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Jueves 24 de agosto de 2017
La mayoría de safaris sólo incluyen un día completo en Maasai Mara y esto es lo que hace la mayoría de los turistas, pero nosotros habíamos leído tantas maravillas sobre este parque que le añadimos este día extra. Y valió la pena.
Hoy nos dirigiremos hacia el río Mara para intentar presenciar el famoso “cruce del río”. El espectáculo consiste en que montones de ñus procedentes del Serengeti cruzan el río Mara para entrar en esta reserva en búsqueda de hierba más fresca. En su Gran Migración estos animales recorren más de dos mil kilómetros acompañados por cientos de miles de cebras.
Los tiempos de esta migración dependen de la lluvia, así que cada año varían un poco. Durante nuestros meses de verano el Serengeti es demasiado seco para poder conseguir comida suficiente para todos así que vienen hambrientos al Maasai Mara, para volver al sur entre octubre y noviembre, cuando volverán las lluvias en el Serengeti.
Llegamos a una orilla del río, es decir, al borde de un acantilado, porque el río queda a unos cincuenta metros bajo nuestro. Somos muchos coches esperando la acción.
A nuestro lado del río ya hay un buen número de ñus y cebras que parece ser que cruzaron ayer. Delante nuestro, al otro lado, un grupito de cebras se atreve a acercarse al río, bajando una empinada pendiente de tierra. Una va delante, pone una pata en el agua. Bueno, parece ser que ha visto un enorme cocodrilo sumergido en el agua que espera pacientemente su hora de comer.
En este cruce siempre hay algunos ñus o cebras que se lesionan o se ahogan. Los cocodrilos lo saben y aprovechan cada oportunidad. Los migradores saben que lo saben.
Nuestras cebras se acercan al agua, beben. No se adentran al río. Sus compañeras de nuestro lado las llaman. Hacen un sonido horrible. Vuelven a estudiar la situación pero no, no será hoy, o al menos, no será en la presencia de este cocodrilo amenazante. El cocodrilo ha sido poco discreto, se ha acercado demasiado.
Movemos el coche unos cuantos metros y nos situamos enfrente de otro caminito creado por los animales que han cruzado anteriormente. Se acerca otro grupo de cebras al agua. Hay un hipopótamo cerca que, aunque no es un depredador, es muy territorial y se molesta con la presencia de otros animales cercanos. Les bufa un ronquido y las cebras se echan para atrás. Finalmente una valiente pone un pie dentro del agua. Otro. Los dos de atrás… y se lanza a correr dentro del río en dirección a la otra orilla. La siguen un par o tres más. El agua les cubre todo el cuerpo, sólo les asoma la cabeza, y con dificultad. ¡Finalmente están al otro lado!
Mientras esperábamos la decisión de las cebras nos hemos comido nuestra caja de picnic dentro del coche. Una vez más, un cuarto de pollo asado, algo de pan, fruta, un poco de bizcocho y un zumo. La escena de las cebras se repite una vez más y luego el resto de sus amigas deciden dejarlo para otra ocasión.
Sólo unos pocos ñus se han acercado al agua, llevamos un montón de horas esperando, pero el famoso cruce no es una garantía. Puede que hoy ya no crucen. Pues nada, retiramos un poco decepcionados.
A primera hora de la mañana hemos visto un guepardo tumbado en una llanura. De repente se pone de pie, mira fijamente algo enfrente suyo. Es una gacela de Thompson a unos doscientos metros. La gacelita no lo ha visto, sigue pastando a su ritmo. El guepardo tiene hambre pero no prisa. Tiene que ahorrar energía para poder estar muchas horas en ayunas y tener la fuerza para perseguir su presa.
Da un par de pasos adelante. Se agacha. La gacela sigue en la inopia. Otro par de pasos felinos más, se va acercando sigilosamente, y de repente echa a correr. Oh, la gacela también arranca justo en el mismo momento y desaparece de nuestro campo de visión. ¿Cómo lo ha sabido? Nos dice nuestro guía que el guepardo tenía el viento en contra y la gacela lo ha olido.
Nuestro felino, decepcionado, se sube a un montículo y se recuesta. No está descansando, su mirada otea el paisaje en busca de otra presa. Puede estar así horas, esperará a que un animal se acerque lo suficiente para atacar. Le dejamos así, con la esperanza que finalmente consiga comer. Seguro que sí.
Seguimos deambulando por el parque cuando George nos señala enfrente a nosotros, entre unos matorrales. Distinguimos el pelo rubio característico de un león. No hay uno, está toda la familia de ayer, dándose un festín con un búfalo muerto. Lo cazaron ayer por la noche, al parecer. El macho está protegiendo su botín, una hembra mordisqueando la tripa y unos cachorros atacan por detrás, metiendo la cabecita entera en un agujero dentro de la bestia. Una presa así les puede alimentar a todos durante días.
Seguimos nuestro camino. Más allá, una pareja de leones están tumbados a un metro uno del otro. El león se levanta y se dirige a la hembra. La hembra se levanta. El león se pone detrás. El apareamiento dura tres segundos contados. Los dos vuelven a tumbarse. Con suerte, en tres mesecitos y medio la familia habrá crecido.
Una vez en el campamento, hoy somos muy pocos en la cena y no hay bufet, sino carta. Vamos a hacer las maletas que mañana ya nos vamos.
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