Había llegado la hora de cambiar de alojamiento: siguiendo nuestro recorrido hacia el este, pernoctaríamos en la pequeña población de O Porto Espasante durante las siguientes tres noches. Pero antes teníamos todo el día por delante para visitar más sitios, aunque el resultado fue diferente de lo que tenía planificado, pues no completamos el itinerario previsto por el motivo que contaré después.
Recorrido de la jornada según Google Maps. En total, 119 kilómetros.


Pontedeume.
Después de desayunar, dejamos A Coruña y nos dirigimos hacia Pontedeume, pues el primer objetivo de la jornada eran las Fragas del Eume, donde queríamos hacer alguna ruta senderista. Pero ya que estábamos allí, decidimos echar un vistazo al tiempo que buscábamos una panadería para comprar la correspondiente empanada que nos serviría de almuerzo durante la caminata. Nuevamente, el día era espléndido, con sol y calor.

Su nombre no deja lugar a dudas del significado que evoca, al combinar los vocablos del río Eume y del puente que lo cruza y que guía a los peregrinos a su destino final en Santiago de Compostela. Aunque se sabe que la comarca estuvo poblada desde tiempos muy antiguos, la villa se fundó por carta de puebla de Alfonso X el Sabio en 1270 y conserva buena parte de su casco antiguo, con casas porticadas, balcones de madera y galerías acristaladas.


Aparcamos junto al puente de piedra, construido en el siglo XIX y que cuenta con 15 arcos. El medieval, cuyo origen se remonta al siglo XIV, llegó a tener nada menos que 78 y dos torres. Abstrayéndonos de su intenso tráfico, contemplamos unas bonitas vistas de la Ría de Ares, la villa, su puerto y algunos de sus monumentos.


Caminando por el Paseo Marítimo, llegué hasta la Plaza del Conde, donde se encuentra la Torre de los Andrade, sede actual de la Oficina de Turismo. Este torreón es lo único que queda del antiguo Pazo de la familia Andrade, del siglo XIV, y que fue demolido en 1935 pese a estar catalogado como Monumento.
Plano turístico municipal.





En su interior, hay un museo y se puede acceder a lo alto de la torre, lo que, por supuesto, hice. Tuve que pagar algo, no recuerdo cuánto. La terraza de la torre, a 18 metros de altura, ofrece buenas vistas, pero estaban arreglando la tela asfáltica y no pude moverme como me hubiera gustado para tomar mejor las fotografías.



Justo enfrente, está el Mercado de Abastos, donde aprovechamos para comprar nuestra empanada en una de sus panaderías. En la plaza, también se puede ver un pilón que data de 1671.


La Rúa Real, porticada en varios tramos, conduce a la Plaza Real, cuyo origen se remonta a la fundación de la villa en el siglo XIII. Allí se encuentra el Ayuntamiento, un edificio de piedra con un reloj en la torre.

Subiendo a la zona más alta, llegué hasta la Iglesia de Santiago, del siglo XIV, aunque fue reformada más tarde y la fachada actual fue construida en el siglo XVIII en estilo neoclásico con detalles barrocos. Como no podía ser menos, estaba cerrada. No he tenido mucha suerte con las iglesias durante este viaje. Justamente detrás, se conserva un pequeño tramo de la antigua muralla medieval.

Según bajaba, me metí por diversas calles, hasta aparecer en la Plaza de San Roque, de 1840, rodeada por antiguas casas con balcones de madera y cristaleras. Sin embargo, la gran cantidad de coches aparcados alrededor deslucían bastante su imagen.

Saliendo de lo que fue el antiguo recinto amurallado, llegué a la Iglesia de las Virtudes, del siglo XVII, que conserva un retablo churrigueresco y cuya fachada ofrece una bonita estampa con el crucero que tiene enfrente. Un poco más abajo, está el Convento de San Agustín, del siglo XVI, con claustro renacentista y fachada barroca. En la actualidad, es la Casa de la Cultura y está rodeada por un bonito jardín. Por supuesto, estaba cerrada
.

Y con poco más que hacer allí, nos dirigimos hacia las Fragas del Eume, espacio natural que se encuentra a unos seis kilómetros y cuyo relato dejo para la siguiente etapa.
Te mando estrellitas. Abrazos.