Último día de las vacaciones. Teníamos el vuelo a las 20:45, y aunque tradicionalmente Adela daba por perdido el día del viaje, todavía teníamos varias horas que yo quería aprovechar. Así que nos fuimos a ver el MoMA. Estuvimos poco más de una hora, y nos gustó mucho. Aunque nos gusta ver museos, no somos muy entendidos. Así que cuando vemos un cuadro conocido, nos hace ilusión.
Después de esto mi plan era visitar la isla de Roosevelt, más que nada por coger el teleférico, pero las paradas que anunciaba el autobús que nos llevaba tenían un desfase, así que no nos bajamos donde nos teníamos que haber bajado. Cuando me di cuenta por el gps del teléfono, ya estábamos en casa Cristo, y no me quise arriesgar a que se nos hiciera tarde. Optamos por acercarnos a la Friends Experience, que quedaba bastante cerca de nuestro hotel, y aunque no entramos, por lo menos lo vimos desde fuera.
Finalmente con un poquito de adelanto sobre el horario previsto llegamos al hotel a recoger las maletas y salir hacia el aeropuerto. No quería yo tener problemas de ir justos, sobre todo cuando Adela había accedido a hacer mi plan. Y menos mal, porque el tren que nos llevaba al aeropuerto se bifurcaba una estación antes, y nos fuimos para otro sitio. Una señora, al vernos con las maletas nos avisó, que nos teníamos que haber bajado, así que tuvimos que ir a la siguiente estación, coger uno en dirección contraria y volver a enlazar con el tren correcto. Todo se solventó sin problemas, pero la pudimos haber liado bien. Así acabó nuestro viaje, sin problemas y muy contentos con las experiencias vividas. Sobre todo Adela, que siendo un país que no le atraía demasiado, volvió encantada.