viernes 6 de septiembre
MIDELT - GOULMINA - EL KHORBAT
El desayuno lo tomamos en la cafetería de los bajos del hotel. Abundante y bien servido. Incluido en el precio de la habitación.
Y nos subimos al coche con muchas ganas de carretera.


Y viajamos entre los infinitos pedregales de las estribaciones del Sur del Atlas. Algún pueblo solitario y mucha carretera. Piedras amontonadas y fósiles y vendedores de fósiles que salen de la nada ...




Hasta encontrar el fantástico Valle del Ziz.
Los primeros oasis. La larga mancha verde que serpentea hasta encontrar las arenas del desierto. Las primeras kasbas. El rio Ziz con poca agua y mucho polvo. Esperando sin saber las inmediatas lluvias.



Los alrededores de Er Rachidia muy densos, muy poblados. Pasamos de largo buscando la paz del vacío.
Hacia el Este, hacia la pureza de la plana solitaria y pedregosa que nos lleva hasta
GOULMINA -
El enclave solitario, lejos de las rutas turísticas con un ambiente muy rural y auténtico.
Sabemos que hay aquí un antiguo ksar que se encuentra en fase de restauración. Pero no lo vamos a visitar porque preferimos guardar energías para la visita de la tarde.
Así que nos limitamos a dar un paseo por las calles más céntricas y buscar un sitio para comer. En uno de los locales populares un buen plato de pollo con patatas. En la terraza, junto a la calle, viendo el ir y venir de la gente que nos saludan tímidamente. Buenos momentos en Goulmina.


El canto del moacid llamando a la plegaria del viernes deja las calles vacías. Tan solo las cabras del gran rebaño corren libres por las calles de Goulmina.
Seguimos viaje hacia el Sur. Ya nos quedan pocos kilómetros. El paisaje se ha vuelto más llano y ya nos roden tímidas palmeras. Su aspecto con hojas muy resecas contrasta misteriosamente con las enormes charcas de agua que las rodean. Tardamos unas horas en comprender que estábamos bajo una importante borrasca que nos iba a ofrecer unos inesperados paisajes en el Sur de Marruecos.
Pasamos Tinejdad que nos parece muy renovada, más grande, más llena.
Y tomando el desvío a la izquierda, circulando un corto tramo entre palmeras llegamos fácilmente al objetivo.
EL KHORBAT -
El ksar milenario cuidadosamente restaurado donde los visitantes podemos alojarnos junto a los habitantes autóctonos compartiendo en armonía el mágico espacio. Una muy enriquecedora experiencia.
A primera hora de la tarde entramos con nuestro coche por las estrechas y laberínticas calles del ksar. Un niño del pueblo nos ayuda a encontrar la pequeña puerta de la que va a ser nuesra casa por una noche.



GITE EL KHORBAT - ( 1 noche ).
La aventura de vivir dentro de un castillo de arena. El chico de recepción nos recibe con una amabilidad nada intrusiva y nos ofrece el típico te con frutos secos.
La habitación en el primer piso nos parece preciosa. Está bien amueblada conservando la esencia de la vieja arquitectura.


Y tan solo salir por la pequeña puerta, justo al lado, entramos por otra pequeña puerta para visitar
EL MUSEO DEL OASIS -
Otra parte del ksar también restaurada y destinada a exponer una buena colección de objetos que nos cuentan muy bien las costumbres de los pueblos bereberes del oasis.
Antigüedades, objetos cotidianos, colecciones de fotos, mapas y piezas de arte. Olor de polvo y de historia.



En la entrada un grupo de sonrientes mujeres del ksar, bordan los coloridos pañuelos con símbolos bereberes que nos vamos a llevar de recuerdo.
Y subiendo por las estrechas escaleras, llegamos a las terrazas de barro con vistas al oasis. Un buen rato entre auténtica arquitectura de adobe y rodeados por las palmeras del oasis. A lo lejos, negros nubarrones y rumor de truenos de la tormenta que baja del Atlas.



Las calles interiores del ksar. Un laberinto de luces y sombras. Misteriosas calles-agujeros que cruzan el pueblo de uno a otro exremo.

Salimos fuera del laberinto para andar por las calles que rodean el ksar y contemplar de cerca la vida de las gentes de El Khorbat.


Los hombres salen de la Mezquita. Las mujeres caminan envueltas en múltiples pañuelos y los niños juegan y nos sonríen. Tímidos saludos y una maravilla constatar que nadie, ni siquiera los niños, nadie nos pide nada. Las gentes de El Khorbat parecen felices .... - Inch Allah -



Las fachadas de algunas casas restauradas lucen en sus paredes de barro los desconocidos signos del lenguaje bereber o amazig que estamos aprendiendo a conocer.


Todas las calles largas y estrechas terminan junto a las palmeras que rodean el ksar. Y para allá nos vamos con la idea de pasear por el palmeral y las huertas. Pero nuestro paseo no va a ser muy largo porque de pronto empiezan a caer grandes gotas de agua sobre el pueblo de barro.

Así que acabamos el día en el rústico comedor frente a una deliciosa y abundante tajine de pollo.
Durante la noche, desde la especial y silenciosa habitación, escuchamos caer la lluvia sobre El Khorbat.