Hoy hemos empezado el día sin prisa, pero como aquí no estilan persianas es difícil dormir más allá de las ocho. Al ser festivo está todo cerrado y hemos tenido que maldesayunar en el alojamiento antes de salir.
Hoy vamos recorriendo la Riviera de Makarska hasta el pueblo de Makarska. Nada más salir de Split se coge una carretera nacional que va bordeando la costa. El paisaje es chulísimo. Los Alpes Dináricos a la izquierda, que hacen de muralla con Bosnia, y a la derecha el Adriático con la isla de Brač, al fondo la de Hvar y pequeños islotes salteados. Un paisaje muy auténtico.
La primera parada ha sido Omiš. Aquí hemos encontrado una panadería abierta y hemos visto el cielo. Hemos comprado para desayunar y comer por si acaso. Omiš se encuentra en la desembocadura de un cañón bajo la montaña. Aquí hemos hecho una ruta hasta una fortaleza que se llama Fortica, también conocida como Mirabela. Ha sido una rutilla pequeña pero peleona. Tres kilómetros y medio con trescientos cincuenta metros de desnivel. Hemos desayunado en el aparcamiento y con Cosita a la espalda hemos empezado a subir por una pinada en sombra. Al kilómetro se llega a la cima donde se encuentra la fortaleza. Las vistas son preciosas. La costa, las islas, los Alpes, el cañón abajo... y la fortaleza se puede visitar libremente y recorrer sin restricciones. Menos mal que hemos hecho la subida por la pinada porque el sol cae con ganas y el cogote y las orejas las llevo ya resentidas de ayer. Después de marear por la fortaleza y echar fotos, hemos ido bajando por el camino más expuesto al sol, que baja más progresivamente. En Croacia hoy es festivo y muchos locales aprovechan para subir. Muchas suben con los críos, que con el sol que cae más de un crío va subiendo a hombros del respectivo padre entregado.
La ruta termina en el propio pueblo de Omiš. Pueblito medieval con su calle adoquinada y paredes de piedra tipo Mallorca, con el puerto al final en la desembocadura del cañón.
Con la ruta terminada hemos seguido recorriendo la carretera de la Riviera. Se va pasando por pueblecitos con vistas a las montañas y a la costa con calitas, mientras paras en los miradores que te gusten. La carretera es un gusto recorrerla. A la hora de comer hemos parado en un pueblo que se llama Baška Voda. Nos hemos comido una pizza y unos espaguetis en el paseo marítimo por bastante buen precio. En Baška Voda hay una vista que es de postal. Una estatua de un monje con la playa detrás, el pueblo y detrás el macizo de los Alpes descomunal. Parece que estemos en Suiza si no fuera porque a la espalda tenemos el mar. No me imaginaba yo montañas tan altas.
De Baška Voda hemos ido al Parque Natural de Biokovo. Este parque corresponde a las montañas que hemos ido viendo durante toda la carretera. Desde Makarska se sube al parque hacia un mirador que han construido, que se llama Biokovo Skywalk. El acceso al parque natural solo se puede hacer por una carretera y tienes que pagar diez euros sí o sí, dejando un máximo de veinticuatro coches a la hora. Me parece caro, pero una vez arriba merece mucho la pena. Se parte del nivel del mar para ir subiendo poco a poco por bosque hasta los mil quinientos metros, donde está el mirador. La pena es que el año pasado parte del bosque por el que se pasa se quemó en un incendio gordísimo y la zona quemada es bastante penosa.
Una vez pasada la zona quemada se sube por paisaje de matorral con unas vistas brutales. La carretera es serpenteante y hay tramos en los que es imposible coincidir dos coches, de ahí que regulen la subida y bajada. En la parte más alta se encuentra el famoso mirador. Una pasarela de cristal sobre un acantilado que cae mil quinientos metros hacia abajo. Además del mirador hay un sinfín de rutas de senderismo y un bar de montaña donde nos hemos tomado una cerveza. Cara, pero con las vistas y el ambiente sabe lo que vale. Venía creyendo que nos comeríamos buena turistada y para nada, merece bastante la pena. Me hubiera gustado incluso hacer alguna ruta larga por la zona, pero aquí Belén ya me pone el límite.
Hemos bajado del parque para las cinco y hemos ido al pueblo de Makarska. Aquí tenemos el alojamiento, un apartamento con una dueña encantadora. Hemos dejado las cosas y nos hemos bajado al pueblo. Pueblito típico con vistas. Tiene un paseo chulo que va bordeando una mini península con un punto para ver el atardecer muy bueno. De vuelta del paseo nos encontramos todo cerrado menos los restaurantes caros, así que menos mal que esta mañana compramos para cenar. Ya de noche, vuelta al apartamento y cena regulera. Con los precios que hay aquí, si uno va todos los días de restaurante, se deja en tres semanas cinco mil euros.
Mañana, último día en Croacia. Dubrovnik.