Hoy es miércoles. Me despierto en el Beratino Hotel, disfrutando de la vista del casco antiguo y el río Osum desde mi habitación ,Dormí… regular, aunque si soy sincera, la calidad del sueño está siendo bastante buena en general. No lo había mencionado, pero las camas en Albania me están sorprendiendo: firmes, cómodas, muy en mi línea. A las 7:30 abrí los ojos. Lo primero que hice, como buena turista quejica con alma de oficinista, fue redactar el correo de reclamación a Ryanair —ese pendiente que me perseguía—. Ducha rápida, cambio de ropa y a las 8:30 estaba ya desayunando en la terraza del hotel, con vistas al puente de Ura e Varur y a uno de los barrios más pintorescos de Beratel Gorica.
El desayuno fue… peculiar. Empezamos por un zumo bastante fake, de esos más colorante que fruta, y luego los típicos huevos revueltos que te sirven con tomate, pepinillo y queso. Pan, por supuesto, unos pancakes fritos con forma de buñuelo, conocidos como petulla, que son un desayuno tradicional en Albania.
Tras el desayuno, dejé todo listo en el coche, que estaba a dos minutos del hotel. En teoría, el hotel aceptaba Amex (como constaba en la reserva de Booking), pero a la hora de pagar… sorpresa: no la aceptaban. Cosas de la vida. Pagado con otra tarjeta, sin más dramas.
Tenía reservado un free tour con GuruWalk a las 9:45, pero anoche a eso de las 23:30 me escribieron diciendo que habría un cambio de guía, y que me avisarían del punto y hora. Esta mañana ya tenía todo claro: empezábamos a las 9:30 en la plaza frente a la catedral de San Demetrio. Allí conocí al resto del grupo: una familia vasca muy maja, padres e hijos ya adultos. Cinco en total, contando conmigo , así que grupo íntimo, como me gusta.
Berat se divide en tres zonas principales:
• Gorica, el barrio al otro lado del río, más humilde, con casitas encantadoras y calles empedradas.
• Mangalem, el barrio que se extiende a los pies del castillo, con fachadas blancas y ventanas infinitas.
• Kalaja, la zona del castillo, que es casi una ciudad en sí misma, con casas, iglesias y calles serpenteantes. Si planeas alojarte allí, ojo con las cuestas.
El guía, simpático pero no historiador ni apasionado(eso se notaba), nos contó cosillas básicas sobre Berat. Uno de los primeros sitios a los que fuimos fue el imponente Hotel Colombo, ( hotel 5 estrellas , antiguamente antes del hotel , habia en su lugar un hospital de maternidad , todo berates habia nacido allí ) el hotel es un edificio que se ve desde cualquier rincón de la ciudad y que representa un estilo arquitectónico imponente ( que hace pensar que es un organismo público). Tipo capitolio.
Aunque era un free tour como éramos pocos, decidieron subirnos en coche hasta el castillo y luego bajarnos , evitando la cuesta interminable.
Una vez arriba, comenzó a contarnos algunas cosas y, nos regaló una historia preciosa: la leyenda fundacional de Berat.una historia mítica que explica el origen geográfico y simbólico de la ciudad a través de una narrativa trágica de amor y celos entre hermanos.
La leyenda del Castillo de Berat
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que existiera la ciudad de Berat, vivían tres hermanos poderosos que eran gigantes. Vivían en lo alto de las montañas y compartían la misma tierra. Un día, todos se enamoraron de la misma mujer, una joven de belleza deslumbrante y alma pura. Su nombre era Tomorica (según algunas versiones), pero en otras versiones más simbólicas, la llaman Kalaja —que en albanés significa “castillo”— pues de ella surgiría el espíritu que dio nombre a la fortaleza.
Los hermanos, consumidos por los celos y el deseo, comenzaron a pelear entre sí por su amor. Las montañas temblaban con sus pasos, el cielo se oscurecía con sus gritos. Finalmente, los tres se enfrentaron en una lucha terrible que terminó en tragedia: murieron los tres hermanos.
La joven, al ver que su amor había causado la muerte de los tres, lloró desconsoladamente. Sus lágrimas brotaron sin cesar y formaron el río Osum, que atraviesa hoy la ciudad de Berat. Abrumada por el dolor, la joven se arrojó desde lo alto de la colina, y en el lugar donde cayó, se alzó el castillo, como símbolo eterno de su lamento y su pureza.
Desde entonces:
• Las dos montañas que flanquean Berat representan a dos de los hermanos, petrificados por la eternidad (algunos identifican una con el Monte Tomorr, que también tiene su propia leyenda).
• El río Osum es la lágrima viva de la mujer.
• Y el Castillo de Berat, en lo alto de la colina, lleva el alma de la joven, vigía eterna de la ciudad.
Una vez visitamos todo el barrio del castillo , Bajamos en coche desde Kalaja hasta el barrio de gorica donde aparcaron el coche en el puente de gorica, paseamos por el barrio, cruzamos el puente y recorrimos un tramo de Mangalem. Luego visitamos la mezquita del Rey y el teqe Helveti, un centro sufí que me fascinó. Nunca había entrado a uno. Me recordó levemente a aquella clase de meditación que tomé con el maestro indio en el retiro del año pasado. Vibras espirituales everywhere.
El tour terminó sobre las 12:05. Como habían tenido el detalle de subirnos en coche al castillo, le di al guía 14 euros en lugar de los 10 que pensaba. El calor ya apretaba (20 grados a las 9:30 de la mañana), así que lo agradecí muchísimo.


