Habíamos acordado con la gente de Aswan individual que nos recogían a las 7:30 de la mañana para ir a Abu Simbel, elegimos este horario por dos cosas la primera es que nos permitía desayunar tranquilos y la segunda y mas importante es que al ir a contramano con los horarios de los turistas de los cruceros esperábamos que hubiera menos gente, y esta elección fue todo un acierto.
El coche nos espera muy puntual y nos vamos a Abu Simbel, cruzamos la presa vieja donde los controles militares son exhaustivos y continuamos por la carretera del desierto, y digo de desierto poque los 380 kilómetros que nos separan de los templos son de puro y duro desierto.
A lo largo de la carretera hay algunas pequeñas zonas en las que están intentando cultivar. El camino se hace largo, no hay demasiado tráfico y el que hay es de camiones, nos dice nuestro conductor que todos ellos van camino de Sudán. Poco antes de llegar la bifurcación de la carretera que lleva a Abu Simbel, que está a unos 40 km de la frontera sudanesa, tenemos un control policial en el conductor hace los trámites correspondientes y tras unos 10 minutos seguimos nuestro camino.
Cuando llegamos al aparcamiento había solo un coche, que salía cuando nosotros entrabamos, esto implicaba que durante más de una hora tuvimos Abu Simbel para nosotros dos solos, algo que no tiene precio, nunca me pude imaginar poder disfrutar de esta maravilla de esta forma.
Probablemente estos templos y la historia de su salvación de las aguas del Lago Nasser es una de las mas conocidas de los monumentos egipcios, sabes que vas a ver, pero estar delante de esa maravilla oyendo solo el silencio es increíble.
Empezamos por el Templo de Ramsés II, que fue excavado en la montaña de la orilla occidental del Nilo entre el 1274 y 1244 a. C. siendo dedicado a la deificación del faraón a Ra-Horajty, Amón y Path. Como otros monumentos la arena lo cubrió quedando perdido hasta 1813 cuando por casualidad Jean Louis Burckhardt lo encontró viendo como sobresalía solo una de las cabezas.
A mediados el siglo XX con la construcción de la presa de Aswan y la inundación por las aguas del Lago Nasser de la zona se produjo un movimiento mundial para salvar los monumentos de la zona, así se “trocearon” los templos y se trasladaron a su ubicación actual montándolos como un gran puzle.
Las cuatro estatuas colosales te recién, aunque solo tres de ellas enteras, junto a ellas las más pequeñas de la madre del faraón, la reina Tuya, de Nefertari, su esposa, y algunos de sus hijos lo acompaña. Encima de la entrada se ve la figura de Ra-Horajty con cabeza de halcón.
El techo de la gran sala está decorado con buitres que simbolizan a la diosa Nejet, la sala tiene ocho columnas con estatuas de Ramsés II con forma de Osiris.
Los relieves muestran al faraón venciendo a sus enemigos en presencia de los dioses, en la pared norte se representa la batalla de Kadesh contra los hititas.
En la siguiente sala, el vestíbulo de las cuatro columnas se representa a Ramsés y Nefertari ante los dioses y las ascas solares; en el fondo está el santuario sagrado en el que están la triada de dioses junto con el faraón sobre cuyas caras se proyecta el dos veces al año.
Nos dedicamos a ver cada relieve, columna, grabado y rincón con toda la calma del mundo. Después de un buen rato llegaron algunas otras personas, nos sorprendió que apenas le dedicaron 10 minutos a visitarlo.











Seguimos por el templo pequeño con sus seis estatuas de 10m de altura de Ramsés y Nefertari con algunos de sus hijos. Nefertari aparece vistada de la diosa Hathor estando a la misma altura que el faraón, cosa muy poco usual.
En el interior los seis pilares de la sala hipóstila tienen la forma de Hathor, los relieves de las parades representan distintas escenas con los dioses, Nefertari y el faraón como protagonistas.
Al terminar nos quedamos un rato tomando algo frio en el pequeño chiringuito que hay y mirando esas preciosas fachadas que atraen de forma casi hipnótica.
Había que regresar a Aswan, otro largo camino desértico nos espera entre mirar el duro paisaje y alguna que otra cabezadita no se nos hace especialmente pesado.
Llegamos bastante cansados, nos quedamos descansando en el hotel, cenamos algo ligero y admiramos las vistas que tenemos delante del valle de los nobles