![]() ![]() Colores, Olores, Emociones... Indescriptible India ✏️ Blogs de India
Luna del miel por el Rajasthan, Benarés y Maldivas.Autor: Lwrence Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (3 Votos) Índice del Diario: Colores, Olores, Emociones... Indescriptible India
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Etapas 4 a 6, total 8
Madrugar. De nuevo realizar la tarea más odiosa de unas vacaciones y esta vez con el añadido que tocaba de nuevo hacer maletas, bajarlas al bus y desayunar pronto.
La vida del turista es dura. Dejamos atrás Jaipur para dirigirnos hacia Agra, hacia una de las perlas de nuestro viaje. Por el camino cruzamos de nuevo pueblos, aldeas tremendamente humildes por llamarlas de alguna manera suave. Niños correteando descalzos entre las vacas, en calles llenas de escombros. Casas a medio construir, otras sin puertas, y algunas veces algo parecido a un comercio con frutas por los suelos y con las omnipresentes tiras de snacks colgadas. Y gente. Mucha gente. Sentada en el suelo mirando el día pasar. Observándonos a nosotros, y haciendo un amago de saludo con la mano, al que nosotros correspondíamos con otro saludo más energético y una sonrisa. En algunos pueblos, los aldeanos que caminaban por las calles se acercaban al autobús y nos acompañaban un rato a pie, sonriendo, saludando, o mostrando cualquier producto para que se lo comprásemos. Entramos en la autopista, a la vez que un camión repleto de camellos y donde encima de la cabina, iban 5 personas sentadas. Autopista llena de vacas en los arcenes, en las medianas. Vacas que aun crean extrañeza cuando las vemos. No nos terminamos de acostumbrar nunca a verlas de esta manera. Nos detuvimos sin bajar del autobús para contemplar dos enormes estatuas que posicionadas sobre un pedestal, daban como la bienvenida a la autopista. Una de Hanumam, el Dios mono hindú de color blanco, y otra de Shiva, con su tridente, y de un color azul muy llamativo. Poco después de las 10 de la mañana, y después de casi 100 kilómetros, llegamos al Chand Baori, que es un enorme pozo de agua, en forma de pirámide invertida, de 13 niveles y de más de 20 metros de profundidad. Hace unos años se podía bajar por las escaleras. Ahora el acceso al interior estaba cerrado. El agua estancada del fondo, de color verde, le daba un contraluz al color piedra de las escaleras. En la parte frontal del pozo, pero en su interior, hay 3 construcciones, 3 grandes salas que antiguamente se utilizaban para las visitas del Maharajá. Es curioso, muy curioso este enorme depósito de agua, pero merece la pena visitarlo. Lástima no haber podido descender por él. Dentro del recinto, como siempre, están las personas que “te ayudan” a buscar el mejor ángulo de la foto. Los baños, mejor no visitarlos. Al lado del pozo está el antiguo templo de Harsat Mata, que son básicamente 3 terrazas escalonadas, donde se puede subir y si se quiere entrar en el interior, entonces hay que descalzarse. El templo es una enorme sala semi vacía abierta, rodeada de columnas. Cada día se celebra al atardecer, una ceremonia en honor de la diosa de la felicidad. Muchos niños corretean por los aledaños, descalzos como casi siempre, jugando y gritando. Enfrente de todo el complejo, puestos de venta de souvenirs, agua, refrescos o bolsas de snacks. Visita recomendable. Cada vez que nos subíamos al autobús, esquivando a los vendedores, nuestro guía hacia un último esfuerzo, y nos ofrecía los productos que algunos vendedores le daban para que intentara convencernos. Creo que lo hacía más por educación, que no por convicción, pues no insistía demasiado. Aun así, siempre había alguien que caía. Lo malo de estos viajes organizados, es que siempre, siempre, toca la visita a algún taller de algo. De cerámica, de