![]() ![]() Argentina en verano austral ✏️ Blogs de Argentina
Impresiones personales de mi viaje a Argentina durante un mes en el verano austral de 2017 - 2018Autor: Elmarraco Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Índice del Diario: Argentina en verano austral
01: PATAGONIA: EL BOLSON -BARILOCHE - SAN MARTIN DE LOS ANDES
02: PATAGONIA : EL CALAFATE - GLACIAR PERITO MORENO
03: TIERRA DEL FUEGO: USHUAIA
04: IGUAZU
05: BUENOS AIRES
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Etapas 4 a 5, total 5
IGUAZU 18.1.2018 Después del periplo por la Patagonia y la Tierra del Fuego nos desplazamos al otro extremo del país, la región de Misiones, en la frontera con Brasil y Paraguay. El vuelo con la compañía LATAM exige hacer escala en Buenos Aires y dura aproximadamente dos horas y media y me costó 260 euros, ida y vuelta, reservada en Travelgenio. Si la Tierra del Fuego es húmeda y fría, la región de Iguazú es más húmeda aun pero cálida. De hecho nos recibe con una tormenta tropical que hace zozobrar el avión poco antes del aterrizaje. Me alojo en una cabaña en la Posada 21 Oranges de Puerto Iguazú (C/Montecarlo s/n), establecimiento con encanto, atendido por personal muy acogedor y con un desayuno espectacular, cuya única pega es que queda lejos de la población, y no es que Puerto Iguazú sea una maravilla, pero es el único lugar donde hacer algo aparte de ver las cataratas. Por tres noches me cobran 165 euros. Si no se quiere tomar un taxi (no se dice coger un taxi, aquí), que el establecimiento facilita a precio más favorable, la alternativa es ir a la carretera, que está a medio kilómetro aproximadamente, para tomar el bus, que es baratísimo. También aquí se puede tomar el autocar que va a la parte argentina de las cataratas (para ir a la parte brasileña tenemos que tomar el autocar desde Puerto Iguazú). Uno de mis errores fue venir del aeropuerto en un taxi oficial (550 pesos – 26 euros) y no avisar previamente al hotel para que me buscara un taxi más económico (me lo habían anunciado en el correo electrónico de confirmación de la reserva). Si el taxista del aeropuerto te propone llevarte al día siguiente a las cataratas, es mejor no aceptarlo, ya que la diferencia de precio con el autocar es muy grande y en cualquier caso se puede concertar el taxi en el hotel, que siempre será más barato. Otra de la pegas del establecimiento es lo mal que funciona internet, pero casi habría que echar la culpa al servicio de teléfonos más que al hotel. Cuando a la noche me paseé por Puerto Iguazú sin alumbrado público, lo comprendí todo. Esta parece una población que ha crecido rápidamente sin orden ni concierto, como los poblados mineros del lejano Oeste, orientada especialmente a los turistas. Finalmente recomiendo llevar un buen repelente de mosquitos. No es que hubieran muchos, pero por si acaso. Tras instalarme en mi espaciosa cabaña, que cuenta con una buena nevera, me voy a Puerto Iguazú. Aquí todo está concentrado en tres calles, especialmente la avenida Córdoba, donde se apiñan la mayoría de restaurantes y la estación de buses urbanos e interurbanos El primer día elijo para cenar el Dama Juana (Córdoba, 42), por su agradable terracita donde un señor tañe el arpa. Como plato principal tomo uno de los pescados típicos de la zona, el pacú, que no está mal del todo. LAS CATARATAS DE IGUAZU Hay que empezar diciendo que Iguazú no es una catarata, sino un conjunto inmenso de cataratas. Parece como si la mitad de un lago se hubiera hundido y le cayera toda el agua del mundo desde el otro lado. Dicen las guías turísticas que las cataratas de Iguazú se ven desde Brasil y se sienten desde Argentina, por lo que es recomendable dedicar dos días a su visita, comenzando por el lado brasileño, pero si solo se dispone de un día, recomiendo el lado argentino, que es donde se sitúan la mayoría de las cataratas. Me dirijo a Puerto Iguazú y tomo el autocar que por poco más de 4 euros (ida y vuelta) me lleva, tras ágiles gestiones en el paso fronterizo, a las puertas del parque brasileño de las cataratas. Tras pagar la entrada de 64 reales (unos 16 euros), tomamos