta pero al final lo conseguimos, no sin antes comprar unas arepas de queso para "almorzar" y probar esta famosa comida.
Cuando nos bajamos del bus, nos volvimos a subir al metrocable, el metro más famoso de Bogotá bastante cómodo y accesible que nos llevó hasta la última estación, donde tuvimos que coger el bus lanzadera hasta el aeropuerto completamente gratis donde por fin llegamos al aeropuerto. Parece un lío pero fue bastante intuitivo.
Una vez en el aeropuerto de Bogotá tuvimos que pasar por mostrador de facturación donde tuvimos que pagar una tasa para entrar a San Andrés de unos 25€ para su conservación.
El vuelo lo habíamos conseguido por unos 25€ cada una. Para poder pasar el equipaje de las dos pagando solo uno, hay una opción que añadiendo el equipaje a una persona puedes facturar maleta y llevar dos encima, llevando la otra persona solamente una, y eso hicimos.
El vuelo fue sin incidentes, llegamos a San Andrés, pasamos los controles y como el hotel quedaba bastante cerca a 1-2 km fuimos caminando. De camino, la zona del aeropuerto puede asustar un poco, pues es bastante oscura y no dejan de pasar bastantes motos en todo momento, pero llegamos sin incidentes al alojamiento.
Cuando dejamos el equipaje en el alojamiento, nos dispusimos a buscar un sitio donde cenar, ahí descubrimos que la isla era bastante cara, pero encontramos un lugar donde comer unas hamburguesas en la calle para luego pasar por un supermercado cercano donde comprar cosas para desayunar al día siguiente.