TURQUÍA 9 DÍAS 2019 ✏️ Blogs de Turquia

Llegamos a las 7 de la mañana aproximadamente a la estación de autobuses de Denizli. Nos dirigimos a la planta baja desde donde, habíamos leído salían las minibun que llevaban al centro de Pamukkale. Hasta que no estuviese llena no salía, pero al costar unos 0.50€, era bastante rápido, eso sí, íbamos muy apretados, incluso de pie o sentados en los escalones del minibus.
Con ayuda de Google Maps llegamos al hostal, donde ya nos estaban esperando. Lo llevábamos reservado desde España y nos costó unos 15€ para los tres por noche. La habitación era muy sencilla, con baño y desayuno incluido.
Después de que el dueño nos diera toda la información que necesitábamos, nos pusimos el bikini y nos dirigimos a las famosas termas de Pamukkale. De camino, en un bar, compramos unos bocadillos para almorzar luego en el recinto. Vivíamos a dos calles de la entrada de las termas, así que, al poco comenzamos a ver ese bonito color blanco que nos cegaba.


La entrada nos costó unos 5€ y nos obligaban, desde el principio a descalzarnos. La sensación era muy extraña, aunque pareciera suave pinchaba mucho los pies, incluso habían sitios donde resbalaba, así que íbamos con mucho cuidado.
Parecíamos niños pequeños tocando cada pared, metiendo los pies en los charcos y sacando fotos a todo. Comenzamos a subir y cada vez la cosa mejoraba más. Las famosas piscinas eran preciosas, donde destacaba el color azul.


No aguantamos más y en una de las últimas piscinas, nos quitamos la ropa para bañarnos. El tacto del fondo de las piscinas daba un poco de grima, ese barro. Por lo menos al principio porque luego nos los pusimos por la cara y el cuerpo.


Después de esto, subimos a la parte alta para almorzar. Nos sentamos en los escalones con vistas descendientes de las mejores vistas que hemos tenido nunca. Por esta zona hay un restaurante y algunas mesas y bancos, pero no sabemos el precio.
Una vez secos, nos cambiamos de ropa y nos dirigimos hasta el anfiteatro dentro del recinto. Es un pequeño paseo para llegar hasta él. Nos pareció increíble tanto el sonido que se proyecta dentro como la construcción del mismo. Además no había casi nadie, a diferencia de las piscinas que, por momentos, era un poco agobiante.


Cuando el sol comenzaba a caer comenzamos la vuelta. El descenso era un poco más complicado, pues habían zonas que resbalaban muchísimo y había que tener cuidado. Vimos a mucha gente caer.
Lo bueno, es que ya no había esa cantidad de gente que vimos por la mañana, y si antes nos habían sorprendido las vistas ahora estábamos boquiabiertos, además estaba el agregado de la puesta de sol.


Luego, al salir del recinto, dimos un paseo por los alrededores, por el pequeño lago que se encuentra cerca y el mercadillo.
Después de esto cenamos con vistas a las piscinas y fuimos al hostal donde poder descansar.

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Tras finalizar el día de ayer, no dejábamos de tener una sonrisa en la boca. Nos levantamos temprano y subimos a desayunar.
Nuestro tiempo en Pamukkale había terminado, pues ya habíamos cumplido con lo que fuimos a hacer allí. Así que cargando de nuevo con nuestras mochilas nos dispusimos a coger el mismo minibus que cocimos a la ida hacia el pueblo y que nos llevaría hasta la estación de autobuses de Denizli para ir hasta nuestro próximo destino.
Una vez en la estación compramos el ticket hasta Antalya. Nos costó unos 6€ y tardaba poco más de 3 horas.
Nos dejó en la terminal de Antalya y de ahí teníamos que coger otro autobús que nos llevara hasta el aeropuerto, pues habíamos reservado un coche, y ahí irían a recogernos para dárnoslo. El precio es muy económico y por menos de 0.50€ cada uno y en poco más de 10 minutos ya estábamos allí.
Nuestro rentacar estaba fuera del aeropuerto, por lo que vinieron a recogernos y nos llevaron a la oficina.
Una vez en nuestro coche, que estaba bastante bien para lo que nos había costado, todo fue genial. Ya teníamos hotel reservado así que despreocupados por ese tema, decidimos aprovechar lo que quedaba de día, comprarnos unas cervezas, bastantes caras por cierto el alcohol en Turquía, e ir a ver el mar que ya lo echábamos bastante de menos.
Llegamos a la playa de Lara. Es bastante larga y no sabíamos por donde parar. Está llena de lugares donde poder aparcar el coche e ir hacia los pequeños bares que hay detrás de la playa. Cuando encontramos un hueco paramos y fuimos hacia el ansiado mar.
La primera impresión que se tiene es de glamour, las instalaciones, los baños, los restaurantes... pero nosotros decidimos almorzar en uno de ellos y no nos resultó caro. La playa es muy normal: de arena pero agua cristalina. Lo realmente interesante es la música que proviene de los bares cercanos. Una total fiesta en la playa.
Fuimos hasta las cascadas Duden, muy cerca del centro. Es por ello que había bastante gente paseando y admirándolas. Son realmente hipnóticas tanto de noche como de día.


