ETAPA 3: RUMBO A LA SELVA NEGRA ✏️ Travel Journeys of Germany

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Comenzamos el dia desayunando en el apartamento, y en seguida al parking a montarnos en el coche y a las 8 y algo ya estábamos en camino. Teníamos por delante la jornada mas larga en kilómetros, en la que teníamos previsto ver varios pueblos en la Selva Negra además de Obernai, que pertenece a Alsacia y nos pillaba de camino. El día prometía mejorar en lo que al tiempo se refiere, con algo de sol y una moderada subida de temperatura.

En apenas media hora y sin ningún problema estábamos en nuestro destino. Aparcamos en la calle, justo al lado de la Sinagoga que es donde empieza la parte bonita del pueblo.

Era zona azul, asi que pagamos en el parkimetro exactamente igual que en España, y comenzamos nuestro paseo. La Sinagoga estaba cerrada, así que como hicimos en todos los sitios que visitábamos, fijamos en Google maps la oficina de turismo, ya que suelen estar casi siempre en la parte mas céntrica y son una buena manera de comenzar un recorrido, cogiendo un plano y obteniendo alguna indicación, si el idioma lo permite.

Ya de camino al centro de Obernai pudimos descubrir que es un pueblo pequeño pero bonito y que bien merece una visita. Era temprano y no había casi nadie por la calle. Los locales de restauración comenzaban a montar las mesas en la puerta y se adivinaba la vida que pronto cobrarían las calles. En la oficina de turismo nos vendieron un pequeño mapa con un recorrido que comenzaba allí mismo, en la plaza central, donde en ese momento estaban montando un mercado de antigüedades, y que no nos llevó mas de una hora realizar. Obernai no es el pueblo mas bonito de Alsacia, y si se va muy justo no me parece imprescindible, pero si se puede recomiendo visitarlo.




El siguiente destino era Gegenbach, que habíamos visto en varios diarios de viaje y reseñas como un pueblo encantador, y que había servido como inspiración a Tim Burton para las escenas iniciales de su versión de Charlie y la fábrica de chocolate.

50 Kms, El Rhin y la frontera con Alemania nos separaban de Gegenbach. Para quien no lo sepa, la frontera en si se limita al Cartel de Alemania. El Rhin, por cierto, impresionante, es la frontera física entre ambos países y una vez que lo cruzas has cambiado de país. Todos los carteles de repente son en Aleman, con la complicación de los interminables nombres de las localidades, que a veces casi no te dan tiempo a leer para ver si es salida que tienes que coger en la autopista.

Sobre las 11 estábamos en Gegenbach. Misma operación, aunque ahora el estacionamiento era mas barato, y con 50 centimos podías aparcar una hora aproximadamente. Aparcamos a unos 10 minutos andando del ayuntamiento y centro del pueblo. Un poco antes estaba la oficina de turismo. En todas las oficinas de turismo en las que entrabamos, mi hija entraba gritando “holaaaaa” con lo que no era necesario decir de donde veníamos, ya se lo imaginaban. Nos dieron un plano y nos pusimos en marcha. Este pueblo se veía mas grande que Obernai, pero tampoco es que sea muy grande, son 11000 habitantes. Pero si que en el recorrido que nos marcaba el plano había mas puntos de interés.
La plaza principal, con el ayuntamiento, es muy bonita, flanqueada por las típicas casas de colores igual que en Alsacia. A cada lado de la plaza, una torre con un arco da salida de la misma. Salimos por una de ellas y cruzamos la via del tren para llegar al puente que atraviesa el rio Kinzig, y disfrutar del precioso paisaje en el que nos encontramos. Volvimos a la plaza y seguimos el recorrido durante aproximadamente una hora. Terminaba en una zona de callejuelas empedradas con fachadas llenas de flores, realmente bonito.


Era cerca de la 13 y no queríamos tener problemas con los horarios, así que fuimos al restaurante Zum Turn, que habíamos visto en Trip Advisor como buena opción, pero para nuestra sorpresa estaba cerrado a medio día. Al final terminamos en un italiano llamado La Grappa, donde comimos muy bien de menú una ensalada, un plato de pasta y una pizza, mas bebida por 15€. Superbarato, mas incluso que en España. El sitio era muy chulo, nos sentaron al lado del horno de leña y las chicas eran italianas, con lo que no hubo problema para comunicarnos. Lo malo, la empinada escalera que tuvimos que bajar con la silleta.