telas, de piedras preciosas, etc., etc. Ahora tocaba uno de telas, donde nos enseñaron como se tiñen las prendas, como se hacen alfombras, y como no después, llevarnos a otra enorme sala, donde nos intentaban vender de todo. Supongo que el guía tendrá su comisión, y aunque es curioso de ver, los precios son bastante más caros que en otros lugares. Al lado del taller, había un campo de cañas y chamizo que 6 mujeres lo estaban trabajando. Un hombre sentado en el suelo las dirigía…. Seguimos el viaje por la autopista cruzándonos a veces con carros tirados por camellos, que llevaban a chicas vestidas con los llamativos saris de colores, y que nos sonreían cuando les adelantábamos. En la India, como en otras muchas partes, existe eso llamado corrupción, soborno. Un jeep de la policía nos detuvo. El chofer se bajó. Hablo con ellos. Volvió al bus a por unos papeles. Se los llevó a uno de los policías que no se movió de su asiento. Se pusieron en la parte de atrás del jeep a hablar. Volvió al autobús. Lo movió unos metros adelante, lo suficiente para que desde dentro ninguno de nosotros viéramos que se hacía en la parte de atrás del jeep policial. Pasaron unos minutos y volvió el chofer. Nos dejaban seguir. Al cabo de unos kilómetros, nos volvieron a parar. De nuevo el chofer y el guía se acercaron al jeep. Un dialogo y ya vía libre. Resumen: teóricamente habíamos rebasado el límite de velocidad y tocaba pagar una multa. Multa que debía de asumir el chofer. Nuestra teoría avalada por el mismo chofer: corrupción. En todo nuestro viaje, el guía dormía en el mismo hotel que nosotros. El chofer y el ayudante (maletero) dormían en el bus. Paramos a comer de nuevo en otro lugar de carretera muy correcto, con baños limpios y comida buena y abundante. Y donde además se podía pagar con tarjeta. Nuestra siguiente parada antes de llegar a Agra, era la ciudad abandonada de Fatehpur Sikri y su palacio, cerca ya de Agra. Ruinas perfectamente conservadas de estilo hindú e islámico, que fue durante muchos años capital del imperio mogol. Antes de entrar en el recinto, de nuevo los vendedores, los acosadores vendedores que te pedían, casi te obligaban, a que a la vuelta les visitaras sí o sí. El recinto es espectacular. Enormes recintos con relieves islámicos, o hindús; techos de piedra con relieves, enormes jardines y estanques de agua de color verde. En la antigüedad tuvo que ser un lugar de una gran belleza, pero ahora con el paso del tiempo, los saqueos y algo de abandono ha perdido parte de su esplendor. Aun así, pasear por sus palacios, quedarse embobado comprobando la piedra tallada del techo, o recrearse con sus jardines vale mucho la pena. Un fuerte olor nauseabundo impregna alguna de las estancias más oscuras. Y si nos acercamos en silencio a su interior, podremos ver a varios murciélagos volando dentro de ella. Y si la luz no es lo suficientemente importante para verlos, siempre podremos escuchar su aleteo. El hedor a veces traspasaba el umbral de algún palacio y llegaba hasta el exterior. Nos gustó el palacio de las concubinas, el palacio islámico, el hindú y la casa de la sultana. Visita totalmente recomendable. Al salir, nos tocó discutir de nuevo con los vendedores. Todos quieren que te acerques a sus puestos y son capaces de seguirte hasta el autocar para conseguir que les compres. Rodeando a los autocares, una manada de jabalíes custodiados por su madre. Dejamos las ruinas y mientras llegábamos a Agra, improvisamos una mini fiesta en la parte de atrás del autobús. Nuestro guía nos compró una botella de whisky hindú y una coca cola. Cubata indio. Y a falta de hielo, las salidas del aire acondicionado del bus hicieron su apaño. En la parte de atrás, siempre era donde se concentraban las risas, y con el paso de los