Descripción: Road trip de 12 días en pareja, 10 de los cuales por los pueblos y paisajes de Bretaña, por la costa norte, la sur, y algo del interior, incluyendo el Mont Saint-Michel.
Un artista con un universo inclasificable transforma su casa y sus jardines en su obra de vida. Imposible no prestar atención a una información como esa cuando podríamos estar ante una Quinta da Regaleira a la francesa. El artista es Robert Tatin, y lo conocimos por casualidad mientras hacíamos zapping, nosotros que decíamos no “ser de tele”...
Así que, cuando acabó el documental, en pleno viaje inmersivo, pensamos: ¿por qué no idear las próximas vacaciones en torno a visitar su casa-museo?
Abrimos google maps y buscamos su ubicación, cerca de Cossé-le-Vivien, que está cerca de Laval, y que a su vez queda cerca del Valle del Loira, de Bretaña y de Normandía. No se puede tener mejor suerte que esa. Lo que empezó como una broma, acabó convirténdose en una propuesta seria. Y finalmente escogimos Bretaña por las mismas razones por las que podríamos haber escogido cualquiera de las otras dos regiones.
Empezamos por una de mis partes favoritas de cualquier viaje: el descubrimiento, que inicié con una búsqueda general de imágenes en internet. Rápidamente, me di cuenta de que la región que iba a visitar, paisajísticamente, se parecía mucho a la de aquellas localizaciones en las que transcurrían muchas de las películas que me gusta ver: tierras onduladas de color verde y trigo, y acantilados suaves que mueren en playas poco concurridas. A todo esto, hay que añadir los pueblos, pequeños y medianos, algunos marítimos y la mayoría medievales, que brotan entre las praderas y los bosques que la naturaleza y el clima han ido construyendo. Y de ahí, saltamos a la búsqueda concreta y específica de toda la información que necesitábamos para armar nuestra ruta, casi toda encontrada en este foro, con el que me siento en deuda y para el que escribo este diario, esperando entretener y/o ayudar a quien lo necesite. Descubrimos que había otras palabras clave que definían la región, y que mejoraban lo que habíamos encontrado hasta el momento: artesanía, megalitos, Escuela de Pont-Aven, galettes, bosque encantado, granito rosa ...
Lo primero que decidimos fue que queríamos hacer la ruta en nuestro coche y no depender de ningún vuelo, por el estrés que nos supone el hecho de tener que ceñirnos a unos horarios fijos, a un volumen de equipaje muy específico, y al acto en sí mismo de viajar en avión. También, como tenemos una tienda de acampada que se monta y se desmonta muy fácilmente, pensamos que, los días que decidiéramos ir de camping, podríamos ir cambiando de base para ahorrarnos un montón de horas de más de carretera. Hablaré más adelante sobre esta decisión.
Organizamos toda la información, y montamos una ruta que, finalmente y en favor de la libertad, no fuimos capaces de cumplir al 100%, y que quedó de la siguiente manera:
25/07/2022: De casa hasta Château-Guibert.
26/07/2022: Rennes.
27/07/2022: Museo de Robert Tatin - Fougères - Mont Saint-Michel.
28/07/2022: Mont Saint-Michel - Dinan.
29/07/2022: Saint-Malo - Saint-Suliac.
30/07/2022: Dinan - Abadía de Beauport - Paimpol - Trégastel - Ploumanac'h
31/07/2022: Trégastel - Huelgoat.
01/08/2022: Huelgoat - Locronan - Pont-Aven.
02/08/2022: Auray - Carnac - Vannes.
03/08/2022: Vannes - Rochefort-en-Terre - Josselin.
04/08/2022: Vannes - La Roche-Bernard - Saintes.
05/08/2022: Saintes - Agen - llegada a casa.
¿Cuál es el número máximo de horas que hemos conducido durante un día y que sabemos que podemos hacer sin problemas? Entre siete y media y ocho.
