Dos semanas en Irán ✏️ Blogs de IranDos semanas visitando Kerman, Yazd, Shiraz, Isfahan y TehranAutor: Nachingo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (27 Votos) Índice del Diario: Dos semanas en Irán
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Etapas 10 a 12, total 15
El día de hoy ha venido cargadito. Hemos visto bastantes cosas y hemos aprovechado bien el tiempo. Saliendo a las nueve, como todos los días, nuestra primera parada han sido unos baños tradicionales, reconvertidos ahora en museo (entrada 50.000). Están en el barrio antiguo, y ya que no pudimos ver los de Kerman, estos nos valen. Están bastante bien conservados, y nos cuenta que se han usado hasta hace 35 años. Son de época safávida, esto es, s. XVII, así que tienen cera de 300 años de antigüedad. El siguiente punto de interés es un minarete del s. XIII. Se puede ver la escasa decoración de azulejo que tiene. Estos minaretes se usaban en época preislámica para guardar el fuego sagrado de los zoroastrianos, y a la vez servían de guía para las caravanas en el desierto, actuando de faros. Los musulmanes se apoderaron de estos lugares religiosos y los convirtieron en minaretes, usándolos para su nueva religión (como ha pasado siempre). Este minarete está en el barrio más antiguo de Isfahan, y desde allí hemos seguido andando por el barrio antiguo, viendo sinagogas, y la gente del lugar cómo mira a los extraños, soprendidos. Nos ha gustado mucho ver el trasiego diario de esta gran ciudad, que sin embargo en algunos aspectos es como un pueblo. Y desde allí ya hemos llegado andando a la mezquita Jamé (entrada 100.000). Bueno, a la primera, porque en la plaza del Imán hay otra. De esta mezquita dicen que es una auténtica enciclopedia de arquitectura, ya que sobrepuestas hay partes de los siglos IX, XIII, XV y XVII. Tiene once puertas, mirando hacia los distintos barrios, para que todo el mundo pudiera entrar. Ha sido restaurada, ya que parte se destruyó por los bombardeos de la guerra Irán-Irak. Es muy curioso ver la evolución. Las partes del s. IX están hechas únicamente de ladrillos cocidos, sin color. Aún así tienen mucha decoración, en las cúpulas, siendo todas distintas, y hay hasta 160 modelos decorativos distintos. Ya en el s. XIII, en época seliúcida, se introducen los primeros decorados en color azul turquesa. Y luego la profusión de colores que se ve, de época safávida, del s. XVII, los verdaderos arquitectos del Isfahan actual, los que edificaron la plaza del Imán, cuando la nombraron su capital. Esta dinastía se preocupó de conservar los elementos antiguos, edificando sus propias construcciones en otro sitio, sin derruir lo ya hecho. Muy interesante también es un mihrab del s. XIV, de época de la invasión mongola, que está hecho en yeso y se conserva perfectamente. Nos ha gustado mucho mucho, con sus cúpulas de ladrillo, sus exteriores decorados… Como ya digo los safávidas construyeron la plaza del Imán, y para unir esta parte con la otra, crearon un enorme bazar, que nos lo hemos recorrido andando, no ya de punta a punta, que es infinito (o más), pero sí que hemos estado casi tres cuartos de hora en su interior, hasta que finalmente hemos desembocado en la famosa plaza. El bazar estaba atestado de gente haciendo las compras para el año nuevo. Aquí nos ha recogido nuestro conductor para llevarnos a ver un par de cosas en las afueras. La primera, un mausoleo de un santo del s. XIV, un místico, al que le llaman los minaretes basculantes. Estos minaretes se añadieron en época safávida, y resulta que cuando se mueve uno, el otro también lo hace. Los estudiosos han tratado de encontrar una explicación a este fenómeno, sin éxito hasta el momento. Lo hemos visto desde fuera ya que nos ha dicho que no merecía la pena entrar para ver exactamente lo mismo. Y un poco más adelante, los restos, en lo alto de una colina, de un templo del zoroastrismo, con su edificio circular para mantener el fuego sagrado. Ha sido bajar del coche, hacer la foto, y volver a montar. Esto está en las afueras, y la vuelta, en lugar de hacerla por el mismo camino, nos hemos acercado a la zona del río, para ver las huertas, donde la gente estaba arando, recolectando, comiendo… ya digo que me recordaba a un pueblo, a pesar de sus más de dos millones de habitantes. Como ya se había hecho la hora de comer, nos hemos acercado al barrio armenio, para quedarnos cerca de las visitas de la tarde. Hemos comido en un restaurante italiano muy bueno y después, a ver la catedral armenia (entrada 150.000). Los armenios fueron invitados a venir por el Shah Abbas en 1605, para que huyeran