días, otra pareja había dejado a los más serietes de la parte delantera, y se había acercado a la nuestra. Tardamos más de 1 hora en recorrer los 35 kilómetros que separan la ciudad de Fatehpur Sikri de Agra. La noche llegó, y las calles estaban llenas de gente. Al recorrerlas lentamente con el autocar pudimos ver los puestos callejeros de todo tipo de verduras, casas o estancias de una sola habitación con la puerta abierta, y como siempre multitud de personas sentadas, de pie, sin hacer nada. Los policías de tráfico que vimos estaban sentados hablando con otras personas. Llegamos a nuestro hotel, el Howard Plaza, chek.in, y nos atrevimos a aventurarnos por las calles de Agra. Necesitábamos cambiar euros. No siempre se podía pagar con tarjeta y se nos habían acabado las rupias. Buscamos un cajero por los aledaños del hotel y no lo vimos. Nos sentíamos poco seguros, pues las calles cercanas al hotel y que teóricamente eran calles principales no tenían nada de luz. Vimos una tienda de móviles que tenía un cartel de cambio y entramos. Nos hicieron pasar al interior de la tienda que parecía un salón de té con cojines en el suelo. Nos ofrecieron a hacernos un cargo en nuestra tarjeta de euros y darnos el cambio en rupias. El cambio era bueno, pero después de probarlo en 2 datafonos diferentes, no tenía conexión o no le funcionaba. No pudo ser. Teníamos un billete de 50 euros que estaba algo dañado y en ningún sitio nos lo querían cambiar. Más adelante en Agra lo conseguimos, aunque con un cambio menor. Ducha, cena y a disfrutar del detalle de “Honey Moon” que nos ponían en los hoteles. No en todos, pues creemos que algo de descoordinación con la agencia local ocurrió. Siempre nos ponían una tarta redonda de nata, súper empalagosa, que tan solo probábamos un trozo. Había sido un día divertido. Mañana nos tocaba una de las joyas del viaje. El Taj Mahal. Hay lugares, monumentos, que de tantas veces que las has visto en fotos, es como si ya las hubieras visto en persona, y el interés decae. Para mí, visitar el Taj Mahal, era uno de los lugares del mundo, que no quería abandonar sin haberlo visto en persona. No me bastaban 1001 fotos, ni descripciones súper exhaustivas de otras personas. Quería verlo, empaparme de él, recorrer todos los ángulos, llenarme de toda la majestuosidad que para mi desprendía. Y hoy, iba a hacer realidad ese sueño. Madrugar hoy no me importó, es más creo que me desperté antes que la alarma del móvil sonara. El Taj Mahal me esperaba. Al fin iba a ver a una de las nuevas maravillas del mundo moderno Un breve trayecto en el bus, y llegamos a la entrada del complejo. Pocas colas en los controles, pues era pronto. Y lo que no habíamos tenido en estos días en la India, aparecía hoy. Lluvia. De momento eran unas escasas gotas de agua. Maldije todo lo maldecible y a la vez esperando que esas gotas no llegaran a más. Cruzamos la entrada, caminando por un camino rodeado de jardines, y llegamos a lo que se suponía que era ya la entrada definitiva. La portada de acceso principal. Una gran puerta en forma de cúpula, flanqueada por 2 torres y todo el conjunto perfectamente adornado con mosaicos de fragmentos del Corán y de flores. En lo alto de la puerta, 11 cúpulas más pequeñas de color blanco, de forma acebollada. Y por fin, a las 8,37 minutos de un lunes de finales de septiembre, crucé la puerta de acceso al Taj Mahal. Supongo que es práctica común quedarte como petrificado, inmóvil, y en mi caso además con alguna lagrimilla de emoción. No tengo palabras. No era una foto. Era real, y yo lo estaba viendo. Había que apartarse un poco y buscar un hueco pues el flujo de gente, sin ser agobiante, era constante. Era como si quisiera que la figura del mausoleo se grabara en mis ojos. No dejaba de mirarlo, de