Todos los vuelos (cuatro en total) los hicimos con Turkish Airlines, compañía de la que guardábamos el recuerdo de una conexión perdida al regreso de Uzbekistán que nos obligó a pernotar una noche en Estambul, con cargo a la línea turca, claro está. Turkish tiene su lado malo (los cambios y el overbooking son habituales) y su lado bueno (los aviones suelen ser cómodos, la atención al cliente, muy aceptable y ofrecen servicio de comida incluso en recorridos cortos). El vuelo, con salida prevista para las doce del mediodía, despegó con unos diez minutos de retraso, transcurrió sin incidencias y duró unas cuatro horas. El almuerzo que nos dieron no estuvo mal. Se podía elegir entre pasta y pollo; yo tomé pasta (lo verde de la foto es pesto).

La escala en Estambul no llegaba a las dos horas, lo que nos hacía desconfiar tras la experiencia que ya he relatado. Y con razón: además del buen rato que tardamos en bajar del avión, el vuelo doméstico salía desde una puerta de embarque muy alejada. Así que tuvimos que cruzar gran parte del aeropuerto (que es enorme) a la carrera (literal), con la tensión añadida de tener que pasar los controles de pasaportes y seguridad. Menos mal que los trámites fueron muy rápidos y que solamente llevábamos el equipaje de mano, pues las maletas iban facturadas en bodega directamente de Madrid a Capadocia. Llegamos a la puerta de embarque justo a la hora prevista para el despegue del avión. Afortunadamente, llevaba retraso; y también el habitual overbooking, que no nos afectó. En fin, otro sobresalto con Turkish. Por lo demás, el vuelo apenas duró una hora, pese a lo cual nos dieron un bocadillo y una bebida que casi no nos dio tiempo a tomar. 

En Turquía no se cambia la hora a lo largo del año, de modo que durante el horario de verano español allí es una hora más y dos más en el horario invernal nuestro. En esta época del año, oscurece alrededor de las ocho, un poco antes en Capadocia y un poco después en Estambul. Así que ya era de noche cuando aterrizamos en Kayseri.
Tras recoger el equipaje con una celeridad que agradecimos mucho, fuimos al autobús que nos aguardaba en la salida para llevarnos a nuestro hotel. Apenas éramos veinte personas y había sitio de sobra para que cada cual se acomodara donde quisiera. Llevábamos dos guías, uno español y otro turco, que nos acompañaron durante todo el viaje. Habíamos perdido un día entero en aeropuertos, pero ya estábamos en el primer destino de nuestro itinerario. Nos alojamos dos noches en el Hotel Altimoz de Nevsehir, donde, pese a lo tarde que era, nos habían dejado el bufet abierto para que pudiéramos tomar algo de cenar. Un detalle por su parte. Las habitaciones eran amplias y cómodas. Hacía frío y pusimos la calefacción.  