Con esta respuesta, cambiamos La Rochelle por las proximidades de Château-Guibert, a algo más de siete horas y media del pueblo donde vivimos, que queda a unos 50 kilómetros al nordeste de Barcelona, para pasar la primera noche de la ruta. Así, nos deshacemos en un día de más de 800 kms de los 1050 que tenemos hasta Rennes, nuestra primera parada en Bretaña.
Abrimos Airbnb y buscamos lo más barato en un radio bastante amplio desde esa ubicación. Encontramos algo por un poco menos de 19€: una tienda de campaña colgada de unos árboles. Está claro que esa va a ser nuestra primera base.
Cargamos el coche y salimos antes de que toquen las 7 de la mañana. Llevamos una lista de reproducción de canciones para el viaje a la que no vamos a hacer ni caso en ningún momento. La lista del equipaje sí que la hemos seguido al pie de la letra: llevamos sandalias y calzado para montaña, chubasquero y crema solar, bañador y jersey, tiritas y una navaja, entre otros objetos antitéticos y un montón de cables. Y la tienda de campaña “dos segundos”, muy práctica para poder pernoctar en diferentes campings sin perder el tiempo ni la paciencia.
Llegamos a La Jonquera algo más de una hora después. Decidimos parar allí a tomar el café porque, de todas maneras, pensamos que nos van a hacer parar en la frontera, pero nos equivocamos, y no encontramos ninguna clase de control fronterizo. Seguimos hasta pasado Toulouse, donde pagamos el primer peaje (24,20€), cambiamos de conductor y continuamos hasta pagar y pasar Burdeos (20,50€), y finalmente, Chateau-Guibert (24€).
Por el camino, hemos comido tortilla de patatas y hemos ido apuntando pueblos que nos han parecido bonitos para parar durante el viaje de vuelta. Ese es nuestro segundo gran error del viaje; el primero es el café de la Jonquera, que ahora mismo está en el número 1 de mi lista de “peores cafés de áreas de servicio”, hasta donde llega mi memoria.
Ahora toca buscar nuestra cama colgante, que está a unos 5 minutos de Chateau-Guibert, dentro de un camping/granja llamado La Zozotte. Afortunadamente, las indicaciones son muy precisas y lo encontramos a la primera.
Llegamos a un lugar bastante peculiar, rodeado de naturaleza y con diferentes modalidades de alojamiento, que van desde nuestra tienda colgante hasta un tipi o una cabaña sin puertas con una mosquitera cubriendo una cama hecha de heno. Todo está al aire libre excepto el baño, que además es de compostaje. Hay una cocina muy bien equipada, una zona común muy espaciosa (ambas bajo techo pero sin barreras ni puertas), barbacoas, mesas de ping-pong, y algún otro extra, como unas gallinas y un burro muy simpático llamado Maurice (creo). Nos gusta el buen ambiente que allí se respira.
Salimos a dar un paseo por el campo y a comprar algunas provisiones para la cena. Para acabar de redondear el día, la tienda colgante resulta ser más cómoda de lo esperado y conseguimos dormir toda la noche sin interrupciones.
Nos despertamos poco después de la salida del sol. Nos quedan más de dos horas para llegar a Rennes y queremos aprovechar bien el día. Empezamos a recoger cuando todo el mundo aún está durmiendo, excepto un erizo, al que encontramos rebuscando entre unos hierbajos.
Después de salir, paramos en un pueblo cercano para desayunar: dos pastas de una boulangerie por 1,90€ y un café con leche por 2,60€. Pagamos un peaje más, esta vez de 6,60€, y llegamos a Rennes sobre las once de la mañana.
Rennes
Buscamos nuestro alojamiento y también lo encontramos sin problemas. Teníamos reservada una habitación privada por 36,50€ la noche, a dos minutos de una parada de metro y con aparcamiento (gratuito y de sobras) justo al lado. Dejamos el equipaje, descansamos un poco, y nos dejamos aconsejar por nuestra anfitriona sobre qué ver en Rennes.
