DE ABEL TASMAN HACIA EL GLACIAR FOX ✏️ Diarios de Viajes de Nueva Zelanda

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Después de la aventura de Abel Tasman el día de relax en Motueka me ha ido de maravilla. Un poco de lavandería, un poco de aseo personal (bastante, la verdad es que hacía falta), compras en el supermercado, llenar el depósito de Silver Bullet (en Nueva Zelanda hay que vigilar mucho este aspecto ya que hay zonas donde no hay una gasolinera en 150 kilómetros a la redonda. Por otro lado, la gasolina es más barata que aquí, unos 0,80 euros/litro).

La noche la pasaba en el Laughing Kiwi de Motueka, donde ya había estado antes de ir hacia Abel Tasman. Motueka no vale nada como población a visitar pero el Laughing Kiwi era un BBH acogedor. Para cenar se lió un poco el tema ya que a ultima hora llegaron unos italianos y unos holandeses. Al final nos juntamos italianos, holandeses, alemanes, inglesas, australianas y el menda. Salió una cena divertida con una variedad de acentos de inglés curiosa. Yo iba con mis costillitas de cordero la mar de ricas (por cierto, a mitad de precio que en España, al igual que la carne de ternera) y veía que todo el mundo cocinaba que si brócoli, que si patatas, que si verduritas…..hasta que llegaron los italianos con unos filetazos del quince y un par de botellas de vino, jejeje. Después de cenar empezaron las rondas de cervezas y la velada se alargó hasta las once de la noche. El que más me llamó la atención fue un chaval inglés que estaba viajando por Nueva Zelanda en bicicleta. Cuando le pregunté de cuanto tiempo disponía me dijo “Un año…quizás dos” (juventud, divino tesoro). El tipo acababa de volver de pasar tres años en Japón, tenía 25 años. Una persona interesante que hablaba y dejaba hablar, y además escuchaba con interés.

Al día siguiente a las ocho de la mañana ya estaba en carretera. Me tocaba una buena dosis de 300 kilómetros por carreteras (aquí no hay autopistas) si quería llegar a la zona de glaciares (hacia la mitad de la isla, en la costa oeste) por la tarde para buscar sitio para dormir y hacer una subida de 8 horas al glaciar Fox al día siguiente (lo prefería al Franz Joseph ya que al ser más pequeño, creo, no está tan masificado).

Cuando llevaba unos 150 kilómetros de carretera el tiempo volvió a hacer de las suyas. Lluvia, lluvia, lluvia….y así hasta llegar a Greymouth en la costa oeste. Con este tiempo me pareció poco prudente seguir conduciendo hacia el sur ya que subir un glaciar lloviendo no me parecía muy divertido. Cambié de planes y subí 50 kilómetros al norte para buscar sitio para dormir en Punakaiki, puerta de entrada al Parque Nacional de Paparoa. Por esa zona había una colonia de leones marinos y las famosas Pancake Rocks (unas rocas formadas por láminas de piedra muy curiosas). Aun lloviendo se podían ir a ver, por lo que decidí ir para allá. Paré en la oficina de información para pedir la predicción del tiempo y me dijeron que la lluvia parecía querer quedarse cuatro días más por esa zona, cojonudo!!!. Decidí no dar más vueltas a la cabeza sobre que hacer e ir a buscar sitio para dormir.

El Punakaiki beach hostel (12 euros/noche en habitación compartida) es un hostel BBH de backpackers que sin estar tan bien como los anteriores en los que había estado, estaba emplazado en un sitio magnifico, justo frente a la playa y colgado, colgado. Desde la terraza podías empanarte viendo el Mar de Tasmania y con el tiempo que hacía andaba un “poco” revuelto el chico (como para meterse a surfear!!). Una vez dejé el equipaje en la habitación salí fuera y……..un sol radiante (lo del tiempo en Nueva Zelanda es para escribir un libro). En fin, sol por lo menos.