Con el estómago ya lleno, nos pusimos en marcha hacia Schiltach. Habiamos leído maravillas sobre este pequeñísimo pueblo y allá que fuimos. Eran 40 kms y tardamos cerca de una hora porque no era autovía.
La verdad es que nos decepcionó un poco. El tiempo empezaba a empeorar y no acompañaba. Fuimos a la Plaza del Mercado, muy bonita pero pequeña y con todo cerrado. No encontramos la oficina de turismo que se suponía que estaba allí. El pueblo discurre a lo largo del rio, y no sabíamos muy bien hacia donde ir. El caso es que estuvimos muy poco tiempo, porque además para ir a la plaza que he comentado tuvimos que subir una empinadísima cuesta empedrada y con la silla de paseo se hacía difícil. Y todo lo que veíamos era el curso del rio con casas a un lado y calles empinadas que subían. Al final nos fuimos y tomamos rumbo a Triberg, famosa por los relojes de cuco y las cascadas.




Triberg supuso para nosotros la segunda decepció del día. El tiempo seguía nublándose. Fijamos como destino las cascadas y una vez que llegamos no sabíamos muy bien que hacer. Habiamos pasado el pueblo de largo (que por cierto había leído que no era muy bonito, pero a mi me pareció bastante chulo) y por una carretera que ascendia a un monte cercano llegamos al destino. Nos encontramos con una parking de tierra con la señal de Videovigilancia y un parkimetro para pagar, y al lado carteles y una senda que se andentraba en el monte. Pero ni un alma. Nos pareció rarísimo, asi que bajamos al pueblo y aparcamos en un parking gratuito con estacionamiento limitado a 20 minutos.

De camino a la oficina de turismo, que estaba al lado, pudimos comprobar que el reloj de cuco es el verdadero protagonista del pueblo. Había varios comercios dedicados a venderlos, y me llamó la atención uno en cuya fachada había uno enorme con figuras que se movían. Muy chulo.

Pues bien, en la oficina de turismo me atendío una chica que hablaba un poco de español, y que me dio un plano con indicaciones de como llegar a las cataratas que no conseguimos entender, y nos dijo que justo detrás de allí había un parking donde dejar el coche y poder ir andando a verlas. Pues no las encontramos. No nos lo podíamos creer. Había una pequeña corriente de agua que bajaba pero de cataratas nada, y de repente se puso a llover. El gps nos decía que teníamos casi 2 horas de vuelta con 60 kms por carretera en plena selva negra y luego otros 40km de autovía, y decidimos emprender la vuelta con la decepción de haber estado allí y no haber podido ver lo que queríamos.

Ahora comenzaba otra aventura, porque el camino empezaba a subir y nada mas salir del pueblo empezamos a ver nieve en los lados de la carretera. En muy poco tiempo todo lo que nos rodeaba estaba blanco y el camino nos llevaba por una carretera de montaña poco transitada. La verdad es que estaba un poco asustado pero al mismo tiempo maravillado por el paisaje. Un paisaje de montaña, lleno de altísimas corniferas, todo blanco por la nieve. Tuve incluso que parar para tocar la nieve y hacer unas fotos. Reanudamos la marcha y la carretera se iba haciendo cada vez mas pequeña y con asfalto de peor calidad. Y apenas llevábamos 20 km. ¿Qué nos esperaba por delante…? Al menos era temprano y teníamos luz asegurada todo el camino.



Al final pronto mejoró. La carretera pronto ensanchó, la nieve dejo paso a un verde paisaje, empezamos a ver alguna que otra casa, y pronto volvimos a ver otros coches y a sentirnos mas seguros.

Al final fueron casi dos horas de camino hasta Colmar, y de camino pasamos muy cerca de Friburgo, ciudad que visitaríamos al dia siguiente.

Llegamos a Colmar, nos duchamos y salimos a dar un paseo y a cenar a un restaurante con una fachada muy peculiar que nos había llamado la atención. Se llama La Brasseríe del Toners. Por fuera parece que no hay nadie, con la puerta cerrada a cal y canto, y cuando entras está lleno de gente y con un gran bullicio. Buena insonorización, si señor. Nos atendío un chico que hablaba español y que nos trató de maravilla, nos trajo una trona, nos explicó que era cada cosa en la carta, y cenamos el Baeckeoffe (una especie de estofado con cerdo, cordero y ternera que se hace a una lentísima cocción) que es un plato muy típico, mas una enorme ensalada con salchichas, y la bebida por unos 35€. Al salir, pasamos por una crepería que hay al lado donde el día anterior nos habíamos comido una crepe de nutella buenísima pero estaban cerrando, así que a dormir que al dia siguiente volvíamos a Alemania para visitar una ciudad que, ya os adelanto, nos enamoró: Friburgo.

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