ADIOS A BAHIA DRAKE....Y A ALGUIEN MAS ✏️ Diarios de Viajes de Costa Rica

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La barca encaraba la desembocadura del río Sierpe mientras echaba una última ojeada a Bahía Drake en la distancia. Drake pasaba a la lista de “lugares especiales” que uno se va encontrando por el mundo a medida que lo va recorriendo y que nunca se olvidan.

Para salir de Drake hacia el interior de Costa Rica hay tres formas de transporte. Por tierra hacia Palmar, por aire hacia San José o por mar hacia Sierpe. La opción de ir por carretera en coche alquilado es la mejor si se quiere continuar viaje hacia Manuel Antonio y se pretende visitar las playas de la costa del Pacífico. La opción de vuelo a San José es recomendable si se quiere ganar tiempo para visitar la zona de Arenal, Monteverde, Río Celeste, Caño Negro, etc, aunque también es la más cara (unos $140/trayecto). Finalmente, la salida por mar es la elegida por la mayoría de viajeros que disponen de más tiempo que dinero y, a mi parecer, la más bonita.

El trayecto desde Bahía Drake a Sierpe ($15) es un recorrido de 45 minutos tranquilo y solitario. Vas ascendiendo el río Sierpe dejando el Pacífico a tus espaldas mientras los manglares van apareciendo durante kilómetros a ambas orillas del río.

*** Imagen borrada de Tinypic ***. Hacia Sierpe. Gracias por estos días, Drake.

*** Imagen borrada de Tinypic *** Hacia Sierpe. Manglares


Sierpe es pequeñito. Tan sólo unas cuantas casas de madera situadas al lado del río y el embarcadero para recibir a las barcas que provienen de Bahía Drake y de algún “lodge” perdido a lo largo del río Sierpe.

*** Imagen borrada de Tinypic *** Sierpe

Desde ahí, se puede acceder a Palmar Norte en 20 minutos en taxi colectivo (5$). Desde Palmar Norte se puede enlazar hacia múltiples destinos en Costa Rica y Panamá con la compañía de autobuses Tracopa.

*** Imagen borrada de Tinypic *** Terminal de autobuses Palmar Norte

Llegamos a la estación de autobuses de Palmar hacia las nueve y media de la mañana. Nuestro autobús a San José ($11) no salía hasta las diez (eso es lo que ponía en el billete). Me quedé observando la estación detenidamente. Ninguna indicación de horarios de llegadas y salidas. Ninguna indicación de destinos. Nada. Le preguntamos a un chico que trabajaba en el bar de la estación por el bus a San José. “Pasará, ya lo verán”. A las diez y media apareció un autobús con un cartel que indicaba “San José”. Al mostrarle nuestros billetes al conductor, éste soltó un indiferente “Estos no valen”…. y se giró para atender al resto de los pasajeros. Me quedé mirando a Melanie con cara de póker y me salió la sangre latina. “!COMO QUE NO VALEN!”. El conductor se giró tranquilamente en medio del tumulto de personas que querían entrar en el bus. “Esos billetes son para el de las 10:05. Este es el de las 9:55”. Miré el reloj, las 10:35…..Costa Rica, pura vida. ¡Cómo había podido olvidarlo!. Esperamos media hora más y apareció otro autobús con una cartel indicando “Canoas”. “No es el nuestro. Ese debe ir hacia Paso Canoas, la frontera con Panamá”, le comenté a Melanie. “Yo iría a preguntar”, añadió ella con intuición femenina. El conductor miró los billetes y sin mediar palabra nos hizo un ademán de que entráramos en el autobús. Se me ocurrió preguntarle “¿Y la indicación de Canoas?”, “De ahí viene el autobús”…….Me quedé mirándole pensando “¿y a quién cojones le importa de dónde viene?” pero decidí que no era el mejor momento para entrar en discusiones sobre la organización de las indicaciones en los autobuses de Costa Rica.

