LOS DEVENIRES AZOROSOS DE UN MAGNÍFICO DÍA EN PETRA ✏️ Diarios de Viajes de JordaniaMi segundo día en Petra: Recorrido a pie desde Llitle Petra al Monasterio, saliendo por el acceso principal. Unos 20 km a pie.Diario: Jordania al runrún de los Toyotas Coasters⭐ Puntos: 5 (8 Votos) Etapas: 16 Localización: JordaniaSábado, 21 de febrero de 2023 El esbozo mental de mi segundo día en Petra se iba alterar sustancialmente por un bienaventurado malentendido con un taxista y la casualidad de un encuentro fortuito. Pero, eso todavía no lo sabía cuándo estaba desayunando en el hotel a las seis y media de la mañana y salí en busca de un taxista que me llevara a la entrada más cercana que daba acceso al centro de la antigua ciudad nabatea, por la parte trasera. En la rotonda de cuya belleza puse entredicho en este diario en las entradas anteriores paré una pick up para que me llevara a ese acceso. Al principio le dije que 10J lo encontraba excesivo, mas al ver que no cedía acepte sin más remilgos. Íbamos por una carretera sinuosa por un área de ondulaciones del terreno y escasa vegetación cuando sorprendimos un bello ejemplar de cánido, un feneco o zorro del desierto, que huía amedrentado al oír el rugir de nuestro vehículo. Fue toda una fortuna poder ver a este animal de hábitos nocturnos cuando amanecía. Llegamos a Little Petra. pero ya antes me había cerciorado de que nuestro destino probablemente no era donde yo le dije, sin embargo, ya allí, me pareció más interesante iniciar mi nuevo día desde aquel lugar que no entraba en mis planes. Estaba unos cuantos kilómetros más alejado del centro de Petra. Por eso el precio me pareció caro en el primer momento. Dos sencillas casetas modulares eran el refugio de dos guardias. Uno controlaba el acceso de la entrada de Little Petra y el otro la pista de tierra que llevaba a Petra. Desde este punto, partía cada X tiempo un vehículo por 5J., si no recuerdo mal, que te llevaba hasta a los alrededores del Monasterio. Accedí solo y en soledad a Siq.al-Barid, un pequeño y estrecho desfiladero, flanqueado por edificios rupestre. Dejando las primeras huellas de la jornada en la arenosa superficie. Lugar, que por la cercanía a su hermana mayor y la abundancia del agua en el lugar, se piensa que fue una estación caravanera. Estuve media hora en la pequeña Petra, que tenía un encanto especial a pesar de sus reducidas dimensiones. Dejé a mis espaldas el “antiguo bazar de los mercaderes” donde nabateos y extranjeros debieron realizar millones de transacciones durante siglos. Me despedía de la Little Petra. A mano izquierda cogí la pista de arena que conducía a Petra, no sin antes tener un pequeño equívoco con el guardia de una de las casetas que quería ver mi billete y yo interpretaba que quería venderme un billete para realizar el recorrido en vehículo. Y cada vez, con un tono más arreciado, iba perdiendo la compostura: hasta que entendí, antes de que su rostro de bombona de butano estallara, lo que quería. ¡Joder! Quien se iba a imaginar que cada guardia controlaba un acceso, cuando estaban juntos y no había ningún tipo de señalética. Le pedí disculpas e inicie la larga caminata. Los primeros kilómetros los recorrí por una superficie plana y no excesivamente espacioso flanqueado por muros rocosos, donde los ganaderos aprovechaban algunas cavidades para que ejercieran de establos, cercadas por vallas artificiales para mantener controlado el ganado. Los perros pastores no sentían ni la mínima curiosidad por mí, ni tan siquiera hacían el esfuerzo de ladrar. O estaban muy seguros de sí mismos o eran unos bonachones. Era, por cierto, algo que no tenía intención de averiguar acercándome a ellos, a veces es mejor quedarse con la duda. Pasado ese espacio, la pista de arena rodeo una pequeña colina para seguir por un espacio más abierto y amplio. De vez en cuando pasaba un vehículo que se paraba para ofrecer sus servicios desinteresadamente o interesadamente, a todos les agradecía el ofrecimiento, pero ya había tomado una decisión firme al respecto. En el horizonte no lejano veía una destacable prominencia rocosa aislada de las demás (según el plano, si lo interprete correctamente, Jabal al- Muáysra al-Gharbiyya), y antes de llegar a ella la pista giraba noventa grados, dejándola en el flanco izquierdo. Allí, enfrente de ella, había el único cártel que vi en todos aquellos kilómetros, que indicaba vagamente un sendero casi imperceptible con la reseña Monasterio y en una de sus patas colgaban, atadas, varias ornamentas de animal, una tibia y fémur de un mamífero de grandes dimensiones, tal vez de un burro, y dos calaveras de animal sobre un montículo de piedras. En este punto me quedé por primera vez indeciso, sin saber qué hacer, si seguir la pista o el sendero, era lo que tenía improvisar: más aventura menos conocimiento. Sin embargo, aquel día el azar estaba por la labor de mostrarme su mejor cara. Unos segundos más tarde paró un guía que llevaba a una pareja de jóvenes españoles que se ofreció a llevarme gratuitamente y, como me vio convencido y decidido a ir a pie, me indico que lo mejor era que descendiera por el lateral de la prominencia rocosa, es decir, por el lado izquierdo, que me llevaría directo al centro de Petra. Ese encuentro fortuito me hizo