Día 6. AMBOISE - CHEVERNY - CHAMBORD - CHARTRES. 187 Km.
Ya no hay rastro de nubes y el sol brilla intensamente. Nos espera un día complicado. Ayer tuvimos que alterar los planes y nos queda por ver Clos-Lucé. Por si fuera poco, el Tour de Francia tiene una etapa contrareloj en Chartres precisamente hoy y, además, pasa por la puerta de nuestro hotel. Parece aconsejable no ir por allí antes de que termine la etapa, a las 6 de la tarde.
Vemos Clos Lucé, donde vivió Leonardo da Vinci hasta su muerte. Más que un castillo es una casa solariega con un frondoso jardín, donde se exhiben sus inventos a tamaño natural. El interior comprende las dependencias donde vivió y un museo con sus inventos y explicaciones de los mismos. Es entretenido y el jardín bonito. No se ve desde fuera. Si merece o no la pena pagar la entrada es una decisión muy personal porque es el más caro de todos los castillos, unos 14 euros. Si tuviera que descartar algún castillo, sería éste, pero es cuestión de gustos.
Vemos Clos Lucé, donde vivió Leonardo da Vinci hasta su muerte. Más que un castillo es una casa solariega con un frondoso jardín, donde se exhiben sus inventos a tamaño natural. El interior comprende las dependencias donde vivió y un museo con sus inventos y explicaciones de los mismos. Es entretenido y el jardín bonito. No se ve desde fuera. Si merece o no la pena pagar la entrada es una decisión muy personal porque es el más caro de todos los castillos, unos 14 euros. Si tuviera que descartar algún castillo, sería éste, pero es cuestión de gustos.
Dejamos definitivamente Amboise. De camino a Cheverny, paramos a hacer la foto de rigor al castillo de Chaumont-sur-Loire desde la orilla opuesta del río. Queda precioso con las casitas del pueblo y el Loira.
Comemos en el pueblo de Cheverny, no hay mucha oferta, pero sí más amplia y con mejor precio que en el restaurante del castillo. Se puede ver una iglesia y un mercado medieval tipo logia, muy bonitos.
Cheverny nos gusta mucho, está muy bien amueblado, su fachada es sumamente elegante y los jardines amplios y frondosos, muy cuidados. Nos topamos con la perrera casi por casualidad: los perros están tumbados en el suelo, hacinados en una especie de corral, el olor es nauseabumdo. Salimos huyendo, no es hora, pero en modo alguno nos apetece presenciar el famoso espectáculo de su comida.
A la salida del castillo, volvemos a pasar junto a la iglesia de Cheverny, hay una boda: los sombreros de las señoras no tienen nada que envidiar a los que se lucen en Ascot: ¡madre mía, y con semejante calor! Igual son parientes de los dueños del castillo,
Después, a Chambord. La hacienda comprende un entramado de bosques espectacular. Cobran 3 euros por aparcar, pero puedes pasear por los inmensos jardines y ver el castillo desde el exterior.
Después, a Chambord. La hacienda comprende un entramado de bosques espectacular. Cobran 3 euros por aparcar, pero puedes pasear por los inmensos jardines y ver el castillo desde el exterior.
Tiene un andamio en una de las chimeneas que afea las fotos tomadas desde ese lado, se nota más desde la parte posterior. La foto más bonita se obtiene desde las gradas que hay frente al canal.
El interior no tiene itineario sugerido y es un caos si no se planifica muy bien lo que se quiere ver: yo lo tenía claro y aún así me perdí dos o tres veces en la maraña de corredores, escaleras y estancias. Lo mejor en mi opinión: la escalera helicoidal que, dicen, fue diseñada por Leornardo, las habitaciones reales que están alrededor de la escalera y figuran indicadas con carteles y las vistas en el piso superior de las terrazas y las chimeneas, que son espectaculares. Lo demás, vacío, descuidado y hasta feo me atrevería a decir con todos mis respetos y perdones. El edificio desde lejos resulta impresionante y sus dimensiones descomunales, según te acercas, para mi, pierde parte de su encanto De todos modos, su visita es obligada y compensa con creces.
Ponemos rumbo a Chartres pasando por Beaugency y Meung-sur-Loire. Pretendiamos cenar en Chateaudun, vemos por fuera su castillo (ya cerrado) y nos acercamos a la plaza, pero está todo vacío y nos tenemos que conformar con comprar unos trozos de pizza y unos refrescos (¡qué suerte tuvimos de encontrar esa tienda abierta!), que tomamos a la orilla del río, con la silueta del castillo como inquietante testigo en todo lo alto.
Llegamos casi de noche a Chartres, todavía con recuerdos del paso del Tour. En la recepción del hotel nos dan un folleto sobre el espectáculo de luz que ilumina los principales monumentos de Chartres hasta las 12 de la noche. No nos lo podemos perder pues estamos a cinco minutos andando de la Catedral. Hay un concierto en la explanada y las luces de colores van dibujando mosaicos en la Catedral y otros monumentos.
Muy agradable de ver, pero al cabo de un rato, ya habituados a los dibujos que proyectan las luces, estamos cansados de caminar por calles oscuras, apagada la luz artificial para destacar la ornamental, y nos vamos a dormir.