Nos quedaban unas 6 horas de trayecto hasta San José. Los asientos parecían cómodos y de inmediato el autobús enfiló hacia el norte. Melanie se quedó dormida al instante con la cabeza apoyada en mi hombro. La miré sonriendo mientras pensaba como puede cambiar un viaje en función de las personas que encuentras, y lo bien que sienta. El autobús paró en San Isidro de El General y continuó el trayecto hacia el norte. Un par de paradas más para estirar las piernas y cambiar aguas y tras un último tramo de curvas inacabables antes de llegar a Cartago, San José empezó a asomar en la distancia. A las seis y media, trece horas después de salir de Drake, llegábamos a la Terminal de autobuses del Pacífico de San José.

En San José hay varias terminales de autobuses en función de los destinos hacia donde se dirigen. Melanie tenía una reserva en el Maleku Hostel de Alajuela…vaya, volvía al lugar donde pasé mi primera noche en Costa Rica tras dar más vueltas que una peonza. Cogimos un taxi para ir a la Terminal de autobuses para Alajuela. Al ser las siete de la tarde había un montón de ticos saliendo de sus trabajos en San José para ir a sus casas en Alajuela y los autobuses iban a tope. Estaba bien organizado. Una larga hilera de seis autobuses iba recogiendo a toda la gente al estilo de los taxis en un aeropuerto. Durante el trayecto San José-Alajuela (20 minutos, 500 colones) un chico joven que iba sentado a mi lado se presentó y empezó a preguntarme por mi viaje en Costa Rica. Le fascinaba viajar y estaba aprendiendo japonés para ir a Japón a vivir. Me sorprendió la decisión con que explicaba sus planes, no debía tener más de 15 años.

Al llegar al Maleku Hostel todo parecía familiar. Melanie era la tercera vez que iba y la chica de recepción la reconoció de inmediato. Nos dio dos camas en una habitación compartida de 6 camas….nos quedamos mirando. “No habría la posibilidad de…”. La chica sonrió y se fue a consultar las reservas. Quedaba una habitación doble que estaba reservada pero nadie aparecía, y nadie apareció, como queriendo respetar nuestra última noche juntos en Costa Rica.

Melanie tenía que preparar todo su equipaje para partir mañana hacia Zurich. Estaba muy callada y con cara de pocos amigos. Decidí salir fuera a fumar un piti y pensar hacia donde dirigirme a partir de mañana, me quedaban cuatro días de viaje. Coger un bus hacia Cahuita y pasar un par de días por ahí me parecía un buen plan pero las previsiones de tiempo no acompañaban mucho. ¿Qué hacer?. De repente se me encendió la lucecita. Rápida consulta a la web de Nature Air, ¡perfecto!. Una llamada telefónica familiar, ¡Te esperamos!.

Salí a dar una vuelta por Alajuela. Recordaba el paseo con Sean el primer día que aterricé por aquí. ¿Por dónde andaría?. Anochecía y me acerqué a un supermercado para comprar algo para cenar. Mientras yo preparaba la cena, Melanie continuaba con sus preparativos. El equipaje tras cuatro meses de viaje es un lío, incluso para una mochilera. Cenamos en silencio. “¿Are you OK?”, le pregunté. “No”. Melanie empezó a soltar sapos y culebras por la boca. No le apetecía nada volver a Suiza pero debía hacerlo, y eso le fastidiaba. Nos miramos a los ojos. Se acababa nuestra aventura en Costa Rica y lo sabíamos. Lo habíamos pasado en grande y eso era lo importante pero eso no restaba amargura a este momento y la verdad, jodía bastante. Cambiando de tema me preguntó “¿Ya sabes lo que vas a hacer mañana?”. “Sí, vuelvo a Playa Grande”.

El día había sido largo y pesado y el cansancio empezaba a hacer acto de aparición. “¿Vamos a la habitación?”. Buenas noches, buenísimas a pesar de ser la última. Quizás por ello fue la más intensa de todas las que compartimos en Costa Rica.

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