Hoy pasaremos todo el día en el Vaticano. ¡Hay tanto por ver en el país más pequeño del mundo!

Después de 1 hora de transporte público llegamos a la imponente plaza. Hacemos 1 hora de cola para entrar en la basílica.

Son las 11 de la mañana cuando finalmente hemos pasado el control de seguridad y podemos admirar el magnífico edificio por dentro. Hay muchísima gente, pero por suerte la gracia de las iglesias es mirar hacia arriba y la multitud no molesta.
Y la gracia de las cúpulas es mirar hacia abajo, o sea ¡allí que vamos!


El ascensor equivale a unas 150 escaleras, pero luego quedan 300 más, y estas hay que subirlas (y bajarlas) sí o sí.

En primer lugar se accede al interior de la cúpula, donde se puede admirar más de cerca los mosaicos del techo.
Posteriormente se sigue subiendo hasta llegar al mirador exterior.


Las vistas son fabulosas, a pesar de estar el día super nublado.
Han pasado dos horas y media y tenemos que ir a comer rápidamente porque por la tarde tenemos hora a los Museos Vaticanos.
Hay mucha oferta de restauración por la zona, al ser tan turística.
Tenemos tickets para las 15h, pero llegamos media hora antes y entramos sin problemas.

(A diferencia de la Galleria Borghese que sólo nos dejaron entrar 10 minutos antes de la hora, aquí nos da la impresión que ni se miran los tickets.)
De camino al acceso de los museos hemos pasado por una cola larguísima de personas que no pudieron comprar las entradas online.



Los primeros pasillos de los museos están terriblemente abarrotados. No se puede caminar ni ver nada. La gente se apelota en medio de los pasillos, enfrente de las obras de arte.

Hay muchos grupos de visitas guiadas. Es una alternativa si uno se queda sin poder comprar entradas. La visita guiada, por un suplemento en el coste de la entrada, te evita la cola infinita. Es lo que tuvimos que hacer el año pasado, pero la guía fue demasiado rápida y no pudimos disfrutar bien el museo.

Hoy tampoco es que estemos disfrutando del todo, sin poder apenas avanzar ni ver nada… Todo el mundo va a las estancias de Raffaello y a la Capilla Sixtina.
Si es que son imprescindibles. En el centro de las estancias hay unos carteles en múltiples idiomas explicando cada fresco.
En la Capilla Sixtina apenas cabe un alfiler. Pero aún así, levantamos la cabeza y admiramos un buen rato la bóveda y los frescos de los muros.

(Foto de la wikipedia)

Vistas las dos obras más famosas de los Museos Vaticanos, vamos allá donde la última vez no llegamos: a la Pinacoteca.
Está muy escondida, todos los pasillos nos parecen un laberinto, a pesar de las señalizaciones.
En la solitaria Pinacoteca se expone el magnífico altar de la Transfiguración de Raffaello,

Aquí encontramos arte religioso desde el siglo XII hasta el XIX, siendo la mayoría renacentista. Los amantes del arte disfrutarán de obras de Giotto, Da Vinci o Caravaggio.

En total en los museos estamos unas tres horas y media, pero hubiéramos estado más rato.
Cuando se acerca la hora del cierre los pasillos se vacían y entonces aprovechamos para volver a la zona del arte clásico y egipcio. Ahora se ve todo con otra luz. Por un lado, porque está oscureciendo, y por otro, porque no hay nadie bloqueando la vista ni el paso.

Lástima que cierran porque hubiéramos estado un rato más. Pero estamos reventados así que es hora de retirar.
Disfrutamos la última cena en Roma en una auténtica “osteria” de nuestro barrio, San Lorenzo. Económica y muy recomendable.