La Habana ✏️ Diarios de Viajes de Cuba

Primer día. Domingo 10 de julio

Después de un largo vuelo pero sin nada de cansancio aterrizamos puntuales en el Aeropuerto José Martí a las 12:35h del domingo 10 de julio. Pasamos el control de pasaportes haciendo una cola aceptable y nos dispusimos a recoger las maletas. Ahí tuvimos el primer problema, ya que a una chica que conocimos en el vuelo no le apareció la suya. Tras ver que ya no salían más maletas de la cinta aceptamos resignados y pusieron la reclamación correspondiente. La maleta estaba en Moscú, y sería entregada en un par de días. ¡Nada mal frente a lo que hubiera podido pasar!

Salimos del aeropuerto los cinco: Laura y yo, la pareja que conicimos en el vuelo y otra chica más. Ésta última, Maria, es una catalana que ha estado en Cuba varias veces y tiene conocidos ahí, así que la estrujamos a preguntas para que nos contara trucos y datos prácticos. Tras meditarlo optamos por ir a La Habana en taxi en lugar de buscarnos la vida mediante un bus. No lo teníamos muy claro, pero el escenario de buscar un bus en una calle, no saber donde bajar y luego tener que ir a nuestras respectivas casas no nos parecía práctico. En cambio, pactar un taxi para cinco que nos fuera repartiendo sonaba realmente bien.

La tarifa oficial de un taxi para el recorrido Aeropuerto – La Habana es de 25 CUC. Al contrario de lo que puede pasar en otras ciudades, esto no significa que subir los cinco nos cueste lo mismo a repartir sino que el precio sube un poco; pero tranquilos: acaba siendo más barato que cogiendo el taxi todos por separado. La justificación es que no es un solo recorrido sino que hay que hacer varias paradas, en nuestro caso Vedado, Centro Habana y Habana Vieja. Hay que negociar y acabamos pactando un precio de 40 CUC, es decir 8 CUC por cabeza.

Maria nos convenció sin mucho esfuerzo de quedar por la noche en la Fábrica de Arte Cubano (www.fac.cu) . La FAC se encuentra en una antigua fábrica de aceite que se ha transformado en un lugar que alberga un espacio donde se pueden disfrutar casi todas las artes existentes: escultura, música, teatro, fotografía, cine, pintura. La fábrica en sí es una obra de arte como edificio y aunque queda mucho por hacer es un placer estar ahí. Tuvimos la suerte que un amigo de María, Ernesto, es uno de los responsables, así que gozamos de una visita guiada. Pero vayamos por pasos, todavía estábamos en el taxi.

El taxi dejó primero a Maria en Vedado, despues a nosotros en Centro Habana y por último a Albert y Anna en Habana Vieja. Ahí nos estaban esperando nuestros amfitriones, Adiel y Deysi. Centro Habana no es el mejor barrio de La Habana, en realidad su aspecto es descuidado, con casas en mal estado y pocos servicios. De noche parece el escenario de una peli de novela negra…pero aún así, era ideal para nosotros: tranquila y alejada del bullicioso centro, pero no demasiado y con suficientes puestos de comida para cubrir necesidades. Además, la casa de Adiel y Deysi era perfecta: limpia, ordenada, bien cuidada y con unos amfitriones encantadores. Nada más llegar Adiel nos ayudó con las mochilas; el y su madre, Deysi, nos ayudaron a instalarnos y después Adiel nos explicó las cosas básicas para movernos por La Habana así como unos buenos consejos: donde podíamos ir a comer, caminar por la sombra, no hacer caso a los jineteros. No nos quiso agobiar mucho y quedó a nuestra disposición para cualquier duda.

Como habíamos quedado a las 20h en la FAC nos dispusimos a hacer nuestra primera incursión en la vida cubana de verdad: tomar un taxi colectivo.
En Cuba todo el mundo hace trapicheos para ganar unos CUC de más, y algunos que tienen la suerte de tener un coche lo usan de taxi colectivo. Un taxi colectivo es un coche que hace un recorrido fijo determinado; la gente lo para en ciertas calles con una señal y pregunta si pasa por tal o cual calle. Si es que sí, se acuerda un precio, que puede variar de 10 CUP a 20 CUP, por ejemplo y suben. Evidentemente cuando subes te puedes encontrar más pasajeros o estos pueden subir más adelante; digamos que es como un bus pero en formato coche.