otro bus interior que nos transporta a lo largo del parque, donde existen varias bajadas. Yo opto por bajarme frente al hotel, donde ya tenemos una panorámica magnífica. Desde ahí voy andando por el camino que me lleva hasta el puerto, al lado de la tremenda catarata Unión, la mayor de las del territorio brasileño. Muchos se hacen fotos en este punto. ![]() Desde allí una pasarela nos situará encima de la conocida Garganta del Diablo, donde una curvatura del terreno forma una especie de canal por donde ingentes cantidades de agua se precipitan produciendo un ruido ensordecedor y una nube de vapor de agua que vuelve a lo más alto, empapándonos como pollos. La gente sigue haciéndose fotos, aunque la mayoría de ellas saldrán veladas por el agua. Hay que tener cuidado con los coatíes, muy simpáticos, pero que nos intentarán robar la comida al menor descuido. Pude presenciar como uno de ellos saltaba sobre la bolsa de chucherías de un niño y se la arrebataba de la mano de un certero mordisco. ![]() El lado brasileño tiene menos que ver que el argentino, por lo cual sobra tiempo para visitar el Parque de las Aves (11 euros), frente a la entrada del parque de las cataratas. El lugar es doblemente interesante, porque no solo se dedica a la exhibición, sino que constituye un centro de reproducción y recuperación de fauna autóctona. ![]() A la vuelta, un reparador bañito en la piscina de la Posada y cena a base de algunas cosillas compradas en la Panadería – Confitería El Arbol Real, en la avenida Córdoba, frente a la estación de autobuses. Un estupendo lugar para comprar todo tipo de cosas comestibles para llevar o tomar in situ. El día ha sido largo, y hay que descansar para madrugar al día siguiente y visitar el lado argentino de las cataratas. Aquí es importante llegar pronto, pues hay bastante más visitantes que en el lado brasileño. De buena mañana me sitúo en la carretera general, donde para el bus para las cataratas argentinas. Un avispado taxista se detiene allí mismo y las cuatro personas que estábamos esperando negociamos el traslado por el mismo precio que nos costaría el billete de bus (75 pesos el trayecto). Mis acompañantes resultan ser un matrimonio francés acompañado por la hija que vive en Argentina, por lo que aprovecho para practicar mi francés. Aunque es temprano ya hay riadas de turistas que se dirigen corriendo a la parada de tren interior del parque (entrada 500 pesos). Si en Brasil era un autocar, en Argentina es un tren descubierto el que nos adentrará en este grandioso parque. Es obligatorio bajar en la primera parada, donde se agolpa otro gentío que está esperando para llegar a la Cascada del Diablo. Opto por hacer cola, porque después será peor; la cosa en realidad está bien organizada, ya que te dan un número de turno, por lo que no tendremos que soportar a los listillos que intenten colarse. A la tarde completaré los otros itinerarios en las cascadas intermedias. Mientras tanto me entretengo mirando las cabriolas de los monos caís que pululan por los árboles y las instalaciones de la estación. Una vez en la segunda parada nos dirigimos a la Garganta del Diablo a través de larguísimas pasarelas que atraviesan las amarronadas aguas del río Iguazú. Es admirable la obra de ingeniería que se ha puesto en pie para poder situarnos en el ojo del huracán cataratero. Ya de lejos vemos nubes de agua que se elevan al cielo y un estruendo sobrecogedor. Casi hay que pedir permiso para coger sitio en la barandilla, desde donde asomarse al abismo de agua que se abre a nuestros pies. Un momento para reflexionar sobre nuestra pequeñez ante la bravura de la naturaleza. A la vuelta a la estación intermedia recorro los dos circuitos que recorren las cataratas que había visto el día anterior desde Brasil. Uno no se cansa de admirar la belleza y singularidad de cada catarata y de hacer fotos y más fotos, que por desgracia no podrán reflejar plenamente la magnificencia del conjunto, los sonidos, la humedad ambiental, y tantos otros detalles. ![]() Todavía me sobra tiempo para recorrer los aproximadamente 3,5 km del sendero macuco que nos llevan al mirador