El despertador está sonando a las 4:30 de la mañana y yo, sigo durmiendo cuál marmota, que sueño¡ , me costó dormirme ya que no tenía sueño cuando me fui a cama, me levanto de buen humor como siempre , pero es gracias a Dani que enciende todas las luces y me dice que es hora, perezosa me visto medio dormida ( me pongo la camiseta del revés ).
A las 4:50 nos reunirnos con Flori en el restaurante del hotel , cogemos algo para llevar para desayunar ( pan tipo focaccia y huevos cocidos), y a las 5:00 salimos de noche del alojamiento rumbo al ferry.
Unos 20 minutos después el cielo empieza a esbozar los primeros destellos del amanecer y, entre las montañas nevadas, se deje entrever la luna , una estampa casi magina. Pena que estábamos tan dormidos que nadie se dignó a inmortalizar ese momento perfecto , que nos quedara grabado en la retina.
Esta vez, El guía nos conduce por la carretera de montaña hasta Shkodër como si de autopista se tratase: hace este tramo rapidísimo, la carretera está sin tráfico y en perfecto estado. Llegamos a la ciudad sin contratiempos ( esta tiene cero encanto, no le dedicamos tiempo) , y a las afueras hacemos una breve parada para que los chicos disfruten de su café de rigor y continuamos .
Empezamos por una carretera en pésimas condiciones, la que conecta con el ferry de Shkodër a Koman. Se trata de una vía de montaña, fruto de la época de las presas, que lleva años sin mantenimiento. El resultado: tramos pavimentados intercalados con segmentos de tierra, baches por aquí y por allá… imposible recorrerla con un coche de alquiler sin acabar con algún rastrillo en el bolsillo e incumpliendo política de no conducir en rutas no pavimentadas . En ese trecho, nuestro guía se luce haciendo maniobras casi acrobáticas: adelanta a varios coches y sortea los baches como si nada.
Todo el trayecto desde Theth lo hacemos en tiempo récord. Tras tres horas de conducción –30 minutos antes de lo que recomendaba Google Maps– llegamos a un túnel de un solo carril. El guía entra a toda velocidad, y justo al salir se halla con la entrada del ferry, un espacio tan reducido que apenas caben coches.
El ferry del Lago Koman estaba programado para zarpar a las 8:30, pero ojo, que no sale todos los días de la semana ( y no siempre es puntual, así que ir con tiempo). En esta época de abril nuestra experiencia se trata del ferry que transporta coches y pasajeros –su operación depende bastante de la temporada y de las condiciones del lago–. En nuestro caso subimos a bordo con el coche.
En abril, cuando el agua todavía no alcanza su nivel máximo, los horarios se reducen, y de hecho, nos contaron que el día anterior no llegó a salir. el servicio se condiciona al nivel del lago: si el agua está demasiado baja, el ferry simplemente no opera ese día. Además, en temporada baja la frecuencia es muy limitada, lo que significa que, a veces, solo se dispone de un único servicio programado que recoge tanto vehículos como pasajeros.
El precio del billete, lo gestiono íntegramente el guía, así que lo desconocemos.
Nuestra primera gran experiencia del tercer dia fue el cruce del Lago Koman en ferry, aunque salió con 30 minutos de retraso. A pesar de ello, la travesía, que dura aproximadamente tres horas, es considerada uno de los trayectos en barco más espectaculares de los Balcanes. El lago serpentea entre montañas escarpadas y acantilados, ofreciendo vistas impresionantes que recuerdan a los fiordos noruegos.
El ferry hace una parada estratégica en mitad del fiordo para recoger un camión, antes de continuar hasta su destino. Salimos oficialmente a las 9:00 de la mañana y, a pesar del retraso, la buena fortuna estuvo de nuestro lado: el día estaba despejado, con sol, haciendo que toda la travesía resultara increíblemente agradable. Yo me pasé el viaje grabando timelapses y charlando con Dani, aprovechando cada minuto de esa experiencia inolvidable. Me encantó la experiencia y la recomiendo totalmente.
El ferry hace su última parada en Fierze Ferry Terminal. Tras desembarcar, cogimos el coche y nos pusimos en ruta hacia Valbona por una carretera sorprendentemente en buen estado, considerando la zona.


En el camino, hicimos una parada obligatoria: nuestro guía nos instó a detenernos, contándonos que el agua cambia de un verde intenso a un azul precioso y transparente, todo gracias a las piedras blancas que adornan el fondo. Nos comentó que hay gente que se lanza en puenting desde el puente donde hicimos la parada, pero yo observé una ruta que, con el canyon que se vislumbraba, podría convertirse en un espectacular sitio para el barranquismo, aunque por ahora es solo mi idea y nadie la ha explotado.

El trayecto hasta Valbona duró alrededor de una hora Al llegar, Valbona nos sorprendió por ser mucho más desarrollada que Theth. La carretera principal, perfectamente asfaltada, recorre el pueblo en un recorrido que permite descubrir alojamientos dispuestos de manera que ofrecen más privacidad. No es un pueblo, ya que no existen ni viviendas, ni tiendas , ni bancos, sino una zona en pleno desarrollo inmobiliario turístico , donde los hoteles y restaurantes son los protagonistas y, curiosamente, solo aceptan efectivo.
El alojamiento elegido por el tour fue el Jezerca Guesthouse. Se trata de una hilera de cabañas acogedoras, cada una con su propia terraza y con vistas impresionantes a las majestuosas montañas con sus cimas nevadas. El entorno invita a relajarse.