disfrutar del insólito Wadi al-Mu´aysra, salvaje y solitario, que para mi sorpresa también albergaba unos significativos restos arqueológicos nabateos. Seguí mis pasos por un sendero que se acabó difuminando en el terreno, desde aquel momento los caminos, las sendas y los senderos casi desaparecieron completamente. El primer tramo lo recorrí por terrazas recién labradas, no tuve más remedio que superarlas, a veces, hundiendo mis pies en ellas. Dejé a mano izquierda una pequeña alberca rebosante de agua, suficiente para que esas tierras oxigenadas germinaran la vida. Y, seguidamente, apareció la torrentera, el wadi, que descendía suavemente por un valle más estrecho y umbroso. Las tonalidades de los colores de Petra llegaban aquí al éxtasis de la majestuosidad. Decenas de tonalidades formaban en las rocas maravillosos vectores abstractos, a veces como líneas de caracoles, otras como ondas. Estaba totalmente fascinado mientras recorría con cuidado el lecho, cuando me lo permitía el accidente orográfico, o los pedruscos cuando era la opción más fácil. Sin embargo, cuando se ensancho el valle, me quedé perplejo al comprobar que en sus laterales rocosos los nabateos también habían dejado su huella, con estructuras y monumentos sorprendentes totalmente ajenas al turismo convencional, pocas personas debían acercarse por aquí, y lo más curioso de todo es que estaba bastante cerca del centro de Petra. De hecho, yo no me cruce con nadie, excepto con dos beduinos que vivían en una de las cuevas nabateas, quienes me invitaron a un té en la repisa de su vivienda. Se dedicaban a transportar turistas al Monasterio con los dos burros que tenían, que empezaron a rebuznar de alegría cuando les dio de comer. Según ellos, pocos turistas pasaban por esta zona, que se mantenía salvaje y solitaria sin infraestructuras, ni tenderetes, ni caminos. Uno de ellos, incluso, podía seguir con dificultad una conversación en castellano. Había aprendido trabajando para unos arqueólogos españoles durante una temporada con ellos. Y después de charlar un rato con ellos, bajé el último tramo por la ladera pedregosa que moría en uno de los ramales del centro de Petra. Otra vez volvía a estar rodeado de turistas. Me fui al restaurante que había estado el día anterior y me pedí lo mismo. Luego, enfile el concurrido y ascendente camino hacia Ad-Deir (el Monasterio), de incontables peldaños. A medio camino me cruce con dos orientales a horcajadas sobre dos burros con rostros desencajados por el terror que les producía descender sobre estos animales en un tramo donde la inclinación era mayor. Un camino plagado de puestos de té y suvenires. Si no recuerdo mal, en menos de una hora, a paso tranquilo, llegué a la explanada del famoso Monasterio, que si no fuera por los hermosos colores del Tesoro, podría rivalizar por el primer puesto al mejor monumento de Petra. Y allí, enfrente del monumento, tomé un té en la terraza de un chiringuito que vendían de todo, mientras los osados gatos se te subían al regazo para pedir una caricia o algo de comer. Y, desde aquí, salían varios senderos con carteles que aseguraban llevar a las mejores vistas del mundo, cualquier otero era bueno para calificarlo así. Como ya eran las tres de la tarde, fui regresando tranquilamente hacia la salida de Wadi Musa, disfrutando por última vez de El Tesoro y el Siq Interior, dos de las grandes atracciones de la ciudad nabatea, volviendo a estar lleno de gente (grupos familiares, solitarios, parejas ,grupos de amigos, subidos en coches eléctricos, sobre camellos...). Y ya en el centro de interpretación me acerqué al pequeño museo que era un guiño al poder de los nabateos sobre el agua, cómo supieron aprovechar este recurso de vital importancia para cualquier civilización, pero tan escaso en estas tierras yermas. Lo mejor que tenía en su interior era una recreación visual de algunos edificios y estructuras relacionados con el agua en aquella época que daban una idea más clara de cómo fueron. Las últimas horas de la tarde aproveche para relajarme y seguir la misma rutina de ayer antes de acostarme, en los mismos lugares. En el restaurante Rainbow, el encargado, quien ya me saluda como si fuéramos viejos conocidos, cuando unos extranjeros le pagaron la cuenta les hizo prometer, al enterarse que mañana también pernoctarían en la ciudad, volver al restaurante. ¡Vaya con Mister Promise! Le había gustado la palabrita. La temporada baja exigía luchar por cada cliente. Índice del Diario: Jordania al runrún de los Toyotas Coasters
01: ENTRANTE JORDANO
02: PLANEAMMÁN
03: LAS MARAVILLAS DE AMMÁN
04: LA MÁGICA VARA DE MOISES (MUSA)
05: EN LAS INEXPUGNABLES RUINAS ROQUEÑAS DE LA PETRA NABATEA
06: LOS DEVENIRES AZOROSOS DE UN MAGNÍFICO DÍA EN PETRA
07: EN EL PLANETA ROJO, AQUÍ, EN LA TIERRA
08: AKABA NO ES CIUDAD PARA TALASOFOBOS
09: TRAS LAS HUELLAS DE LAS CRUZADAS EN ORIENTE PRÓXIMO
10: LA “PSICOFONÍA” DE LAS INMEMORIALES CATACUMBAS DE MADABA
11: JERASH, EN EL EPICENTRO DE LA LOCURA
12: INTENTO FALLIDO DE VISITAR LA ESTACIÓN DE TREN DE AMMÁN
13: AS-SALT, THE BEST BEAUTIFUL TOWN
14: ESA ENORME EXTENSIÓN LACUSTRE MAL LLAMADA MAR MUERTO
15: LA COLECCIÓN DE SU MAJESTAD
16: UN EXTRAÑO DÍA PARA DESPEDIRSE DE JORDANIA
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