de la solitaria cascada Arrechea, unas escaleras nos permiten descender al pie de la cascada sin ningún peligro. Allí me encuentro a un grupo de jóvenes que me dan a probar el mate, mi primera vez en todo el viaje. Encuentro que es parecido al té, y reconforta en aquel ambiente húmedo. El sendero me decepciona un poco pues, aparte de unas gigantescas hormigas, no he encontrado ningún ejemplar de fauna digno de mención. A la salida hay un grupo de niños guaraníes cantando. Les compro varios sencillos instrumentos musicales para añadir a mi colección. Mi despedida de Iguazú la hago en Puerto Iguazú con una buena cena en el restaurante Pizza Color, cómo no, en la Avenida Córdoba, en el que repito con el pescado local Pacu Etapas 4 a 5, total 5
BUENOS AIRES
El París de Sudamérica En el camino del aeropuerto Newberry al hotel, tengo la oportunidad de embelesarme con las grandes avenidas y los extensos parques que le dan un empaque especial a esta gran ciudad, no en vano la bautizaron como el Paris de Sudamérica. El amable taxista (traslado al hotel 15 euros) me pasa por la calle Alvear con sus elegantes edificios, muchos de ellos embajadas, el gran hotel Alvear, para desembocar en la célebre Avenida 9 de Julio, la que dicen ser la más ancha del mundo, porque en realidad está formada por tres calles yuxtapuestas: Pelegrini, Cerrito y la propia 9 de Julio. Preocupado por lo que me habían dicho mis amigos de El Bolsón, pregunto al taxista por la seguridad, y él me contesta francamente que no espere la seguridad de Europa, pero que Buenos Aires es una ciudad segura si se está atento y evito los barrios periféricos. Sobre el tema de los tirones en la calle, me advierte: “mire usted la calle, ve que todo el mundo lleva bolsos, mochilas, etc….? Piensa que si hubieran tantos robos la gente los llevaría?”. Y recalca: “ precisamente mis clientes brasileños me comentan la seguridad que se respira en las calles bonaerenses, por comparación a las de su país”. Posteriormente en mis paseos observaré que la ciudad está atestada de policías, especialmente apostados en las calles más céntricas, incluso una pequeña brigada de policía desayuna cada mañana en mi hotel. Adopto como campo base el Hotel Embajador, en Av. Carlos Pelegrini 1185, en el residencial barrio de Retiro, lugar muy céntrico, bien comunicado y tranquilo. Es un hotel veterano pero muy correcto, con buen desayuno buffet y atendido por personal atento y profesional. El costo de la noche de estancia es de unos 50 euros, lo que me parece muy adecuado para tratarse de una gran capital. Aprovecho la tarde para empezar a patear los barrios céntricos cercanos a mi hotel. Comienzo por la plaza San Martin, en una de cuyas cafeterías me tomo un cafetito a precio de oro. Aquí se encuentra una oficina de turismo dónde me facilitan un mapa con las indicaciones de los lugares principales, así como información sobre el bus turístico. Desciendo por la peatonal calle Florida, llena de comercios y restaurantes, especialmente destacables son las elegantes Galerías Pacífico, entre Viamonte y Córdoba. De allí me desvío en dirección al río, desde donde se dominan unas excelentes vistas de la zona de Puerto Madero, con sus modernos rascacielos. ![]() Bajando por la avenida Eduardo Madero, paso por delante de la famosa macro sala Luna Park, que me da la impresión de un tanto descuidada, y por ahí entro en el llamado Micro Centro. En el antiguo edificio de correos se alza el Centro Cultural Kirchner, cuya visita recomienda mi guía con una estrella; como estoy de exploración preliminar, me limito a observarlo por fuera, pues supongo que se necesita tiempo para visitarlo medianamente bien (finalmente no tendría tiempo de verlo). En nada me encuentro delante de la Casa Rosada, la residencia de la primera autoridad de la República Argentina, cuyo color obedece a la utilización de sangre vacuna para su pintado, al menos eso dice mi guía. La famosa plaza de Mayo queda enmarcada por edificios emblemáticos como el banco de la Nación, la Catedral o el antiguo Cabildo. La nobleza del lugar queda deslucida en estos momentos por las obras que