de la persecución de los otomanos. Aquí vinieron unos 80.000, aunque actualmente en el país quedan solo 90.000. La catedral llama la atención por sus pinturas, acostumbrados como estamos a la decoración geométrica de las mezquitas, están representadas las escenas del evangelio. Se construyó entre 1606 y 1685. Al lado de la catedral hay un museo armenio, donde narran parte del genocidio por parte de los turcos en 1915… Hay que ver, la historia de la “humanidad”… También hay manuscritos antiguos, miniaturas. No es especialmente llamativo, pero ya que estás allí, pues entrar no cuesta nada. Justo enfrente de la entrada a la catedral hay una plaza que es lugar de reunión de los jóvenes del lugar. Resulta que el barrio armenio también es famoso por la cantidad de cafés que tiene. Desde aquí hemos vuelto a coger el coche, que nos ha llevado de nuevo a la plaza del Imán. Allí hemos estado tomando un té tranquilamente en una cafetería, en las galerías del interior, bajando la comida. Y luego, a mercar tranquilamente, y a ver trabajo de los artesanos. Primero hemos visto trabajar a un miniaturista, y luego a los que trabajan el cobre pintado. Ha sido bastante interesante, pero de momento no hemos comprado nada. Como ya estábamos bastante cansados de no parar en todo el día, nos hemos acercado andando hasta el hotel, donde hemos llegado a las seis de la tarde, para descansar un rato y conectar con la familia. No sé si lo he dicho, pero el hotel es cojonudísimo. Hemos estado hasta las siete y media, que ya nos hemos puesto en marcha para dar un vuelta hasta el río, esta vez acompañado de mi madre, que ayer se lo perdió. La gente nos para para preguntarnos que de donde somos, que por qué hemos venido, que qué nos parece el país, que qué es lo que más nos gusta… sigo diciendo que es lo mejor del país, sus gentes. Y mira que ya veníamos avisados… Para rematar el día hemos vuelto a cenar al hotel, pero no al restaurante, sino al tea room, en el jardín, donde hemos tomado un guiso típico llamado ash, y que tiene, entre otras cosas, verduras (desconocidas), cebolla, espinacas, alubias, garbanzos, lentejas, fideos… vamos, un buen reconstituyente para recuperar las fuerzas. Etapas 10 a 12, total 15
Hoy el día ha venido igualmente cargadito. Se nota que es la ciudad con más atractivos turísticos, y hay que aprovecharlos. Nuestro primer destino ha sido el palacio Ali Qapu, que significa puerta alta, en un sentido tanto físico como espiritual (entrada 150.000). Fue edificado por la dinastía safávida, al igual que el resto de monumentos de la plaza, y la plaza misma. Era el palacio residencial, un edificio de cinco alturas en el que la terraza que da a la plaza está en el tercer piso, y en el quinto se encontraba la sala de música. En la plaza se encuentran los cuatro pilares del gobierno safávida: el político (con este palacio), el económico, con el bazar al norte, el religioso, con la mezquita al sur, y el cultural, con la mezquita al este, que se usaba como escuela para los hijos del rey. Además, por las dimensiones de la plaza, se cree que en sus orígenes se usaba para practicar el juego del polo. La terraza estaba antes profusamente decorada, con pan de oro en las columnas, y espejos, pero los kajares arrasaron con todo. Atravesando la plaza de oeste a este nos vamos a la mezquita Sheik Lotfollah, llamada así en honor a un jeque libanés, que era el maestro de los hijos del rey (entrada 100.000). Es la única mezquita del país que no tiene minaretes, ya que su función no era la oración sino la enseñanza. Tampoco tiene patio, para que no se pudiera ver a la familia real. El siguiente punto ha sido la mezquita Jamé Abbasí (la hizo el Shah Abbas), situada al sur de la plaza (entrada 100.000), muy bonita, y con la curiosidad de que en su cúpula central se oye el eco de los sonidos que se hacen debajo. Mientras esperábamos a que el coche viniera a por nosotros, que estaba atrapado en el tráfico, entramos en una cafetería a descansar un poco, y yo me tomo un excelente té a la menta. Tenemos el tiempo justo, ya que en seguida llega, y nos vamos camino a ver los puentes. El primero es el puente Khajuy, con un pabellón real en el medio. A continuación, el puente Si-o-se, el de los 33 arcos, que ya hemos visto otras veces, pero ahora Azi nos explica que es el primer puente que se construyó en la ciudad, y se hizo para conectar el barrio armenio con el lado safávida. La última parada es el palacio Chenel Sotun, cerca de la plaza (entrada 150.000). Era el palacio en el que los monarcas safávidas recibían a los enviados extranjeros. Estos monarcas tenían