Habíamos comentado a lo largo de la semana, tras el fiasco de no haber podido ir a la playa en la escala de Playa de Mallorca, que podríamos hacer un segundo intento en Capri y por tal motivo recortamos tiempo en la visita previa y así tener margen para darnos un pequeño remojón en pleno Mediterráneo.
La playa más próximo al punto de atraque de los ferries es la propia de Marina grande, a la izquierda del puesto de venta de los billetes del teleférico y que se extiende un trecho hasta la escollera. Antes de acceder a la misma pasamos por los baños situados frente a la citada taquilla, nos ponemos los bañadores y nos dirigimos a la “playa”. Detalle importante es que estos baños son más bien urinarios, al menos los masculinos, por lo que le pedimos al personal que por allí atendía que nos dejaran usar el de minusválidos, cerrado, para poder cambiarnos con algo de intimidad.
Unos minutos después llegamos a la denominada “playa”. Y cuando entrecomillo lo de playa es que para que nadie se lleve a engaño porque aquello es una superficie de pedruscos que llega hasta donde alcanza la vista. Vamos, que de arena, lo justito. Por tanto, el caminar descalzo por allí es como discurrir por el típico pediluvio de Santiago que ofrecen los balnearios y spas de nuestra piel de toro.
[align=center]PLAYA DE MARINA GRANDE EN LA ISLA DE CAPRI
La playa más próximo al punto de atraque de los ferries es la propia de Marina grande, a la izquierda del puesto de venta de los billetes del teleférico y que se extiende un trecho hasta la escollera. Antes de acceder a la misma pasamos por los baños situados frente a la citada taquilla, nos ponemos los bañadores y nos dirigimos a la “playa”. Detalle importante es que estos baños son más bien urinarios, al menos los masculinos, por lo que le pedimos al personal que por allí atendía que nos dejaran usar el de minusválidos, cerrado, para poder cambiarnos con algo de intimidad.
Unos minutos después llegamos a la denominada “playa”. Y cuando entrecomillo lo de playa es que para que nadie se lleve a engaño porque aquello es una superficie de pedruscos que llega hasta donde alcanza la vista. Vamos, que de arena, lo justito. Por tanto, el caminar descalzo por allí es como discurrir por el típico pediluvio de Santiago que ofrecen los balnearios y spas de nuestra piel de toro.

El pediluvio de Santiago, también conocido como circuito de pediluvio de rociación o camino de cantos rodados, es un tratamiento termal enfocado en mejorar la circulación sanguínea de las piernas y pies, además de proporcionar relajación y alivio de la pesadez. Se realiza caminando sobre cantos rodados mientras se reciben chorros de agua a diferentes temperaturas, típicamente entre 32º y 36º, con contraste de agua fría. Este tratamiento es beneficioso para prevenir varices y arañas vasculares, reducir el dolor y mejorar la sensación general de bienestar.
Buscamos un lugar donde dejar los pertrechos, extendemos las toallas azules de Royal Caribbean y nos aprestamos a tomar al sol. Hay poca gente por los alrededores y se está tranquilo. Por turnos nos adentramos en las frías aguas haciendo un poder ya que los guijarros se clavan como cuchillas en el calcáneo, prosiguiendo por los metatarsos y llegando a las falanges. Al llegar a la arenilla pedregosa donde comienza el mar propiamente dicho nos encontramos con que el desnivel es más propio de la fosa de las Marianas que de una playa del Levante hispano cualquiera. Ello provoca que la aclimatación al líquido elemento sea instantánea porque de manera inmediata está uno sumergido de cuerpo entero. Con tal de no plantar los pies se nada y se renada y luego a secarse a la toalla pasando de nuevo por el suplicio de los pedrolos. Vamos, el tratamiento perfecto para mi todavía maltrecho tobillo….
Se agota nuestro tiempo en la isla por lo que recogemos los bártulos y nos acercamos al muelle a ponernos en la cola de acceso al ferry puesto que sospecho que el de esta hora va a estar concurrido en la medida en que el siguiente sale más de una hora después.