se están realizando en la propia plaza y por los campamentos de pordioseros que acampan bajo los soportales de la Administración de Hacienda o de las oficinas del Banco de Santander. Decido visitar el Cabildo, uno de los edificios más antiguos de la plaza, que alberga un museo con elementos relacionados con la independencia del país y la lucha contra los invasores británicos. Los textos comentan con bastante indulgencia el proceso histórico de la independencia de la metrópoli española, así que uno las puede leer con tranquilidad sin que le asalten los remordimientos de lo “malos” que fuimos con los americanos. Como está cerca, me pierdo por las cercanas calles donde destacan la anciana Librería de Ávila o la Iglesia de San Ignacio, en la Manzana de las Luces. Y como ya es tarde, acabo por cenar una buena carne en un tranquilo restaurante, el Viejo Alsina (Adolfo Alsina, 799), sitio limpio, luminoso, bien atendido y con correcta relación calidad – precio. La vuelta al hotel por la avenida de Mayo y la de 9 de Julio, me permiten disfrutar de la iluminación nocturna de la ciudad, especialmente el Obelisco y el Teatro Colón. SEGUNDO DIA Desayuno temprano y me dirijo andando a la calle Saenz Peña, donde me han informado que sale el bus turístico a las 9 de la mañana. Como hay tiempo y no las tengo todas conmigo, me cambio de parada y me voy a la que hay delante del café Tortoni, en la cercana Avenida de Mayo. El pase diario cuesta 670 pesos y es tipo stop and go, lo que permite desplazarte cómodamente en una ciudad tan extensa, al mismo tiempo que ofrece una visión de conjunto, con explicaciones en tu idioma, que después posibilitará visitas más detenidas. Yo suelo utilizar este sistema en casi todas las grandes capitales que visito. El circuito turístico bonaerense consta de dos itinerarios, por lo que para completar el recorrido hay que hacer transbordo en alguna de las paradas de la zona de solape. Una de las paradas más típicas es la del barrio de La Boca, cuya visita es recomendable circunscribirla a unas cuantas calles. Me bajo en la parada del estadio del Boca Juniors, la archiconocida “bombonera”; por todas partes destaca la estridente combinación amarilla y azul: el estadio, las calles, las tiendas…. es una auténtica religión. De ahí doy un corto paseo hacia el Caminito. En una placeta me saludan desde el balcón las figuras de cartón piedra de Gardel, Evita y Maradona, los tres ídolos locales. El Caminito viene a ser un callejón de unos 150 metros flanqueado por pequeñas casas, muchas de ellas chapadas con placa ondulada pintada de estridentes colores. El lugar fue inmortalizado por Carlos Gardel en uno de sus más famosos tangos. ![]() Así me quieren ver unas chicas que esperan a los turistas en la confluencia con la calle Magallanes para hacerse la típica foto del más famoso baile porteño. Yo prefiero recalar en el encantador bareto La Perla, en la esquina opuesta al comercio de souvenirs, y donde posiblemente me tomaré el mejor café de todo el periplo. Después recorro la calle Magallanes, atestada de restaurantes, tiendecitas y galerías comerciales perfectamente ambientadas con el entorno. Aquí me compro una bolsa de tela con la efigie de Mafalda donde guardar la cámara, la guía, el mapa una botellita de agua y algo de comer; se trata de disimular la apariencia de turista, y camuflarme entre la población autóctona, lo que siempre evita incidentes indeseados. Junto al muelle retomaré el bus turístico, mientras contemplo una curiosa composición escultórica del activista chino Ai Wei Wei a base de bicicletas superpuestas. El recorrido vuelve hacia el centro y continúa por Puerto Madero y la Avenida Libertador donde se suceden magníficos parques que serán objeto de mi atención peatonal mañana. En una de las paradas de solape cambio de itinerario para acabar de recorrer el circuito completo en el extenso barrio de Palermo, cuyo punto extremo será el estadio del River Plate… en una mañana he ido desde el estadio del Boca hasta el de su rival acérrimo River Plate, que contrasta por sus sobrios colores rojo y negro. Mi guía me dice que una de las diez