Como teníamos prisa y era nuestra primera vez, no regateamos mucho y pagamos 1 CUC (25 CUP) por cabeza para ir a calle Linea con la 26. Desde ahí caminamos un poco y llegamos a la FAC. Ya sabéis, cuando se aparenta prisa y necesidad los precios suben…mi truco para conseguir buenos precios es fingir indiferencia y sorpresa y que sea el vendedor quien te persiga. En este caso no pudimos emplear el truco.

En este vídeo podéis ver una grabación que hicimos de cubanos parando, negociando y finalmente subiendo a un colectivo. Las imágenes están tomadas en Calle Neptuno con Paseo Martí, justo al lado del Parque Central:



Inciso: Centro Habana tiene un aspecto cuadriculado, como l’Eixample de Barcelona. Las calles están numeradas y las horizontales tienen número par y las verticales lo tienen impar; algunas tienen nombre, que quizás conservan por tradición. Es raro, pero cuando te familiarizas es muy fácil localizar una calle que no conoces. Esa misma estructura se repite en los barrios nuevos de otras ciudades que visitamos, como Cienfuegos.

Pues llegamos a la FAC y ahí estaba Maria con Ernesto. Al cabo de nada llegaron Anna y Albert en colectivo y entramos por la puerta grande. La FAC es un proyecto que te deja con la boca abierta, incluso para nosotros que no somos para nada entendidos. Dejando de lado la calidad y la plasticidad de lo que ves y sientes, impresiona lo que puede conseguir el trabajo incansable en equipo. Ernesto nos explicó que poco a poco van ampliando las salas, y que intentan que las exposiciones temporales tengan una duración de tres meses como mucho, pero que esto implica mucho trabajo. ¿Os conté que en la FAC también se puede comer y tomar una copa? Pues empezamos con unas cervezas (para resumir diría que la Cristal es la suave y la Bucanero la fuerte….como una Estrella/Mahou/Heineken y una Voll Damm. Soy incapaz de explicarlo mejor, no soy muy cervecero). En un rato nos instalamos en una sala y pedimos algo de comer y también nuestros primeros mojitos.

Aquí nos tenéis todos bebiendo unas cervezas, y en la segunda foto una muestra de lo que pudimos ver en la FAC:





Ya empezamos a notar el cansancio, eran sobre las 22h pero para nuestros cuerpos eran las 4 de la mañana. Maria se quedaba, así que compartimos de nuevo taxi con Anna y Albert para ir a casa y quedamos al día siguiente a las 19:30h.

Segundo día. Lunes 11 de julio

Adiel nos había contado el día antes que por causas ajenas no podría proporcionarnos desayuno. Una lástima, porque el desayuno cubano es famoso por su variedad, abundancia y calidad. Nos dijo que nos descontaría 8 CUC del precio por noche y nos recomendó dos o tres puestos de comida en la misma calle donde podíamos comprar comida para llevar y comer en la misma casa, o en alguno de ellos comer ahí mismo. Lo que en un principio nos pareció una mala noticia fue al final un superpunto. En seguida veréis porqué.

En las pocas horas que ya llevábamos en Cuba vimos que los precios de las cosas eran mucho más altos de lo que pensábamos. En ocasiones parecidos o incluso más caros que en Barcelona, por ejemplo: taxi al aeropuerto, 25 CUC. Una cerveza, 1,5 CUC. Un desayuno, 4 CUC. Una cena, 15 CUC. Una entrada a un museo, 10 CUC. Vaya, con esos baremos nuestras dos semanas serían ruinosas. Quizás estábamos acostumbrados a los precios de Asia, así que vimos que tendríamos problemas si no nos ajustábamos el cinturón. Así que ahorrar cada día 8 CUC en desayunos y pagar por ellos 1 CUC (¡los dos!) fue una interesante medida. Vimos así que si se tiene cuidado y se come en puestos parecidos te ahorras mucho dinero. Justo en frente había un puesto de comida con bocadillos a 5, 10 o 15 CUP y zumos de fruta a 2 CUP, así que desayunamos genial cada día por muy poco.

