Desayunamos tranquilamente en el hotel, hicimos el chek out y nos dirigimos hacia Covadonga, el trayecto es de 32 kilómetros que se hacen en apenas media hora, lo más difícil fue encontrar aparcamiento una vez llegamos a Covadonga, por suerte encontramos una plaza libre en el parking 3 a poco más de un kilómetro de la parada de autobús, todo un éxito si lo comparamos con el siguiente aparcamiento que estaba casi a dos kilómetros.
Lagos de Covadonga
Apenas tuvimos que esperar un cuarto de hora que ya pudimos subir al bus, con todos los pasajeros con las mascarillas puestas por supuesto, la subida a los lagos tiene una duración aproximada de media hora.
El autobús nos dejo en el aparcamiento de la Buferrera, donde pudimos empezar a disfrutar del paisaje más representativo de Asturias, en ese momento las nubes estaban bastantes bajas dejando unas vistas fantásticas.
Iniciamos la ruta circular acompañados de una vegetación exuberante, en dirección al Mirador del Príncipe, por el camino nos fuimos encontrando varios rebaños de vacas, que pastaban por los alrededores tranquilamente sin apenas hacernos caso, eso si, mejor no tocarlas que se mosquean.
Seguimos hacia el lago La Ercina pasando por las minas de la Buferrera donde pudimos atravesar un túnel de los que usaban para la extracción del mineral, en el lago me hizo gracia ver como las vacas entran unos metros hacia el interior del agua para beber.
Subimos al mirador de Entrelagos, desde donde se pueden ver ambos lagos a la vez, para ir descendiendo hacia el lago Enol, aunque están constantemente subiendo turistas con los autobuses, una vez en los lagos, el personal se distribuye por los prados y no da la sensación de haber demasiada gente.
Los paisajes de toda la zona de los lagos con sus montañas rodeándolos son una autentica maravilla, es muy recomendable hacer alguna de las rutas, ya que son bastante fáciles y se puede disfrutar mejor del paisaje.
Como ya habíamos terminado el recorrido, decidimos bajar otra vez hacia Covadonga, en este caso se formó una larga fila para coger el autobús, pero como supongo ya lo tienen previsto, subieron tres autobuses que en poco más de quince minutos nos tenían a todos a bordo llevándonos hacia la parte baja.
Llegamos a Covadonga sobre la una y cuarto del mediodía, lo que nos hizo plantearnos ir a comer, ya que si esperábamos más irían bajando los autobuses y se dificultaría encontrar mesa en los restaurantes, elegimos el restaurante Hospedería del Peregrino, tenían un menú de 15€ con el que nos quedamos a reventar, es un restaurante muy recomendable de comida tradicional con un personal muy amable.
Después de comer subimos al Santuario, lo primero que hicimos fue visitar La Santa Cueva, que está excavada sobre la roca del Monte Auseva, donde se encuentra la Virgen de Covadonga, la ventaja de comer temprano es que encontramos pocos turistas a esas horas. Info del santuario : santuariodecovadonga.com/
Bajamos al pequeño lago donde cae una cascada, que en esos momentos llevaba poca agua, para mojarnos la manos en la Fuente de los Siete Caños, hay que tener un poco de cuidado pues el suelo es algo resbaladizo.
Justo antes de llegar a la capilla nos encontramos con la tumba de Don Pelayo, el cual fue el primer Rey de Asturias y del cual también hay una estatua frente la Basílica.
Cruzamos el pasadizo, donde los fieles ponen las velas, que lleva al paseo principal para visitar la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, de estilo románico, construida en 1901, en la fachada destacan sus dos esbeltas agujas que rematan las torres, en su interior destaca la puerta del sagrario, que fue obra del diseñador Alfredo Miranda Fernández y la imagen de Nuestra Señora de Covadonga.
Bajo la Basílica visitamos la cripta, con su preciso altar de mármol donado por el indiano Don Antonio Monasterio junto con la Virgen de marfil, todas las obras de la construcción de la cripta fueron dirigidas por Roberto Frassinelli.
Para regresar al aparcamiento del coche, lo hicimos atravesando el Parque del Príncipe, una senda fluvial que cruza el bosque y va acompañando el río Covadonga.
Cangas de Onís
Nuestra siguiente parada fue en Cangas de Onís, antigua capital del Reino de Asturias hasta el año 774, residencia del Rey Don Pelayo y puerta de entrada a Los Picos de Europa.
En esta ocasión me costó bastante encontrar aparcamiento, al final encontramos un hueco frente al Patronato deportivo, desde donde iniciamos la visita a la ciudad.