hacer 200 fotos de la misma imagen, de pedir que nos hicieran fotos de esta manera o de aquella, con este ángulo, con esta posición…Estaba emocionado, muy emocionado. El guía nos juntó a todo el grupo, en un lateral y nos explicó las 4 cosas básicas para moverse por el recinto. Sobre la historia del Taj Mahal, ya hay numerosos libros de historia, de arquitectura, de viajes, que hablan de ello. No lo haré yo. Pero si merece la pena tan solo nombrar que es un mausoleo, un monumento funerario construido a mitad del siglo XVII por un emperador mogol, para su esposa favorita, que murió en el nacimiento de su catorceavo hijo. Teníamos casi 2 horas para recorrer el recinto libremente. Y a ello nos encomendamos. Después de hacer las inevitables fotos frontales y de intentar que ninguna persona nos la estropeara, bajamos las escaleras y empezamos a caminar hacia el mausoleo. Jardines a ambos lados y un pequeño estanque en el centro. Nos quedamos quietos unos pocos metros antes de subir las escaleras que dan acceso a la explanada donde se asienta el Taj Mahal, para echar la vista atrás y visualizar la otra parte que nunca se valora lo suficiente, pues los ojos siempre miran hacia adelante. La barandilla donde minutos antes nos habíamos hecho fotos sin ningún problema, estaba ya abarrotada. Era una enorme masa de gente peleándose por un pequeño espacio. La entrada en la explanada principal, había que hacerla por un lateral, donde te daban unos plásticos para cubrirse los pies. Subimos a la plaza y de nuevo fotos y más fotos, y emoción, y gotas de lluvia algo más intensas. A ambos lados del Taj Majal hay dos edificios simétricos, absolutamente idénticos. Al lado izquierdo, una mezquita. A la derecha el “Jawab”, o respuesta, que parece ser que fue una casa para huéspedes. Detrás del Taj Mahal, el rio Yamuna. Nos acercamos a la mezquita para observar el Taj Mahal con otra perspectiva, con otro ángulo. Seguía impresionándonos. El tiempo pasaba rápidamente. Demasiado. Y decidimos entrar en el edificio principal del Taj Mahal. Así como por fuera es espectacular, el interior decepciona un poco. Un recinto octogonal, repleto de relieves, oculta lo que se suponía que eran las tumbas del emperador y su amada. Pero no. Son réplicas y las originales están bajo tierra. Como no podía ser de otra manera, nos acompañaron en la pequeña vuelta al recinto interior, nos mostraron los lugares para hacer fotos, las piedras preciosas que están incrustadas en las paredes y todo ello, lógicamente a cambio de la propina correspondiente. Creo que no estuvimos más de 5 minutos dentro del Taj Mahal. Salimos al exterior y emprendimos el regreso a la entrada por el lado inverso al que habíamos entrado. Entramos por la izquierda y ahora nos íbamos a la puerta por los jardines que están en el lado derecho. Vimos alguna ardilla, tomamos fotos de otros ángulos, y también sorteamos a los que se ofrecían para enseñarnos lugares para tomar una mejor foto. Con pena, con algo de pena, llegamos a la puerta principal. El guía nos juntó un momento e hicimos la foto de grupo oficial del viaje. Ultima mirada y adiós!!!! Adiós Taj Mahal. Siguiente visita, el Fuerte rojo de Agra. Construido con arenisca roja, da la impresión de ser un conjunto de palacetes amurallados, que no un fuerte propiamente dicho. Aunque ese fuera el motivo principal de construcción por un emperador mogol. Merece la pena su visita. Cruzamos el puente que salva un foso y accedimos al fuerte por su entrada principal, una alta, ancha y profunda abertura de piedra con una enorme puerta de madera. Al entrar, mientras contemplábamos como una ardilla llevaba entre sus manos un chupa chup, accedimos a una gran explanada ajardinada, que conduce a las diferentes estancias que podíamos visitar. Fuimos