Los puestos de los que os hablo no son más que casas particulares con una ventana de la planta baja abierta. Esa ventana suele ser la de la cocina y los propietarios ponen un cartel bien visible en la ventana o en la acera justo enfrente con los precios de lo que venden; pueden ser bocadillos, zumos de fruta o pizzas. Te acercas a la ventana, haces el pedido y en cinco minutos te lo sirven.

Desayunados nos plantamos en el Parque Central, la entrada de La Habana Vieja. La Habana Vieja como indica su nombre es la Habana original, la más turística. Ahí están las callejuelas, las plazas, el bullicio, la gente…todo.

Aquí tenéis una imagen con el hotel Inglaterra a la derecha, los coches clásicos en el paso de peatones y el Parque Central a la izquieda:


Parando en cada esquina, haciendo fotos y mirando cada detalle llegamos al Museo de la Revolución. El edificio del museo fue construído como Palacio Presidencial, pero tras la revolución se le dio otro uso. En el museo se explica con todo lujo de detalles los antecedentes y la revolución en sí: desde el frustrado asalto al Cuartel de Moncada en 1953 hasta el triumfo en enero de 1959. En mi opinión se trata de un imprescindible para comprender un poco el país, así que no os lo perdáis.

También hay que añadir que el museo tiene una gran cantidad de material propagandístico, destinado a enaltecer las virtudes y los logros del comunismo, como por ejemplo esta foto:


Hay un rincón muy divertido justo en la entrada del museo. Se llama «El rincón de los cretinos»; en él aparecen caricaturizados los cuatro mayores cretinos, siempre bajo el prisma de la revolución, y éstos son:

-Fulgencio Batista: al que dan las gracias por ayudar a hacer la revolución.
-Ronald Reagan: al que dan las gracias por ayudar a fortalecer la revolución.
-George Bush padre: al que dan las gracias por ayudar a consolidar la revolución.
-George Bush hijo: al que dan las gracias por ayudar a hacer irrevocable la revolución.

Yo dejo esta pregunta en el aire: ¿Será Donald Trump el quinto cretino?

Ahí los tenéis:


Callejeamos y nos fuimos haciendo una idea de las calles más céntricas: Obispo, Obrapía, O’Really, Plaza Vieja, Plaza de Armas... En poco tiempo ya teníamos un dibujo mental para movernos con soltura. Decidimos comer en un restaurante situado casi en el Malecón, el Nao. Se trata de un restaurante donde sirven pescado y que nos pareció de calidad-precio caro.

Más paseo y fuimos a casa donde nos duchamos para ir despues a la Plaza de Armas. Habíamos quedado con Albert y Anna para ver el Cañonazo.

El Cañonazo es una ceremonia que tiene origen en la época colonial de dominación española. Exactamente a las 21h de cada noche desde hace casi 500 años un disparo de cañón anuncia el toque de queda en la ciudad; evidentemente hoy ya no tiene el mismo significado, pero el disparo desde el Castillo de San Carlos sigue siendo fiel a la tradición. Poco antes de la hora, un escuadrón de artilleros vestidos con indumentaria del siglo XVIII escenifican ante los curiosos el disparo del cañón.

Una buena manera de verlo es coger la lanchita que cruza la bahía y desde ahí caminar al castillo. El precio de la lanchita es de unos pocos e indeterminados CUP y el de la entrada al castillo es de 8 CUC por persona. Eso sí, no cometáis el mismo error que nosotros e intentad estar en el castillo no más tarde de las 20h. De otra manera, cuando lleguéis habrá gente suficiente delante para taparos la puesta en escena. Así que subimos a la lanchita pagando un precio indeterminado: no hay indicación alguna sobre el precio, así que cuando pasamos los cuatro decidimos dar 1 CUP por persona. Albert le pagó con un billete grande y nos devolvió el cambio como si hubieramos pagado el doble…como nos extrañó, preguntamos a un cubano que ya estaba a bordo y nos confirmó que la tarifa era de 1 CUP, así que ni cortos ni perezosos le reclamamos al cobrador. Éste se hizo el loco, dijo haberse equivocado y nos devolvió lo cobrado de más.

