Viaje de ocho días por las ciudades legendarias de la Ruta de la Seda del actual Uzbekistán: Samarcanda, Bujara y Jiva. Además, pasamos un día en la capital, Taskent. Autor:Artemisa23Fecha creación:⭐ Puntos: 5 (22 Votos)
Esta plaza lleva el nombre del complejo que allí se encuentra, compuesto por tres edificios: la Madraza Kukeldash, del siglo XVI, la Madraza Nadir Divanbegi y la Khanaka de Nadir Divan Begi, ambas del siglo XVII. Significa “cerca del estanque”, pues en su centro, hay un estanque artificial, cuyo mirador principal está ocupado por la terraza de un restaurante. También hay cafés, casas de té y puestos donde preparan zumos de frutas variadas al instante. Y muchas tiendas de recuerdos, naturalmente. Es un lugar muy concurrido por lugareños y forasteros, refugiándose todos del sol cerca del agua y a la sombra de las moreras. Otra atracción es la escultura de Khodja Nasrudin sobre su caballo, una especie de Robin Hood del siglo XIII a la uzbeca. No hubo forma de sacarle una foto sin nadie encima, así que, como no me gusta retratar turistas subiéndose a las estatuas, pues me quedé sin foto.
Si bien la Madraza Kukeldash (1568) fue en su momento la más grande de Asia Central, actualmente no es de las más destacadas. Tampoco era fácil de fotografiar por su situación, muy cerca de la calzada, con lo cual siempre sale algún coche en medio. La Khanaka de Nadir Divan Begi, que era el lugar de reunión de los sufíes, ahora alberga un museo. No visité el interior de ninguno de estos dos monumentos.
Madraza Nadir Divan Begi (1622).
En un principio, el edificio estaba destinado a ser un caravansarai, pero su belleza hizo que el visir quisiera dedicarlo a madraza, por lo cual se le añadieron las celdas del primer piso y el portal de entrada con las torres laterales, revestidos con mosaicos tallados y dibujos de ramos de flores. Sin embargo, su principal atractivo son las dos aves de la mitología persa que aparecen a cada lado del portal, dirigiéndose hacia el sol (con rostro humano) y llevando sendos gamos en sus garras. Aquí se repite el hecho infrecuente en la arquitectura islámica de representar seres vivos en la decoración de sus edificios.
Hay una leyenda relacionada con esta madraza, según la cual Nadir Divan Begi dio a su prometida un par de pendientes como único regalo de boda. A ella le pareció muy poco, dada la enjundia de su marido, y se lo reprochó. Al cabo del tiempo, el visir construyó la madraza. Su mujer se quejó de que hubiera gastado tantísimo dinero en eso mientras que a ella solo le había regalado unos pendientes para su boda. El visir la invitó, entonces, a buscarlos en su joyero. Cuando encontró solo uno, el visir le explicó que el otro lo había empleado para pagar la construcción de la madraza, con lo cual le demostró el inmenso valor de un regalo que ella no había sabido apreciar.
En el interior, además de los típicos tenderetes de recuerdos para los turistas, hay un restaurante; también se celebran bailes y conciertos. Solo pasé a echar un rápido vistazo, ya que por la tarde iba a asistir a uno de esos espectáculos.
En una esquina vimos una tienda donde fabrican y venden marionetas y entramos a echar un vistazo. Eran muy bonitas y de calidad, tenían incluso algunas que se parecían a políticos españoles. En fin, que los vendedores se lo saben todo para atraer a los turistas de cada país y los del nuestro son cada vez más numerosos. Mi amiga compró una parejita para regalársela a su hija. Muy chulas.
El calor se había vuelto asi un suplicio y mi amiga regresó al hotel junto con la mayor parte de compañeros de viaje. Solo tres decidimos quedarnos en el centro para ver más cosas, por ejemplo, algunos restos arqueológicos que están en las proximidades de la plaza Lyabi-Hauz.