Punakaiki Beach Hostel BBH. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Mar de Tasmania desde Punakaiki Hostel. *** Imagen borrada de Tinypic ***

El Parque Nacional de Paparoa no es de los sitios más visitados de Nueva Zelanda (si no fuera por las Pancake Rocks). A mi me sorprendió muy gratamente. Los cincuenta kilómetros de carretera que hay entre Punakaiki y la colonia de leones marinos son una pasada. A la izquierda tienes un sinfín de playones vapuleados por el oleaje del Mar de Tasmania y a la derecha una especie de “rain forest” muy denso y verde, verdísimo que sube por las montañas. Muy bonito. Seguro que hay buenas caminatas para hacer pero hoy iba de “turismo de chancla”.

Punakaiki. Playa Mar de Tasmania. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Parque Nacional de Paparoa. Rain Forest. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Otro momento de los que no se olvidan es asomarte a una plataforma después de unos treinta minutos de caminata al lado del mar y ver unas rocas con bolillas que se van moviendo. Los leones marinos son cachondos. Ya que no pude bañarme con ellos en Kaikoura por lo menos los tenía ahí delante, en libertad y no dentro de una pecera de un acuarium. Noviembre es la época de los nacimientos y podías ver algunas crías enganchadas de las tetas de las mamás (no muchas ya que la explosión de nacimientos es a finales de mes y si mis cálculos no fallaban debía ser 10,11 ó 12 de noviembre). Mientras tanto, los machos estaban haciendo el perro, perro, tomando el sol sobre las rocas.

Simon era un alemán peculiar. Me lo encontré en la terraza del hostel cuando volvía de ver a los leones marinos. Llevaba una cara de puteao que no veas y se me ocurrió preguntarle si estaba bien. Resulta que el tipo empezó un trecking ayer y lo había acabado esta mañana pero se había liado y en vez de volver al coche había aparecido a quince kilómetros y ahora llevaba dos horas haciendo auto-stop y nadie le cogía. Mientras encendía un cigarro y después de las presentaciones pertinentes empezó a despotricar de la calidad humana de los neozelandeses y de que nunca le había pasado algo parecido en ningún lado. Me ofrecí a llevarle y aceptó encantado (como no). Al dejarlo en su coche me quiso pagar 20 $NZ y al decirle que no hacía falta se me quedó mirando y soltó un “Aún queda gente buena”, efectivamente llevaba un mal día, el tipo. Para ser alemán, hablaba por los codos. Acabamos tomando unas cervezas en Greymouth. El se quedó por ahí y yo me volví a Punakaiki para echar un vistazo a las Pancake Rocks aprovechando la puesta de sol.

Punakaiki. Pancake Rocks. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Punakaiki. Panorámica Costa. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Si hiciéramos una lista de las nacionalidades mas chungas para buscar conversación cuando llegas solo a un hostel, los holandeses serían los primeros de largo (según la experiencia que estoy teniendo desde que he llegado). Ellos ni te dirigen la palabra (exceptuando un ligero “Hi” de compromiso cuando se topan contigo) y cuando lo haces tú, responden solo y concretamente a la pregunta que les haces y siguen hablando entre ellos. Son como un ghetto, ni salen hacia fuera, ni dejan entrar a nadie hacia dentro (eso si, jodidamente politically corrects). En el otro extremo, como no, los mediterráneos (israelíes e italianos, de momento, los más afables). Los ingleses y americanos también te dan cuerda. Los belgas, durillos. Los alemanes, una de cal y una de arena, y los franceses y chinos…….mejor dejarlos.

Esta mañana me he levantado con la duda. Evidentemente, seguía lloviendo. ¿Hacia dónde voy?. El tema de los glaciares con este tiempo estaba imposible. Durante el desayuno he coincidido con una pareja de alemanes que tenía el mismo problema. Las previsiones de tiempo seguían siendo chungas para la costa oeste durante 2-3 días. Solución: pues me voy a la costa este. O sea que cambio de planes. Hemos decidido cruzar la isla y pasar a la costa este, donde las previsiones son mejores. Como ellos no tienen coche, iremos los tres juntos y será más entretenido.

