Para este penúltimo día teníamos pensado disfrutar con tranquilidad.
Nos levantamos un poco más tarde que lo habitual y tras desayunar en el hostel nos dirigimos a Hveragerdi a unos 15 minutos en coche desde Selfoss.
A la llegada aparcamos en la calle y nos dirigimos a visitar el parque geotérmico, un recinto de aguas termales y un géiser.
Desde la oficina de información del pueblo salen visitas guiadas, pero nosotros la hicimos por libre.
La visita al parque es bastante corta pero se pueden admirar las fumarolas de aguas termales y los preciosos colores de sus aguas y sedimentos.
Nos llamó mucho la atención que en uno de los agujeros horneaban pan negro y también estaba la opción de comer huevos hervidos en agua sulfurosa.

En la parte central del recinto esta el géiser, que sale de un tubo cada 8-10 minutos.
No esperéis la espectacularidad del de Geysir, pero no dejaba de ser curiosa la salida tan espectacular del agua.

Tras visitar el recinto, fuimos al centro comercial de la entrada del pueblo a comprar unas cosas que nos faltaban y dimos un paseo para buscar un lugar para comer.
Encontramos una destilería y pizzería que se llamaba Olverk.
La cerveza se elaboraba con energía geotérmica.
Tomamos una cerveza y después pedimos la comida.
Os lo recomiendo.
Tras reponer fuerzas, teníamos la tarde libre.
Teníamos varias opciones de visita.
Finalmente nos decantamos por la granja o petting zoo Slakki a 40 minutos en coche desde Hveragerdi.
Así la nena podía disfrutar también de algo especial para ella.

La verdad es que acertamos.
Solo entrar al recinto hay una casita con gatitos.
Después pasas a otro sitio donde los niños pueden coger en brazos a conejitos y cobayas y acariciarlos.

También hay una zona con loros, periquitos, tortugas, etc. Aunque esta es la parte que menos nos gustó.
Ya fuera, había varios recintos con pavos, gallinas y pollitos, cerditos, vaquitas y otros animales.

También hay una zona con dos grúas de juguete donde los niños pueden jugar a ser maquinistas.
Otra zona con unos coches de juguete que tienen que mover con los pies, muy graciosos.
Y por último, en la zona de cafetería, había una parte de máquinas recreativas antiguas y un minigolf.

La verdad es que valió mucho la pena ir.
La visita fue un poco improvisada, pero si vais a Islandia con niños os lo recomiendo plenamente.
La nena lo pasó en grande y fue una tarde muy especial para ella.
Cuando cerraron el recinto, emprendimos rumbo a Selfoss a 35 minutos desde la granja y donde concluimos la etapa.