Bazar de Siyob.
Llegamos caminando a este bazar, situado al lado de la Mezquita Bibi Khanum, que habíamos visitado el día anterior y de la que se obtienen unas vistas impresionantes al pasear junto a los puestos.
En el mercado de Siyob se venden frutos secos, aceitunas, especias, verduras, frutas, ropa, pan… Un poco de todo. No se trata de uno de esos lugares especialmente dispuesto para los turistas, pero como lo visitan muchos, los vendedores están muy "preparados" en todos los sentidos. Me entretuve un rato viendo a las señoras escogiendo las frutas y las verduras o el pan, recién hecho y muy bueno. El pan casi siempre está muy rico en Uzbekistán, por cierto.
Los productos a la venta están ubicados según el género de que se trate: una zona para las frutas y verduras, otra para el pan, otra la ropa… En fin, al estilo habitual de este tipo de mercados. Era un poco tarde y algunos vendedores estaban recogiendo su género y también había mostradores vacíos o tapados con lonas.
Me gustó mucho la zona de las especias, tan llena de color, igual que la de los frutos secos. Me admira lo bien que presentan los productos al público, combinando la ubicación y los colores con tanta estética. Hay una parte cubierta (la que tiene entramado de madera es muy estilosa) y también puestos al aire libre.
Se pueden comprar recuerdos a buen precio, sobre todo esos regalos que son difíciles de escoger. ¿A quién no le gusta un paquete de exóticas especias dispuestas en una bonita rueda o un surtido de frutos secos artísticamente colocados? Desde luego, es imprescindible regatear, pero por dos o tres euros te llevas un souvenir bastante apañado. De todas formas, hay muchos otros sitios interesantes para los y las amantes de las compras tanto en Bujara como en Jiva.
Fuimos a almorzar a otro restaurante grande y también muy decorado al estilo mil y una noches. Comimos bien, pero lo que más nos llamó la atención fueron varios grupos de mujeres de diversas edades, celebrando lo que fuera. Algunas iban arregladísimas, con elegantes vestidos de colores (aquí serían de fiesta nocturna) y velos muy brillantes, las que los llevaban, que no eran todas. Luego, salían a bailar la música machacona que conocíamos de la noche anterior. Está claro que les encanta el baile. Según nos contaron, muchas mujeres en Uzbekistán salen con sus amigas para celebrar cumpleaños, despedidas de soltera y cosas por el estilo; pero en este tipo de reuniones nunca hay hombres. Y lo llevan a rajatabla, según pudimos comprobar. Hice un par de fotos, pero no me parece correcto publicarlas.
Fuimos caminando hacia nuestra siguiente visita, pasando previamente junto a la Mezquita Hazrat Khirz, que ha sido reconstruida sobre sus cimientos primitivos del siglo XIX. Cuenta con un mirador, pero había que subir unas cuantas escaleras y la panorámica que prometía (tras haber pasado por el puente sobre la autopista que está al lado) tampoco nos pareció tan interesante como para achicharrarnos .
Mausoleo Gur Emir.
Tras un agradable paseo a pesar del calor, aparecimos en la calle de Ruy González de Clavijo, el embajador de Enrique III de Castilla que fue recibido con grandes honores por Tamerlán. Se hizo famoso por el relato que hizo del viaje y la descripción de la Samarcanda del siglo XV. Muy cerca, se encuentra el lugar de enterramiento de Gur Emir, otra de las obras maestras de la arquitectura de Asia Central.
Amir Timur nació en 1336 en la actual Shahrisabz, a 80 kilómetros al sur de Samarcanda. Hijo de un jefe de una tribu turco-mongola, fue el último gran conquistador de Asia Central, eliminó a sus enemigos e impuso su poder absoluto en unas posesiones que abarcaban 27 países, desde el norte del Cáucaso hasta el curso inferior del Volga. Se autoproclamó heredero del imperio de Gengis Kan y estableció su capital en Samarcanda. Murió en 1406. Su apodo, Tamerlán, que significa “hierro” en persa, no gusta nada a los uzbecos, pues casi lo consideran un insulto. Un rato antes, habíamos pasado junto a su escultura, que se encuentra en una plaza ajardinada y con mucho tráfico.
En 1404, Timur encargó la construcción de este mausoleo para su nieto favorito, Mohamed Sultán, que murió en Asia Menor durante una campaña militar. Al final, terminó convirtiéndose en el túmulo familiar.
Está compuesto por un conjunto de tres edificios, portal, mausoleo y madraza. Sobre el mausoleo se eleva una fantástica cúpula acanalada de 12,5 metros de altura y 15 metros de diámetro, dividida en 64 facetas decoradas con azulejos azules. Dicen que esta cúpula es la más bella de Asia Central.
El interior es impresionante, con mármoles, tallas en piedra y madera, estalactitas y vidrieras, aunque lo más llamativo es la profusa decoración dorada de los muros y azulejos azules y turquesas. Tamir está enterrado en una cripta debajo de las lápidas de la sala principal.
Pese a que en su tumba se halló una inscripción que amenazaba a quien la profanara con tener que enfrentarse a un enemigo más fuerte que él mismo, un científico soviético exhumó sus restos en junio de 1041: poco después, Hitler invadió la Unión Soviética. En 1942, le devolvieron a su tumba. El mausoleo fue restaurado en 1996.
En definitiva, otro de los lugares imprescindibles en Samarcanda.
Tras otro largo paseo por Samarcanda, durante el que vimos los exteriores de lugares menos interesantes, nos dispusimos a salir hacia Bujara. Entre ambas ciudades, se encuentra Shakhrisabz, el lugar donde nació Timur. En el siglo XV, era una población floreciente dotada con bellos edificios, tal como la describió el Embajador español González de Clavijo. Actualmente solo quedan los restos de la grandiosa puerta del palacio de Aksaray frente a la que se encuentra la estatua de Tamerlán.