El alojamiento cumplía perfectamente con lo que necesitábamos (se estrenó en 2024 y eso se nota ). Las cabañas, de unos 15-20 metros cuadrados, estaban bien aprovechadas: en la nuestra había una cama de matrimonio y otra individual (a estas alturas, ya habíamos asumido que las camas separadas no existen en Albania), un armario funcional, escritorio y un baño moderno. Los colchones eran cómodos, el baño tenía secador de pelo y nos dejaron gel de ducha. Nada lujoso, pero justo lo necesario para sentirse a gusto y descansar bien tras un día activo.
Sin darnos cuenta, la mañana se nos había pasado volando, así que decidimos preguntar al guía dónde podíamos comer algo. Nos sugirió dos opciones: quedarnos en el restaurante del propio hotel o probar el del alojamiento de al lado, llamado Breezy ( el sitio con más variedad de la zona ) . Como en el nuestro no vimos ni un alma comiendo, nos decantamos por el plan B.
En Breezy, la carta es amplia para la zona. Dani pidió pasta y yo opté por una trucha a la plancha, que es una de las especialidades de la zona (bastante decente, por cierto). Nos animamos yo pedí un vino y Dani se estrenó con su primera cerveza del viaje. El lugar es moderno, se nota recién reformado. Eso sí, sorpresa al pagar: solo aceptaban efectivo, algo que nos enteramos justo en el momento de sacar la cartera.
La cuenta final fue de 25 euros por todo, unos 13 por persona. Nos pareció un precio más que razonable, incluso algo más barato que lo que pagaríamos por una comida similar en España.
Después de comer, volvemos al alojamiento para descansar un poco. El madrugón nos ha dejado a todos para el arrastre. Dani se tumba en la cama mientras yo aprovecho para escribir un rato. De repente, miro el reloj: son las 15:30. Le digo: “Dani, es hora de ponerse en marcha, ¡vámonos!”. El pobre aún medio dormido y completamente desubicado.
Nuestro guía nos recomienda una visita cercana: un antiguo molino llamado Mulliri, que está a solo 10 minutos andando. Vamos, echamos un vistazo y volvemos rápido. Entonces, le comento a Dani que debería elegir una de sus rutas estrella. Al principio barajamos la opción de ir a la cascada, pero acabamos descartándola por falta de tiempo. Al día siguiente, el guía nos explica que normalmente ese tramo lo hacen alquilando un 4x4, ya que es el punto donde empieza la ruta hacia Theth y hay que vadear un río. La cascada queda a la izquierda y a la derecha se encuentra el sendero que conecta ambos pueblos.
Finalmente, Dani elige una ruta bastante popular en Wikiloc: la ruta circular de Valbona. Subimos hasta lo alto siguiendo el trazado, pero en vez de bajar por donde indicaba el mapa, decidimos improvisar. Vi un caminito que pasaba junto a unas casa con vistas increíbles al valle, así que tiramos por ahí, campo a través y hacía intrusión en propiedad privada . Desde ese punto hicimos unas fotos espectaculares, de esas que justifican el habernos colado.
A partir de ahí nos metemos entre bosque y terrenos privados, hasta enlazar con otro sendero de trekking que descendía por la ladera de la montaña. ( el cual estaba marcado en las rocas, pero no aparecía en la app), Esta zona estaba completamente despejada y las vistas eran de infarto.
En total, la ruta nos salió de 7,92 km, con un desnivel de 227 metros y un tiempo total de 2 horas y 36 minutos. La altura máxima que alcanzamos fue de 1.100 metros. Una ruta improvisada, pero totalmente acertada, además super recomendable.


Tras terminar la ruta, regresamos al alojamiento deseando una buena ducha, y esta vez sí: ¡salía agua hirviendo! Qué gustazo. Yo estaba algo destemplada, seguramente por la falta de sueño acumulada, así que esa ducha caliente fue gloria bendita.
Salimos a cenar al mismo sitio donde habíamos comido al mediodía, ya que la experiencia nos había dejado buen sabor de boca. Dani se pidió una ensalada y yo me decanté por una pasta boloñesa. La cena nos salió por 12 euros, pero dejamos 15. ¿La razón? Nos habían dicho que no había postre, pero al parecer habían preparado uno para un grupo. Le puse un poco de carita al camarero y le dije que si le sobraba alguno, que lo pagábamos encantados. Aunque al principio nos dijo que no, acabó trayéndonos un trocito… ¡y encima no quiso cobrárnoslo! Así que la propina fue totalmente merecida, y Dani pudo quitarse esa gula dulce que arrastraba.
Después de eso, nos asomamos a ver el cielo ( suponemos que había nubes porque no se veía ni una sola estrella) : nos fuimos directos a la cama. Serían las 21:00 y estábamos completamente destrozados.