Después de eso, nos sentamos tranquilamente en el césped a tomarnos la cerveza y brindar por todo lo que habíamos vivido en lo que estaba siendo ese gran viaje. No teníamos muy claro si se podía tomar alcohol en la calle, por eso estábamos medio escondidos.


Cuando había anochecido pusimos en el GPS la dirección del hostal y fuimos hacia allí. Nuestra sorpresa fue que al entrar nadie sabía nada de nuestra reserva, o por lo menos no le quisieron hacer caso y darle la habitación a otras personas. El problema es que ya estaba pagada. Lo que nos propuso el chico fue mandarnos a otro hotel donde nos darían una habitación para nosotros, obviamente sin ningún coste.
Muy malhumorados nos dirigimos hacia allí. Obviamente el señor de recepción quiso cobrar el hotel, haciéndose el que no sabía de qué le hablábamos, cuando el chico del otro hotel había llamado delante de nosotros.
Después de imponernos, y haber perdido mucho tiempo nos llevó hasta nuestra habitación. No sabemos cómo sería el otro hotel pero este estaba bastante bien: tres camas, baño incluido y hasta balcón.
Nos duchamos y nos dirigimos a buscar dónde cenar. Las calles estaban desiertas y los pocos comercio que habían estaban cerrados. Cuando llegamos a una de las carreteras generales había más movimiento. Nos sentamos en un bar, o mejor sitio, comida callejera que había mucha gente, o por lo menos más que en cualquier otro sitio de la ciudad que hubiéramos visto.
En Antalya se notaba que la gente era más abierta. Pero también observamos que nadie hablaba inglés y mucho menos español.
Cenamos y fuimos a descansar que mañana tocaba conocer la costa turquesa.

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Nos despertamos con sentimientos enfrentados. Por una parte estábamos emocionados porque tocaba una de las mejores partes del viaje: la playa, la famosa costa turquesa, de las que tantas ganas teníamos de disfrutar. Y por otra parte estábamos un poco tristes porque sabíamos que estaba llegando a su fin.
Decidimos reponernos, ponernos el bikini y buscar algo para desayunar.
Era muy temprano y el único sitio que encontramos fue en la misma zona de la cena.
Después de esto, fuimos al hostal, recogimos las cosas y subimos al coche rumbo a conocer Antalya.
Estábamos tranquilos porque el día anterior habíamos comprado los ticket de vuelta a Estambul en autobús que nos habían costado 32€. Fue el más caro que compramos.
Sin más tiempo que perder, buscamos en el GPS, conectamos la música y nos pusimos en marcha.
A una hora, más o menos de Antalya estaba la playa de Cirali, enmarcada por os montañas.

Nos encantó. Estaba formada de pequeñas piedras que no molestaban demasiado a los pies y que hacía que el agua fuera preciosa, totalmente cristalina. A parte de esto, estábamos prácticamente solos y se respiraba mucha paz. Disfrutamos de ello, nos dimos unos cuantos baños, nos secamos y seguimos.
Al poco, íbamos por una carretera totalmente paralela a la costa realmente preciosa. Habían pequeñas calas del color más azul que hubiéramos visto nunca, y por supuesto fuimos haciendo paradas en cada lado.


Y así, disfrutando de las vistas llegamos a una playa preciosa en Kas, llena de pequeñas piedras blancas. La playa disponía de baños y un pequeño bar donde almorzamos. No nos pareció nada caro, sobre todo por las vistas de las que teníamos en ese momento.


Sin darnos cuentas se nos había pasado la tarde. Nos cambiamos y subimos el coche, que aún nos quedaban cerca de 200 km para devolverlo.
Y así, comenzamos el retorno. Íbamos con muy poco tiempo por querer quedarnos más en la playa.
A la entrada del pueblo había bastante cola. Aún así pudimos llegar hasta el rentacar, devolver el coche, coger un taxi e ir hasta la estación, eso si, por los pelos. Los del autobús nos miraron un poco mal, pero estábamos contentos.
Nos quedaban por delante 12 horas para poder tranquilizarnos.

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