II
Bariloche es la ciudad más habitada de la provincia de Río Negro con 170.000 habitantes. Llego pasado el mediodía en un colectivo que luego seguirá para Chile. El día está claro, con nubes de montaña, el lago Nahuel Huapi está en movimiento, algo del viento patagónico está adherido a él, forma parte de su sentido. La ciudad está tranquila, se ven muchos estudiantes de Buenos Aires de viaje de egresados, pero no mucho más. Presumo los motivos: este invierno nevó poco, la crisis del país...es una ciudad preciosa que visito cuando puedo, hoy la vi solitaria y me gustó como siempre.
Después de almorzar y descansar un rato, me entero que este fin de semana se está desarrollando el Festival Internacional de Música de Bariloche, FIMBA, con un catálogo de artistas y repertorios variados de música popular, jazz, rock. Con entrada libre y gratuita, previa reserva vía QR, voy al Teatro La Baita un rato antes para disfrutar de la función de un cantante de tango contemporáneo y bastante fanfarrón, Ariel Ardit con su orquesta de pianista, contrabajista, violinista y bandoneonista. El teatro es hermoso, tiene buena iluminación, sonido excelente, butacas las de antes y un show para gente de tango, bolero y valses. Impecable la escucha aunque el tanguero era también un showman así que nos fuimos enterando de sus historias amorosas, de sus trabajos con las versiones de tango clásico, además invitaba al público a milonguear y así transcurrió 1 hora y 20, a puro tango con la tarde casi llegada a su fin al salir.
La céntrica calle Mitre está más animada ahora, los locales de ropa, las chocolaterías y las cervecerías arrancan con ímpetu el fin de semana. Hace frío, corre viento del oeste, hay autos por todos lados, estudiantes tomando cerveza en la calle, gente esperando el colectivo de regreso del trabajo, se intersecta el turismo de temporada media con los laburantes.
Voy a Manush, una cervecería con una pilsen riquísima, veo la luz del sur que insiste en quedarse más allá de las 8 de la noche, es tan extraña esta luz. Me acuerdo una vez que pasé Navidad en esta ciudad, eran las 11 PM y aún el cielo era celeste, casi como en la ciudad del Fin del Mundo.
Me gusta el frío y que el día se extienda en su luz, sobre todo porque estoy de viaje. Mi cuerpo empieza a calmarse. Mañana seguimos.





