El tercer día en Sicilia incluía el traslado hacia el norte de la isla, visitando primero Cefalú y llegando, después, a Palermo, ciudad donde nos alojaríamos las dos noches siguientes. En total, unos 250 kilómetros de recorrido, que suponen poco más de tres horas en coche. Google Maps sugiere este itinerario que fue más o menos el que hicimos nosotros.

De Catania a Cefalú: el interior de la isla desde la carretera en fotos.
Saliendo de Catania, y antes de meternos de lleno en el interior de Sicilia, pudimos divisar el Etna, al fondo, luchando por desprenderse de unas nubes tozudas que parecían pegadas a su mole. En algún momento, pude captar el cráter… o eso creo. No sé, dependía de la perspectiva, pero tampoco creo que los que fuesen de excursión allí esa mañana viesen demasiado. En fin, cuestión de suerte.


De los 250 kilómetros totales de la jornada, 179 kilómetros correspondieron al itinerario entre Catania y Cefalú, lo que nos dio la oportunidad de contemplar una parte de la zona central de la isla que no siempre se visita.



Para muchas personas estos trayectos son un auténtico rollo, un relleno en sus viajes de vacaciones; para mí, no. Así que mientras algunos aprovechan para dormir (no es que lo critique, sino que a mí me resulta imposible, qué más quisiera a veces), yo voy observando el panorama, fijándome en las tierras, los cultivos, los pueblecitos y la gente, si hay. En este recorrido vi poca, por cierto.



Las amplias zonas de árboles frutales, viñedos y olivos, dieron paso a campos de cereales, ya amarillos tras la recolección de las cosechas. Y también zonas áridas, de tonos ocres, marrones y negros, con pequeños arroyos pintando algún estrecho esbozo azul.



Esta zona está muy poco poblada y apenas vimos algunas granjas aisladas, algunas abandonadas y otras, no; pero sin núcleos urbanos importantes, salvo un par de poblaciones, coronando colinas de modo casi inaudito.





También me llamó la atención que la mayor parte de la autovía discurriera elevada, apoyada en pilastras sobre el suelo y no solo para salvar desniveles. No entiendo mucho de ingeniería, pero supongo que será porque el terreno es inestable.



Poco a poco, según nos aproximábamos a la costa, los colores comenzaron a cambiar y volvió a reinar el verde propio de la vegetación mediterránea. Me sorprendió que en esta época del año, ya a mediados de septiembre, el color fuese tan intenso.


Paramos a comer ya junto al mar, ya cerca de Cefalú, en un área de servicios, junto a la carretera, con restaurante y piscina, con unas vistas impresionantes de la costa, destacando una enorme roca que domina el horizonte en cuya base aparece el encantador caserío de Cefalú, dominado por su Duomo. Tomé un montón de fotos intentando captar lo que está viendo, algo imposible. Además, había una farola en medio, estorbando justamente en el peor sitio. Por más que lo intenté y me moví, fui incapaz de esquivarla
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De nuevo de camino, el paisaje seguía siendo precioso, con una luz imponente. Por primera vez desde que llegamos a Sicilia, el sol reinaba en un cielo casi completamente azul y notamos con fuerza el calor.