Tomamos el metro hasta la parada Sainte-Anne, justo como nos han recomendado. Lo primero que nos da la bienvenida cuando salimos del metro es la plaza homónima, con sus casas de entramado de madera de colores, y otros elementos que no pueden faltar en el corazón de una ciudad: terrazas, una iglesia, y, por qué no, un tiovivo. La primera toma de contacto con Rennes no podía haber ido mejor: tenemos buen ambiente y mucha fotogenia, además de buen tiempo.
Damos una vuelta por la plaza y las calles colindantes antes de buscar un restaurante donde comer. Nos llama la atención que, en muchas de las casas de entramado de madera, las ventanas estan cubiertas por paneles con fotos de armiños. Días después, volveremos a encontrar la figura de este animal adornando, por ejemplo, placas en algunas aceras, y descubriremos que el armiño es el símbolo de Bretaña, y que también se usa para adornar los edificios históricos que estan siendo reformados o rehabilitados. Sin haberlo planeado, hemos atravesado la rue Saint-Michel, más conocida como la “calle de la sed”, donde se encuentran algunas de las casas de entramado más antiguas de la capital, y donde hay un montón de bares.
Seguimos callejeando, ahora con la idea de encontrar un restaurante. Paramos a comer en la Colibri Crêperie, que veo que tiene buenas reseñas y un precio difícil de igualar: 10€ la galette del día con una crepe dulce. Para beber, carafe d’eau. Buenísimas las dos.
Continuamos paseando por Rennes y vamos encontrando calles y tiendas en las que es casi imposible no parar a mirar, y nos sorprende no encontrar tiendas de souvenirs ni siquiera en las calles más turísticas. Nos cruzamos con la plaza de la Ópera y del Ayuntamiento, con el Parlamento, con la plaza du Champ-Jacquet y sus casas, también de entramado de madera, que hemos visto tantas veces en fotos.
No podemos evitar entrar a una librería, Le Failler. Ojeando algunos libros, descubrimos a Henri Rivière, un artista que pasó muchos de sus veranos en Bretaña y basó gran parte de su creación paisajística en ella. Compramos dos postales suyas de tamaño medio. Con esto, ya tenemos el souvenir que buscábamos en Rennes.
En este momento, el calor empieza a apretar, y decidimos ir a ver el parque Thabor. De camino, encontramos el edificio de la piscina Saint-Georges, de estilo Art Déco, con una puerta azul de forja y algunos mosaicos, tan característicos del movimiento. Leemos que todavía sigue en activo como piscina, y que también acoge algunos eventos y festivales. La bordeamos y encontramos la entrada al parque.
El recinto es enorme y tiene espacios variados, como un jardín inglés, un jardín con rosas, unas cascadas con puentes, e incluso algunas sequoias. También vemos algunas esculturas y una cafetería en la que se exponen algunas pinturas al aire libre. Este parque, definitivamente, hace ganar puntos a Rennes. Cualquier ciudad de tamaño considerable, si el clima se lo permite, debería poder disfrutar de un espacio como este.
Nos quedamos allí buena parte de la tarde.
Seguimos paseando y llegamos hasta el canal de La Vilaine, a la altura del Museo de Bellas Artes. Nos hubiera gustado ir hasta Les Champs Libres, donde nos han dicho que hay exposiciones de arte gratuitas, algunas de ellas de artistas locales, pero son más de las 19:00 y ya está casi todo cerrado, así que paseamos un poco más mientras buscamos algún restaurante en el que cenar.
En Rennes, con algo más de 200.000 habitantes, es fácil encontrar restaurantes de casi cualquier parte del mundo, y en especial, de Japón. Vemos casi tanto sushi como vigas de madera. Al final nos decidimos por un tailandés en la rue Rallier du Baty. Poke bowl correcto por 11 o 12€ con, por supuesto, carafe d’eau.
Cogemos el metro y volvemos a nuestra habitación, habiéndonos dejado bastantes cosas en el tintero y con ganas, aunque sin tiempo, de explorar el ambiente de Rennes más a fondo. Nos ha parecido una ciudad muy interesante, com mucho ambiente y mucha vida cultural.