A la postre no hay mucha gente por lo que subimos al barco al resguardo de la sombra y el aire acondicionado. Parte la embarcación y nos despedimos de Capri evocando unas palabras del ya citado Pablo Neruda: “Capri, reina de roca, en tu vestido de color amaranto y azucena viví desarrollando la dicha y el dolor, la viña llena de radiantes racimos que conquisté en la tierra”..
El trayecto es igual de movidito pero llegamos en hora al Mollo Beverello pasadas las 14:30. Desde allí salimos disparados hacia el barco pasando de nuevo por la terminal que tiene aún muchas tiendas abiertas y que puede ser un buen recurso para adquirir recuerdos de última hora. Teniendo en cuenta que el Windjammer cierra a las 15:00 llegamos unos diez minutos antes y la chica del “washy, washy” pone cara de circunstancias. “C´est la vie… las cosas son así”, que cantaban las Azúcar Moreno. ¡Que amplíen el horario del bufé a mediodía…..! Ya a estas alturas ya no paso una…
No tenemos problema hoy tampoco para coger una mesa grande y en esos diez minutos hasta las 15:00 arramblamos de todo sin mirar demasiado lo que hoy echan de comer, so pena de que no podamos dar otro viaje y ya hayan retirado la comida. Llena de platos la mesa procedemos a calmar esa tirante sensación en el estómago de que no le hemos echado nada al cuerpo desde el desayuno.
A nuestro lado hay una mesa con una familia proveniente del Indostán, por las trazas. Los padres y los dos niños nos ganan en el número de platos que tienen distribuidos por toda la mesa y andan por allí haciendo sobremesa. He coincidido brevemente con la madre en la zona de hamburguesas y perritos y parecía no tener las cosas claras. Ya sentada la observo manipulando el bollo superior de la hamburguesa, hace un mohín y la deja tal cual en el plato. El padre, con la mirada ausente y un plato lleno de fingers de pollo delante, coge un trozo, lo mastica y lo deja. Los chavales se limitan a tomar un bocado y ahí que se queda el resto. Llegados a un punto se levantan y se van. No damos crédito a tamaño desperdicio de comida...

Se acerca un camarero y empieza a recoger esa mesa. Comentamos que les tendrían que obligar a dejar el plato limpio por ser tan ansias de coger tanta comida y luego no consumirla. El camarero, que es hispanohablante, asiente en silencio y pone cara de circunstancias. Lo que verá esta gente a lo largo de las semanas....
Finalizada la comida, mi acompañante me comunica que se va echar una pequeña siesta porque hoy vamos a trasnochar. Yo opto por seguir con mi documentación gráfica del barco y pasar por el gimnasio a hacer unas series.
Cumplimentadas ambas actividades nos ponemos el bañador y hacemos la ronda diaria de la molicie: tumbona, piscina, helados, jacuzzi y toboganes de agua. Antes de recogernos pasamos por el mini golf. El Allure Dunes o campo de minigolf del crucero cumple su función correctamente para echar un rato entretenido. Los pares de los hoyos son bastante optimistas y se conjugan sencillez con cierta dificultad por las caídas de las que se les ha dotado a ciertas zonas. Con todo, pasamos un rato divertido y competido.

En el interim el barco ha levado anclas de Nápoles y sin prisa pero sin pausa vamos regresando a casa. ¡Qué rápida se está pasando la semana!...
Hoy toca vestirse de bonito de nuevo por lo que volvemos a la cabina a emperifollarse lo justo y necesario. Mientras mi acompañante ocupa el baño le propongo que voy a bajar al Boardwalk, al bar deportivo Playmakers, dado que esta tarde se celebran las semifinales de la Final Four de la Euroliga de baloncesto y por la hora que es deben estar por el último cuarto del primer partido y lo mismo en las pantallas están echando el encuentro. Allí que voy sin ninguna esperanza pero, sorprendentemente, sí aparece el partido retransmitido por lo que me cojo un asiento, una bebida saborizada del puesto de perritos y me pongo a ver el partido. Allí no hay ni el tato y los camareros me miran raro por ser el único en todo el barco interesado en el tema. A falta de un minuto para la finalización del partido la imagen se congela, se pixela y aquello no avanza. Le doy margen pero la cosa no mejora y ya el partido habrá acabado. Bueno, esos cuatro minutos que me he echado al coleto…. A ver si puedo volver a la segunda semifinal un rato más tarde y hay suerte.
Como esta tarde-noche tampoco hay actuación en el teatro (y van...) propongo a mi acompañante acercarnos a participar al concurso Rock the Room que tendrá lugar antes de la cena en el Boleros. En este concurso participé con mi mujer hace cuatro años en el Harmony of the seas y la verdad es que no se nos dio mal (tampoco ganamos) y me apetecía repetir y que mi acompañante lo viviera.
El Rock the room consiste en acertar preguntas de canciones de todas las épocas unido con pruebas de otra índole y recuerdo que fue bastante divertido. Viene descrito tal que así: Si las Sillas Musicales, Adivina la Melodía y Trivia Musical tuvieran un bebé , ¡sería este! Quizás conozca la música, pero ¿sabe las respuestas y es lo suficientemente rápido(a) para ganar? ¡Únase a nosotros esta noche!