Después me tomé una Coca-Cola fría y me puse en marcha. Antes de salir, pasé por una tiendecita de artesanía llamada unique art (recomendada ) , donde compré un par de imanes hechos a mano en madera pintada. Preciosos. Ya veré si me los quedo o si alguno termina siendo regalo.

En ruta hacia Gjirokastër, son unas 3 horitas de coche, hago una parada en el Hotel Uji i Ftohtë, un sitio que me había recomendado Flori. Está al borde de una cascada, con vistas de infarto, un restaurante moderno y una terraza ideal para tomar algo. Me pedí otra Coca-Cola, trabajé una horita (la vida del nómada digital improvisado) y luego seguí camino.

A eso de las 17:00 llegué al Boutique Hotel Musée, una preciosa casa otomana restaurada con vistas al casco antiguo, en Gjirokastër. Una boutique con mucho encanto, con un aire un tanto árabe en la entrada, precioso como no podía ser de otra manera .
Mi habitación es un ático con dos camas (la única disponible), techos de madera y un sofá enorme. Me tumbo un rato, vacío un poco la maleta y hojeo lo que tengo previsto para el día siguiente. El hambre aprieta, así que decido bajar al centro a buscar algo de comer. Pregunto en recepción por recomendaciones y, entre los sitios que me mencionan, aparece uno que ya tenía en mi lista: todo va encajando.
Salgo andando, son como las 18:30 y el paseo hacia el centro es una delicia. Gjirokastër es puro encanto: todo parece artesanal, hay un montón de puestecitos que te atrapan aunque solo quieras mirar. Antes de llegar a mi destino —que estaba apenas a 10 minutos del hotel— me detengo en puestecitos y compro algún detalle, mi destino es el restaurante en Odaja, un restaurante tradicional, sencillo, con carta corta y precios muy razonables: los platos van de 3 a 10 €.
Me pido dos cosas: las rice balls, un plato típico de Gjirokastër, y de nuevo el imam bayildi, esa berenjena rellena que ya va camino de convertirse en mi obsesión del viaje. El sitio es pequeño, acogedor, con solo unas pocas mesas y una mini terraza donde decido sentarme, mientras va cayendo la noche.

Después de cenar, descanso un rato allí mismo, escribo un poco en mis diarios, y como ya es costumbre: pago en efectivo. 1.000 leke 10 euros ( lo curioso no tiene cambio en su moneda local y me devuelven euros ) Luego decido subir caminando hasta el castillo, más por curiosidad que por otra cosa. Al llegar descubro que el horario de visita es solo de 9:00 a 16:00, y cuesta 400 leke (unos 4 €). Nada que hacer por ahora, así que bajo tranquilamente y me pierdo entre los puestecitos de alrededor.

Algunos tienen artesanías preciosas, sobre todo uno con piezas en madera de olivo tratada que me llama muchísimo la atención. Los precios, eso sí, son bastante “España”: entre 50 y 60 € la pieza. Otros puestos son un viaje al pasado, como si bucearas en el cajón de los tesoros de la abuela: cosas que en España ya nadie quiere, pero aquí tienen un aire vintage encantador.
La ciudad tiene un aire tranquilo y auténtico, muy de paseo sin prisa. Vuelvo al hotel sobre las 20:00, y al revisar mis planes me doy cuenta de que mañana no tenía reservado ningún tour. Así que contacto a un chico para ver si puedo hacer una visita guiada por la tarde. Aún no sé si llegaré a visitar el castillo (mi plan principal es hacer la caminata hasta la cascada), pero al menos me gustaría que alguien me contara un poco de historia local.
Cierro el día editando mis guías, trabajando un rato y preparándome para dormir. Mañana será otro día