Pues si el objetivo no es andar demasiado en coche, se pueden acortar los desplazamientos ida y vuelta cambiando a menudo de alojamiento. Pero si ya tienes todo pillado y no quieres hacer muchos kilómetros, yo creo que la duda que planteabas se resuelve sola : el recorrido que planteas para el sábado 24 supondría 3 h 45 min y 297 kms. goo.gl/maps/hbktwWLPithiHra9A . Y el del domingo 25 más : 5 h 32 min. y 432 kms. goo.gl/maps/xGE2YBqc35QvKpS98 . Y lo tendrías que hacer en dos días contiguos.
Si no quieres hacer los desplazamientos de esos dos días, tendrás que valorar si... Leer más ...
umdetantos87 Super Expert Feb 19, 2010 Mensajes: 340
Muy Buenas! Que bosque recomendáis más visitar, Huelgoat o Broceiland? vamos a estar 1 semana por la bretaña y no queremos estar muchas horas conduciendo con la camper. Vamos a estar más por la zona este y sur, por eso no se si vale la pena acercarse a Huelgoat. Un saludo
ANGEMI Moderador de Zona Ago 09, 2009 Mensajes: 27841
Rayos y truenos de Brest, ¡qué ensenada! Una de las más bellas de Francia, muy fotogénica en los encuentros de barcos antiguos, como será el caso en 2024.
En la punta de Bretaña, Brest navega entre el modernismo, el neoclasicismo, el Art Nouveau y el Art Déco, y respira un viento de novedad con la meseta de Capucins. La mejor manera de llegar a este barrio, reducto de los antiguos talleres de construcción naval, es dar un paseo en el teleférico.
En la cima, encontrará un museo del mar y del futuro como ningún otro. ¿El nombre? 70.8, en referencia a la proporción de la superficie terrestre cubierta por los océanos. Como una gigantesca proa de barco, este lugar lúdico y científico, concebido como complemento de Océanopolis, el gran acuario de Brest, combina experiencias virtuales inmersivas e interactivas. Como si estuviera a bordo de un buque científico de última generación, podrá explorar lo mejor de los océanos. ¡Y es tremendo!
5 actividades para disfrutar de Bretaña en invierno
El invierno llega a Bretaña y con él los paseos revitalizantes por su costa o sus senderos. Su naturaleza protegida se despierta entre grandes mareas y tempestades compartiendo su fuerza con los visitantes que se acercan a la región para recargar pilas. Tanto para disfrutar de una estancia relajante como para desconectar dialogando con un entorno excepcional, el invierno permite disfrutar de una Bretaña más íntima en la que uno se reencuentra consigo mismo en el fin del mundo.
Observar las mayores mareas de Europa en Saint-Malo
En la bahía de Saint-Malo, las mareas superan regularmente el coeficiente 110, lo que indica que hay una diferencia de 12 metros entre la marea alta y la baja. Un fenómeno especialmente impresionante durante la marea alta, cuando las olas golpean contra el rompeolas de la playa de Sillon. Las murallas, a la altura de la puerta de Santo Tomas, ofrecen un lugar seguro para observar la ciudad corsaria y deleitarse con este espectáculo único. Con la marea baja, el paisaje se transforma. Las olas se retiran a lo lejos y emerge un sorprendente paisaje lunar. Es el momento ideal para darse un paseo hasta el islote de Grand Bé. Esta cita con la fuerza de la naturaleza se repite a lo largo de todo el año con coeficientes superiores a 90. Las grandes mareas más espectaculares del inicio de 2023 tendrán lugar los días 23 y 24 de enero, con un coeficiente de 105, y los días 21 y 22 de febrero, con uno de 112. Son las mayores de Europa. Para vivir la experiencia a todas horas, los hoteles del paseo marítimo, el famoso Sillon, ofrecen vistas inmejorables como el hotel Ar Iniz o Les Thermes Marins.