Seguimos después hasta la Plaza donde está el mercado Toki-Zargaron, que habíamos visitado anteriormente y que nos volvió a ofrecer unas panorámicas fantásticas, si bien los reflejos del sol molestaban bastante.
Tras un paseo no muy largo y unas cuantas fotos, casi derretidos por el sol, decidimos ir a tomar un refresco en la cafetería Ulugbek, ya que nos habían comentado que su terraza superior tiene unas vistas excelentes. Cierto: las fachadas de las madrazas Ulugbek y, sobre todo, Abdulazid Khan lucían estupendas desde arriba, con Toki-Zargaron de fondo.
Es difícil encontrar sitio durante la puesta de sol y por la noche, pero a las cinco de la tarde apenas había siete u ocho personas allí, incluidos nosotros tres. Estuvimos muy a gusto, a la sombra, charlando. Lo curioso fue que, de pronto, nos dijeron que teníamos que irnos porque se nos había pasado el tiempo de estancia en la terraza. ¿Cómo? Pues sí, resulta que ponen un tiempo máximo, pasado el cual te tienes que marchar. Bueno, quizás a una hora de máxima afluencia tenga justificación para que no se les eternice la gente, pero a esa hora la terraza estaba prácticamente vacía…
En fin, una anécdota más. Desde luego, no teníamos intención de discutir, entre otras cosas porque ya habíamos pensado en marcharnos para seguir viendo otras cosas por el entorno.
Madraza de Ulugbek.
Construida entre 1417 y 1420, es una de las madrazas más antiguas de Bujara. En ella no solo se estudiaba el Corán, sino también astronomía, matemáticas, filosofía y geografía. Destacados científicos dieron clases allí, incluido el propio Ulugbek. El portal está decorado con mosaicos esmaltados, imitando el cielo con sus dibujos de estrellas. Además de ver unos tenderetes, me fijé en que tenía que pagar entrada, pero no me pareció que hubiese nada destacado dentro, así que lo dejé.
Madraza de Abdulazid Khan.
Data de 1652. Me gustó mucho la fachada, sobre todo los colores de los mocárabes del portal, que está cubierto de mosaico mayólica. Los toques de amarillo me parecieron espectaculares. Se nota el desarrollo en las técnicas de decoración y que el emir contrató a los mejores artistas de la época en Bujará. La iconografía es muy bonita, con jarrones, aves míticas, paisajes…
Lamentablemente, el interior no tiene tan buen aspecto como el exterior, pues no ha sido restaurado. Hay partes de las fachadas con mosaicos en muy mal estado y otras en las que han desaparecido. Sin embargo, se conserva la decoración interior de las cúpulas de las mezquitas de verano e invierno y es realmente preciosa. Como dato curioso, decir que la madraza contaba con hornos, una novedad en la época.
En el patio, no faltan los típicos tenderetes que venden de todo. También algunos artesanos trabajando en el mismo sitio; recuerdo a un señor confeccionando los gorros típicos con su máquina de coser.
Mezquita de Magoki Attori.
Significa “la mezquita en el foso”, tiene su origen en el siglo IX y es una de las primeras mezquitas de la ciudad. Hace dos mil años, en el lugar había un templo de fuego y un bazar dedicado a la luna, donde se vendían especias y medicamentos. Después, las imágenes de las deidades de la fertilidad relacionadas con el Zoroastrismo. Al llegar el Islam, se construyó una mezquita, que fue destruida por un incendio en el siglo X. Doscientos años después, se reconstruyó siguiendo el mismo diseño. Cuando se derrumbó, en el siglo XV, solo quedó en pie el portal sur, que cuenta con una decoración monocromática única. Estaba cerrada cuando pasamos por allí, aunque creo que hay un museo en su interior.
A punto de derretirnos, llegó la hora de asistir al espectáculo de la madraza Nadir Divan Begi. No creo que hubiese ido de no haber tenido la entrada pagada. Nuestras mesas reservadas contaban con un servicio de té gratuito. Si queríamos algo más había que abonarlo. La actuación mezclaba música en directo con los instrumentos típicos, bailes de muchachas ataviadas con los trajes regionales y un desfile de moda de una diseñadora uzbeca muy conocida.