Aprovechando la circunstancia entablamos conversación con el cubano y se nos ofreció a guiarnos al castillo desde el embarcadero una vez hubieramos llegado al otro lado dela bahía. Nos unimos a dos griegos que ya habían “llegado a este acuerdo” y disfrutamos de un agradable paseo en el que vimos el Cristo de la Habana, que inevitablemente recuerda el Cristo de Corcovado de Río. Más adelante el cubano se despidió sin pedir nada demostrando que no todos intentan sacar pasta a los turistas y llegamos al castillo.


Como comentaba antes, cuando llegamos a la zona del cañón, tras cruzar una calle de puestos de souvenirs ya vimos que habíamos llegado tarde. Había mucha gente y nos tapaban todo el tinglado. Tuvimos que conformarnos a imaginar la ceremonia, y además vimos con horror que empezaban a caer gotas…¡si nos pillaba ahí la lluvia estabamos listos! Pero nada de eso…la lluvia no llegó a más y pudimos volver a la Habana Vieja en poco tiempo.

Cenamos en La Reliquia (malos bocadillos, pero buena lasaña) y acabamos el día ahí.

Tercer día. Martes 12 de julio

Tocaba hacer gestiones, poco glamuroso pero hay que hacerlo. Desayunamos y pedimos a Adiel si podíamos llamar a unas casas en Las Terrazas para reservar un par de noches. Este método es el que usamos durante todo el viaje para atar los alojamientos: como no sabíamos de antemano el recorrido, llamábamos desde la casa actual para reservar la siguiente. Las llamadas de fijo a fijo en Cuba son muy baratas y los propietarios nunca te ponen pegas para hacer las que hagan falta. Ya atado el alojamiento, Adiel nos dijo que la única agencia de viajes que vendía billetes de autobús de Viazul era la Agencia San Cristóbal, en Calle Oficios (Habana Vieja). Podíamos ir en taxi a Las Terrazas pero nos cobraban 20 CUC por persona frente a los 12 CUC del autobús, así que fuimos a la agencia.

Antes había que parar en un banco porque con el ritmo que llevámos vimos que teníamos que cambiar más euros. La cola era terrible, vimos que teníamos al menos para un par de horas; afortunadamente la cola de los cajeros era menor así que a pesar de la comisión que nos vendría decidimos sacar dinero de ahí.

Ya con fondos suficientes fuimos a la agencia y lo que ahí sucedió fue esperpéntico. Entramos y había dos mostradores, nos sentamos en el que estaba libre y le pedimos a la chica dos billetes de Viazul para Las Terrazas para el día siguiente. “No va el sistema, vuelvan en 30 minutos”. Vaya, esto a mi me suena que volvamos más tarde y quizás tampoco va el sistema. Qué remedio, dimos un paseo visitamos la Casa de Víctor Hugo y en una hora volvimos. “Ya va el sistema, pero es mi compañera quien hace estas gestiones”.

Bueno, esperamos un momento y cuando nos atiende nos dice “Ah, pero la ruta Habana-Las Terrazas ya no existe”. ¿Y no nos lo podías haber dicho antes? De nada sirvió decirle que la guía si lo indica y que es una guía de febrero. Nos contesto que no hay que fiarse de las guías. Bueno, como tampoco nos fiábamos de ella nos propusimos ir a Viazul. Por cierto “¿tiene el teléfono de Viazul?” “Sí, pero no podéis llamar porque están vendiendo tickets y no lo cogerán”. Hay que indicar que ir a Viazul es un problema, porque está lejos. Bueno, alternativas: alquilamos un coche para ir a Las Terrazas. Lo preguntamos en un hotel y nos dijeron que de un día para otro es imposible, no tienen coches. Y en todo caso los alquileres son para siete días como mínimo.

