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Tras desayunar en el apartamento de Fludir, emprendimos esta etapa que finalizaría en Vik. En el camino hicimos varias paradas que iré describiendo a continuación.
La primera parada fue la catarata de Seljalandsfoss a una hora y 10 minutos aproximadamente de Fludir.
La catarata de Seljalandsfoss tiene unos 65 metros de altura y tiene la peculiaridad de que puedes pasar por detrás de su cortina de agua a través de un sendero.
Aparcamos en el parking más cercano, nos pusimos los impermeables y subimos a la nena a la mochila.
El sendero para subir a la cascada es bastante sencillo aunque un poco resbaladizo por la humedad.
Tras caminar unos 10 minutos llegamos a la parte trasera de la catarata donde ves caer el agua delante de ti.
Se puede continuar el sendero un trozo más y bajar la parte contraria a la que se sube, o volver por el mismo sitio que has subido.
Nosotros escogimos esta opción porque nos parecía más sencilla al llevar a la nena en la mochila.
Una vez abajo subimos al coche y nos dirigimos a otra preciosa catarata, Skogafoss, a unos 30 minutos en coche desde Seljalandsfoss.
En el trayecto de una catarata a la otra se puede hacer una parada para ver el volcán Eyjafjallajokull, que entró en erupción en 2010 y paralizó el tráfico aéreo de medio mundo.
Respecto a la catarata de Skogafoss destacar que tiene 62 metros de altura y casi 30 de ancho. Se puede ver desde abajo o desde arriba (para quiénes se animen a subir los 400 escalones).
Nos quedamos embobados, es preciosa.
Del agua que cae se forma un riachuelo en el que hay muchas piedrecitas.
Estuvimos un rato jugando y contemplando el espectáculo.
Era hora de comer y decidimos buscar un restaurante por la zona para descansar y reponer fuerzas. En este caso, elegimos el restaurante más cercano a la catarata.
La siguiente parada en nuestro trayecto fue el glaciar Solheimmajokull a unos 15 minutos en coche desde Skogafoss.
El glaciar Solheimmajokull es una de las lenguas del glaciar Myrdalsjokull, bajo el cuál se haya el volcán Katla.
Tras aparcar en el parking, subimos por un sendero que estaba en el lateral del glaciar muy sencillo.
Solamente hicimos una parte ya que la nena no quiso seguir.
Nos llamó mucho la atención el tono grisáceo del hielo creado por la ceniza volcánica aunque también tenía partes de azul intenso.
Es un glaciar muy accesible para hacer trekkings por el hielo, aunque nosotros declinamos la opción por ir con una nena pequeña.
Tras nuestro primer glaciar, nos quedaba la última visita del día el faro y acantilado de Dyrholaey a 26 minutos en coche desde el glaciar.
El acantilado de Dyrholaey destaca por su saliente de roca de 120 metros y dos arcos.
Remarcaros que la carretera de subida al faro esta por asfaltar, y llena de curvas.
No obstante, pese a la tortuosa subida, destacar que las vistas desde allí arriba son preciosas.
En este acantilado nidifican muchas aves, entre las que cabe destacar los frailecillos o puffins típicos de Islandia.
Nosotros estuvimos un buen rato observando los pajaritos.
Creemos que vimos algún puffin, aunque muy probablemente lo confundiéramos con otra ave similar.
Tras un buen rato, nos dirigimos a Vik a unos 20 minutos en coche desde Dyrholaey donde concluimos la etapa.
En Vik teníamos reservada una noche en el Hi Hostel en la parte alta de la localidad.
Este hostel nos gustó mucho.
No por las habitaciones ni los baños compartidos que eran muy sencillos y básicos, sino por cómo estaba organizado.
La cocina estaba muy equipada y se reciclaba todo.
En la entrada había una recepción con unos sofás donde estuvimos un rato jugando y charlando con la recepcionista.
Tenían gallinas sueltas. Las alimentaban con la comida que sobraba de la cocina.
Los huevos que ponían los utilizaban para hacer gofres para el desayuno.
Vamos un lugar muy sencillo y ecológico.
Nos hicimos la cena en la cocina del hostel, y muy cansados nos fuimos a descansar para la siguiente etapa.
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