Aunque la sesión se hizo un poco larga (duró una hora), tampoco estuvo mal. Los diseños me sorprendieron. Algunos de los modelos me parecieron muy elegantes y estilosos, si bien eran discretos, lejos de los que se ven en las atrevidas pasarelas occidentales y poco ponibles a diario. No pregunté los precios
Ya casi de noche, fuimos a cenar a un restaurante del casco histórico. No recuerdo cuál era, pero lo que tomamos nos gustó.
Después de cenar, el autobús se marchó al hotel y unos cuantos nos quedamos en el centro de Bujara hasta tarde. Queríamos ver la ciudad antigua iluminada, aunque luego tuviésemos que volver a pie. Y no nos arrepentimos. Lo recomiendo.
No lo voy a comparar con el espectáculo de luz de la Plaza Registan de Samarcanda, pero lo que vimos en Bujara tampoco se quedaba atrás, aunque los edificios tienen iluminación fija y no cambian de color
Desde las columnas exteriores de la mezquita de Bolo Hauz vimos a los fieles arrodillados, en plena oración.
También nos fijamos en la multitud de familias que paseaban por los parques, en torno al Arq, con los niños jugando en las plazas. Hacía calor y al aire libre se respiraba mucho mejor. Por lo demás, sin problemas de seguridad. Bueno, miento, había que andar con mucho ojo con las bicicletas y en los semáforos, sobre todo en las calles anchas y avenidas, pues varios segundos antes de pasar la luz verde a roja para los peatones, los coches ya estaban saliendo de estampida y al menor descuido te pasaban por encima sin miramientos.
Nos levantamos muy temprano. Por fortuna, el cielo estaba algo nublado y no hacía tanto calor. Después de desayunar, nos enfrentamos al peor momento del viaje: recorrer los 447 kilómetros (según Google Maps, aunque a mí me parecieron muchos más) entre Bujara y Jiva, distancia que se tarda en cubrir nada menos que unas siete horas (las previsiones de Google Maps de seis horas y ocho minutos resultaron demasiado optimistas, al menos en aquellas fechas) y, lo que es peor, por una carretera con tramos infames. Según el programa, iríamos en ferrocarril, pero una semana antes de salir nos dijeron que ese día no había plazas o no salía el tren; he olvidado el motivo. Nos devolvieron el importe del billete. No recuerdo cuánto fue, aunque tampoco significó gran cosa porque es bastante barato. Lo importante es que nos tocó hacerlo en autobús .
Yo suelo aguantar bastante bien este tipo de trayectos… si el paisaje es entretenido, lo cual no era el caso. Al principio, vimos campos de cultivo, un río, algunas lagunas… Y la carretera, en tramos desdoblada, no estaba mal del todo. De nuevo, gente trabajando en los campos.
Cuando aparecieron las obras, el tema cambió completamente. Tuvimos que circular por un único carril, con bastantes camiones, incluso algunos kilómetros sobre tierra. Y cuando había firme, los baches eran tan tremendos como los botes que dábamos dentro. Un horror. Eso sí, nos reímos mucho cuando paramos para ir al servicio y nos encontramos con el típico retrete de agujero en el suelo. No era el primero del viaje ni tampoco el primero que he utilizado, ni mucho menos -y este tenía agua corriente, que en otro nos dieron una jarra - pero las cabinas con media puerta, que apenas tapaban nada ni por arriba ni por abajo, nos hicieron soltar unas cuantas carcajadas. Lo necesitábamos con tan larga travesía Es solo una anécdota y pasa en muchos sitios. La verdad es que las señoras que lo controlaban ponían todo su empeño en mantenerlo limpio. Respecto al papel, mejor llevar pañuelos porque el que entregan es tipo antiguo "Elefante" (los de cierta edad me entenderán) pero en basto . Cobran una pequeña propina.