Para ir a Viazul preguntamos por ahí y una cubana nos dijo que no muy lejos, en la Plaza del Curita, había una estación de autobuses y que podíamos tomar el P12 bajando en 23 con Boyeros. Gracias a este inesperado paseo descubrimos que en La Habana existe ¡un barrio chino! Llegamos a la estación y había una cola en pleno sol enorme. Nos pusimos ahí y al cabo de un rato vimos que cuando llegara el bus no cabríamos todos. Le preguntamos a una señora si el bus tardaba mucho y nos dijo que bueno, que en principio menos de una hora…y si no cabíamos todos, habría que esperar al siguiente. Paciencia. Llegó el bus y subimos, quedando como en una lata de sardinas. Preguntamos a un pasajero donde era la parada de 23 con Boyeros y nos dijo que quedaban unas siete paradas, y que nos avisaría. Nada, a esperar; bajamos y todavía tocó caminar unos quince minutos más. Finalmente ya estábamos, en la estación de Viazul, justo frente al Zoológico.

¡Aquí tenéis la prueba que el barrio chino de La Habana existe!


Viazul es una compañía de autobuses que une las principales ciudades de Cuba y está pensada para los turistas. La mayoría de sus clientes son mochileros que están visitando Cuba y no usan coche de alquiler ni van en taxi. El servicio es relativamente puntual y cómodo y no está mal de precio. Podríamos decir que es ideal, ¿no? Bueno, casi que sí. Digamos que Viazul funciona muy bien cuando ya estás subido y sentado. Antes de este momento pueden pasar muchas cosas que ya contaremos cuando sea el momento.

Así que estábamos en Viazul y preguntamos por unos tickets a Las Terrazas. La ruta SÍ existe (nos quedamos con las ganas de ir a la agencia de viajes y tener una charla con la chica de ahí) pero no quedaban plazas hasta el sábado. ¡No podíamos quedarnos en La Habana tanto tiempo! Pues con tristeza renunciamos a Las Terrazas y compramos un ticket a Viñales, que era el siguiente destino en nuestro plan. El ticket no era para el día siguiente, puesto que no quedaban, sino para al cabo de dos días.

Bueno, solucionado, pero teníamos ahora dos problemas. No teníamos alojamiento en La Habana y teníamos un alojamiento en Las Terrazas al que no podíamos ir. Teníamos que solucionarlo y para ello había que ir a la casa, pedirle a Adiel si nos podíamos quedar una noche más y llamar a Las Terrazas para cancelarlo. Qué rabia, era ir ahí sólo para eso y ese día ya habíamos perdido mucho tiempo. Espera, ¿y si llamamos a Adiel? FUNDAMENTAL: pedid siempre en las casas una tarjeta de visita con la dirección y el teléfono; os servirá para llamar si tenéis algun asunto o para volver en taxi o a pie si estás desubicados.

Oye, ¿hay un teléfono público por ahí? Sí, pero va con tarjeta prepago que no tenemos. Uf…al hombre de Viazul le dimos penita y nos ofreció su móvil. Eso sí, pagándole la llamada porque si las llamadas fijo-fijo son baratas las móvil-fijo son un robo (1 CUC/minuto y recordad el salario medio cubano: 20 CUC/mes). Nada, llamamos a Adiel y todo solucionado.

Así que tomamos un taxi y le pedimos que nos dejara en el Malecón, al lado del Hotel Nacional. Así aprovechando que estaba nublado dábamos un paseo hasta Habana Vieja.

El Malecón es un paseo marítimo muy famoso (es.wikipedia.org/ ...n_habanero). Recorre la fachada marítima de La Habana desde Vedado hasta Habana Vieja pasando por Centro Habana. No tiene nada, sólo es un paseo y por el lado circulan coches y por no tener no hay ni una sombra. No tiene nada salvo el terrible encanto de ver la Bahía de La Habana con vistas al Morro y al Castillo de San Carlos. Es punto de encuentro de cubanos jóvenes que pasean y se sientan en el mismo muro. Así que disfrutamos del paseo viendo los edificios del otro lado: edificios en ruinas alternando con otros en buen estado combinando estilos, colores y arquitecturas. Una gozada. Por la calle no paraban de pasar coches clásicos de EEUU fabricados en los 30, 40 y 50.