Para cruzar la isla sur de lado a lado te encuentras una cordillera tipo Pirineos que no te la acabas. Sólo hay tres puntos a lo largo de ella por donde se puede cruzar. El Lewis Pass al Norte, el Arthur’s Pass en medio y el Haast Pass al Sur. Por el lugar donde estábamos en la costa Oeste el paso más cercano es el Arthur’s Pass (sitio muy visitado por ser un puerto de montaña con unas vistas excepcionales) y hacia allí nos dirigíamos. Nos quedaban 270 kilómetros. hasta Timaru (un pueblecito en la costa este donde pensaba buscar sitio para dormir).

Salimos de Punakaiki con lluvia y más lluvia, como no y tras ochenta kilómetros de carretera iniciamos el ascenso hacia Arthur’s Pass. Al principio era imposible ver nada porque estaba todo tapadísimo pero a medida que íbamos subiendo, la lluvia paró, se empezaron a ver algunos rayitos de sol y las montañas se empezaban a dejar ver. Las vistas empezaban a ser considerables. Vaya pedazo rampas para subir el paso de Arturo este. Silver Bullet se deslizaba suavemente por las ondulantes curvas mientras sus 55 caballos ronroneaban bajo el capó (o sea, en segunda y reventando motor porque sino, ni en coña, vamos!).

Arthur´s Pass. Así empieza el día. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Arthur´s Pass. Montañas *** Imagen borrada de Tinypic ***

En total sesenta kilómetros de carretera de montaña que te llevaban por paisajes chulísimos donde se empezaban a ver las primeras nieves del viaje. Subidas, bajadas, montañas, valles. Todo un espectáculo para la vista. Y por supuesto, rutas de senderismo por todos lados (me faltan diiiiiaaaaaaas!!!).

Arthur´s Pass. Hay alguien?. *** Imagen borrada de Tinypic ***

Arthur's Pass. Valle *** Imagen borrada de Tinypic ***

Arthur's Pass. Panorámica. *** Imagen borrada de Tinypic ***


Los alemanes se quedaron en el pueblo de Arthur’s Pass y yo continué hasta Timaru. Me imaginaba Timaru como Kaikoura, un pueblecito de playa encantandor y me encontré una mierda pinchadunpalo. Una ciudad horrorosa con un puerto de barcos de mercancías lleno de contenedores, cojonudo!!!. Yo aquí no me quedo!. Rebuscando en la guía de hostels BBH encontré el Rawhiti House en el pueblo de Geraldine a 35 kilómetros de Timaru y hacia allí me fui.

El Rawhiti House de Geraldine fue construido en 1930 como un Hospital de Maternidad. En la actualidad es un hostel de backpackers (11 euros/noche en habitación compartida). Por fuera no era gran cosa pero por dentro era comodísimo y lo mejor de todo, mi habitación con 5 camas, para mi solo. Lo del Hospital de Maternidad se veía con bastante claridad. Un largo pasillo con las habitaciones, los baños, la cocina, a ambos lado. Daba un poco de miedo (solo faltaba el niño del triciclo de la película “El Resplandor” apareciendo de repente). Las camas eran cómodas y estaba impecable.

Lo regentaban una pareja mayor, Chris y Neroli, muy amables. Chris había nacido en Kenia, pasó en Londres 5 años y luego vino a Nueva Zelanda de vacaciones hace 20 años, conoció a Neroli, y se quedó. Me estuvieron ayudando un buen rato con el tema del tiempo, buscando partes meteorológicos para saber como estaría el tema al día siguiente. Chris era bromista por naturaleza y no paraba de hacer bromas, de las cuales yo entendía la mitad (complicado el pillar la ironía en otro idioma, y si es neozelandés, aún más) pero opté por la estrategia de que cuando decía algo y se me quedaba mirando riendo, yo también reía. Neroli era como un ángel, dulce y con una vocecita suave y relajada. Me ayudaron en todo lo que necesité y me hicieron sentir como en casa.

A última hora me han chafado estar solo en la habitación. Han llegado dos francesas que no dan mucho palique. Una de ellas es bastante guapa pero está casada (si es que está tolpescao vendío!!) y además, ni puto caso. En fin, apaguemos la luz y a dormir.

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