gran gusto por Europa, y se trajeron a dos pintores de corte de Holanda. Tiene 20 columnas, que reflejadas en el agua del estanque hacen 40 columnas, número que simboliza una gran cantidad. Aquí los kajares también cometieron sus tropelías, entre otras, borrar los frescos y pintar los suyos, unos horrores que no guardan proporciones, ni gusto ni nada. Las visitas, con esto, se han terminado. Se nos ha hecho la hora de comer, lo que vamos a realizar en tres intentos. El primero, en un restaurante en la plaza, que estaba cerrado. El segundo, en otro del centro, donde intentamos ir el primer día, y que tenía una cola horrorosa. Finalmente acabamos comiendo en el hotel, cansados de buscar otro sitio. Después de la comida, un breve descanso, y a las cuatro y media en marcha otra vez camino de la plaza. Cambiamos dinero, y a empezar las compras. Pero más que nada es un paseo. Mercamos unas miniaturas y unos billeteros. Todo esto nos lleva tres horas. Al final regresamos al hotel, sin ganas de cenar de empachados que estamos de todo lo que estamos comiendo estos días. Bueno, yo ceno un poquito, un triángulo de hojaldre relleno que llevo viendo varios días en las ciudades, y que tenía ganas de probar. Es como una empanadilla grande, rellena de patata con hierbas. Y de postre, un estupendo té a la menta en la tea room del hotel. Etapas 10 a 12, total 15
Fieles a nuestra hora, un día más, a las nueve estamos en marcha. Hemos pesado las maletas en una báscula que tiene el hotel y nos hemos quedado más tranquilos. Todavía no llegamos al peso máximo y podemos comprar muchas cosas más. Como a las dos horas de camino hemos llegado al pueblo de Abyanet, un pueblo de casas rojas, por el color de la tierra, que aunque no está mal, no tiene nada reseñable. Las mujeres tienen vistosos pañuelos de colores y los hombres pantalones anchos. Hablamos con la gente, simpática como siempre, incluso un chico me quiere invitar a su casa a tomar el té, pero tengo que declinar la invitación. Como detalle gracioso, al salir de pueblo, hago una foto al conductor y al coche, que nos está esperando. La señora que está al lado, pensando que le hago la foto a ella, empieza a decir de todo. Luego la guía nos traduce que para qué le hago la foto, para enseñársela a los hombres, y que luego la van a venir y van a querer casarse con ella… Bueno, la señora esta, los setenta ya no los cumplía… Luego seguimos hasta nuestro destino, Kashan. En las afueras de la ciudad paramos a ver un jardín, el jardín Fin (entrada 150.000). Es uno de los nueve jardines persas declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se está muy agradable, y está muy bien adornado con flores. Fue edificado por los safávidas, en una zona montañosa por un lado, pero desértica por otro. Hay cipreses de más de quinientos años. Volvemos a entablar conversación con los lugareños. Esta vez una niña, que no era de las más listas. Le pregunta a mi madre que si es una turista… (¿?) Luego le pregunta que si ha llegado en avión… y para rematar le pregunta que si soy su marido… En fin. Salimos del jardín a la una y media, y ya se nos ha hecho la hora de comer. La guía nos lleva a un sitio del que no sabemos nombre ni dirección, con una pinta un poco cutre (ya nos había avisado) pero donde comemos la que posiblemente haya sido la comida más rica y completa de todo el viaje, y nada cara. Luego ya enfilamos hacia el hotel, a tomar posesión y dejar las maletas. Una vez hecho este trámite nos vamos hacia una casa típica, la mansión Tabatabaian (o algo así)(entrada 75.000). Está decorada muy bonita, con espejos y estucos, y es de época kayar (s.XVIII). Lo que más me llama la atención de la casa es lo profundo que se cava para huir del calor en verano y del frío en invierno. La manera de construir es cavar un agujero bastante profundo, y la tierra que se extrae, se aprovecha para construir las paredes. Después de la casa nos damos una vuelta por el bazar, y luego volvemos al hotel a descansar, pero antes nos despedimos del que ha sido nuestro conductor todos estos días. Mañana para entrar en Teheran tenemos otro. A las seis y media salimos a dar un paseo, a ver una mezquita, que tampoco dice mucho, y otra vez vuelta al hotel. Ya solo nos queda cenar, en el mismo hotel, y poco más. Como conclusión, decir que bajo mi punto de vista, dormir en Kashan es una pérdida de tiempo, pudiendo haber hecho el camino desde Isfahan a Teheran de una tirada (con las paradas correspondientes). Los atractivos de la ciudad no justifican un día aquí. Etapas 10 a 12, total 15
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