Amaneció lluvioso en uno de los que debían ser uno de los días más intensos del viaje. Debíamos recorrer la península Snaefellnes, situada en el oeste de la Isla. Su nombre, literalmente, significa la Península del monte de nieve y eso es debido a que hay un volcán con un glaciar en su cima en ella. Es posible que esta etapa sea el mejor resumen de lo que es Islandia en sí, por eso se la conoce como Islandia en miniatura. Fauna, flora, campos de lava, acantilados con formas imposibles, cascadas, volcanes y glaciares se concentran en este lugar.
Y nos lo tomamos como una gincana, llegando a un lugar distinto pero igual de impresionante cada pocos kilómetros. Sabíamos que era imposible verlo todo sin prisas, así que sólo mencionaré los lugares que nosotros visitamos. Primeramente nos dirigimos a la cascada de Kirjufelllfoss, que ya habíamos visitado la tarde anterior pero que nos cogía de paso y me apeteció fotografiarla con una luz diferente. Poco después dejamos la carretera 54 para seguir la 574 dirección Olafsvík, un bonito pueblo junto a la costa que cruzamos acompañados de la lluvia y un fuerte viento. Aquí tuvimos un desafortunado incidente, ya que, en un mirador donde paramos a hacer unos fotos con un fuerte viento, mi objetivo 17-50 2.8 quedó inutilizado (el anillo para el cambio de focal se rompió y no podía cambiar la distancia focal). Menos mal que sólo faltaban dos días de viaje, este objetivo no lo saco de la cámara! Como siempre Gloria apagó el fuego cediéndome su modesto 18-55 de kit, ella haría las fotos estos dos días con el teléfono.
A partir de aquí fuimos encontrando atracciones una tras otra. Primeramente nos topamos con la cascada de Svodufoss, muy bella y que se encuentra a las afueras de Olafsvík. Debes dejar el coche en un parking (gratuito) y seguir un sendero que te lleva hasta la cascada en pocos minutos. Seguidamente llegamos hasta los acantilados de Skardsvik beach, que nos sorprendieron gratamente. El mar estaba muy agitado y fue verdaderamente hipnótico ver esas enormes olas rompiendo en las rocas a escasos metros de nosotros. Las salpicaduras llegaban hasta la carretera, con lo que debías tener cuidado si querías abrir las ventanillas para hacer fotos o grabar.
Poco después nos encontramos de bruces con el cráter Sahóll, con una forma de volcán muy característica. Nos acercamos hasta la base, pero al ver lo empinado de las escaleras de subida (que se instalaron en 2018) y visto que el viento y la lluvia continuaban acompañándonos, decidimos dar media vuelta y no perder más tiempo en este lugar. Durante el camino nos encontramos con unos increíbles campos de lava cuyos sedimentos se ven más antiguas que las del sur de la isla, con las rocas recubierta de un musgo con un color verde intenso. Es realmente espectacular y tenemos que detener el coche para admirar tanta belleza. De hecho encontramos miradores habilitados para tal fin.
Nuestro siguiente destino fue la playa de Djúpalónssandur, una enorme playa de arena negra con formaciones rocosas producto del magma de diferentes erupciones volcánicas que se solidificó con el contacto con el mar. Se trata de una zona de mucho oleaje y corrientes, con lo que el baño está prohibido. En esta playa se pueden encontrar también los restos de un antiguo pesquero británico que naufragó en esta costa en 1948. Aquí pudimos hacer una pequeña ruta, caminando hasta la playa entre los restos del naufragio y las rocas volcánicas que allí se encontraban ya que se se estaba abriendo el cielo y parecía que la lluvia nos abandonaría de momento.
Pocos minutos después nos acercamos al Faro de Malarrif, zona de muy fácil acceso que acaba en un parking gratuito y el Centro de Visitantes del Parque Natural (con baños gratuitos). En este lugar hay una pequeña exposición sobre la historia del parque y la naturaleza (flora y fauna) que se centra en particular en la vida de los antiguos pescadores que vivían y trabajaban en torno al glaciar, y en su utilización de la naturaleza como medio de subsistencia. Es una exposición interactiva en la que podrá tocar, oler y escuchar… Desde aquí tienes un agradable paseo hasta el faro, construido en 1946, que tiene una peculiar forma. Y si miras en dirección contraria a la costa, tendrás una hermosa vista del volcán Snæfellsjökull en el corazón de la península. Se eleva a una altitud de 1446 metros y es famoso por ser el punto de partida del Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne. Unos kilómetros más adelante puedes encontrar la Vatnshellir Cave, un tour que te permite entrar en las cuevas del volcán, pero decidimos que el coste era demasiado elevado (35 euros por persona).
Siguiendo por esta zona de la península, llegamos a la zona de Lóndrangar, unos acantilados de basalto que bordean la costa, con dos "picos" excepcionalmente empinados que se asemejan a torres.. Las torres de 75 y 61 metros de altura no solo causan una gran impresión y hacen que uno se sienta como si acabara de entrar en una escena de El Señor de los Anillos, sino que el mirador de Londrangar también ofrece vistas espectaculares del océano. En las paredes de los acantilados encuentras un montón de aves, ya que son perfectas para anidar. Las más comunes son la gaviota tridáctila, el fulmar boreal y el arao común.Por cierto, el aparcamiento es gratuito. Para llegar a los miradores tendrás que caminar solo algunos de minutos, y si como nos pasó a nosotros, tienes suerte, te cruzarás con un pequeño cachorro de zorro ártico en busca de su madriguera.