Como podéis ver en esta foto, además de lo que os he comentado, la pesca también es habitual en el Malecón:


A medida que nos acercamos a Centro Habana hicieron acto de presencia los jineteros. ¿Qué son los jineteros? Pues son cubanos que intentan engañarte con historias más o menos elaboradas para que les des algo o vayas a algún sitio donde tienen comisión. Ojo, también hay cubanos curiosos que solo quieren hablar con extranjeros, pero en cualquier caso hay que tener pies de plomo. Hablad sin miedo, preguntad y contestad pero nunca deis datos demasiado personales; en esa zona la estafa típica es la del Callejón de Hammel.

El Callejón de Hammel es una callejuela en Centro Habana donde se dan cita espectaculos rumberos afro cubanos. Todo el callejón está cubierto de murales y esculturas urbanas de mucho colorido y puedes encontrar bares donde beber una copa mientras disfrutas de la música. Estos espectaculos sólo tienen lugar el sábado y el domingo. El caso es que los jineteros que te encuentras en el Malecón te explican que por ahí cerca está el callejón y que te pueden acompañar; ahí te llevan a un bar donde te tomas unos buenos mojitos esperando un espectaculo que nunca va a tener lugar, porque ese día no era ni sábado ni domingo. Y claro, el propietario del bar queda contentísimo con esos dos clientes que no hubieran aparecido si no fuera por el jinetero. Como ese día no queríamos ir, rechazamos las invitaciones y seguimos hasta Habana Vieja.

Desde ahí volvimos a casa y cenamos en un restaurante cercano, la Casa de Cantabria. No nos gustó mucho, aunque en la casa nos lo habían recomendado y otros clientes habían incluso repetido. Cuestión de gustos.

Cuarto día. Miércoles 13 de julio

¡Teníamos un día extra! Ese día al La Habana no estaba planificado, así que podíamos improvisar. Bueno, en realidad decidimos hacer las cosas que hubieramos hecho el día antes si no hubiéramos tenido tantos problemas con los tickets a Viñales/Las Terrazas.

Desayunamos y nos fuimos al Parque Central. De ahí sale un bus turístico en el que te puedes subir y bajar las veces que quieras por 10 CUC. Más que la ruta en sí, nos interesaba ir a Vedado para visitar la Plaza de la Revolución y el Memorial José Martí…y por el mismo precio volver.

Así que subimos y en poco rato estábamos en la plaza. La Plaza de la Revolución es una esplanada enorme y es el sitio tradicional donde los dirigentes del país dan sus mítines políticos. Si habéis visto alguna vez un mitin de Fidel Castro seguro que es en esa plaza; ¡ahí se dan los baños populares y se hacen auténticas demostraciones de fuerza frente al enemigo capitalista! Alrededor de la plaza tenemos dos edificios gemelos: el Ministerio del Interior y el de Comunicaciones e Informática. En uno tenemos una efigie de Camilo Cienfuegos y en otra del Che Guevara, ambos héroes de la revolución.

En esta foto me podéis ver en el memorial y a mis espaldas la Plaza de la Revolución y los dos edificios que comentaba:


Y en otro lado, el memorial José Martí. José Martí es el héroe de la independencia cubana y una de las pocas figuras que suscita auténtica unidad entre el pueblo, tanto entre los castristas como entre los anticastristas. Martí fue un intelectual que a finales del siglo XIX encabezó los movimientos destinados a obtener la independencia de Cuba; orador y escritor memorable, pasó gran parte de su vida exiliado y cuando reunió los fondos, gente y armamento suficiente desembarcó en la isla para empezar la guerra. El pobre murió en la primera batalla y jamás vio su sueño cumplido.