Nos aposentamos en el Boleros, el lugar de ambiente latino en la Royal Promenade. Comienza el concurso y compruebo que las reglas son algo diferentes a las de la otra vez. En aquella ocasión participaba toda la audiencia pero esta vez por agilizar la presentadora solicita 3 parejas. No nos da tiempo ni a hacer ademán porque de inmediato saltan a la arena más las necesarias. Como medida salomónica la presentadora sentencia que sólo participarán las 3 primeras parejas y el resto también podremos aportar desde nuestros butacones.
A este respecto comento para quienes no vayan a consumir en cualquier bar a bordo que no les dé vergüenza sentarse en sus instalaciones porque el camarero de turno se acercará por si quieres algo, le dices que no y se marchará sin insistir.
Comienza el concurso y hay fases de adivinar canciones de diversas décadas, de bailar, de averiguar autores y alguna cosa más. Hay preguntas más sencillas que otras pero acertamos poca cosa y no resultamos agraciados con los llaveros de Royal que dan como premios. Bueno , hemos pasado un rato tranquilo y divertido.
Queda todavía un rato para cenar y nos vamos a pasear a Central Park. Anochece y ya funciona la iluminación artificial lo que crea un ambiente muy especial. En este momento hay una actuación de jazz con piano y trombón y nos paramos a escuchar la música en la penumbra. Es un auténtico deleite y pena de no disponer de más tiempo todos los días para sacar un rato y disfrutar de la música en directo en este marco tan atractivo. Lo recomiendo encarecidamente.

Mientras paseamos comprobamos que el código sugerido de vestimenta se sigue de manera subjetiva alternándose los vestidos de noche y los smokings con los pantalones vaqueros y las camisas de tirantes. En un momento dado coincidimos con las "burgalesas" que hoy van ataviadas de damas de honor de cualquier comedia romántica televisiva estadounidense que a uno se le pueda ocurrir. Para verlo....
De nuevo el barco se balancea y nos movemos mecidos por la colosal estructura del crucero. Cogemos el ascensor para acercarnos al comedor y coincidimos en el mismo con pasajeros muy trajeados. Vamos con mucha pachorra y algo de mareillo y miramos a la nada mientras se cierran las puertas. De repente uno de ellos nos pregunta en inglés que qué tal estamos o cómo lo estamos pasando, no me acuerdo porque estaba en mi mundo interior. Mi acompañante le responde que qué tal él y responde que trabajando. En ese momento salgo de mi letargo y me fijo en que el señor en cuestión va de uniforme blanco y lo lleva con sumo porte. Sonrisas de compromiso, silencio incómodo, llegamos a nuestro destino, damos las buenas noches y nos bajamos mientras ellos continúan. Es salir del ascensor y decir al unísono ¿no será el capitán del barco? ¡Madre mía, estos españoles empanaos!, habrán pensado. Falta absoluta de reflejos por nuestra parte porque habría sido una buena oportunidad para haber realizado una mínima interacción más. Llevamos todo el viaje coincidiendo y blasfemando con pasajeros sin criterio a la hora de moverse por el barco (empanados por el mundo, le llamo yo) y hoy nos ha tocado a nosotros.
He de decir que a la vuelta he buscado quién es el capitán del Allure, Mr.Tobias Oster (a partir del 1 de junio está al frente del crucero Mr. Shawn McDuff), y la foto no corresponde con la persona que vimos en el ascensor por lo que interpreto que sería uno de los oficiales.
De lo que sucedió en lo que resta de noche se lo contaré en la próxima y surrealista etapa.
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