cosas que uno no puede perderse en Argentina es un partido River – Boca; al parecer los encuentros entre estos dos clubs son mucho más frecuentes que, por ejemplo, un Madrid – Barça, pero también se oyen noticias de enfrentamientos violentos y algaradas entre las hinchadas de ambos clubes. Me bajo en una de las paradas cercanas al barrio chino, donde tomo un rápido refrigerio en la calle comprando unos pinchos en una de las múltiples freidurías que aquí están a tocar. Enseguida retomo el bus, para acercarme al cementerio de La Recoleta, otra de las 10 cosas que recomiendan visitar en Buenos Aires. Lujosos mausoleos, algunos afectados de un marcado abandono, se suceden mostrando los féretros de sus moradores; por supuesto el más concurrido es el que alberga el cuerpo de la adorada Eva Duarte de Perón, atestado de placas conmemorativas, es, sin embargo, relativamente modesto. A la salida es imposible no ver un árbol monumental bicentenario llamado Gomero de La Recoleta (Ficus macrophylla) cuyas larguísimas ramas deben ser sostenidas con apoyos en el suelo. ![]() Regreso a mi hotel por la elegante avenida Alvear, admirando las hermosas mansiones, algunas con jardines espectaculares, otras que albergan embajadas (Vaticano, Brasil, Francia…). Observo, sin embargo, que algunas de las tiendas de lujo que antaño habitaban sus bajos, ahora han desaparecido. Para la noche, después de comprar una tarjeta recargable de transporte, que aquí llaman “sube” y se puede comprar y recargar en los quioscos, me dirijo en metro al castizo barrio de San Telmo, lo que sería el barrio latino parisiense trasplantado al río de la Plata. En sus animadas calles se agolpa parte de la vida nocturna bonaerense, en sus variados restaurantes y bares. En el antiguo mercado (Bolivar, 970) se han montado muchos puestos de comida, como por ejemplo uno de comida española donde sirven tortilla de patata o paella. Me siento en una mesita en la cercana plaza Dorrego para ver un espectáculo de tango y escuchar miloooongas mientras me tomo un daiquiri, por cierto nada que ver con el delicioso cóctel que se hace en Cuba. Hablo con la gente, un joven argentino que vivió en España y añora volver, una joven española que ha venido a trabajar en el teatro mientras se gana la vida como camarera…. es realmente un barrio joven y muy interesante. TERCER DIA Hoy atravesaré el río de La Plata para viajar a la población de Colonia del Sacramento en Uruguay, donde he quedado con un amigo de Montevideo. Un par de compañías facilitan el paso con modernos ferris, que conviene reservar con la mayor antelación posible, pues se trata de un trayecto muy concurrido. Como dispongo de tiempo me entretengo paseando por la Reserva Ecológica Costanera Sur. El día es soleado y muchos porteños aprovechan para practicar jogging o bicicleta por este extenso parque. Los buques a Colonia parten de la Dársena Norte. Yo he reservado con la compañía Buquebus (670 pesos ida y vuelta); la terminal, en la calle Cecilia Grierson, es un edificio amplio y moderno, y los trámites, incluidos los aduaneros, se realizan rápidamente. El río de La Plata es tremendamente ancho en este lugar, casi 50 km, que se recorren en hora y cuarto. En la terminal uruguaya me está esperando mi amigo charrúa, con el que nos dirigimos a almorzar el típico churrasco en uno de los numerosos restaurantes de la calle General Flores, de Colonia; por cierto, este churrasco estaba tan duro que no lo servirían ni en un restaurante de tercera en España… sigo con mis decepciones respecto a las carnes de este rincón del mundo. Desde el restaurante, nada más girar la esquina de la calle, nos adentramos en la zona histórica de esta bella ciudad, disputada por españoles, portugueses e ingleses, que conserva casas y calles de la época colonial, como la sencilla Basílica del santísimo Sacramento, el Faro o la calle de los Suspiros. CUARTO DIA Como debo coger un vuelo en el aeropuerto Jorge Newbery (aeroparque) para ir a Iguazú, me cargo temprano con la mochila de viaje, dejando parte de mi equipaje en el hotel, y dedico la mañana a recorrer andando los barrios de