Así que el Memorial José Martí es un museo en el que se recoge su vida y experiencias. Según la chica de la entrada el memorial se visitaba en diez minutos: estuvimos una hora. El material expuesto es muy interesante, y además el memorial está plagado de citas y escritos de Martí. Si tenéis un mínimo de curiosidad es imposible estar ahí menos de lo que estuvimos nosotros. En mi opinión hay que dedicarle un buen rato y leer los textos para entender un poquito más de Cuba.

Salimos justo para subir al bus de nuevo y bajar en la parada del Hotel Nacional. Se trata de un hotel justo frente al Malecón y con vistas soberbias de la bahía. Ahí nos dimos el gustazo de tomarnos unos mojitos en el jardín y nada mal de precio.

Tras los mojitos, comimos algo en un restaurante cercano, La Rampa. Ahí nos encontramos a Anna y a Albert (que pequeña que es La Habana) donde vimos con alegría que Anna ya tenía la maleta perdida. Ellos ya salían así que quedamos por la noche y comimos una lamentable ensalada a precio de oro (lo sé, no estábamos teniendo nada de suerte con los restaurantes). Por cierto, tenían Cocacolas, el símbolo del enemigo yanqui. Lo más habitual es encontrar la alternativa local, la tuKola de la marca Ciego Montero, que también produce limón y naranja si no me acuerdo mal.

Ya comidos subimos de nuevo al bus y bajamos en el Parque Central. Ahí entramos en el hotel Parque Central ya que en su vestíbulo nos podíamos conectar a la WiFI ETECSA con aire acondicionado. Tras ponernos al día fuimos a casa a por una ducha; en nada habíamos quedado para cenar.

Habíamos quedado en la Plaza de Armas, como siempre en la Habana Vieja. Para ir ahí fuimos esta vez por calle San Rafael en lugar de Neptuno y fue un acierto: mientras en Neptuno hay bastante tráfico de colectivos, San Rafael es más tranquila y vimos que hay multitud de locales donde los cubanos hacen vida: puestos de bebida, de comida y también una plaza con WiFi. En nuestra autoimpuesta medida para ahorrar decidimos ir a comer a La Bien Pagá, un puesto de comida en Aguacate, entre Obispo y Obrapía. Es un sitio fantástico con buenos precios (se puede pagar en moneda nacional) y mejor comida; el único inconveniente es que la comida es para llevar y que a según qué horas ya les queda poco de la carta. Descubrimos que el encargado es un ávido consumidor de series españolas, sobretodo policiacas, así que charlamos mientras nos preparaban la comida y nos quedamos en una plaza para degustarla.

Sobre que no quedara de todo en la carta vimos que es una situación que se repite a menudo en la isla. Los problemas de suministros son habituales, así que a medida que avanzan las horas, la poca comida que les queda va menguando.

Era nuestra última noche y quisimos hacer unas copas en El Chanchullero, en Calle Brasil. Ojo que esta calle se llamaba antes Teniente Rey y en la mayoría de carteles aún consta así. El Chanchullero es un pequeño bar de tres pisos frecuentado por mochileros en el que sirven bebidas a precios relativamente económicos. El sitio está lleno de grafitis y frases políticas irónicas; lo más llamativo es el cartel “Aquí nunca estuvo Hemingway”; un ataque directo a la Floridita, un bar turístico donde solía ir Hemingway y donde las consumiciones se sirven a precio de oro con esa excusa.

Ya era tarde y al día siguiente tocaba madrugar, puesto que nos íbamos a Viñales. Nos despedimos de Albert y Anna (ellos también iban, pero por otros medios) y nos fuimos a descansar. De vuelta pudimos ver el Gran Teatro de la Habana iluminado, toda una fotaza.


(el efecto del taxi está buscado, no fue un acto de mala suerte que pasara por delante cuando disparé. Otro asunto es si estéticamente os gusta o no )

Ese día dormiríamos en casa de Omar y Zenaida, ya que Adiel tenía lleno y no pudimos pasar el día extra. Afortunadamente Adiel nos buscó otra casa y estaba justo enfrente, así que no costó mucho cambiar las maletas.