Nos despertamos, al igual que haríamos prácticamente en la totalidad de los días, a las ocho de la mañana. Realmente el jet lag no hizo efecto en nosotros y, aunque algo cansados, pudimos realizar todo las actividades que teníamos previstas. Hicimos rápidamente el chek out y gracias a google maps, amigo indispensable en los viajes, vimos que había un bus al lado del hostel que nos dejaba al lado de Asakusa, primer destino turístico que queríamos visitar.
Asakusa, el templo más antiguo de Tokyo
Tras unos minutos de espera, cogimos el bus y efectivamente nos dejó prácticamente en la entrada de Asakusa. Aquí pudimos ver por primera vez el río que cruza Tokyo y una impresionante visión de una ciudad monstruosa en cuanto al tamaño. En Asakusa, uno de los barrios más tradicionales de Tokyo, pudimos disfrutar por primera de vez de callejuelas, templos y edificios de película. Fue nuestro primer gran contacto con la cultura asiática y la verdad es que no podíamos parar de mirar la multitud de puestos que se extienden por las calles de este barrio, excelente para pasear y probar cosas curiosas, aunque turísticas.
1. Llegando al barrio de Asakusa / 2. Desayuno "francés"
Como teníamos hambre, buscamos algún sitio para desayunar y encontramos una cafetería de influencia francesa donde servían desayunos a base de café/té, zumo de naranja, sándwich, ensalada y yogurt. La verdad es que la ensalada, que llevaba un aliño que creemos que llevaba salsa de pescado, estaba riquísima. El precio exacto ahora no me acuerdo, pero creo que era 500-600 yenes.
Al salir, volvimos a Asakusa para contemplar el primer gran templo de nuestra aventura: Templo Sensoji, el más antiguo e importante de Tokyo. A mí la verdad es que me encantó y a mi hermana también, aunque ella dice que comparándolo con los que vimos después, su impresión se aleja bastante de lo que nos despertó en ese primer vistazo. En cualquier caso, es precioso y trasmite cierta tranquilidad en una ciudad dominada por las luces, el bullicio y sobre todo los rascacielos.
Grandes y bonitos momentos en Asakusa
Al templo puedes entrar, aunque al igual que nos pasó con la mayoría que vimos, lo más bonito es el exterior. Fue una pena en esta visita que la pagoda que está a la izquierda del templo estuviera en restauración, ya que la visión completa debe ser aún más impresionante. En este recinto, que es gratuito por cierto, el visitante puede pasear tranquilamente y ver varios templos, la mayoría de ellos bastantes pequeños. También hay jardines y un estanque.
Caminatas por Tokyo
Con nuestra curiosidad por este sitio saciada, quisimos desplazarnos a Akihabara, pero como no había estación JR cerca y no queríamos pagar otro bus, decidimos que lo mejor era ir andando hasta Ueno para coger el tren. Como a nosotros no nos importa andar y el paseo eran unos 25 minutos, pues fuimos dando una vuelta, en la que probamos nuestro primer Takoyaki (bola de pulpo) y compramos unas galletas de Sin-chan y una bebida gaseosa extraña.
La verdad es que nos encantó este paseo, ya que a medida que nos fuimos alejando de la zona más turística, pudimos observar el día a día de los trabajadores de Tokyo, que salían de la oficina y compraban rápidamente cajitas de comida. Así, cogimos el tren en Ueno y nos dirigimos a la loca Akihabara, definida como la “ciudad de la electrónica”.
1. Juego de cazar peces / 2. ¡Las galletas de Sin Chan!
La locura más interesante: Akihabara
Nada más salir del tren, ya vimos que los carteles empezaban a tener una temática electrónica y sobre todo manga. Los edificios grandes llenos de luches se extienden por todas las calles y los chicos de las calles te ofrecen que entres a sus tiendas, donde puedes encontrar los últimos modelos de aparatos tecnológicos. Sin duda a la gente que le guste estar a la última en esta área, va a disfrutar de la visita. Hay incluso un mercado lleno de callejuelas, donde venden cualquier cosa relacionada con la tecnología, tanto antigua como moderna.
En estas calles también destacan los llamados maids-cafés, unos espacios donde chicas, por lo general jóvenes (o con ese aspecto), van vestidas como doncellas y se comportan de una forma infantil. Debemos decir que en este barrio notamos una influencia sexual clarísima en prácticamente todas las actividades, encontrando incluso lugares algo turbios donde había mangas en las que niñas de menos de diez años hacían cosas no propias de su edad.
Akihabara, un lugar curioso y que nos encantó
Y es que en Japón parece que el infantilismo se lleva al extremo. A pesar del 40% de jóvenes vírgenes, estos se alimentan de una cultura por la cual el mayor erotismo es que una chica parezca prácticamente una niña tonta, inocente y dispuesta a servir a un hombre fuerte. Esta característica llega al extremo de que se encuentren mangas, y en ocasiones cintas de DVSs, con pornografía que vamos a decirlo con toda la contundencia posible: es claramente pornografía infantil.