De camino hacia el centro pasamos frente a la Iglesia de la Santa Cruz donde fue sepultado el rey Favila, segundo rey de Asturias e hijo de don Pelayo. Tras cruzar un puente de madera sobre el río Güeña llegamos al parque de La Casa Riera, una amplia y relajante zona verde con hórreo incluido.
Una vez cruzamos la carretera nacional nos situamos frente al monumento más emblemático de Cangas de Onís, el puente romano sobre el río Sella , el cual separa los concejos de Cangas de Onís y de Parres, perteneciendo la mitad a cada concejo.
Para finalizar nuestra visita a Cangas, paseamos por su animada zona comercial, repleta de tiendas y restaurantes, pasando por la calle San Pelayo, la calle Cárcel hasta desembocar a la Avenida Covadonga justo a la altura de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, para ir regresando hacia donde aparcamos el coche por el paseo del río Güeña.
Llanes
Llegamos a la Villa de Llanes a tiempo para hacer el check-in en el hotel Puerto rico y poder iniciar la visita por el casco histórico, el cual a sido declarado Conjunto Histórico-Artístico, pasamos frente la playa de El Sablón, recorrimos el muelle de hacia el paseo de San Antón que nos llevó hasta el faro con vistas a la playa de Puerto Chico.
De regreso al centro histórico, recorrimos la calle Castillo en la que nos fuimos encontrando con varias edificios destacados, como el Casino de Llanes, paseamos por el Parque Posada Herrera, bordeamos las murallas con su Torreón del siglo XIII.
En nuestro recorrido por sus callejuelas visitamos la Basílica de Santa María del Concejo, la parroquia de Santa María de Llanes, la casa de Cultura de Llanes ubicada en el Palacio de Posada-Herrera, el Palacio Duque de Estrada, y el Palacio de Gastañaga de entre los variados y encantadores edificios que pudimos ver.
Fuimos descendiendo hacia el puerto, donde en aquel momento acababa de atracar un barco pesquero y empezaban a descargarlo, lo que nos dejó muy sorprendidos fue que en vez de sacar pescados de la bodega estaban descargando una gran cantidad de algas cargándolas en camiones, supongo que son los nuevos tiempos que corren con tantos restaurante veganos.
Al final del rompeolas se encuentra la famosa obra “Los Cubos de la Memoria”, creada por el artista Agustín Ibarrola, que ya está un poco decolorada por las inclemencias del tiempo, habría que darle un repaso de pintura.
Como ya estaba atardeciendo pensamos sería una buena idea ir a pasear por el Paseo de San Pedro, construido en el año 1847, por lo visto tuvimos la misma idea bastante gente, pues éramos bastantes los que andamos por sus explanadas de césped que bordean los acantilados sobre el mar, es un paseo con unas vistas preciosas, por un lado el mar, por el otro, la Villa de Llanes desde lo alto.
Una vez terminamos nuestro largo paseo por San Pedro, volvimos a cruzar el casco histórico, en esta ocasión elegimos algunas calles diferentes por las que todavía no habíamos pasado, para dirigirnos hacia la calle Pidal, en la cual hay varias Casonas de Indianos, algunas de ellas convertidas en un edificio de varios vecinos, otras un poco más abandonadas.
La más famosa de todas, sobre todo para los más cinéfilos, es el Palacio de Partarríu o Villa Parres, donde se rodó la película El Orfanato en el año 2007, bajo la dirección de Juan Antonio Bayona, fue construida en 1898 por encargo de José Parres Piñera, que ostentaba un cargo importante en el Ministerio de Marina de la época, el cual se casó con Antonia Sobrino Díaz, hermana de unos indianos, por desgracia el Sr. Parres murió al año siguiente de terminar su construcción por lo que poco pudo disfrutar de la casa, actualmente está completamente abandonada dándole al lugar un aspecto más desolador que en la película.
De regreso a nuestro hotel, estuvimos mirando por Internet que restaurantes recomendaban para cenar en Llanes, nuestra sorpresa fue que al llamar a un par de restaurantes para reservar mesa estaban todos al completo, no habíamos caído en que era fin des semana, decidimos dar un vistazo a los restaurantes cerca del muelle a ver si encontrábamos uno que nos gustara para cenar, pero fue más de lo mismo estaban todos reservados, por fin y después de preguntar en bastantes restaurantes encontramos una mesa disponible en la Sidreria La Llosa, que dispone de una terraza trasera con vistas a la ría del puerto de Llanes, una vez revisada la carta, pedimos una par de platos tradicionales asturianos, el paté o pastel de cabracho y el famoso cachopo, ambos platos fueron abundantes y muy sabrosos, en resumen, la sidrería La Llosa es un restaurante sencillo en su decoración pero muy recomendable por su comida.