recorriendo los distintos palacios, las diferentes habitaciones de mármol con preciosos mosaicos en sus paredes y en sus techos. Grandes, abiertas y decoradisimas habitaciones se sucedían una tras otra. A veces, dejábamos de contemplar paredes y piedras, para fijarnos en unas mujeres que vestidas con sus llamativos saris de colores, perfectamente maquilladas y con los brazos llenos de bisutería o joyas, se paseaban por ahí, como si quisieran buscar alguna foto. Te miraban, te sonreían y supongo que esperarían algún gesto nuestro para hacernos fotos con ellas. El guía nos iba contando historias del lugar, historias de dinastías, de celos, de padres e hijos que se traicionaban el uno al otro, y de la historia de la India. En uno de estos palacetes, teníamos unas ventanas con vistas al Taj Majal. Estábamos en la otra parte del rio. Merece la pena hacer la visita y recorrer todas las estancias que el tiempo nos permita. Salimos del fuete, esquivando a los habituales vendedores de souvenirs, los puestos de comida callejera con un olor indescifrable, y los vendedores ambulantes de tomates, patatas o pimientos. Antes de ir a comer, íbamos a visitar el baby Taj Mahal, o mausoleo de Itimad-Ud-Daulah. Su entrada principal, recuerda a uno de los edificios laterales del Taj Mahal, y todo el conjunto está rodeado de jardines, caminos y riachuelos de agua. Unas mujeres indias, con sus saris característicos, hacían ver que trabajaban en el jardín, y cuando las mirabas se ponían un cesto de verduras encima de la cabeza, te miraban y te hacían el gesto de dinero con sus manos. Si querías la foto, rupias!!! Si no, se quitaban el cesto y se sentaban en el suelo. Este mausoleo, que recuerda al Taj Majal, pero en pequeño, es lo contrario del otro. Por fuera no es tan espectacular como su hermano mayor, pero por dentro está lleno de rincones, de salas de mármol repletas de mosaicos. La decoración era sencillamente preciosa. En una sala interior, dos sepulcros de piedra. En otra unas rejas de madera que daban pie a hacerse fotos con ellas. La mayoría del resto de salas estaban vacías, pero sus paredes de mármol repletas de ornamentación las hacían dignas de ver. Los enormes ventanales a pie del suelo, completamente decorados, te invitaban a sentarte, y jugar con las luces y las sombras y obtener a modo de foto un recuerdo imborrable. Algunas águilas sobrevuelan el mausoleo. Exquisita tumba. El contrapunto perfecto al Taj Mahal. Regreso al bus, comida y por la tarde, la obligada visita a una tienda de joyas y telas. Pero esta visita al menos fue más amena, pues nos invitaron a todo el grupo a pasar a una habitación interior y ahí organizaron una pequeña fiesta. Nos dieron bebidas, dos miembros del personal de la tienda interpretaron 2 canciones típicas indias, bailamos, cantamos y pasamos un buen rato entre bromas y risas. Pero claro, ese era el inocente soborno para que después estuviéramos más receptivos en gastarnos dinero en la tienda. Y después de esta tienda, a otra de mármol y joyas. Ahí el producto estrella eran una réplicas de mármol de diferentes tamaños del Taj Mahal. Y era evidente que una escultura de estas, acabaría en nuestra maleta de regreso a España. Después de la tienda, al hotel. Como era pronto, nos subimos a la última planta del hotel, donde había un bar con terraza y vistas a la ciudad, y donde una cerveza bien fría, puso el broche final a las visitas del día. Llovía más intensamente. Cena y a dormir, que mañana teníamos un día de tránsito intenso entre tren y bus. Y eso que había pocas visitas que hacer. Etapas 4 a 6, total 8
Súper madrugón y a las 7 de la mañana, ya nos recogían en el hotel para llevarnos a la estación de ferrocarril. Debíamos de coger un tren hacia Jhansi en un trayecto de 2 horas y media.