Sí, porque la travesía por el desierto fue larga, pero no se trata de uno de esos desiertos tan chulos, de dunas blancas o rocas coloradas, sino una planicie de tierra árida salpicada por algunas plantas de esparto. Todo muy feo y aburrido. Pero, bueno, yo suelo fijarme en todo y lo cuento tal como vi, que en este viaje no solo se contemplan madrazas espectaculares.
Paramos a comer en el único sitio parecido a un restaurante del desierto, cuyo menú era único: pan, empanadillas, pinchos morunos con crema agria y pastel de chocolate; para beber, otra cervecita uzbeca. En vista de las circunstancias y pese al calor que hacía dentro, no estuvo mal. Desde luego, mucho mejor que el almuerzo previsto en el programa "tipo lunch", es decir, la bolsa de picnic de toda la vida Aquí tuvieron otro detalle.
Un buen rato después (no sé cuánto porque perdí la cuenta de las horas y los minutos), cruzamos el río Amu Daria, que a lo largo de sus 2.400 kilómetros, sirve de frontera entre Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán y desemboca en el mar de Aral. El puente es una estructura colgante y metálica que permite conectar la provincia Xorazm de Uzbekistán con la de Lebap en Turkmenistán. Se construyó en 1964, durante la época soviética, y su tramo principal tiene 390 metros. Está bastante vigilado.
En un momento dado, empezaron a aparecer pequeñas aldeas, campos de cultivo y un par de poblaciones, no sé cuáles, que me depararon alguna que otra estampa interesante, incluso sorprendente. Y, sobre todo, la carretera había mejorado mucho. Nos acercábamos a nuestro destino.
Por fin, al cabo de casi ocho horas, traspasamos la Puerta Sud Dishan Kala y llegamos al hotel Asia Khiva, situado muy cerquita de la ciudad antigua. Se trata de un complejo de varios edificios, con piscina, un pequeño canal y jardines. No sé por qué me pareció que los mosquitos podrían campar a sus anchas por allí y no dudé en ponerme repelente por si acaso. Está un poco anticuado y carece de ascensor. Por fortuna, un par de forzudos empleados nos subieron las maletas hasta el segundo piso. Sin ser una maravilla, tampoco nos dieron ganas de salir corriendo.
Gracias @artemisa23 por los consejos.
He mirado para principios de septiembre, los trenes los ponen solo a un mes vista los horarios, y los vuelos internos lo mismo.
Así que planificar con tiempo es difícil.
Desde Barcelona no hay vuelo directo con los uzbecos.
Bueno, he empezado a leer tu diario, para mi viaje de finales de septiembre, para ir sacando cosas poco a poco, muy bien hecho e ilustrado. Muchas gracias.
@yonhey Gracias de nuevo. Espero que te resulte útil y que te vaya muy bien por Uzbekistán. Seguro que te gusta, igual que a @dagolu Ya contaréis qué tal!
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Yo ahora mismo estoy en Khiva...yo me quedaba esa noche de Urgench en Khiva...desde aquí tienes varias excursiones para hacer y aprovechas otro fia intenso por aquí, hay de visitas fortalezas e incluido una que va a Moynach y vuelve el mismo día 800km, conozco gente que la ha hecho, es un tute, pero bueno....te lo digo como opciones para ese día
La última noche la he puesto en Urgench, pero no sería en la ciudad realmente, sería lo más cercano al aeropuerto posible, ya que el vuelo del día siguiente lo tenemos a las 08:30
La idea era permanecer en la zona de Khiva el último día y solo desplazarnos hasta el hotel al lado del aeropuerto de Urgench ya para dormir, al final del día.
Entiendo que podría pasar la tercera noche en la zona, en el mismo hotel que paso las dos noches de Khiva, pero al ser un vuelo temprano, no quería añadir 1 hora extra de coche para llegar desde Khiva hasta el aeropuerto.