En Croacia hay más de 1000 islas. Imposible visitarlas todas. Lo ideal es escoger una o dos y pasar varios días en cada una, descubriendo los encantos de la vida isleña. Pero no teníamos tiempo para tanto, así que nos conformamos con un pequeño bocado de dos de las islas.
A las 7 de la mañana salía el ferry para Korkula Old Town. Las vistas de la costa de Croacia y de las islas Elafiti amenizaron las 2 horas que tardamos en llegar. Nuestro alojamiento para esa noche estaba justo fuera de la puerta de la muralla. Era un poco pronto para entrar, pero pudimos dejar las maletas y nos fuimos a pasear por el pueblo.

Korcula Old Town es una península amurallada con una curiosa estructura en forma de forma de espina de pez, con una calle central y otras perpendiculares que salen a cada lado. Hay un paseo que bordea todo lo que fue la antigua muralla, con unas vistas increíbles a la costa montañosa, con un agua de color azul turquesa.


Además de sus torres, la población cuenta con rincones encantadores. Subimos al campanario de la catedral de San Marco, desde donde hay unas vistas espectaculares. Es el campanario más estrecho al que he subido, con la mochila y la cámara era imposible moverse por allí.


Cuando nos cansamos de pasear por allí, volvimos al apartamento, nos pusimos los bañadores, compramos algo de comer y nos fuimos al puerto. Íbamos a pasar la tarde a la isla Badija. Forma parte del grupo de pequeñas islas frente a la costa de Korcula. Está muy cerca y hay varias empresas de taxi-boat que te llevan por un módico precio. Nos costó 60 kn ida y vuelta cada uno.

Al llegar, te recibe un monasterio franciscano. Resulta raro, en esa pequeña isla. Como raro también es encontrarte ciervos. Pero allí estaban, haciendo las delicias de los turistas, dejándose querer siempre que les dieses un poco de comida.


Comimos por allí y nos fuimos a recorrer la isla. Hay un sendero que la bordea entera, por el que fuimos avanzando y bañándonos de vez en cuando en las aguas cristalinas.


A media tarde volvimos a Korcula, a descansar y prepararnos para cenar. No teníamos reserva y no pudimos cenar en ninguno de los restaurantes bien puntuados dentro de la muralla o cerca, y eso que fuimos temprano. Acabamos cenando en uno a las afueras, el Kapetan Vjeko, que no nos gustó mucho, servicio lento y comida muy normalita.
Un último paseo por dentro de la muralla y a la cama, que al día siguiente tocaba bastante viaje. Lo poquísimo que vimos de Korcula nos gustó, ideal para pasar unos cuantos días tranquilos, con coche o con moto para recorrer la isla.