Nos despedimos del chofer y de su ayudante, con sobre de propina incluida y a la estación. La estación de tren de Agra, era como todas las estaciones de tren, un hervidero de personas. Pero en la India, además, puedes ver cosas diferentes. Altos hindús de barba blanca que parecían unos gurús, se mezclaban con personas autóctonas y con un grupo de turistas españoles que se preguntaban cómo sería el tren. Las imágenes que todos hemos visto alguna vez de trenes abarrotados, y con personas sentadas en el techo, a más de uno le vinieron a la cabeza. El tren llegó puntual y cada uno tenía su asiento reservado. No estábamos todos juntos por eso. Tren correcto y cómodo donde además te servían un desayuno gratuito de bollería, zumo, y unas especies de lentejas. Por curiosidad, poco antes de bajarnos, vimos los baños. Eran otra historia. Llegamos a Jhansi y ya teníamos el bus esperándonos. Esta vez salimos perdiendo con el autobús, pues así como el de los primeros días era nuevo y en perfecto estado, este era algo más viejo, y donde alguna vez los reposamanos se soltaban de sus asientos. Con el bus recorrimos un poco la población de Jhansi, y que tras la ventanilla del autobús, no era muy diferente de lo que habíamos visto anteriormente. Según nuestro guía, el estado en el que nos encontrábamos ahora, el estado de Uttar Pradesh, era uno de los más pobres de la India. Los puestos de frutas, de verduras, de refrescos de Mirinda y los ruidosos tuc tucs eran los mismos que vimos en otras ciudades. Calles sin asfaltar y gente. Como siempre mucha gente. A unos 15 kilómetros de Jhansi, está la ciudad de Orchha, donde lo más destacable es su palacio fortaleza que íbamos a visitar. Tuvimos que caminar un rato y subir una pequeña colina para entrar en el Palacio Real, a través de una enorme puerta de piedra, y a la que se accedía a través de unas escaleras. Una persona vigilaba la entrada, y otro grupo de 4 o 5 personas más vigilaban al vigilante, o a las sillas vacías que estaban en las escaleras, o a los enormes saltamontes que se movían al oír nuestros pasos. Al cruzar la puerta entramos en un gran patio central, franqueado por edificios llenos de puertas y escaleras. Y de monos. Multitud de monos que correteaban por los tejados y cuando menos te lo esperabas, se te acercaban a ti en busca de comida o de algo que agarrarte. El interior estaba algo descuidado. Numerosos parches de pintura, manchas de humedad y maderas en los balcones totalmente desgastadas. La mejor manera de visitar este palacio era atreverse a subir las escaleras de piedra, sin apoyarse demasiado en las barandillas, adentrarse en sus pasillos y descubrir lugares, que juntamente con la posición de altura, nos brindaban mayor perspectiva. Estatuas de divinidades hindús aparecían cada vez que cruzabas una puerta. La humedad y el deterioro del paso del tiempo, han convertido este lugar en la sombra de lo que algún día fue. Lo mejor de la visita, las risas que nos dimos cuando algún turista tenía algún encuentro inesperado con los monos. Abandonamos el palacio y nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, donde por casualidad se estaba celebrando una festividad local. El ambiente era increíble. Teníamos la opción de entrar en el Templo de Chaturbhuj, que estaba en el centro del pueblo, o de subir las enormes escaleras exteriores de dicho templo y que nos daban una vista del pueblo, o de callejear por Orchha. Y eso hicimos. Una mezcla increíble de colores, sonidos, olores, y de puestos de todo tipo. Chicas pintando con lápices de colores en el suelo, dibujos abstractos de animales; puestos de especias perfectamente alineadas, con un colorido que te hacía imposible no fijarte en ellos; puestos de artesanía al lado de altares de reverencia; ancianos con túnica blanca y gran barba mal cuidada, que se paseaban en un andar muy lento dejándose mirar y fotografiar; mujeres portando un enorme saco en su cabeza, con el rostro totalmente cubierto con su sari, y su hijo en brazos; vendedores de globos, de tortas de maíz o de botellas de agua; vacas que se te cruzan y se sientan en el suelo delante de ti; grupos de músicos parecidos