Zigzaguear en kayak entre islas y faros
Con el gorro enroscado en la cabeza y bien abrigados, los valientes pueden surcar la costa de los Abers, las rías bretonas, en kayak. Un periplo tranquilo, sobre los conocidos minifiordos bretones. En el paseo guiado en kayak se va descubriendo el . Haciendo eslalon entre sus islotes se toma rumbo hacia la Ile Vierge y su faro, el más alto del mundo en piedra tallada, se alcanza el Faro de Lanaon, y se sobrepasan la isla Cezon, que esconde vestigios arqueológicos, y la isla Wrac'h, guarida de artistas. En Landéda, nos adentramos en el Aber Benoît, más delicado y melancólico, entre campos y riberas boscosas. Un espacio natural increíble para observar discretamente zarapitos, archibebes y otras aves que pasan allí el invierno. Después de la excursión, llega el momento de relajarse y comer algo aprovechando que la temporada es la ideal para degustar sus famosas ostras.
Tempestad en la costa salvaje
Paisajes cambiantes, luces mágicas, aire puro y vigorizante, espacios abiertos en el horizonte... La Bahía de Quiberon y sus 14 km ofrecen un espectáculo invernal natural que linda con lo fantástico. El mar embravecido rompiendo sobre las rocas, las luces y colores que cambian cada minuto, el viento que te revuelve el cabello es energético, es salvaje, ¡y sienta tan bien! Recorriendo el Sendero de los Aduaneros, desde el emblemático castillo Turpault hasta la Punta de Percho, se suceden los acantilados mordidos por el mar: el, la fuente de Port Kerné, la Punta de Kervihan con las fortificaciones de un campamento neolítico, Port Bara y su cueva visible cuando hay marea baja, la playa de Port Blanc y su arco, la Punta de Percho, dominada así por los vestigios de un puesto aduanero, y finalmente la Punta de Beg-en-Aud. Tantos paisajes que revelan toda su fuerza en la soledad del invierno.
Bienestar en tierras de leyendas
En invierno, Brocéliande alcanza el apogeo de su magia. La neblina de la mañana, los árboles centenarios, la mezcla de colores y olores le dan a este lugar un encanto especial. El diálogo con la naturaleza es más perceptible a pesar del ruido de nuestros pasos sobre la alfombra de hojas. En el umbral del legendario bosque de Brocéliande, el Best Western Plus hotel & SPA Roi Arthur de 4 estrellas cultiva el placer de los sentidos. Entre masajes relajantes, tratamientos faciales personalizados y rituales corporales inspirados en las tradiciones más antiguas, el establecimiento propone un viaje al paraíso de la relajación. En estos lugares mágicos habitados por personajes legendarios como el Rey Arturo, el hotel ofrece serenidad tanto en las habitaciones y los apartamentos cómodos y refinados, como en el restaurante del hotel, el pub del campo de golf o el restaurante Au Val sans Retour, en donde se puede saborear un cocina regional y creativa.
Ruta gastronómica, de las crepes al marisco
La gastronomía de Bretaña es famosa por sus crepes y sus galettes, pero estas deliciosas especialidades son solo la parte más conocida del patrimonio culinario bretón. Mientras uno recorre Bretaña, se deja seducir por la cálida acogida de las posadas y los restaurantes tradicionales. Los apasionados que se esmeran en los fogones saben sublimar los productos locales y de temporada proponiendo una gastronomía con múltiples facetas y sabores excepcionales. Más allá de los restaurantes, lonjas, mercados o incluso granjas abren sus puertas a los gourmets que deseen descubrir la tradición culinaria bretona, incluso en pleno invierno. Esta temporada también es la de los mariscos. Los habitantes de este lugar siempre han sabido explotar las riquezas del océano. Vieiras, ostras y cigalas son habituales en las mesas bretonas. En las noches de invierno, uno se arrulla frente al crepitar de la leña en la chimenea, disfrutando de una sopa de pescado elaborada con producto local.