Retiro, Recoleta y Palermo. Se trata de patear los parques y avenidas que días antes vi montado en un autobús. Los parques, adornados con bellos jardines, grandes árboles, estatuas y fuentes se articulan en amplias plazas a lo largo de dos inmensas arterias como la Avenida Libertador y la Avenida Figueroa Alcorta, que también cuentan con notables monumentos en muchos de sus cruces, conjuntos monumentales dedicados a personajes de la historia argentina. Yo me centro en el jardín japonés (120 pesos) y en la plaza de las Naciones Unidas, donde se alza una gran y curiosa flor metálica cuyos pétalos se abren y orientan con la luz solar, la Floralis Genérica del arquitecto argentino Eduardo Catalano. ![]() Al que le guste, aquí hay mucho que ver y andar, las distancias son enormes, por lo que, cuando me doy cuenta es muy tarde y debo tomar un taxi que me acerque al aeroparque, so pena de perder el vuelo a Iguazú. A la vuelta de Iguazú vuelvo a mi hotel Embajador para asearme y volver al asalto de la gran capital. Como ya he dicho antes, esta ubicación, al principio de la Avenida 9 de julio, es excelente. Delante mismo del hotel tenemos las paradas del bus rápido que recorre esta arteria principal de arriba abajo y en la cercana San Martín tenemos el metro. Esta tarde voy al café Tortoni (Avda. Mayo 829), el café que sirven no es nada del otro mundo, pero la visita a este histórico establecimiento fundado en 1858 es obligada; rezuma elegancia y clasicismo con sus mesas de mármol, sus maderas antiguas, sus espejos y los sobrios camareros. Al salir me encuentro una macromanifestación delante del Ministerio de Sanidad y Seguridad Social, debajo de la gran silueta de Evita; me dicen que son gente que viene de todas las barriadas de Buenos Aires para reclamar el mantenimiento de las ayudas sociales, que al parecer el gobierno de Macri quiere suprimir o reducir. ![]() Otra visita imprescindible es el teatro Colón, colosal, impresionante. La visita cuesta 300 pesos y te permite conocer los elegantes salones y el enorme auditorio de planta de herradura con aforo para 2.500 espectadores. Mármoles, espejos, muebles clásicos, enormes lámparas, prácticamente todo traído de Europa, nos transportan a un pasado esplendoroso, cuando a principios del siglo XX Argentina era uno de los países más ricos del mundo, simplemente vendiendo trigo y carne. El guía nos comenta que los espectáculos operísticos son de precios módicos, sin embargo parece que no cuentan con una amplia aceptación. ![]() Al anochecer me dirijo al barrio de Palermo. Hay bastante ambientillo, aunque menos multitudinario y cultureta que en San Telmo. Ceno en uno de los restaurantes familiares recomendados, El Preferido de Palermo: bistec y patatas fritas, el menú habitual para ir sobre seguro. En realidad he venido a este barrio para despedirme de Buenos Aires con un espectáculo de tango, por eso busco el local llamado La Viruta (C/ Armenia 1366), pero en realidad se trata de una academia de baile donde te enseñan a bailar tango, entre otros bailes, y yo soy incompatible con la danza, así que no me queda otra que volver al hotel para preparar mi viaje de regreso a España. Los que quieran ver tangos, que vayan a la plaza Dorrego en San Telmo o a algún local con espectáculo, como el café Tortoni. En el taxi que me lleva al aeropuerto Ezeiza recorremos las barriadas pobres de Buenos Aires. El amable taxista me indica que la mayoría están ocupadas por emigrantes de otros países de Sudamérica, pues en Argentina la sanidad y la educación, incluida la universitaria son gratis. Lo que se aprende en los taxis argentinos. Uno de los muchos chistes sobre argentinos dice que cuando éstos no pueden ir al psiquiatra, se meten en un taxi. Magnífico país al que deseo la mayor de las suertes!! PD: Para que quede más claro el precio de los productos y servicios en enero 2018, hay que tener en cuenta que el cambio de divisa estaba en 22 pesos por 1 euro aproximadamente. En el momento de subir este diario (noviembre 2018) el cambio es de 41,55 pesos por 1 euro. Etapas 4 a 5, total 5
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