Existen de verdad: maids-cafés
Y tras este impasse, comentamos nuestra experiencia en uno de esos maids-cafés, donde entramos para saciar nuestra curiosidad. La verdad es que nos dejamos captar por el más famoso, en el que solamente por entrar te cobran 500 yenes. Dentro no pudimos hacer fotos; una pena, ya que el espectáculo del interior, aunque curioso, era muy dantesco.
Nos recibieron unas chicas jóvenes vestidas de doncellas que no paraban de reír y de sonreírnos, pero que querían que comprásemos “combos” que incluían fotos con ellas, accesorios divertidos, cócteles extravagantes o tartas maravillosas. El precio era desorbitado y nosotros con toda la amabilidad del mundo rechazamos todo y pedimos dos cócteles, que sinceramente no eran gran cosa.
Tranquilamente pudimos ver el espectáculo de hombres extraños que interactúan con estas chicas y que, según pudimos ver, visitan maids-cafés de todo Japón, coleccionando fotos con estas chicas. Disfrutamos con las canciones del lugar e incluso nos unimos a los juegos de gestos y saludos. Creo que estuvimos una hora más o menos en la que sentimos vergüenza ajena, cuestionamos mucho el uso de estos lugares, pero en la que también nos reímos y disfrutamos.
Locura y ridículo propio en el Maid-Café
Al salir nos dirigimos de nuevo a la estación para ir a Tokyo Central, donde queríamos ver los alrederores del Jardín Imperial. La verdad es que aquí debo decir que tenemos opiniones diversas, ya que aunque a mi hermana le gustó la zona, por el contraste, a mí no me gustó nada esa zona, en la que, y repito que es solamente mi opinión, solo se ve un parque muy grande en la que a lo lejos se ve una bonita casa en la que vive el emperador. También debo decir que el camino desde la estación es algo largo y estábamos cansados.
Un poco de Ginza y traslado a Kyoto
Además, no habíamos comido. Así que tras estar un rato en los alrededores de los jardines imperiales, nos dirigimos al barrio de Ginza andando, donde observamos la gran cantidad de oficinas y grandes comercias de esta zona. Finalmente, y porque ya nos apremiaba la hora, comimos en un pequeño sitio donde el plato más famoso eran unos fideos soba con carne con la típica yema de huevo encima. El precio (unos 700 yenes) nos pareció bien y más aún el sabor. A mí me encantaron, sobre todo al juntarlos con el huevo. Es verdad que es comida rápida, pero su equivalente en Europa me parece mucho peor. ¡Sinceramente me comería unos ahora mismo!
Como teníamos el tren a las 5 y media más o menos, fuimos de nuevo andando a la estación central, cogimos las maletas y esperamos en al andén a nuestro tren, que llegaría puntual como simple. El tren fue otra de las cosas que me encantó, es precioso y muy cómodo. Mi hermana aprovechó para dormir un poquito y yo para leer un poco. Tras dos horas y media llegamos a Kyoto.
Nuestro hotel, el Piece Hostel Kyoto, se encontraba a unos 10 minutos caminando de la estación, por lo que fuimos directos. Nos costó un poco encontrarlo, pero la verdad es que mereció la pena, porque nos pareció un gran hostel. Pagamos 185 euros por tres noches. Es moderno, con zonas comunes amplias y cómodas, un personal que te ayuda en todo momento y tienen desayuno gratis. Lo único negativo es que las habitaciones son algo pequeñas, pero sinceramente merece la pena.
La fiesta de los Takoyaki y el templo de Fushimi Inari
Además, nada más llegar nos recibieron con una fiesta Takoyaki en la que pudimos hacer nosotros mismos estas deliciosas bolas de pulpo, tradicionales precisamente de esa zona. Nos duchamos y como aún teníamos energía, cogimos el tren y nos fuimos a ver el templo Fushimi Inari, situado en la estación de Inari (a unos siete minutos de Kyoto Central).
Este templo, que se extiende sobre una enorme colina, abre las 24 horas, todos los días del año. Sus luces y su inmensidad te sobrecogen. Su estructura es impresionante y la quietud de la noche le dota de una espiritualidad única. Empezamos a subir y a subir y entonces yo empecé a notar el cansancio acumulado volcado sobre todo en mi espalda, por lo que a mitad de camino (llegar hasta la cima es más de una hora y media) tuvimos que parar y dar la vuelta, ya que además no podíamos arriesgarnos a perder el último tren.
Cogimos el tren y volvimos al hotel. De camino paramos en un establecimiento de comida 24 horas, donde el plato estrella era un arroz con una ternera poco hecha. Desgraciadamente no tengo ahora la foto del plato, pero seguro que muchos viajeros lo identificaran, porque es famoso. Intentaré buscarla y subirla. Tras esto, fuimos a la habitación y caímos redondos en un profundo sueño.