Llegamos al teatro como unos veinticinco minutos antes del comienzo de la función y ya hay gente sentada esperando el comienzo. Buscamos una buena ubicación, cuarta fila y centrados, y aguardamos el comienzo.
[align=center]PANEL ANUNCIADOR DEL MUSICAL MAMMA MIA EN EL ALLURE OF THE SEAS

En los paneles del frente del escenario se nos informa de que habrá un intermedio de quince minutos y se nos muestra el elenco de actores de la obra. A la postre, como ya sucedió el año pasado, pudimos apreciar que las fotos de éstos fueron realizadas hace unos años ya. El tiempo pasa inexorable por todos nosotros….
La naviera publicita la obra tal que así:¡Mamma Mia! El Gran Musical. La alegre y divertida historia de la escritora Catherine Johnson se desarrolla en una paradisíaca isla griega. En vísperas de su boda, la búsqueda de la identidad de su padre por parte de una hija lleva a tres hombres del pasado de su madre de vuelta a la isla que visitaron por última vez hace 20 años. L a magia narrativa de las canciones atemporales de ABBA impulsa esta encantadora historia de amor, risas y amistad, donde cada noche todos se lo pasan en grande.
Poco a poco se llena el graderío pese a las horas intempestivas de la función, las 14:00, y la misma comienza. La trama es casi idéntica a la película de su mismo nombre y se sigue bastante bien el desarrollo de los acontecimientos si se ha visto el largometraje y se ha leído una sinopsis del argumento. Se pierden cosas, obviamente, si no se pilota el inglés pero se puede seguir el hilo y no se pierde la esencia. También hay que decir que en algunos puntos centrales de la función, de mucho hablar, alguna cabezada cayó porque, al fin y al cabo son las 15:00 de la tarde de un sábado y el cuerpo pide siesta.
Lo de las actuaciones musicales es otro tema. Servidor, que es de natural circunspecto, para según qué cosas es de lágrima fácil y contemplando los números con las canciones de ABBA se abre la espita de las emociones completamente. Vaya llorera en algunos puntos y vaya apertura de diques con “the winner takes it all”….

Los artistas se desempeñan muy bien y lo bordan tanto en el cante como en el baile haciendo guiños a otras canciones de ABBA. De hecho, he leído que hay pasajeros que han visto esta versión y la que se puede ver en el West End londinense y prefieren la del crucero por lo que la puesta en escena no desmerece en absoluto a la de un musical en tierra en una plaza tan afamada como la capital británica.
Aplaudimos a rabiar y ya con el bis es el acabose. Todos salimos con un muy buen sabor de boca y con ganas de asistir a otra función pero los horarios en los que se representa el musical son un tanto extraños y me temo que ya no será posible.
Son más de las 16:30 de la tarde y hay que ir pensando en echarle algo al cuerpo que llevamos sin comer unas pocas horas y eso no puede ser. Nos acercamos al Park Café para degustar otro de los manjares estrella de Royal Caribbean: el bocadillo Kummelweck.
El Royal Kummelweck consta de dos panecillos espolvoreados con semillas de centeno y alcaravea y cristales de sal. Su interior recoge finas lonchas de rosbif, generalmente poco hecho, cubiertas con su propio jugo y posibilidad de añadirles salsa de rábano picante o mostaza. Se utiliza específicamente lomo de res de Nueva York, que los chefs frotan con una mezcla exclusiva de especias, además de romero y tomillo. Posteriormente, la carne se cocina en hornos especiales de 12 a 14 horas a 121 °C antes de ser despiezada en las estaciones de corte y servida.

Además del sándwich hay alguna opción más como una estación de ensaladas u otro tipo de bocadillos, así como un par de postres. Las alternativas no son muchas pero donde hay hambre no hay pan duro. El sándwich está delicioso, los postres, los de toda la semana, y la ensalada a evitar de todas, todas (no he probado cosa más mala en toda la travesía).
Calmado el hambre nos pasamos por el camarote para cambiarnos y darnos los últimos chapuzones en la piscina y demás entornos acuáticos. Allí nos encontramos un nuevo miembro del zoo.

Toca aprovechar la última tarde y hacemos un “grandes éxitos” de la semana. Nos hacemos de unas limonadas y accedemos a un jacuzzi que sorprendentemente está vacío. Allí nos remojamos cuerpo y gaznate mientras escuchamos la música de fondo que anda por allí perpetrando un nuevo Dj, al que llamaremos Dj Anónimo 3 y al que, a la postre, sólo sufriremos ese rato.
Llegado un momento se acercan un padre y un niño y se introducen en el líquido elemento. Al contacto con el mismo el niño se transmuta en gremlin versión acuática y se piensa que está en una piscina poniéndose a nadar y bucear de lado a lado del jacuzzi por lo que, invariablemente, acaba impactando con nosotros una y otra vez. Miradas asesinas se dirigen al progenitor que adopta una postura inodora, incolora e insípida de no querer saber nada del entorno más cercano que le rodea. Por tanto, toca llevar a cabo acciones coercitivas de baja intensidad para contrarrestar las evoluciones del gizmo extraviado.
Así, a la que el infante viene hacia mí buceando, extiendo mi pierna, coloco el pie en escuadra y espero el impacto. Efectivamente, el choque es inevitable, el coscorrón, morrocotudo y el gremlin, sorprendido por el inesperado obstáculo, empieza a bracear aún sumergido y tragando todo el agua del mundo. Emerge al fin, tose con desesperación y capta la indirecta-directa de manera a continuación se acoge a los brazos del progenitor, que sigue en los mundos de Yupi, y de allí ya no se mueve lo que nos permite un rato de tranquilidad. ¡Estos chavales….!, que diría Torrente.

Transcurre la tarde sin más novedad y va a ser cuestión de ir pensando en volver al camarote para hacer las maletas, señal inequívoca de que mañana tendremos que dejar el crucero y finalizar las vacaciones. Nos inunda ya esa sensación de estar de más, de que estas últimas horas es un mero trámite y no se disfrutan igual.
Puesto que vamos a optar por bajar nosotros el equipaje, no hacemos caso de todas las etiquetas y demás información referente a que lo baje la tripulación. Por contra, si se prefiere esta segunda alternativa, habría que dejar las maletas en el pasillo por la noche con la etiqueta correspondiente y luego recogerlas en la terminal de Barcelona a la mañana siguiente a la hora asignada.
Medio terminada la maleta y cambiados para la cena damos un paseo por el exterior de la Promenade antes de dirigirnos al comedor para la última cena.

De lo que pasó en lo que resta de día será contado en la siguiente y chispeante etapa.[/align]