a los Hare Krisna, con vistosas túnicas naranjas van andando y cantando a la vez. Con toda la vistosidad del lugar, con todos los contrastes que veíamos, aun así, se nos acercaban personas del lugar para hacerse fotos con nosotros. El ambiente festivo era increíble, pero lo era por el colorido, por la música, por el olor. Dejamos Orchha, para ir a buscar un sitio para comer. Aunque si fuera por mí, me hubiera quedado en un local al lado del autobús que tenía escrito en un mal castellano, “como in casa de la abuelo”. Al otro lado del autobús, un grupo de 5 vacas descansaban en el suelo, haciendo un poco complicado subirse al bus. Después de la comida, tocaba un peregrinaje en toda regla. Tardamos casi 5 horas en recorrer los 170 kilómetros que nos separaban de Khajuraho. ¿El motivo? Las vacas que se sentaban en medio de la carretera y tenías que esquivarlas; la carretera en mal estado llena de baches y que a veces eran trozos de un solo carril; los pequeños pueblos que pasábamos y debíamos aminorar la marcha; las manadas de bueyes que nos encontrábamos en la carretera; y además que enseguida se hizo de noche y la visibilidad era muy escasa. Nos cruzamos un camello por la carretera, montado por 2 personas. Lógicamente en 5 horas de carretera, tuvimos tiempo de todo, sobre todo de dormir, escuchando la voz monótona y sin ritmo de nuestro guía contándonos el porqué de los templos del Kamasutra, y haciendo una disertación del sexo, la divinidad y la historia. Dinesh era un guía fenomenal. Buena parte de lo que disfrutamos en el viaje era por sus indicaciones, sus explicaciones y sus comentarios, pero su voz era perfecta para dormirse. También Marina y yo ejercimos de Showmans y cantamos alguna canción en el autobús. Sobre las 19.30 de la noche, llegamos a nuestro hotel, el Clarks Khajuraho. Nos dio la impresión que éramos los únicos huéspedes del hotel, pues no vimos a nadie más que a miembros de nuestro grupo alojado en él, aun así, y no le encontramos explicación, nos dieron las habitaciones más alejadas de recepción. Cenamos junto a varios miembros del grupo y poco más ya daba de sí el día. El hotel nos pareció como un gran hotel, pero venido a menos. Además estábamos alejados del pueblo, en las afueras. Eso sí. Había una tienda de souvenirs, cuyo encargado ya nos estaba reclamando para que la visitásemos. Había sido un día duro de transporte, pero nadie dijo que viajar era fácil. Etapas 4 a 6, total 8
Hoy a priori era un día agridulce. Veríamos los templos del Kamasutra, llegaríamos a la mística Benarés, pero también nos despedíamos de nuestro guía Dinesh, y el grupo de 22 se partía.
¿Quién no ha oído hablar del Kamasutra, del famoso libro hindú de las 1001 posturas eróticas? Pues hoy no leeríamos ningún libro, pero si veríamos in situ las famosas esculturas y aprenderíamos algo más del por qué y del para qué de ellas. Con el madrugón habitual, el autobús nos llevó a la ciudad de Khajuraho. Por el camino cruzamos un rio, donde varias personas se estaban bañando en él. Bajamos del autobús y andamos unos minutos hasta la entrada a los templos. Que iba a ser un lugar diferente lo sabíamos, pero mucho más cuando vimos entrar a varias personas que parecía que salían de una película de dioses en la tierra. Sus caras pintadas de colores vivos, largas barbas blancas descuidadas, turbantes amarillos, descalzos y túnicas de algún color inclasificable. Gurús, videntes, santones o simplemente personas que viven una vida algo peculiar. ![]() Mientras nos íbamos acercando al primer templo, de lejos, me recordaban a los templos de Ankgor en Camboya. Hay 22 templos en todo el recinto, y nosotros visitamos poco más de media docena. Según nuestro guía, los más representativos. Cada templo es una expresión de sorpresa. No por la altura de las construcciones ni por lo lujoso de su interior, sino por sus fachadas. Por sus increíbles y elaboradas fachadas. Y todos ellos decorados con un manto verde precioso. El día era gris, nublado y esa luz tenue le daba más realce y belleza a los templos. En algunos entramos en su interior, en otros tan solo lo bordeamos, fijándonos en cada fachada en la cantidad