¡A madrugar! Nos esperaba uno de los días con que más soñábamos: Abu Simbel. Al salir la motonave nos dio dos cajas a cada uno con el desayuno y un lunch.
Luego de esperar a que todo el convoy se formara, salimos atravesando el desierto y pudimos ver el precioso amanecer.
Todavía no comprendo la idea del convoy (supuestamente vas con guardias asi es que es por protección) por que en cuanto sales de donde te reúnen, cada carro va por su lado. Después de un largo viaje, a una velocidad que a veces me asustaba, en una larga carretera en medio del desierto, llegamos. Lo primero que ves es la belleza que crea el contraste entre el azul del lago Nasser y la arena del desierto.
Caminas, y de repente aparecen frente a tí... una sensación increíble... algo que nunca olvidaré.
Cuando ves la fachada, los colosos, sólo puedes pensar en la grandeza del antiguo Egipto y la grandeza que quería proyectar Ramses II, lo cual lo logró definitivamente.
Luego de escuchar toda la historia y significados de lo que veríamos (no dejan entrar a los guías para evitar que se hable mucho dentro de los templos y conservarlos).
Nuestro guía nos recomendó empezar por el templo de Nefertiti, dedicado a Hathor, ya que todas las personas van directamente al de Ramses II y pues así pudimos disfrutar prácticamente solos de este pequeño templo. Es pequeño definitivamente, pero hermoso. Una puerta de acceso que me encantó, colores muy bien preservados.
Es una lástima que no se pueda tomar fotos, pero es un pequeño precio que tenemos que pagar para mantener las bellezas que hay dentro.
Ya luego a refrescarnos un poco tomando algo en uno de los restaurantes del área y a regresar hacia Aswan y con ganas de ver espejismos. Ya cansados, a cenar y dormir por última vez en la motonave, ya que al día siguiente salíamos en la noche para El Cairo.