de relieves que la adornaban. Son tantas y tantas las figuras, las esculturas, las formas que necesitaría 200 páginas para describir cada una de ellas. Figuras del Dios Ghanesh, de Visnu, de Kali, de cualquiera de los 330 millones de dioses que tiene el hinduismo, aunque en la práctica, tan solo sean un centenar los más representativos. Figuras de bailarines, de animales, de escenas cotidianas de la vida y como no, las explícitas y llamativas escenas eróticas. ![]() Dinesh nos dió su explicación, el porqué de tantas y tantas figuras eróticas, el porqué era tan importante tener buen sexo en la vida diaria, y por qué la dinastía Chandella que construyo estos templos por el siglo X, eran tan aficionados al sexo. Vimos imágenes, relieves, que podían ilustrar tranquilamente cualquier libro no ya erótico, sino el llamado pornográfico. Todos hicimos bromas sobre las posturas, sobre los tríos eróticos que veíamos y sobre la “suerte” que tenían estas personas. No voy a describir cada templo, ni la historia de cada uno, o a quien está dedicado. Para eso ya hay libros muy interesantes, e internet es una fuente inagotable de información, y yo tan solo intento reflejar las sensaciones que me transmite a mi cada lugar. Seguimos mirando templos, y admirando los trabajos realizados en la piedra por los Chandella. En cada esquina, una nueva muestra de admiración, de incredulidad, de pensar como lo harían y cuanto tardarían en hacer semejantes esculturas. Mujeres de pechos exuberantes, se alternaban con hombres de miembros enormes. Figuras de sexo con animales. Orgias. Escenas de pareja. Definitivamente es uno de los lugares que más me iba a impresionar de todo el viaje. En uno de los templos, nos detuvimos un buen rato para hacernos fotos con personas del lugar. Se nos acercaban y nos pedían fotografiarse con nosotros. E incluso a veces nos ponían a sus bebes en nuestros brazos para que salieran en la foto. Éramos la atracción de la atracción. ![]() Y antes de dejar los templos, fotos en las escaleras simulando alguna escena que habíamos visto antes. Hacer de turista. Estuvimos más de 2 horas contemplando templos y más templos, figuras y más figuras, y haciendo infinidad de fotos, pues nos era imposible recordar cada imagen si no era con la ayuda de una cámara de fotos. En el interior de algún templo de los más pequeños y oscuros, los murciélagos tenían su peculiar nido. Hubiéramos querido estar más tiempo mirando y remirando las imágenes, los relieves, porque de verdad es un lugar espectacular. Aun así estuvimos 2 horas en los templos. Al lado mismo de los templos del Kamasutra, está el templo Jainista de Jadinath. De la religión Jainista creo que lo desconocía todo. Como siempre Dinesh nos dio 4 pinceladas sobre esta religión. No podíamos entrar en el templo con nada que fuera de origen animal, o de piel, o cuero. Vegetarianos, pacifistas, no creen en ningún tipo de Dios y rechazan toda posesión material. Por nuestro lado pasaron varias personas de la comunidad, que vestidos con unas túnicas blancas impolutas nos sonrieron amigablemente. Descalzos, se dirigían a una sala para realizar sus oraciones. El templo Jainista es en forma parecido a los del Kamasutra, pero de color crudo, brillante y con imágenes de elefantes en su exterior. El símbolo más llamativo de los Jainistas, es la cruz que el régimen nazi se apropió. Entramos en el templo y tras ver lo exuberante de su exterior, el interior era todo lo contrario. Un sencillo patio abaldosado, sillas de plástico de terraza de un color blanco ya muy gastado y ausencia total de símbolos o de objetos de lujo. En una especie de sala interior o de capilla algo angosta, unas mujeres sentadas en el suelo, realizaban sus lecturas. Por fuera espectacular. Por dentro, sencillez. ![]() Las visitas con Dinesh tocaban a su fin. Ahora el autobús nos llevaba al aeropuerto de Khajuraho para coger un vuelo a Benarés. Una parte del grupo realizaba el mismo trayecto en furgoneta. El grupo se partía en dos. Nos despedimos de David y Carolina, una gran pareja y de otros 3 miembros del grupo. Etapas 4 a 6, total 8
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